viernes, 21 de junio de 2013

Becaria Pueblerina 2

Prácticamente podía decirse, que era la última persona que cruzaba la puerta de salida de la zona de llegadas.
Pero aún así, seguía habiendo mucha gente por allí, en espera a los demás vuelos que iban llegando.
Su hermano, tenía que estar por algún rincón de aquella atestada sala. Pero como hacia tanto tiempo que no lo veía, no sabía si había podido cambiar mucho.

-¡Karolaine! -La llamó Derek, entre tanta gente en el aeropuerto.

Giró su cuerpo hacia la dirección de donde provenía la voz. Y fijándose durante unos segundos en varias personas, lo halló quieto mirándola con una gran sonrisa.
Antes de que arrancara a correr hacia él, sus ojos ya anegaban algunas lágrimas tapándole algo el campo de visión. Pero cuando se lanzó al calor de sus brazos, todo su cuerpo temblaba a causa del llanto que brotaba de sus ojos, por la alegría de hallarse al fin junto a él.
En casa.
Aspiró hondo el olor corporal de su hermano, pues era lo único que le recordaba el calor de un hogar. Su fuerza, su calor y olor era lo que le transmitía algún vago recuerdo de sus padres…
Daba gracias, por al menos tenerlo a él.
-¡Al fin, que alegría! -Rió sin soltarlo del cuello.
Estuvieron unos minutos los dos en absoluto silencio abrazándose con gran fuerza. Afirmando que volvían a estar juntos.
-No tendría que dejarte vivir en Europa –Dijo su hermano soltando un suspiro de mala gana, al tener que soltarla para apartarla del circulo de sus brazos y observarla detenidamente al rostro con mucho cariño-. Estás bellísima. Al principio, me ha costado reconocer que se trataba de mi pequeña hermanita.
-¿Te gusta? -Sonrió feliz dando un par de vueltas sobre sí misma-. Obra de mis compañeras de trabajo.
-Sí, mucho -Comentó con sinceridad-. Se te ve muy diferente, más chic y sexy.
-¿De verdad? -Volvió a preguntarle extasiada.
-¿Tienes novio? -Le respondió él con otra pregunta y directo al grano.
-No -Se rió a carcajadas por el instinto de protección de su hermano-. Sigo siendo la misma. Bueno ya no tan niña –Se encogió de hombros-. En algunos aspectos he cambiado gracias a mis amigas.
- Bueno –soltó un suspiró-, supongo  que podré quejarme a tus compañeras, si veo que no me convence la nueva Karolaine.
-No digas tonterías -Lo empujó inocentemente sin abandonar la sonrisa que tenía en su rostro-. ¿Dónde se encuentra mi futura cuñada?
-Nos espera en casa. Te está preparando una deliciosa comida –Señaló inclinándose para coger la maleta más grande.
-Que rico -Se frotó las manos antes de coger la maleta pequeña y seguir a su hermano en dirección a la salida-. Me gusta, que mi cuñada sea una excelente chef.
-A lo primero -Rió él volviendo agarrarla al pasarle un brazo por encima los hombros mientras salían del gran edifico en dirección al aparcamiento-. Después, es cuando descubres esos quilos de más alrededor de tu cintura.
Karolaine soltó una sonora carcajada, ante la negatividad de su hermano.
-¡Pero de que te quejas, si tú siempre has sido un tragón! -Se metió con él, mientras guardaba las maletas en el maletero del coche.
-Quien fue hablar -Le guiñó un ojo con picardía.
-Mentiroso -Rió, sacándole la lengua pro encima del techo del coche cuando abría la puerta del copiloto.
-Venga –Digo animado, una vez que estaban sentados en el calor del vehículo-. Es hora de que volvamos a casa –Señaló guiñándole un ojo.


Dos días después en el mismo aeropuerto.
Por fin volvía a respirar el aire de Nueva York. No es que fuera un aire puro, simplemente consideraba aquel grado de contaminación su hogar. Nadie podía llegar a saber, las ganas inmensas de relajarse en la tranquilidad de su piso. Tumbarse en su mullido sofá y…
-¡Joder! –Bramó entre dientes, mientras sus ojos mostraban un atisbo de furia, justo cuando un taxi se detenía enfrente de él, al salir por una de las puertas giratorias del aeropuerto.
Su piso, su querida guarida. No era en aquellos momentos un lugar cómodo y acogedor.
¡En buenas fechas, se había dejado convencer por su amigo Derek, de ponerse a cambiar las tuberías y el sistema eléctrico!
Había que ser idiota, para no caer en la suposición de que cercanas  las  fechas navideñas todo iba mucho más lento de lo habitual.
Su primer pensamiento, había sido el de hospedarse en un hotel hasta que finalizaran las reformas. Pero una vez más, Derek aparecía en escena y lo convencía de algo.
Había aceptado dormir en su piso. Él y Clara, solo estaban por las noches. Lo justo para cenar algo y marcharse a dormir. De modo, que no le había quedado más remedio que resignarse y compartir piso.
¡Pero eso sí! Solo había habido una condición en todo aquello. Y era, que sus amigos no podían reprocharle nada, si decidía pasar un año más el día de navidad lejos de allí y de ellos.
La excusa de aquel año, era que estaba invitado por parte de una bella modelo a viajar a los Alpes Pirineos.
¡Iba a quemarse en el infierno, por ser tan mentiroso en fechas navideñas!
No existía aquella cita. Solo aprovecharía para esquiar un poco. Era lo adecuado, le gustara sí o no.
Él, no podía rondar por allí en aquellos días. Lo hacía por su propia seguridad y de la de su amigo Derek. No quería perder su amistad.
Aquel, tristemente era el cuarto año que lo hacía. Pasándolo lejos de sus queridos amigos, que prácticamente consideraba su familia.
Y también, lejos de su dulce Karolaine.
Apretó los puños con fuerza, al ver como en un momento le habían venido miles de imágenes de aquella joven. ¡Maldita sea, era una niña! Aquello, es en lo único que tenía que pensar cada vez, que una imagen se le materializara en sus retinas. Y además, había que anotar que era la hermana de su mejor amigo. Y no quería perder a un amigo de toda la vida, por cometer una gran estupidez.
Por aquel motivo se alejaba. Ya no era tan fuerte cuando la pequeña Karolaine, comenzó a crecer y se tornó en una bella mujer.
¡Adolescente! ¡Maldita sea, era once años mayor que ella!
 Aquello estaba mal. Lo sabía, porque si se encontraba con ella la trataba muy diferente a como lo había hecho siempre, y a como le gustaría hacerlo en verdad. Sonrió al recordar como se la habían llevado a todas partes, cuando Derek y él, eran unos críos.
Le había enseñado a nadar, a montar en bici, a jugar a fútbol... La había visto crecer, por eso que simplemente tenía que verla como una hermana y no, como una hermosa mujer...
¡Adolescente, joder!

Una hora más o menos después, llegaba al piso de Derek. Una dirección, que en unas tres semanas evitaría como la peste. Cogió su maleta de manos del taxista, y soltando un profundo suspiro, se dio la vuelta para quedarse mirando la fachada de ladrillos marrones.
No le quedaba más remedio que hacerlo. Eran las ocho y cuarto de la noche, suponía que tenía la posibilidad de que alguno de ellos estuviera ya allí. Cuando subió los dos escalones del portal, alguien salía en aquel momento del edificio, permitiendo así poder resguardarse del frío dentro de él si sus amigos no habían llegado aún. Se maldijo, por no haber avisado a ninguno de su llegada aquel día.
Realmente estaba cansado y no tenía ganas de esperar sentado en el suelo del rellano, a que alguno de ellos llegara. Esperaba tener suerte al menos en aquel punto.
Iba a entrar dentro de la cabina del ascensor, cuando sus oídos captaron el sonido de la puerta principal abrirse. Después, una voz femenina sonriente y cantarina se dirigió a él, cuando ya estaba en el interior, dispuesto a presionar los botones de cierre.
-¡Un segundo por favor! –Clamó con algo de desesperación aquella persona.
Se quedó clavado, con el brazo alzado delante del control de botones. Mientras notaba, como un sudor frío le recorría toda la espalda. Algo impensable con el frío que hacía por las calles en fechas como aquella.
No podía ser cierto. Tenía que tratarse de una jugarreta de su mente, por ser las fechas que eran y hallarse completamente agotado,  del largo viaje de avión desde la ciudad de Singapur. Aún era muy pronto, para que ella apareciera por allí. Reaccionando ante su fantasía o pesadilla, puso las manos en el detector de las puertas, para que éstas no se cerraran. Quedándose muy quieto, enfrentando a su mente en demostrar que él se hallaba cuerdo. Simplemente  era todo una mezcla de recuerdos, deseos y cansancio.
Cuando aquella chica se pusiera delante de él, iba a demostrarse que se había equivocado tontamente. Se estaba preocupando sin ningún motivo. Karolaine se encontraba en Londres, trabajando en aquellos momentos.
Ho no.
Pues sus ojos, le acababan de mostrar que ella estaba como él, allí en la ciudad de Nueva York y en casa de Derek y Clara.

-Muchas gracias por... ¡Sebastián! -Chilló por la sorpresa de toparse con él, mostrando en su mirada alegría y seguidamente un atisbo de timidez.
-¡Karolaine! -Estaba claro, que el destino no se estaba portando nada bien con él. Y también, iba a mantener una pequeña charla con Derek.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos, cuando la dulce joven se lanzó a sus brazos, para fundirse en un fuerte abrazo y darle un cariñoso beso en la mejilla. Estaba claro, que era algo fraternal. Pero su sucia mente no era así de inocente. Rápidamente asimiló el dulce olor a coco de su fragancia, la delgadez de su cintura al tener él allí sus manos, al haberse visto sorprendido por el acercamiento de la chica. Y el tacto de sus prietos senos, contra su duro pecho.
¡Dios, más le valía apartarla! Pues no solo le estaba subiendo la temperatura corporal.
-¿Qué haces? –Llevó sus manos a los pequeños hombros de la joven para retirarla de sí-. Nos vamos hacer daño en tan pequeño espacio... ¡Tu pelo! -Exclamó al momento horrorizado, al ver que su preciosa y larga melena había desaparecido.
¿Por qué? Con las noches que se la había imaginado a ella tumbada en su cama, con el cabello esparcido por la almohada y a él, acariciándolo con delicadeza... ¡Un momento! Pero que idiota era, al demostrar aquella sorpresa. Ahora, tenía a las dos chicas que lo miraban divertidas, riéndose de su tonta expresión.
-¿Te gusta? A mí sí... –Preguntó con un brillo aún divertido en la mirada.
-Bueno, estoy aún asumiendo la falta de él, como para…
-Es más moderno y sexy... –Lo interrumpió ella feliz, atusándose la corta melena con suma delicadeza para no despeinarse.
-¿Hace mucho qué esperabas? -Interrumpió Clara, buscando las llaves para abrir la puerta del piso.
Sebastián, se alegró de poder cambiar de tema con la interrupción de su amiga Clara.
-No. La verdad, es que acabo de llegar en éste instante. Simplemente, tuve suerte de toparme con alguien en el portal -Le respondió a su amiga, cuando encontraba las llaves y abría la puerta del piso.
-Entonces, debes de encontrarte agotado -Le señaló Karolaine aún algo agitada al verlo después de aquellos años-. Lo mejor, es que descanses un poco mientras llega el tardón de mi hermano.
-Sí, tienes razón -Le sonrió, sin poder evitarlo al hacerlo con gran dulzura y mirarla detenidamente.

Tenía que salir de allí. Buscarse un lugar para pasar aquella noche, y al día siguiente mirar de poner muchos quilómetros por el medio, con algún asunto de trabajo.
Porque no iba a saber controlarse. ¡Demonios, si ahora mismo se estaba muriendo por alzar una mano y acariciar su nuevo corte de cabello y comprobar, si era tan suave como parecía!
Por no hablar de sus sonrosados labios. Era la primera vez, que veía que llevara brillo de labios… ¿Serían de algún dulce sabor?
¡Maldita sea necesitaba darse una ducha, pero de agua fría en pleno Diciembre!
Una vez más, su amiga Clara interrumpió sus tórridos pensamientos.
-Derek y yo, creíamos que aún estarías unos diez días más afuera -Se apresuró a señalar Clara-. Si no, te hubiéramos avisado de que te dejábamos una copia en casa de la vecina.
-No importa -Comentó dejando las maletas en el recibidor-. De todos modos, había pensado marcharme a un hotel. No quiero resultar una molestia.
-Ni pensarlo, Sebastián -Ordenó tajante su amiga.
Karolaine, miraba a los dos algo confusa con aquella conversación que estaban manteniendo ya en el comedor del piso.
-¿Hotel? -Preguntó ella, sin comprender de qué diantres hablaban despojándose del abrigo.
-MMM... –Hizo su cuñada una mueca un tanto rara con sus labios, al tiempo que se retorcía un poco las manos-. Sí, Karolaine... Si no te importa, deberás compartir habitación con Sebastián. Se ha metido de lleno en una reforma grande en su piso, a causa de una avería que sufrió.
-¡OH!
¿Había oído bien? Después de aquellos años sin ver a Sebastián, ahora resultaba que lo tenía impuesto como compañero de dormitorio.
Y aquello, no era una noticia fresca de última hora. Pues como bien había oído a su cuñada, esperaban al hombre en unos diez días. Resultando al final, que éste se había adelantado bastante. ¡Pero daba igual, ella también iba a estar igualmente en aquellos días!
Tenía que agarrar de las orejas a su hermano por ocultarle un dato tan importante como aquel.
¡Madre mía, iba a dormir con Sebastián!

De acuerdo, era un dormitorio grande con escritorio, ropero de dos metros y dos camas individuales, separadas por una mesita de noche. El problema, radicaba en tenerlo a pocos metros de ella profundamente dormido, con o sin pijama.
¿No hacía algo de calor allí?
-Me parece que la calefacción está un poco alta -Puso como excusa, ante su repentino sofocón.
Dios mío, como se ponía  a pensar en aquellos detalles, cuando el tener al hombre allí era ya una sorpresa para ella. Aquello, era culpa de Susan, estaba segura.
-A mí, me gusta así... ¡Nada de tocarla! -Protestó su cuñada-. Ponte algo más fino... –Protestó la mujer, yendo a la cocina con todas las bolsas de la compra.
¡Nada de cambiarse de ropa, por algo fino y transparente! Pensó frustrado Sebastián, mientras se sentaba en el sofá con gesto amargo.
-Bueno, a mí no me importa... -Intentó señalar  Karolaine de forma despreocupada-. Solo espero que no ronques Sebastián –Dijo guiñándole un ojo en broma.
-No ronco –Sonrió mirándola a los ojos detenidamente con cierta picardía-. Pero sigo opinando, que lo mejor sería marcharme -Volvió a insistir -. No quiero ser una molestia.
-No digas tonterías -Masculló Clara asomando medio cuerpo por el marco de la puerta-. Además, por fin vamos a pasar unas navidades los cuatro juntos.
-Sabes que por esas fechas... -Volvió con sus protestas, pero Clara lo volvió a interrumpir antes de volver a entrar en la cocina.
Se notaba, que comenzaban a estar harto de sus huídas cada año pro las mismas fechas.
-Estoy completamente segura, que puedes faltar por un año a tus planes de fiestas. Venga Sebastián, somos como una familia. La pobre Karolaine, hacía siglos que no te veía...
-Por mí no os preocupéis -Empezó a protestar nerviosa-. Entiendo, que Sebastián tenga su vida...
-¡Tú te callas! -La riñó su cuñada, volviendo a entrar en la cocina.
-¡Eres una mandona! -Rió Sebastián.
-Por favor Clara, es normal que él haga sus planes  para fechas tan señaladas -Empezó hablar otra vez la joven, dado que entendía perfectamente que lo último que él querría sería pasar fechas como ésas con una niña-. Yo también lo haría.
-Pero eres aún jovencita y no tienes novio -Terminó con humor él su frase, molestándola sin darse cuenta de que ya no era su dulce niña, ahora sabía protestar...
-No -Respondió en seco, y notando como sus pulsaciones hacían eco en sus oídos-. Tengo un hermano y cuñada, a quien veo dos veces al año. Como mucho no siempre llega a esas dos veces...
Las chicas, habían sido muy malas transformándola de aquella manera. La antigua Karolaine, no soltaría para nada la frase que tenía en la punta de la lengua.
-Creo que soy más responsable en ese punto. Tengo muchos días del año, para divertirme de la misma manera. Así, que no dejo a mis seres queridos más cercanos, en segundo plano por un buen polvo de una noche.
Por unos segundos, en aquella habitación no se escuchó ningún sonido.
¡Mierda! No tendría que haber abierto la boca de esa manera, y así no estaría soportando en aquellos momentos la mirada de incredulidad por parte de los dos. Dado que Clara, al escucharla replicar a Sebastián de la cocina, había salido para reírse. Pero ahora, también la miraba asombrada por sus palabras.
Susan, sin duda era una de las principales culpables.
Durante aquella fiesta en casa de Sabrina, junto con la cerveza y la maría, no había parado de darle consejos. Y había que decir, que éstos se le habían quedado grabados  a fuego en su mente.
 Estaba dando a entender una cosa, que no era para nada cierta. Que lo hubiera podido ser, si no hubiese sido tan tonta durante tanto tiempo.
-¡Karolaine! -Se rió feliz y sorprendida su cuñada-. Vaya, tenías razón. Has cambiado muchos aspectos de tú vida, no solo el externo...
Comentó volviendo a caminar hacía la cocina.
-¿Qué has querido decir con eso?
¡Vaya, increíble! Sebastián, si que no se reía como lo estaba haciendo Clara.
-¿No me digas, que ahora te vas por ahí acostando con quien te de la gana? ¡No tienes edad para eso! –Gruñó con la cara completamente roja y ceño fruncido.
-¡Oye! -Salió Clara de la cocina y lo golpeó en el brazo, un tanto consternada por su reacción-. No te comportes como su hermano mayor. Además, Karolaine ya es toda una mujer adulta.
-Solo tiene veinte años -Protestó el hombre en un gruñido.
Karolaine, dio un paso al frente hasta posicionarse delante de sus narices con una gran sonrisa.

-¿Hola? -Agitó los brazos en saludo y divertida.
¡Las chicas tenían razón! Era sumamente divertido, el provocar a un hombre... ¿Aquello era porque le importaba algo?
-Estoy aquí delante, así que dime lo que tengas que...
-¿Tienes novio? -No la dejó acabar, preguntándole con mal humor y reclinándose hacía delante en el cómodo sofá de tres plazas.
-¡Hombres! -Protestó Clara, marchándose a la cocina nuevamente no sin antes, soltarle su opinión un tanto exaltada-. Hay chicas que a esa edad son maduras. Y Karolaine, querido amigo es una de ellas.
-Y... - lo miró divertida-. También nos gusta mantener sexo antes del santo matrimonio, como a vosotros.
Provocó como estocada final.
-Bien dicho, Karolaine -Rió la joven en la cocina.
-¡Como que bien dicho! -Se rebotó Sebastián cada vez de más mal humor con aquellas dos mujeres.
En cuanto pudiera, tenía que realizar una llamada a su amiga Susan para darle las gracias por todo aquello. Incluso le recomendaría que escribiera un libro. Estaba que se ahogaba de gozo al poder demostrarle al hombre, que no era una niña. Sino una mujer interesante, que sabía moverse por el mundo.
-¡OH, vamos Sebastián! Precisamente tú, me vienes con esas tonterías –Volteó ella los ojos al techo un momento-.  Quien seguro, que tiene la típica agenda negra. Sabes, que hoy en día no se lleva el tema de novios –Se encogió de hombros-.  Que primero hay que disfrutar de la vida con amigos... Conocer un poco el terreno, hasta encontrar el adecuado -Le guiñó el ojo, al soltar aquella última frase y se dio la vuelta hacia el dormitorio-. ¡Me voy a duchar!

2 comentarios:

  1. definitivamente se nota la influencia de Susan, se que dije que seria paciente y no presionaria.......pero no puedooo!!! Ya quiero leer el otro capitulo jajaja!!! Esta quedando super bien EJ

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  2. Estoy igual que Kriss, ¡¡¡Queremos maaaaaaaaaaas!!! jijiji
    Muchos besos

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