Capítulo 22
Danna lo miraba con decisión y amor. ¿Cómo podía negarse ante tan hermosa propuesta? Tal vez él si la amaba tanto como decía.
- Si –pronunció con un ligero temblor y tomando su mano- si me arriesgo contigo –concluyó sonriendo y se puso de puntillas para intentar rozar sus labios.
Él sonrió y para hacérselo más fácil se inclinó, permitiendo que ella capturara sus labios. Se besaron una vez más, pero esta vez con la certeza de que lo que fuera que sentían era correspondido.
- Leonardo… –dijo emocionada tratando de separarse.
- Hummm… -murmuró él apretándola otra vez contra sí e intentado capturar su boca, lográndolo.
- Leonardo… -interrumpió nuevamente pero esta vez consiguió separarse- los invitados.
- ¿Los qué? –pronunció Leonardo sin ganas de separarse de ella y de pronto recordó donde estaban- Tienes razón, los invitados me esperan para iniciar el baile.
- Vamos que ya les deben estar saliendo raíces de tanto esperarte –bromeó Danna haciendo que Leonardo ampliara la sonrisa.
- Tú tienes la culpa de que me haya distraído –comentó coqueto- Es que si no nos detenemos alguien entra y… -Danna miró avergonzada- seguro me estaban buscando –concluyó para que ella no se sintiera incómoda.
- Si, seguro –dijo Danna odiando el rubor que teñía sus mejillas al pensar que alguien los hubiera descubierto besándose, no porque fuera algo escandaloso, sino porque para esas familias de alta sociedad esas muestras de cariño serían vulgares y completamente fuera de lugar.
- Es hora, Danna –hizo una seña a los músicos y el ambiente se tornó en completo silencio.
Todos estaban conscientes de que se trataba y miraron hacia la puerta que daba la bienvenida al gran salón. El anfitrión haría su aparición pero la gran interrogante era ¿lo haría solo como en los últimos tres años?
- Si, Leonardo ve –contestó Danna repentinamente temerosa- yo entraré luego para evitar comentarios –susurró.
- ¡Qué comentarios ni que nada! –soltó Leonardo acercándola a él- tu entrarás conmigo como te corresponde al ser mi novia –aclaró y la miró dándole fortaleza y cariño- sé que puede ser intimidante toda esta gente, aún para ti que ya estás acostumbrada a tratar con esta clase. Pero quiero aprovechar esta reunión para dejar en claro, a todos, -dijo remarcando sus palabras- lo que tú significas para mí. –Le ofreció su brazo y ella lo aceptó reticente- Te amo Danna mía –pronunció con vehemencia y le besó la frente.
Avanzaron ante la mirada expectante de los invitados. Todos querían saber quien era la misteriosa acompañante de Leonardo y que por primera vez, desde que había muerto Elizabeth, recorría del brazo de él ese imponente salón. Como si fuera la dueña de todo… como la esposa de él.
Danna sintió que la firmeza abandonaba sus extremidades. Estaba nerviosa pero al sentir el contacto de Leonardo, sorprendentemente se tranquilizó. Y cuando avanzaban por el salón todos la miraban curiosos. Ella no supo como pero sonrió. Sonrió a pesar de las circunstancias, de unas cuantas miradas desdeñosas y envidiosas, de otras miradas admirativas y por último halló dos pares de ojos firmes exclusivamente en ella. Mandy que la miraba con cariño sincero y sonreía mientras que Stefano clavaba su mirada con abierto desprecio y ¿odio?
Finalmente, Leonardo pronunció las palabras de rigor y dando una señal a los músicos inició el baile con Danna en sus brazos. Recorrían con gracia toda la pista y los presentes estaban aún más absortos mirándolos. De verdad se amaban se concluía por la complicidad en sus miradas, la entrega en sus movimientos y la felicidad dibujada en sus rasgos. Después de admirarlos por unos instantes, algunas parejas se unieron a ellos en la pista.
Antonella miraba con desprecio a la feliz pareja. Otra vez se escapaba de su poder Leonardo. No –sonrió mirando a Marie- ya sabía su siguiente paso. Además por la cara de la familia de Leonardo, a nadie le hacía gracia ese parcito.
Marie miraba perpleja. ¿Cómo se había atrevido Leonardo a introducir en su selecto círculo a aquella muchachita? Era sencillamente absurdo. Esperaba que sucediera algo que nublara la naciente felicidad de la pareja –sonrió mientras miraba a Antonella- ¡Ideal!
Rose y Giancarlo Ferraz no daban crédito a lo que veían. Su hijo irradiaba felicidad en los brazos de aquella jovencita. Se miraban interrogantes ¿quién era? ¿De dónde había salido? Y, lo más importante para Rose ¿cuál era su apellido? Eso determinaría su posición en la sociedad, aunque al observarla atentamente, seguro que era extranjera. Giancarlo por su parte, solo pensaba en conocer a la mujer que lograba que Leonardo estuviera en paz con él mismo, con su pasado… y que conseguía, por primera vez, que Leonardo perdiera la noción del tiempo y responsabilidad, a juzgar por su indiscreta y tan comentada demora.
- Te lo pusiste -comentó Leonardo alejándose para admirar completamente a Danna.- Estás preciosa, cara mía.
- ¿Lo dudabas? -sonrió mirándolo cariñosamente- No estaba dispuesta a utilizarlo pero tu nota me persuadió… si no podía devolverlo ¿por qué no usarlo?
- Es perfecto –sonrió admirativo.
- Si, lo sé. Es un vestido hermoso.
- No, el vestido no. Me refiero a como calza en ti. Es perfecto.
- Leonardo, que cosas dices -se sonrojó sin poder evitarlo- a propósito me tienes que explicar a qué se debe todo esto –hizo ademán hacia el vestido.
- Creo que estaba bastante claro en la nota ¿no? Bueno, lo encontré como hecho para ti y sencillamente decidí obsequiártelo.
- No es sencillo -lo miró tratando de explicarse- No quiero que todos piensen…
- No importa lo que todos piensen. Al menos a mí me tiene sin cuidado.
- Pero no quiero que me cataloguen de… -él la miró divertido- no lo entiendes.
- Claro que sí, pero no veo que te preocupa. Nadie tiene por qué enterarse que ese vestido fue un obsequio mío -era tan absurdo estar ahí discutiendo del vestido en lugar de disfrutar un momento único entre ellos.
- Es que no es solo eso… -suspiró pensando en cómo explicarle que su preocupación era lo que pensará Stefano de su relación, la reacción que tendría… porque podía revelar lo sucedido entre ellos, en su versión, claro y utilizarlo para separarlos. Al fin y al cabo, él pensaba que estaba interesada en destruirlo y apoderarse de la fortuna de Leonardo. Y no era así, nunca fue así… y mucho menos ahora que se sentía segura y querida en sus brazos.
- Ya deja eso, Danna -murmuró Leonardo depositando un tierno beso en su cuello e ignoraba el rumbo que habían tomado sus pensamientos.
- Sí… -soltó bajito aún inquieta por el pensamiento de perder su frágil unión. ¡No! Apartó esas desalentadoras perspectivas y lo abrazó muy fuerte como si eso impidiera que los nubarrones de tormenta irrumpieran en sus vidas.
Leonardo amplió la sonrisa al sentir a Danna estrechar el contacto de sus cuerpos. Ella lo quería más de lo que admitía, pero poco importaba porque él quería ganarse el tan ansiado te amo pronunciado por aquellos tercos y dulces labios.
La pieza culminó. Todas las parejas se separaron y ocuparon el lugar preferido en aquel enorme salón. Leonardo y Danna hicieron lo propio y sonriendo fueron tomados del brazo hasta el rincón en que se erguía la familia de Leonardo. Imponentes y soberbios, simulaban el retrato oficial de una familia real. A Danna le recorrió un escalofrío al saber que había llegado el momento de enfrentar sus críticos más duros y sin duda una pesadilla: los padres de Leonardo y su mayor adversario, el orgulloso Stefano Ferraz. Sería un enfrentamiento formidable y velado entre ellos, pues al saber solo los dos de su relación, tenían una plena conciencia del sentido oculto de sus observaciones, que los demás no lograban entender del todo.
Capítulo 23
- Papá, Mamá les presentó a Danna Báez -los miraba orgulloso de ella- mi novia.
Cuatro caras de evidente asombro se dibujaron entre los aludidos. Rose, Giancarlo, Stefano e incluso Mandy estaban anonadados por la noticia recibida.
- ¿Novia? -pronunciaron al unísono Stefano y Rose.
- Si, Danna ellos son mis padres Rose y Giancarlo.
- Un gusto conocerlos -pronunció Danna y sorprendentemente se escuchó completamente
normal.
- El gusto es todo nuestro -dijo sinceramente Giancarlo y estrechó a una sorprendida Danna.
- Si, por supuesto -confirmó fríamente Rose y simuló besar a Danna en la mejilla.
- Danna, me alegro tanto de verte -comentó Mandy sonriendo traviesamente- Y aún más en estas circunstancias.
- Mandy, ya te extrañaba -dijo Danna haciendo caso omiso al comentario y abrazando cariñosamente a Mandy.
- Danna, que vueltas da la vida ¿no? -pronunció Stefano al tiempo que inclinaba la cabeza para besar la mejilla de Danna y susurró con voz sexy- ¿No lo crees, Danny?
- ¿A qué te refieres Stefano? -terció su abuela con interés.
- Sencillo, pasar de diseñadora a jefe debe ser algo increíble.
- ¿Cómo? -lo miraban interrogantes sus abuelos.
- Explícaselos, Danna. Cuéntales de dónde vienes… quién eres.
- Por supuesto, Stefano -sonrió fríamente- soy de Ecuador y vivo en Italia desde hace unos meses. Vivo sola ya que mi familia sigue en mi país como tú bien sabes.
- ¿Ecuador? Nunca había escuchado de ese país. ¿En qué continente está?
- En América. En América del Sur, para ser más exacta -contestó Danna ante la mirada cada vez más incrédula de Rose y la satisfacción de Stefano.
- ¿Vivías en esas condiciones? -inquirió Rose despectivamente- Me refiero al ser un país subdesarrollado, bueno…
- Mamá, no sé a qué te refieres -interrumpió Leonardo evidentemente molesto y estrechó aún más a Danna contra su cuerpo- Y no hace falta decir que tu comentario está fuera de lugar.
- Hijo, yo no quise ofender a nadie -su madre emitió una disculpa evidentemente falsa- Disculpa querida, no pensé que tu origen te avergonzaría -sonrió al igual que Stefano.
- No, se equivoca señora. Mi origen no me avergüenza, de lo contrario no hablaría de mi país. Además, ¿por qué motivo me avergonzaría? -terció Danna con una calma admirable- Estoy orgullosa de ser ecuatoriana y de mis raíces.
- Bueno, yo… -por primera vez Rose Ferraz se encontraba sin palabras- Eres tan joven. ¿Qué edad tienes? -dio un giro a la conversación- ¿Veinte?
- Veinte y dos. ¿Y usted? -preguntó con inocencia. La superioridad con la que le trataba ya le estaba cansando.
- ¿Disculpa? -se ofuscó obviamente ofendida por la pregunta- Mi hijo tiene treinta y ocho años –aclaró ignorando el comentario.
- Si, lo sé. Pero, no entiendo a donde se dirige esta conversación -Danna quería que lo que fuera que Rose deseará decirle se lo dijera de frente, sin rodeos.
- ¿Estás consciente del enorme abismo que les separa? -continúo Rose y ambas sabían que no se refería precisamente a la edad.
- Ya basta mamá, no sé a donde quieres llegar con tus comentarios, pero tampoco me
interesa -interrumpió Leonardo obviamente harto de la actitud de Rose- Solo vine a presentar a mi novia para que vieran lo seria que es la relación. Le pese a quien le pese -afirmó más en contra de su madre que de los demás- Y de ninguna manera permitiré que la ofendas.
- Pero seguro que es una caza fortunas. ¿Qué te hizo para que estés tan ciego?
- No lo es -afirmó con convicción Leonardo- Ella es sincera y mucho mejor persona que cualquiera de nosotros. La amo y me voy a casar con Danna. Y si deseas asistir, eres bienvenida y si no, pues tu bendición me tiene sin cuidado -culminó ante la mirada atónita de Rose, nunca su hijo la había tratado así. Él tomó a Danna del brazo y se alejó con ella.
- Espera, hijo -exclamó en tono conciliador Giancarlo y al alcanzarlos sonrió- Olvida lo que ha dicho tu madre. Es que nos tomaste por sorpresa -justificó aunque sabía que mentía- Bienvenida a la familia, Danna. Si mi hijo es feliz contigo, yo no me opongo, al contrario, lo celebro y si pronto me dan más nietos, mejor.
- Gracias señor Ferraz -sonrió Danna a pesar del mal rato pasado- Aunque no debemos precipitarnos. Es pronto para hablar de boda y aún más de… niños -susurró sintiendo un dolor pasado en su corazón.
- Lo siento -se disculpó sin saber muy bien por qué- Pero debes llamarme Giancarlo, por favor. Eso de señor Ferraz me hace sentir viejo.
- Está bien, Giancarlo. Ya veo de quien sacó lo encantador y caballeroso Leonardo -sonrió
realmente agradecida por la amabilidad del padre de Leonardo.
- Gracias niña. Pero en lugar de perder el tiempo conmigo, ve a bailar con mi hijo que te espera ansioso.
- Por supuesto -Danna tomó la mano de Leonardo y besó a Giancarlo en la mejilla- Gracias.
- Gracias papá. Te quiero -pronunció Leonardo un momento antes de llevar a Danna hasta la pista de baile.
- Yo también te quiero hijo –sonrió y continuó cuando ya no lo escuchaban- de todo corazón deseo que seas feliz y no estés equivocado con esa muchacha.
Leonardo bailó casi toda la noche con Danna. Y cuando no la tenía entre sus brazos la veía con su sentir reflejado en la mirada. Estaba enamorado de ella y ahora todos lo sabían. Mejor, así sus intenciones quedaban claras y finalmente sintió que viviría como él deseaba. Con quien él deseaba y amaba, aunque a la sociedad, encabezada por su mamá, no le pareciera.
Danna sentía que iba a morir de felicidad. Leonardo la hacía sentir viva otra vez. Y eso le daba miedo. Temía estar viviendo un sueño, que podía ser terminado en cualquier momento por un pasado que trataba de olvidar. Sincera había dicho Leonardo y ella no sabía cuanto de verdad había en ello. Por que no había mentido, era cierto, pero tampoco había dicho toda la verdad.
Stefano no podía con todas las emociones que se arremolinaban en su interior. Danna había cumplido su venganza. Se iba a casar y lo que era peor Leonardo estaba completamente enamorado de esa mentirosa. Se lo merecía, pero aún así él no quería que sufriera ese tipo de decepción. Lo devastaría igual que cuando perdió a su esposa. Y ahora ¿Qué debía hacer? Era su deber revelar lo que sabía y separarlos. Pero no podía lograr eso sin remover el pasado y afectar su futuro.
Marie había hablado con Rose. A ella tampoco le agradaba aquella relación. Ahora podían formar un frente común le había dicho. Y naturalmente, Rose había aceptado. Tenemos dos ases bajo la manga, le reveló, uno se llama Antonella y el otro, bueno, todos tenemos un pasado que olvidar ¿no? Comentó y las dos sonrieron entendiendo el significado oculto de aquellas palabras.
Giancarlo trató de razonar con Rose. Si su hijo era feliz con aquella chica debían dejarlo ser. Pero ella no aceptó razones y comentó que no descansaría hasta verlos separados para que su hijo fuera feliz. Leonardo es feliz con ella ¿no lo ves? Había dicho molesto Giancarlo. Da igual, es una caza fortunas que tarde o temprano le romperá el corazón, dijo con la preocupación reflejada en la mirada. Tal vez, dudó Giancarlo, pero eso no lo podemos evitar. Leonardo ya es lo suficiente mayor para saber lo que hace.
Capítulo 24
Era la última reunión en la que se afinarían los detalles para la presentación del diseño ante los directivos de la transnacional. Todos estaban al borde de un ataque de nervios porque estaba en juego el prestigio de la empresa y de ellos como diseñadores. Sin embargo había alguien que no parecía estar del todo presente, ya que su ánimo no iba acorde al estrés que se adivinaba en el ambiente. Una joven diseñadora miraba atentamente sus notas pero sin ver realmente lo que tenía entre sus manos. Sus pensamientos volaban mucho más allá pero no del todo lejos de esa sala.
Danna sonreía mientras recordaba los meses pasados. Había trabajado poniendo toda su creatividad en el diseño y en la última reunión los directivos dieron su visto bueno. No podía estar mejor y, ni que decir de Leonardo. Después de la fiesta, él la llevó personalmente hasta el hotel. Al despedirse le besó delicadamente “para evitar complicaciones” había dicho sonriendo y dirigiéndose al exterior. No había vuelto a ver a los padres de Leonardo después de aquella noche. Sabía no agradaba a Rose pero Giancarlo también le había echado una mirada un tanto desconfiada. ¿Qué le habrían dicho? ¿O simplemente era por la inminente boda que había anunciado Leonardo?... ¡Boda! No creía posible esa opción, al menos aquella noche la veía muy lejos. Pero ahora… ahora todo era distinto. Leonardo se había ido ganando poco a poco su corazón, con sus actitudes había atenuado las cicatrices de su alma y ella estaba convencida de que ahora lo amaba mucho… más cada día que estaba a su lado desde aquella noche. Y eso era decir mucho porque ya habían pasado cinco meses desde que aceptó ser su novia. ¡Cinco cortos meses! ¡Cinco felices meses! Cinco meses que hubieran sido perfectos sino fuera por Stefano. Si, sus problemas tenían nombre: Stefano Ferraz, hijo del hombre que amaba y padre de su hijo no nacido. ¡Que vueltas da la vida! Había dicho irónico Stefano y ahora sabía cuanta razón tenía. Él ocupaba un lugar en su pasado y por fin se sentía en paz con lo sucedido aunque Stefano no estuviera de acuerdo. ¿Por qué lo haces? Le había preguntado cientos de veces y nunca estaba satisfecho con la respuesta hasta que ella había confesado: Porque lo amo. Esa sencilla respuesta había enloquecido a Stefano, no es posible, no puede ser, fueron las palabras de él y desde aquel momento no habían vuelto a tocar el tema. Era sumamente extraño pues parecía haber desistido de separarlos y eso no lo creía probable. Ahora la trataba con lejana y fría cortesía. ¿Sería posible que siguieran siendo felices ignorando el pasado?
- ¿Cómo marcha todo? -una voz amada interrumpió sus pensamientos- ¿Cuáles son las modificaciones realizadas?
Todos miraron a Danna para que empezara a explicar las mejoras del diseño. Para nadie era un secreto la relación que los unía y aunque al principio habían recelado de la relación de ellos, ahora todos sabían que todo lo que Danna lograba lo hacía a pulso y era bien merecido como lo mostraba el diseño que ella empezaba a explicar.
Leonardo miraba atentamente cada palabra y gesto de Danna. Quería grabar en su memoria todos los momentos que pasaran juntos para volver a vivirlos cada vez que la recordara. Que era bastante últimamente… Ella ocupaba cada rincón de su vida y él no encontraba el preciso instante en que empezó todo aquello. Solo amaba sin cuestionamientos ni dudas. No cabían vacilaciones porque Danna había demostrado ser una persona decidida, fuerte y sobre todo era real. No engañaba y ciertamente no lo quería por lo que significaba su apellido ni su posición. No, ella lo quería por él, por sus sentimientos, por lo que ella significaba para él.
- No hallamos más errores -Danna miró a los demás diseñadores y sonrió- Hemos acordado que el diseño esta perfecto así -y mostró la presentación final del logotipo.
- Si, está perfecto Danna -Leonardo sonrió y examinó una vez más a Danna- A mí me ha gustado -y giró a mirar el diseño- Seguro los directivos concuerdan pues en la última reunión se mostraron más que satisfechos. Felicidades equipo lo han hecho muy bien. Pueden retirarse pero no olviden venir mañana temprano por si fuera pertinente cualquier modificación durante la presentación. Gracias chicos -con un ademán se despidió y todos agradecieron el descanso que su jefe les había otorgado después del trabajo duro.
- Por fin solos -bromeó Leonardo tomando a Danna entre sus brazos- Te extrañaba tanto -se separó para mirarla una vez más.
- Exagerado -rió Danna ante la actitud de él- Parece que no me hubieses visto en siglos.
- En realidad así lo siento amore. Ven aquí y dame un beso.
- No, aquí no Leonardo. ¿Recuerdas? Yo nunca mezclo mi vida personal con el trabajo.
- ¿¿No?? ¡Es una lástima! Entonces mi sorpresa tendrá que esperar…
- ¿Sorpresa? No, no me vas a dejar en suspenso Leonardo… sabes como lo odio.
- Lo siento querida… tú lo dijiste y esta es tu hora de trabajo. Así que a trabajar.
- Espera un segundo, tú nos acabas de dar a todos los diseñadores el resto de día libre.
- ¿Si?... Tienes razón entonces vamos te invitó a pasear. ¿Qué te parece?
- Pero tú no tienes libre, debes ir a trabajar.
- No, no creo que a mi jefe le importe que me tome el resto del día.
- Seguro… esa es la ventaja de ser tú, tu propio jefe.
- Por supuesto Danna. Ahora vamos que no quiero situaciones de última hora -dijo apagando su celular.
- ¿Qué? Y si te necesitan…
- No lo creo, aquí todos saben lo que deben hacer -sonrió abriendo la puerta para que Danna pasara y siguiéndole a continuación.
***
- ¿Ya te vas Leonardo? -interrogó Marie mirándolos con abierto desprecio- Es temprano para abandonar la empresa.
- Si, ya me voy. Es mi empresa y ya no tengo más asuntos Marie. Así que si me permites…
- Leonardo las hojas del personal… las necesito - Marie no pensaba dejárselo tan fácil.
- ¿Ahora? -preguntó con evidente fastidio pero no intimidó a Marie.
- Si, ahora.
- Está bien. Danna adelántate y espérame en el auto.
- Prefiero ir contigo.
- ¿A mi oficina? Bien vamos, con tu ayuda acabaré aún más pronto -la tomó de la mano y luego miró a Marie- En un momento te las baja mi secretaria.
- Gracias -murmuró una molesta Marie. Ni siquiera le había durado el enojo a Leonardo, enseguida esa muchachita se había ofrecido a ir con él sin mostrar el menor fastidio por sus planes interrumpidos. ¡Irritante que llegaba a ser esa chica!
***
- Viste su cara… no recuerdo haberla visto tan molesta -comentaba Leonardo divertido mientras manejaba su auto.
- ¿Marie? No le gusta nuestra relación por eso trata de estropear nuestras salidas.
- Si, pero tú no se lo permites. Siempre tienes una solución a todo. Eres muy positiva Danna.
- ¿Sorprendido? Prefiero ver todo con optimismo… me pregunto quien me lo contagió… Beth -una sonrisa afloró a sus labios.
- Beth quiere verte. Ven esta noche a cenar con nosotros en mi casa.
- ¿Tu casa? Bien lo pensaré.
- Vamos Danna, Beth se muere por verte y quiero pasar un tiempo contigo.
- Como si no lo hiciéramos -murmuró feliz Danna- Bien, aceptó ir Leonardo pero… no te pases de listo –lo miró riendo ante la cara de inocencia que él puso.
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