lunes, 22 de abril de 2013

Líos De Oficina 12

-Lo de afuera, ya está bien limpio –Señaló Patricia, que entraba con Rosa y Ana en la cocina.

-Aquí también… -Guardaba los trapos Celia-. Vamos Marta, sonríe un poco…

-¿Cómo, si se me cierran los ojos de sueño? –Soltó con rabia.

-Pues yo pienso echarme otra vez a dormir… -Señaló Ana-. Pero… No tengo ganas de subir y encontrarme a mí marido.

-Ni yo… -Señaló Celia.


-Como vea al mío, le salto a la yugular… -Siguió Patricia.


-Hay que reconocerlo, se han anotado un tanto… -Comentó Júlia.

-No, nos lo recuerdes…. –La fulminó con la mirada Patricia.

-Pues, yo si que no pienso subir a dormir ni ahora ni ésta noche… -Habló Marta, aún perdida en sus pensamientos.

-Yo que tú, abriría las piernas en señal de derrota… -Se metió con ella en broma, Patricia.

-¡Patricia! –La riñó Celia-. Siempre igual…

-Comentarios como éste, son los que no deberíais de decir en nuestra presencia, querida hermanita.

-¡Vamos, que me vas a decir que sois castas! –Alzó los ojos al aire con gran ironía Patricia, ante lo dicho de la chica.

-¡Patricia! –La volvió a reñir Celia.

-Pero tampoco, somos tan pervertidas como tú… Aunque después de éste verano, no lo creo… -Rió Júlia.

-Me parece, que me voy a dar una vuelta por las ferreterías… -Comentó Marta.

-¿A una ferretería? –Preguntó Ana extrañada.

-Sí, voy haber si encuentro a que alguna se preste hacerme un cinturón de castidad.

-¡Marta!

-¡Tonta!


Se rieron todas, por la tontería que acababa de decir la chica en un momento de desesperación.


-Tampoco hace falta tanto… -Interrumpió Rosa-. El primer día que llegamos, vi como en el trastero había guardado en sus respectivas cajas, tres tiendas de campaña, esas que son iglús…

-¡De verdad! –Se le iluminaron los ojos a Marta.

-¡Bravo! –Rió Patricia-. Otra noche más, para joderme la espalda… Me deberás, una sesión en un salón de belleza.

-Eso esta echo… -La abrazó Marta-. Pero vayamos a buscarlas.

-Bueno… -Aceptó con resignación Celia-. Nos vamos de acampada al jardín de la casa, como hacen los niños de ocho años…

-¡Uy, uy!... –Comentó Tamara, que se encontraba sentada en la cocina tomándose una manzanilla con hielo-. Cuando los niños vean que lo montáis, no os van a dejar tranquilas…

-Supongo que cabrán…

-No hay derecho… -sollozó Ana-. Mi marido, va a dormir como un ángel…


 
   ***



Odiaba los lunes… Pensó Susan, cuando a las ocho y dos minutos, entraba en su edificio para empezar una jornada más de trabajo. Iba un poco antes de su hora, para poder pasar a tiempo las anotaciones que tenía en su libreta del sábado, y así relajarse con la preparación de los artículos de la vuelta del verano…


Ya eran las ocho y media pasadas, que decidió hacer un pequeño descanso. Se desperezó, y se fue al despacho de Thom a prepararse un delicioso café… Abrió la puerta, y se sorprendió de encontrarse a su jefe allí ya, sentado enfrente del ordenador… ¡Y con barba de dos días! Aquello era muy raro…


-¡UY! –Sonrió con amabilidad-. Pensé que no estabas. Vine hacerme un café… ¿Cómo que tan pronto?

-¿Y tú? –Preguntó de forma escueta y en un tono inquisitivo, con mirada fija sobre sus ojos.


Aquello le gustaba aún menos, ahora sí sabía que había ocurrido alguna cosa, y por lo que veía, más le valía andarse con cuidado…


-¿Yo? –Frunció el ceño con suavidad-. Vine a pasar las anotaciones del sábado, para que estuvieran listas y…

-Ya veo, eres leal para unas cosas… -Sonrió con frialdad-. Pero para otras, no lo eres…

-¿Cómo? –Se quedó parada por sus palabras. Aquel carácter en Thom, no lo veía desde hacía muchos años. Para ser bien preciso, cuando éste se encontraba enamorado de Helen, y se pensaba que su amor no era correspondido…
-¿Acaso estas sorda? –Le soltó en tono brusco.

-Thom, me parece que te estas pasando… ¿Se puede saber qué te ocurre para que me hables en ese tono?

-Por favor Susan, me vas a decir que no lo sabes… -Se levantó del sillón y salió tras el escritorio, para ir acercarse a ella-. ¡Eres una maldita embustera!

-¡Thom! –Exclamó sorprendida, pues nunca había utilizado aquel carácter con ella.

-¿Os habéis reído mucho de ello, tú y las chicas? –Le preguntó ya delante de ella.

-De verdad, que no se a que diantres te refieres… -Empezaba a enfadarse.

-Conmigo, no te hagas la tonta… Así, que ya me estas diciendo donde se esconde mi mujer, con mi hija… Seguro que en tu casa…

-¡Qué! –Se sorprendió mucho-. ¿Qué ocurre con Helen y Hanna?

-No me vas a engañar, Susan…

-¡Para ya con tus tonterías! ¿Qué es lo que ha ocurrido?

-No lo sabes… -Afirmó en un susurro, tras ver la reacción de la chica-. ¡Mierda!

-Thom…

-La culpa la tienes tú… Si no le hubieras contado nada de Marta y Marcus, no se habría enfadado y largado, hasta que no trate de arreglar lo que se supone que hice…

-¡OH! –Ahora si que estaba sorprendida, pues no se esperaba aquella reacción de Helen-. ¡Y no me eches la culpa! Fue ella quien preguntó, es también nuestra amiga…

-¿Perdona?

-La culpa, la tienes solo tú… ¿Por qué le dijiste donde se encontraba Marta?

-¡Como iba a decirle algo, si ni yo mismo sabía en donde se hallaba! –Vociferó con mal humor, dándole igual que toda la gente de la oficina se enterara.

-¡Pero bien que lo ayudaste! –Lo acusó, consiguiendo que éste no le replicara aquel punto.

-¡Te parece poco lo que hizo Marta! –Volvió al ataque.

-¡Pero por que él también la atacó antes, con una publicación en una revista! –Siguió defendiendo a su amiga.

-¿Chicos, qué ocurre? –Preguntó Karolaine con timidez-. Se os escucha desde el ascensor…

-¡Karoaline, no te metas! –Le gritó Thom.

-¡A ella, no la trates así! –Le amenazó Susan.

-Es verdad… -Habló con sarcasmo-. Se me olvidaba, que se ha vuelto igual de arpía que todas vosotras…
-¡OH! –Exclamaron las dos mujeres y media oficina femenina, por las palabras de Thom…

-¡Te estas pasando! No tenemos culpa, de que tu mujer haya decidido darte un escarmiento…

-¿Qué ocurre con Helen? –Preguntó Karolaine-. ¿Os habéis peleado por lo ocurrido con Marta y Marcus?

-Karolaine, vete a trabajar… -Le recomendó Susan-. No quiero que acabes escuchando las tonterías de Thom…

-Yo en ningún momento eh dicho tonterías… Solo defiendo a Marcus, por que mi mujer y vosotras sois con él…

-¡Como puedes defender a Marcus! –Saltó enfadada Karolaine.

-¡Karolaine! –Le recriminó su amiga, no quería que también se enfadara ella.

-¡Déjame, ya soy mayorcita! –Se defendió-. ¿Cómo puedes apoyar a Marcus, dime? Después de lo que le ha hecho a Marta… ¡Responde!

-Muy fácil, por que nunca le habéis dado una oportunidad al hombre. Siempre habéis ido atacándolo…

-¡Y por eso ves bien, que la deje en ridículo públicamente mientras se da el lote con una rubia de bote, a pocos metros de ella!

-¡Qué! –Exclamó Susan sorprendida.

-¿Cómo? –Thom, no entendió nada, de sus palabras.

-¡OH! ¿No habéis visto la portada? –Se detuvo con titubeo, al ver la expresión de los dos.

-¿Qué portada? –Preguntó Thom.

-¡Entonces, de que puñetas estabais discutiendo los dos! –Se alteró la joven sin comprender a que venía tanto alboroto aquella mañana.

-¡De que revista me estas hablando! –La cogió su jefe por el brazo con fuerza.

-De ésta… -Se soltó de un fuerte tirón y fue a su escritorio, a por aquel asqueroso artículo-. ¡Aquí tienes lo que hace tu querido amigo! –Y le lanzó la revista a la cabeza con mal humor.

-¡Oye, que maneras!...

-Tienes lo que te mereces… -Refunfuñó divertida Susan a su lado, consiguiendo que éste la mirara mal.


Thom, abrió la revista y se quedó mudo ante la imagen que captaba su retina. Karolaine tenía razón, se veía a Marcus besando a una chica rubia… ¿Qué había echo aquel imbécil ahora? Abrió la revista por las páginas del artículo, pudiendo leer que había ocurrido… Sí, se veía a Marta muy enfadada junto a un grupo de chicas y después marcharse. Pero en una de ellas, estaba bailando con un chico de camisa naranja, al igual que hacía Marcus con la rubia…


-Yo creo que lo que muestran éstas imágenes, es que Marta lo provocó al bailar con el chico éste… -Fue a señalar el hombre risueño, sin saber donde se metía.

-¡Serás idiota! –Lo insultó Susan.

-¡EH!

-Como puedes seguir apoyándolo… No sabemos si han jugado con el orden de las fotos, o si lo que han escrito es cierto…

-Me apuesto una cena, a que todo es por culpa de Marta…

-¡Cerdo machista! –Lo volvió a insultar Susan enfadada-. ¡Como puedes decir eso de ella!

-Por favor Susan, quien juega con fuego acaba quemándose…

-¡Jilipollas! –Le gritó echa una furia-. ¡Sabes que te digo, que te has vuelto un tarado! ¡Me largo!

-No te pongas así, por ésta tontería…

-¿Tontería? –Preguntó incrédula-. Llamas a esto tontería…. Ni siquiera te molestas a llamarla por teléfono, y ver que ha ocurrido en verdad… ¡Me voy!

-No puedes irte, Susan… -Le dijo cruzándose de brazos-. Tienes un horario que cumplir…

-¡Por mi, puedes meterte el horario por el culo! –Se dio media vuelta-. Voy a contabilidad, quiero reclamar mi finiquito…

-¡No! –Exclamó Karolaine y el resto de la gente, muy sorprendida…

-Susan, no me vengas ahora con chorradas… -La siguió Thom, hasta el ascensor-. No puedes largarte así. Vamos cálmate un poco, y veras como te estas precipitando con todo esto…

-¿Qué me calme? ¡Esto es increíble!... ¡Llama a una agencia, y que te traigan a una secretaria!

-Susan, no…

-No te doy, ni los quince días… -Comentó antes de entrar en el ascensor y que se cerraran las puertas.


Ante aquello, la planta se quedó en absoluto silencio mirando a Thom de reojo… Nadie se creía lo que acababa de ocurrir ante sus narices… ¿Y ahora qué?...


-¡Todas las mujeres de ésta oficina, estáis como una puta cabra! –Gritó, antes de volver a su despacho y cerrar la puerta con el portazo más fuerte que nunca habían oído.




***


-¡Mamá, suena tu móvil! –Chilló Hanna, desde el comedor.

-¡Tráemelo a la cocina, tesoro! –Pidió, mientras le hacía el desayuno a su hija-. Gracias, cariñete… -Miró la pantalla y al ver quien era, se apresuró a responder-. ¡Dime guapa!... En casa de un amigo –Respondió, después de escuchar a la otra persona por el teléfono-. ¿Tienes dónde apuntar?... Venga, aquí te espero…

-¿Quién era, mamá? –Preguntó comiéndose sus cereales, justo cuando Zack entraba en la cocina.

-Susan, viene a vernos ahora… -Se giró a él-. Espero que no te importe.

-¡Buenos días, preciosas! Sí que madrugáis… ¿Y qué me tiene que importar? –Preguntó después de darle un beso a la niña.

-Va a venir tía Susan –Comentó alegre la niña.

-¿Tía Susan? –Preguntó sin comprender quien era al principio-. ¡OH! Es tú amiga, la mano derecha de Thom… No sabía que era la tía Susan… ¿Significa entonces que tú marido sabe que te encuentras aquí?

-No –Respondió con una sonrisa, mientras le servía el café con tostadas-. Viene a verme, se ha enterado hoy de mí fin de semana fuera de casa… Y creo que parecía enfadada…

-Eso, no me lo pierdo… -susurró Zack, con sonrisa traviesa.

-¿Dijiste algo? –Preguntó Helen.

-No, hablaba conmigo mismo… -Dijo, antes de morder su tostada-. ¡Mmm!... Que rica, me podría acostumbrar a esto…

-Pues ya sabes, búscate una novia decente… ¿O la tienes ya en mira y escondida? –Preguntó con picardía.

-Muy graciosa… Pero no vas a conseguir que te diga nada Helen.

-Ya lo veremos… -Dejó su taza en el fregadero-. Me voy a duchar rápido, si viene te importa hacerle compañía… -Preguntó sin saber nada del asunto de ellos dos.



Cuando llamaron a la puerta, Zack sonrió… Así, que iba a tener a su querida cazadora en su casa. Al final, le iba a resultar mucho más productivo el tener a Helen allí…


-¡La tía Susan! –Gritó Hanna, mientras hacia el intento de bajarse del taburete para ir a recibirla.

-Cielo –le dijo cariñoso-, tu sigue desayunando… Ya le abro yo.

-Pero…

-Nada de peros, tienes que comerte el desayuno, sino no crecerás…

-Vale… -Acabó por aceptar la pequeña con cierta resignación.

Llegó a la puerta, se miró en el espejo y decidió desabrocharse un botón de la camisa, y remangarse las mangas… Después, ya estaba más que listo para abrirle la puerta a su princesa, pero poniendo una de sus irresistibles y atractivas sonrisas…


-Hola –Saludó con voz dulce la mujer, sin saber aun quien le abría la puerta-, está… ¡Tú! –Calló su pregunta, para señalarlo con sorpresa.

-Vaya, vaya… -La miró de arriba abajo, sin dejar de repasar ni un detalle de ella sabiendo que la pondría aún más furiosa-. Pero si es mi pequeña cazadora… ¿Qué has venido a que te dé lecciones de seducción?

-¡Genial, mi día va de mal en peor! –Gruñó con enfado-. Te advierto, que hoy no estoy para tonterías.

-Mis acciones, no se pueden calificar como tonterías…

-Por supuesto… -Aceptó dándole la razón como a los locos-. ¿Se encuentra Helen?

-Sí –Respondió, sin hacer ningún movimiento para que entrara en la vivienda.

-¿Me vas a dejar pasar? –Resopló llena de frustración.

-No sé, es mí casa y…

-Tranquilo, que no voy a ir directamente a tu dormitorio mientras me voy quitando mi ropa por el camino…

-Tampoco significaría, que yo fuera a ir detrás de ti… -Le respondió con una gran mentira, por que su cuerpo ya había despertado ante aquellas sugerentes palabras.

-¡OH, por favor Zack! –Le suplicó-. Hoy no tengo un día para andar con jueguecitos, déjame entrar ya…

-Adelante… -Le abrió la puerta-. ¿No deberías de estar trabajando?

-¿Qué ocurre, solo los ricos podéis empezar tarde? –Le soltó un tanto con reproche.

-¿Eso es envidia? –Le dijo como contraataque-. Y no dijiste que no tenías ganas de jugar…

-De ti, ninguna envidia… -Lo miró por encima del hombro-. Y te respondí lo que te merecías por tu observación… ¿Hacía donde me tengo que dirigir?

-Recto, en la cocina se encuentra tu sobrina.

-¡OH! –Se giró y caminó recto, hasta llegar a una puerta. La abrió y sonrió al ver a su bicho desayunando-. ¡Hola mi niña!

-¡Tía Susan! –Se lanzó la pequeña a sus brazos-. ¿Has visto a mí padre? –Le preguntó.

-Sí, guapa… -Le revolvió el pelo-. Sigue desayunando…

-¿Quieres alguna cosa? –Le preguntó Zack.

-No gracias –Le respondió con cierta sequedad en sus palabras.

-¡Vamos, que no voy a echar nada! Puedes confiar en mí…

-De acuerdo, un café solo… -Aceptó un tanto incomoda. ¡Estaba en casa de Zack! Madre mía, lo tenía delante preparándole un café, y tenía que reconocerlo… Estaba muy atractivo, al llevar la camisa de forma desenfadada. El muy condenado, era todo seducción…


Siempre que se encontraba con él, le llevaba ventaja… El muy cabron sabía que se iban a encontrar… No había ningún derecho.


-Hola Susan… -La saludó alegre Helen, apareciendo allí.

-Vaya, veo que el único enfadado y preocupado es Thom… -Soltó con cierta ironía, consiguiendo que Zack sonriera ante aquel comentario-. ¿Cómo no me avisaste de esta tontería?

-¿Perdona? –La miró la mujer asombrada, de que su amiga la estuviera reprendiendo.

-Sabes la que se ha liado con tu desaparición…

-Se lo merece, Susan. Así dejará de meter la nariz donde no debe.

-Quien fue hablar… -Murmuró por lo bajo Zack.

-Tú te callas… -Le ordenó Susan en una orden tajante.

-¡OH! Pobre Zack… -Lo defendió Helen.

-De pobre nada, éste es otro cretino como todos… -Señaló Susan.

-¿Ya os conocéis? –Preguntó curiosa Helen.

-Claro, tuve la mala suerte de toparme con la fotocopia mal echa de Jack…

-¡Susan! –La regañó Helen sorprendida.

-Déjala… -Se rió a carcajadas el hombre-. Vamos, admite que quien te atrae es la fotocopia mal echa…

-¡Ha! –Levantó el rostro con orgullo-. Ya te eh dicho, que no me atraes para nada.

-Que casualidad, coincidimos en ese punto… -Sonrió encantador-. ¿Seremos almas gemelas, después de todo?

-No me hagas vomitar.

-Chicos, tenéis a una menor delante. Lo digo por que esto se esta caldeando al parecer…

-No pasa nada mamá, es divertido verles pelear…

-Hanna, ves con tus cereales a ver la tele… -Le ordenó su madre.

-Pero mamá… -Fue a protestar.

-Al comedor… Y vosotros dos, queréis parar de pelearos como dos niños. ¿Se puede saber por que os lleváis así?

-Me besó sin mi consentimiento, y no deja de meterse conmigo… -Puso los brazos en jarra.

-Me acusó de gay, me echó sal en el café…

-¿La besaste? –Preguntó curiosa Helen, llamando la atención de él por aquella pregunta.

-¡No! –Le paró sus pensamientos-. Voy  acabar de vestirme, antes de que me ocurra algo…

-Vaya, vaya… -Sonrió Helen traviesa.

-¿Y ahora, qué te hace tanta gracia?

-Nada chica… ¿Pero qué haces aquí?

-Tú marido y yo tuvimos una buena pelea…

-¿Y de cuando no os habéis tirado las cosas a la cabeza? –Preguntó riéndose.

-Esta vez ha sido muy diferente… Me eh largado…

-¿Qué quieres decir?

-Pues… Que me eh auto despedido…

-¡Qué! ¡Estas loca! –Le gritó.

-¿Eh, oído bien? –Volvió a entrar Zack en la cocina.

-¿No te ibas a vestir? –Le inquirió con chulería.

-Cierto, pero lo que eh oído me ha sorprendido…

-Así, que eres de los que escuchan tras la puerta… -Lo acusó con retintín.

-No, no lo soy… -Se cruzó de brazos.

-Pues quien lo diría, viendo lo ocurrido de ahora… -Lo siguió encarando, bajo la atenta mirada de su amiga Helen, quien viendo aquella escena, empezaba a sonreír.


¿Qué por qué sonreía? Por que estaba viendo delante de sus narices que volvía a ocurrir la misma magia, que le había ocurrido a Sabrina… De Marta, aún no sabía que decir. Pero por lo visto, a su amiga la soltera empedernida le había llegado el momento de abandonar sus hábitos. Ya había sido marcada por Zack, y si no se equivocaba mucho… ¡Aquel iba a ser el romance más rápido! Nada que ver con el de Sabrina, que tardaron meses. La verdad, es que no hacían mala pareja… Bien pensado, eran el uno para el otro. Los dos, habían vivido con los mismos hábitos… Ya era hora, de que empezaran a disfrutar de la vida desde otro ángulo… Y sabía, como echarles una mano a esas dos mulas.


-¡Eh, vosotros dos!... –chilló Helen, y dando un toque de palmas para llamar  su atención… -. ¿Podríais parar de discutir un poco?



-¡No estamos discutiendo! –Respondieron los dos al unísono, cruzándose de brazos y mirándola por un momento con enfado.

-Bueno… -alzó las manos en defensa-. Pero a mí no me mordáis… No es bueno que me alteréis en mí estado…

-¿Qué estado? –La miró confundida su amiga.

-Vaya, así que soy el único que lo sabe… -Señaló divertido.

-No me seas niño, Zack –Alzó los ojos Helen.

-Eso, lo será siempre –Volvió a señalar Susan-. ¿Y escupe esa tan preciada información?

-Estoy embarazada… -Soltó  risueña su amiga.

-¡OH, eso es maravilloso! –Saltó de alegría a sus brazos-. ¿Y de cuanto? –Preguntó, mientras no podía evitar de tocarle la barriga, un gesto que Zack observó con gracia.

-Si mis cálculos no me fallan, creo que de cinco semanas…

-¡Oh, qué bien! –Sonrió feliz-. Otro chiquitín…

-Increíble –Habló con mano en el corazón el hombre-, una cazadora que babea con bebés… Entonces, yo tengo razón no eres una cazadora de hombres al cien por cien…

-Quien fue hablar… -Rió Helen-. El padrino de mi hija… Me persiguió todo el embarazo, para que nadie más ocupara ese puesto…

-Yo también te quiero, Helen… -Soltó Zack con una mueca.

-Mira que bien, ya se quien me puede contar anécdotas divertidos de ti.

-Ya te eh dicho, que si quieres te puedo dar clases… Así, también te contaré cosas…

-¡Puag! –Simuló Susan meterse un dedo en la garganta, y vomitar por aquella sugerencia.

-Si, si… -Sonrió él.

-Ahora entiendo, el estado de tu marido al saber que estas embarazada… -Ignoró a Zack, girándose a su amiga-. Tanta preocupación… ¿Qué ocurre?

-No lo sabe Susan… -Dijo a media voz la mujer.

-¡Tú estas loca! –La miró con enfado-. Acaso sabes como se ha puesto…

-Y ahora el doble, si lo que me has dicho de ti es cierto.

-Por supuesto, que dejé mi trabajo… madre mía, estaba de un insoportable… Gritándome delante de todos, incluso a la pobre Karolaine…

-Pero dime, que vas a volver  mañana… - La miró suplicante su amiga.

-No lo se…

-Llevas muchos años allí, como vas abandonarlo todo…
-Me lo pensaré… -Acto seguido la amenazó-. Vuelve con él, a tu casa… Pero como no cambie los humos, que se olvide de mí…

-¿Qué vuelva? Pero si le estoy dando un escarmiento –Protestó la mujer.

-Yo creo, que ya te estas pasando un pelín Helen… -Observó Zack.

-Claro, como es tú amigo… -Inquirió, para después tener una idea-. Lo haré con una condición…

-¿Cual? –Preguntó Zack.

-Si coges por una semana a Susan, como tu secretaria… -Sugirió traviesa.

-Ya veo… -La miró éste sonriente.

-¡Qué! Ni hablar… -Protestó la aludida.

-Susan, Zack esta temporalmente sin secretaria… -Empezó Helen a defenderlo.

-¡Y a mí qué! –Siguió ella con su negación.

-Pues que le hace falta una…

-A tú marido también…

-Mi marido que se aguante por un tiempo, será su escarmiento… Así, te valorará más…

-Ya me tiene valorada…

-Pues te subirá más el sueldo… -siguió insistiendo.

-Ya tengo subido lo que me corresponde…

-¡Trabajaras con Zack y punto! –Sentenció al final, en un pequeño ataque de nervios-. Me lo debéis, por el estrés que me habéis causado todas.

-¡Ah claro, y tengo que pagar yo el pato!

-¿Me tienes miedo? –Preguntó Zack divertido.

-No seas ridículo –Lo miró con enfado-. Es solo, que no quiero estar junto a ti…

-Sí es eso lo que dices…

-¡Oh, vete al!...

-¡Susan! –La paró Helen-. Vas ayudar a Zack y punto… ¡Y tú, te vas a comportar con ella!

-Por supuesto, no es el tipo de secretaria para seducir… -Siguió chinchando el hombre.

-Ni tú el jefe, para babear por él…

-¿Vas a saber estar a la altura, de mi secretaria?

-Cariño… -susurró con voz sexy-. Luego, me echaras de menos…
-Apoyo su noción –rió Helen.

-Muy bien… Pues te vienes ahora conmigo, sino tienes ningún inconveniente… -Sonreía extasiado, al ver que la semana no podía haber comenzado mejor.

-Ninguno, cuando quieras… Jefe…


***


A las diez de la mañana como de costumbre, se levantaron las chicas toda sudorosas por el calor que estaba haciendo dentro de la tienda con tanta gente allí dentro…


-¡Madre mía, no se si tirarme de cabeza a la piscina con el pijama puesto! –Escucharon como se quejaba Celia.

-Puse yo me pido una ducha y un masaje… -Protestó Patricia-. ¡Me duelen un montón mis cervicales!

-Pues yo eh dormido como una reina… -Mintió Marta descarada, provocando que Patricia, su compañera de tienda se riera de forma sarcástica-. ¿Qué?... –No pudo evitar que se le escapara una sonrisa, mientras encaraba a la loca chica.

-¿Tú dormir? Pero si te has pasado casi toda la noche, con la zapatilla en una mano y la linterna en otra…

-No soporto ni las arañas, ni los mosquitos… -Gruñó saliendo afuera al jardín.

-¿Arañas? –Preguntó Ana, con voz  temblorosa.

-Pues claro… -Rió Patricia-. Que te piensas que hay por el suelo…

-¡Dios, necesito una ducha urgentemente! –Afirmó, mientras controlaba un escalofrío por dicho insecto-. ¡Me pido el primer turno!

-¡Yo también! –Chilló Celia, mientras se marchaba corriendo detrás de Ana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...