A Claire le
dolía mucho la cabeza, en los días anteriores había hablado con sus colegas,
con el director del hospital y con todos lo que conocía sin obtener resultado
alguno. Nadie quería ayudarla, incluso unos pacientes con los que había hablado
sobre las verdaderas causas de su enfermedad, se habían asustado y le habían
dicho que no querían denunciar a nadie. Que sólo les diera medicación.
No sabía qué
hacer, por un lado sabía que debía buscar una solución, resguardar a las
personas que le confiaban su salud día a día. Además , para ella las cosas o
estaban bien o mal, y que aquella fábrica contaminara estaba mal. No había
excusa.
Pero si decidía
seguir adelante, significaba que tendría que enfrentarse con Lucian y no creía
estar preparada para eso.
La última vez
que lo había visto, había sido cuando le había dicho aquellas horribles cosas y
la había dejado, luego él no había vuelto a aparecer en la escuela así que
jamás lo había visto de nuevo.Y ahora reaparecía de esta manera, sabía muy bien
que si luchaba contra él iba a dolerle, era la persona que más daño le había
hecho. A pesar que ya no era una niña, no se animaba a reflotar las viejas
heridas.
Y tampoco estaba
segura de querer verlo, menos aún si era la persona que le habían descripto.
Aún cuando
todo entre ellos había acabado tan mal,
aún cuando el amor de él había sido una mentira, en lo más profundo de sí guardaba el recuerdo
del chico que le había hecho el desayuno y le había sonreído una lejana mañana.
Si denunciaba a
la empresa Gladius, si enfrentaba al poderoso Lucian Crow, aquel recuerdo se
destruiría para siempre.
También tenía
mucho miedo, ¿cuánto de ella perdería esta vez?
Su secretaria le
había informado que una doctora del hospital público había pedido una cita con
él, que necesitaba discutir sobre un problema con las fábricas y les había
enviado un informe para ponerlos al tanto.
Lucian había
estado a punto de ignorar el asunto hasta que la secretaria había mencionado el
nombre de dicha mujer. Era Claire Wild, aunque sabía que había regresado a la
ciudad no había esperado encontrarse con ella, pero allí estaba, pidiendo verlo.
Leyó el informe
y se dio cuenta que era un asunto grave, hablaba de contaminación y
enfermedades causadas a la población de Mavide , aquello iba a traer problemas.
Le pidió a su secretaria que se comunicara con Claire y le diera una cita para
verlo. Iba a tener que arreglar aquello antes que se les fuera de las manos.
Tras mucho
golpear puertas, Claire había conseguido el teléfono de la oficina de Lucian y
milagrosamente había obtenido una cita, luego había enviado una copia del
informe al mail de la empresa esperando llamar su atención.
Ahora caminaba
por el pasillo hacia donde le había indicado la secretaria.
A pesar de que
día a día recorría el hospital, nunca le
había resultado tan tétrico como aquel lugar, estaba inquieta y sentía frío.
Sus pasos resonaban en el silencio y tenía el pecho apretado como si algo la
aplastara, entonces pensó que se debía a que un fantasma iba con ella.
Casi pudo verla,
a su lado iba la chica de dieciocho años que había sido, y estaba aterrada de
volver a ver a Lucian.
Llegó a la
puerta y se detuvo ,incluso aquella puerta de madera oscura la intimidaba, no
era únicamente la puerta de la oficina sino la de su propio pasado y estaba a
punto de abrirla. Una vez que entrara no habría vuelta atrás.
Cerró los ojos
un momento y a su mente vinieron imágenes de los niños enfermos que había
atendido, luego apareció su propio rostro adolescente como si le diera fuerzas,
como si la animara. Había recorrido un largo camino, uno de años, para llegar
allí, tenía que ser valiente.
Abrió la puerta
y entró.
El hombre que
estaba tras el escritorio era un extraño.
Hablaba por
teléfono en otro idioma, sorprendentemente parecía ser chino, y apenas levantó
la mirada al verla entrar.
En esa fugaz
mirada, Claire reconoció los ojos pero no la expresión que reflejaban. Seguían
siendo de color verde oscurísimo, como la profundidad de un bosque, incluso
podían confundirse con castaños, pero ella sabía que eran verdes. Sin embargo,
no expresaban nada. Por lo demás, era
totalmente desconocido.
Terminó la
conversación y la miró.
-¿Qué la trae
aquí? – preguntó sin dar signos de reconocerla y la mujer se sintió
desconcertada por su voz profunda, autoritaria y su distante actitud. No había esperado aquello,
ni siquiera sabía que había esperado, pero no que la tratara como si jamás la
hubiese visto en su vida. ¿Acaso ella también había cambiado tanto?
-Yo vine a
hablarle por la contaminación de su fábrica metalúrgica, tenía una cita con
usted…-atinó a decir usando el mismo formalismo que él.
-Lo sé, por eso
la dejaron entrar. A lo que me refiero es qué es lo que pretende al venir a
verme – preguntó con brusquedad y una vez más sintió que era un desconocido.
Aquel hombre tenía el cabello oscuro, los ojos verdes y el atractivo del Lucian
Crow veinteañero, pero no quedaba nada más. Tuvo que recordarse a sí misma la
razón por la que había ido.
-Si me invita a
sentarme, le explico – dijo intentando sonar segura y él hizo un gesto con la
mano invitándola a sentarse.
Se sentó frente
a él y estar tan cerca la impactó, aunque apenas la miraba porque jugaba con su
bolígrafo y su mirada estaba los papeles que tenía apilados frente a sí. Se
sintió intimidada por él, estaba vestido con ropa carísima e impecable, pero de
alguna manera proyectaba un salvajismo que la asustaba, o tal vez era el
recuerdo de su último encuentro lo que la inquietaba.
En aquella ocasión
él había gritado y actuado bruscamente, ahora estaba siendo excesivamente
civilizado y controlado, pero la sensación que le causaba era la misma.
-No tengo mucho
tiempo, sea breve. La escucho.- dijo de pronto y ella reaccionó.
- Hemos tenido
muchos pacientes con los mismos síntomas últimamente, eso me llamó la atención
y empecé a investigar. Todos ellos habitan cerca del río en un perímetro
relativamente cercano a su fábrica. Tomé una muestra de agua…
-¿Lo hizo usted
personalmente? – preguntó con un cierto sarcasmo que Claire ignoró.
-Cuando
analizamos las muestras se descubrió que está contaminada con cromo, plomo y
químicos varios. Le envié copia de los análisis en el informe, también lo
cotejamos con los estudios de los pacientes y no hay duda de que los desechos
de su fábrica están provocando sus dolencias.
-¿Y? – preguntó
él de nuevo y aquello la sacó de quicio.
-Su fábrica está
enfermando a la gente, tiene que hacer algo.
-¿Es una experta
para asegurar eso?
-Los datos no
mienten.- respondió inquieta.
-Podría estar
equivocada, ¿verdad? Las causas de las enfermedades podrían ser muchas, no
puede acusarnos.
-Estamos
hablando de vidas humanas y también del medio ambiente, no puede
desentenderse.- le respondió indignada.
-Estamos
hablando de negocios. Y no puedo considerar como prueba concluyente el estudio
hecho por una doctora que se mete donde no la llaman y que ni siquiera es
experta en el tema. Esto es algo serio, señorita.- le dijo serenamente y ella
perdió cualquier esperanza de obtener cooperación de aquel hombre. Descubrió
que sí había algo en común con el pasado, Lucian seguía siendo un desalmado.
No tenía más
opción que presentar batalla.
-Si quiere
expertos, puedo conseguirlos y dirán lo mismo que yo. La verdad no puede
ocultarse- le dijo ella y él le dedicó
una sonrisa cargada de desprecio.
-¿Cree que puede
con nosotros?
-Yo no, pero la
verdad sí.
-Está
sobrevalorando la verdad. Una mujer adulta no debería ser tan inocente – le
dijo él y se sintió asqueada, sobre todo porque él era el culpable de que ella
no fuera inocente. Le había enseñado a desconfiar, a cerrarse ante los demás, a
no creer.
-Debo haber
estado loca…-musitó sin darse cuenta.
-Sí doctora, no
debió meterse en esto ni venir acá. Siga tranquila con su vida, eso es lo mejor
para todos. Si eso es todo, le dije que estaba muy ocupado. Le pido que se
retire.
-Sí, entiendo-
dijo poniéndose en pie y él también se paró, era más alto de lo que recordaba,
había alcanzado la plenitud física y no pudo evitar pensar que era un hombre
muy atractivo, aunque su corazón estuviera podrido.
-Que tenga un
buen día – dijo él y sonó horriblemente frío, casi como un insulto.
-Gracias. Pero
si usted no hace nada, tendré que hacerlo yo.
-No se moleste,
le dije que no puede hacer nada.
-Como dijo, soy
una mujer adulta, sé que lo que digo es verdad así que no me amedrento
fácilmente. Vine esperando obtener cooperación,
ya que causa el problema, esperaba que le diera una solución. Pero visto
su desinterés, tendré que hacer pública esta situación.
-¡No se atreva!
– dijo elevando la voz y rodeó el escritorio para ponerse frente a ella. Claire
retrocedió instintivamente.
-¿Le teme a la
verdad?- lo desafió.
-La verdad es
que si lo hace, una serie de expertos, verdaderos expertos, evaluarán la
situación y daremos nuestro propio informe. Evítese el ridículo.- le dijo
acercándose y Claire se vio obligada a retroceder más para alejarse de él. Se sentía subyugada
al estar tan cerca.
-Lo
veremos…-dijo ella y se marchó.
Apenas cruzó la
puerta se apoyó sobre la pared, había pasado por un huracán de emociones y
había sobrevivido. La batalla acababa de empezar, sin embargo sólo había un pensamiento en su mente.
¿De verdad no la reconocía? Por lo visto había sido
demasiado insignificante para él, a ella le había llevado años sacarlo de su
vida, para él ni siquiera era un recuerdo.
Cuando Claire
salió de la oficina, se dejó caer sobre el sillón y se dio cuenta que tenía el
puño apretado con fuerza. A pesar de que había intentado no mirarla mucho para
no perder el control, con cada mirada robada había absorbido cada detalle, cada
rasgo de ella. Verla era como beber agua después de vagar años en un desierto.
La había añorado
tanto que casi le dolía.
Había cambiado
pero seguía siendo ella, el cabello lo llevaba más corto, a la altura de los
hombros y su cuerpo se había vuelto el de una mujer en su plenitud dejando
atrás a la adolescente, pero la hubiera reconocido en cualquier parte. Incluso
entre una multitud habría sabido que era ella.
Durante mucho
tiempo había imaginado a la Claire adulta, tenerla frente a él y fingir había
sido una tortura.
Al verla entrar,
permaneció sentado para no salir corriendo a estrecharla contra sí. Tenerla
parada enfrente había sido un impacto difícil de manejar.
Había notado su
inseguridad y su confusión, pero debía mantener la distancia. Sin embargo
controlar sus sentimientos había sido lo más difícil de su vida, su perfume lo
tentaba, su piel despertaba el anhelo de tocarla y quería decir su nombre una y
otra vez, quería pronunciarlo por cada vez que lo había gritado en su interior.
Pero había evitado hacerlo por temor que al decir Claire se trasluciera lo que
sentía.
Quería volver el
tiempo atrás y era imposible.
Se maldijo a sí
mismo por seguir amándola, porque al verla allí defendiendo sus creencias, tan
valiente, tan honorable, y tan frágil, supo que
era imposible tenerla.
Sus caminos se
habían alejado demasiado, él ya no podía volver.
Durante unos
instantes dejó caer la cabeza contra el respaldo del sillón, necesitaba ordenar
el caos que se había desatado en su interior. De golpe su mente se había
llenado de recuerdos de ella. Se despeinó el cabello con la mano y volvió a la
realidad. Tenía mucho que hacer. Lo primero era averiguar si su padre había
mandado eliminar las medidas de seguridad que él había ordenado en las
fábricas, aunque tenía la certeza de que así había sido.
Media hora
después, Lucian tenía la confirmación y había convocado a su padre.
-¿Cambiaste mis órdenes
respecto a las medidas de seguridad de la planta metalúrgica? – le preguntó
apenas el hombre cruzó las puertas.
-Sí, era gastar
dinero de gusto.
-Por tu culpa
hay gente enferma y nosotros corremos peligro – dijo Lucian enojado.
-¿Te importa la
gente ahora? No te ha importado todo este tiempo, ni cuando los expulsabas de
sus propiedades para obtener un lugar
que querías para construir ni cuando se interponían en tus planes – le dijo su
padre.
-Lo que me
importa es que tendré que gastar dinero y esfuerzo para cubrir esto, mientras
que si hubieran seguido mis órdenes podríamos estar tranquilos. Esas fábricas
dan grandes dividendos, valía la pena invertir en seguridad.
-Puede
arreglarse, no sería la primera vez que sobornes a alguien...
-¡Maldita sea,
no era necesario! – gritó frustrado. Había querido hacer las cosas bien aquella
vez y todo se había trastocado.
- Sabes bien que
nadie se atrevería a ir contra nosotros, Lucian. Sólo arréglalo.
- Si vuelves a
meterte, abandono todo y te encargas tú de que esto no naufrague. ¿Me
escuchaste, padre?
-No tienes que
ponerte así...
-Tú dejaste
Gladius en mis manos, yo manejaré los asuntos a mi manera, lo he hecho bastante
bien en los últimos años, ¿verdad?. No necesito que interfieras y tener que
arreglar tus embrollos.
-¿Quieres que lo
arregle yo? – dijo el hombre.
-No, ya hiciste suficiente.
¿No lo entiendes, cierto? Si esto se hace público, no se trata sólo de la
responsabilidad que nos cabe, sino que nuestra imagen se verá empañada. Hoy en
día se le da mucha importancia al medio ambiente, perderíamos el negocio con
China y los políticos que tanto te gustan nos darían la espalda en nombre de lo
políticamente correcto, sin importar que sus bolsillos estén llenos con nuestro
dinero. Por ahorrar una cantidad miserable podríamos perder millones...
-No es tan
complicado Lucian, sólo dale dinero a quien debas hacerlo, calla a quien debas
callar y haz uso de la reputación que te has ganado. Allí afuera dicen que
nadie se mete con Lucian Crow y sale indemne, demuéstralo.
-Eso también
cuenta para ti padre, deja de meterte en mi camino.
-Sigo siendo el
dueño de todo.
-Pero sin mí,
sólo eres un delincuente con trucos sucios. Soy quien sustenta tu reputación de
hombre de negocios.
-Está bien, haz
lo que quieras. Ni siquiera sé por qué diablos me hiciste venir.
-Para saber si
hay algo más en lo que hayas interferido antes que me estalle en la cara como
esto.
-Yo juego a mi
manera, tú a la tuya- contestó el padre
-Veamos quien
juega mejor – le respondió él antes que su padre se marchara.
Tenía que
arreglar aquello y pensar muy bien en qué forma lo haría, porque Claire estaba
en el medio.
Golpearon el
consultorio de Claire y al abrir la puerta se encontró con Jacob que traía una
bandeja.
-Tienes que
comer algo, has hecho guardia, te has ocupado de tus pacientes y no recuerdo
haberte visto comer bien ni dormir en lo que va de la semana. Así no serás
útil...
-Lo sé.
-Pero tienes la
cabeza en otra parte, ¿verdad?. Sigues dándole vueltas a eso de la fábrica y la
contaminación.
-Tengo que hacer
algo – respondió ella y guardó para sí que lo que no le había permitido dormir
bien la última semana había sido el
recuerdo de Lucian Crow. No sólo su fábrica contaminaba, también él porque se
le había metido dentro, parecía fluir en su torrente sanguíneo y la estaba
envenenando.
-Claire.
-No te
preocupes, voy a comer- dijo ella tomando la bandeja y empezando a comer lo que
le había traído- Necesito estar fuerte, ¿verdad?
-No me gusta
nada esa mirada tuya.
-¿Cuál mirada?
-Como Juana de
Arco antes de iniciar su camino a la hoguera – le respondió él con pesar.
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