martes, 8 de mayo de 2012

Inocencia Robada 2



-¡Janna! –Exclamó sorprendido y quedándose clavado en medio de la cocina.

-¡Paul! –Se asustó ella, dejando caer la taza de café y quemándose las piernas con el líquido-. ¡Ah! –Chilló de dolor, al tiempo que daba un salto atrás y se tocaba las piernas.

-¡Dios mío! –Se acercó veloz a ella con gran preocupación agachándose ante sus descubiertas piernas, y secándoselas con sus mangas de camisa para poder observar si había habido daño alguno-. ¿Aún te duele? –Le preguntó alzando la mirada y hallándola completamente abochornada.

-Solo me escuece un poco –Habló tímida.

-Espera, hay que mirar que no te vaya a salir ninguna ampolla –Señaló al tiempo que  la alzaba en brazos, para sentarla seguidamente sobre el frío mármol.

-¡Paul! –Exclamó sorprendida por aquel gesto.

-Lo tienes un poco enrojecido, pero no creo que te salga ninguna ampolla –Confirmó tras  tocarle el muslo en la zona irritada-. Pido disculpas por haberte sorprendido.

-No te preocupes –Seguía tímida-. La culpa la tengo yo, por ir con esta indumentaria fuera de mi habitación.

Fue entonces, cuando verdaderamente apreció  la situación en la que se hallaban. Tenía a Janna, sentada sobre el mármol de la cocina. Iba simplemente vestida con una camiseta y suponía que unas braguitas… ¡Oh dios, ahora veía que su cuerpo había reaccionado ante aquello! Había acariciado aquellas largas y suaves piernas… Pero su preocupación por si había sufrido algún daño, no le había dejado ver que su cuerpo si estaba sintiendo todo lo de su alrededor. A ojos de cualquiera que pudiera aparecer en aquel momento por allí, lo único que vería es a Janna semi-vestida, con él entre sus piernas. Visiblemente, aquello era una representación de un momento de pasión sexual, en vez de un pequeño accidente doméstico.

Ahora, comprendía el porqué ella se hallaba completamente ruborizada. La miró unas milésimas de segundos a la cara. ¡Estaba realmente preciosa! Y su cuerpo la deseaba… ¡Maldita sea, era una niña! Y ahora lo tenía bien confirmado. Su actitud reflejaba cuan inocente llegaba a resultar.

-En eso tienes razón –Habló con voz dura, pero sin apartarse ni un ápice de ella. Su cuerpo, aún necesitaba un poco más de aquel suave y deseado contacto-. ¿En qué estabas pensando? Tienes suerte de que fuera yo quien apareciera por aquí.

-Lo siento, no me acordaba que muchos trabajadores venían a desayunar –Se disculpó, pero sintiendo un poco de rabia porque él la estuviera regañando como a una niña pequeña. No quería  que él tuviera aquella visión de ella. Iba a cumplir la mayoría de edad y quería que él lo comprendiera-. Pero tampoco habría ocurrido nada malo si hubiese entrado alguno de los chicos.

-Querida, eso no es cierto –Le sonrió, al tiempo que se aproximaba más y cambiaba el tono de voz a uno más grave-.Son trabajadores, de los cuales  muchos se quedan toda la semana a vivir aquí. No ven a ninguna mujer… Y ya puedes observar lo solitaria que se halla ésta cocina… Y si nada más abrir esa puerta, se hallan a una joven vestida como tú. Te aseguro que no saldrán corriendo y con una disculpa… Ellos, utilizarían todo su encanto para acercarse a ti –Las pulsaciones de la chica aumentaron cuando él acercó peligrosamente aún más su rostro, apenas se rozaban sus labios, al tiempo que su mirada iba de los ojos a sus labios-. Conseguirían acorralarte en un rincón, y una vez allí…

-Le daba éste mismo cachetón –Apareció por detrás Thelma, abofeteando al hombre con buen humor.

-¡Hay Thelma! –Protestó llevándose sus manos a la cabeza.

-No te quejes tanto –Le guiñó un ojo a la joven chica-. Yo solo estaba participando en la demostración…

-Gracias Thelma –Se bajó de la encimera y le dio un abrazo a la mujer-. Voy arriba a cambiarme.

¡Pero qué demonios había estado a punto de hacer! Si no hubiese sido por la aparición de la mujer, ahora mismo se habría puesto la soga al cuello él solito. ¡Y lo peor de todo con público! Se giró con gran enfado a mirar a una mujer que apreciaba, pero que ahora bien podía perder su amistad.

-Yo…-Se rascó la cabeza, al no saber qué decir.

-A mí no me tienes que decir nada –Se le adelantó ella.

-Una disculpa por esta estupidez, creo que sí –Confesó de mal humor.

-Que yo sepa, no he visto ninguna estupidez –Le respondió, mientras sacaba ingredientes de la nevera y encendía los fogones.

-Vamos Thelma –Sonrió nervioso, metiendo sus manos en los bolsillos-. Janna es una niña…

-Vuelve a decir una estupidez como ésa y te doy otro cachetón –Se giró para encararlo con gran enfado.

-Hay una gran diferencia de edad… -Expuso.

-¿Y qué significa eso? ¿Qué es más tonta? –Volvió a reanudar la preparación del desayuno.

-Ahora, que cumplirá la mayoría de edad…

-Entonces, no hay ningún problema –Sonrió esta, mientras le guiñaba un ojo-. No estabas infringiendo ninguna ley.

-No comprendes a donde quiero llegar –Rebufó un tanto desesperado-. Ella es joven. Querrá disfrutar de la vida…

-Acaso no la puede disfrutar contigo –Levantó una ceja.

-Pero no como ella querría… Tiene unos sueños que perseguir. Sacarse una carrera…

-Que puede compaginar todo perfectamente.

-Thelma, tengo una edad que busco una cierta estabilidad. Ella querrá salir por ahí y para nada atarse a un viejo como yo.

-Si yo tuviera treinta años menos, anda que tú te me ibas a escapar cielo –Le guiñó un ojo coqueta y logrando arrancarle una sonrisa al hombre-. Así, que esto es lo que te frena. No logro entender, donde ves tanta complicación… Lo que sí sé, es qué estás cometiendo un grave error.

-Lo sé… Por eso te pido disculpas –Suspiró-. Intentaré que no vuelva a ocurrir. Me será un poco difícil, pues no lleva ni una semana aquí y mírame… -Se calló un segundo para pensar-. Te ruego que no salga de aquí.

-Cielo, nunca salió nada de aquí –Le sonrió-. Pero me has interpretado mal, yo me refería a Francesca.

-¿Francesca? –Juntó las cejas sin comprender aquel cambio de conversación.

-Louise, tu ama de casa y yo solemos hacer muchas veces la compra juntas. Somos muy amigas y ambas te apreciamos mucho.

¿Aquello significaba que había mucha más gente que sabía de su atracción? ¿Había estado haciendo el idiota por el pueblo? Si era así, menuda vergüenza…

-Deja de pensar tonterías, nadie más sabe nada. Recuerda, que te conocemos desde que eras un bebé. Por eso, queremos saber qué es lo que pretendes con Francesca.

-No pretendo nada malo –Se sentó en la mesa y agarró una manzana del frutero-. No sabía que tenía dos viejas siguiéndome los pasos… ¡Hay! –Se quejó cuando recibió un segundo cachetón.

-Vigila lo que dices –Lo amenazó con el dedo-. Paul, no cometas ninguna estupidez.

-Prometo que no lo haré… -Suspiró.

-¡Burro! Sabes a qué me refiero –Lo fulminó con la mirada.

-Thelma, no quiero que…

-¡Buenos días! –Interrumpió Jack en  la cocina-. Huele de maravilla… -Dijo sinceramente al tiempo que olisqueó el aire-. Hola Paul…

-Hola Jack –Lo saludó alegre, al ver que la conversación tocaba su fin-. Como siempre, llegas el primero…

-Ya sabes que no soy nada perezoso –Rió, mientras se servía café-. ¿Quieres? –le preguntó al hombre.

-Sí, gracias…

-¿Aún no ha despertado mi chica preferida?

-Creía que esa era yo –Se burló Thelma, dejando una gran fuente con huevos revueltos y bacón en el centro de la gran mesa.

-Por supuesto querida, pero tendré que mimar también a Janna –Le guiñó un divertido.

-No te lo creas Thelma –bromeó Paul-, te está haciendo la pelota. Y no quiero confesar, que prefiera las jovencitas…

-Y no es el único –Soltó Janna a sus espaldas, al tiempo que le daba la tercera cachetada al hombre sorprendiéndolo por su aparición.

 -¡Hay! –Se volvió a rascar la cabeza-. ¿Pero que tenéis hoy contra mi?

-Algo tuviste que hacer para merecértelo -Río Jack.

-Como lo conoces –Señaló con sarcasmo Thelma, al tiempo que dejaba una fuente con salchichas y pan tostado.

-Buenos días Jack –Besó la joven al hombre en la mejilla, notando en todo momento como era observada por el más joven-. Desayunamos y nos vamos… Thelma, mi Padre dice que no puede salir del despacho en una hora más o menos.

-Gracias cariño –Le sonrió-. Ahora le llevaré una buena bandeja. Tú siéntate y desayuna tranquilamente.

-Sí, pequeña –Habló Jack-. No quiero que te me desmayes por comer poco.

-¿De verdad vas a ir con Jack? –Preguntó Paul pensativo.

-Sí –Respondió, dando un buen trago al zumo de naranja que había en la jarra-. ¿Por?

-Es un trabajo duro –Siguió mirándola.

-Lo se –Se alzó de hombros.

-Lo sabe muy bien –La defendió el capataz-. Y vale para ello. Se nota que lo lleva en la sangre…

-No digo que no- Mordió una salchicha-. Pero ahora lo ve como una novedad. Tal vez, en unos meses decida volver a la vida de glamour en la ciudad –Señaló con voz tranquila-. No te acuso de nada. Pero si analizamos bien, sólo has pasado un mes en el rancho, cada año. Y venías simplemente de visita, no a trabajar.

-Era más pequeña y mi padre, me tenía totalmente prohibido cualquier actividad que no hiciera una dama de porcelana –Le refrescó la memoria, sin tomarse a mal su comentario. Sabía, que simplemente estaba analizando la situación-. Y si tienes poca memoria, es que te estás haciendo viejo –Le lanzó aquel cuchillo con humor-. Pero siempre me ha gustado la vida que se lleva aquí. El duro trabajo del campo… Simplemente, estuve cumpliendo el deseo que quería mi madre. Ahora, me ha llegado el turno para llevar a cabo el mío. ¿Lo ves mal?

-Me parece perfecto pequeña. Si ése es tu sueño, intenta cumplirlo. Simplemente quería asegurarme de que no estuvieras muy segura, o lo hicieras por tu Padre –la miró con cariño-. Nadie te diría nada malo, si algún día decidieras marcharte.

-Gracias Paul, pero no vas a tener tanta suerte de librarte de mí en poco tiempo –le sonrió, callándose cuando ya empezaron a llegar los trabajadores.

-Yo sólo me informaba –le guiñó un ojo sonriente, mientras ignoraba la mirada entrecerrada de Thelma.

***

Aunque estuviera nublado, el calor hacía que a uno le costará más trabajar al aire libre. Todos sus movimientos eran más lentos, pero también la causa venía que no tenía la cabeza puesta al cien por cien en el trabajo. Solo hacía que devanarse los sesos, con lo ocurrido de aquella mañana.¿Desde cuándo tenía esas dos viejas, tan metidas en su vida privada? Ahora que él ya lo sabía, de seguro que no paraban de entrometerse a cada momento en cualquier acción suya. Ya veía venir aquella terrible pesadilla. Al menos, esperaba que no le dijeran nada a su Madre. Si no, ya podía ir marchándose del continente.

Alzó la mirada al cielo, al tiempo que se pasaba el antebrazo por la frente y se secaba el sudor. Unos segundos más o unos milímetros más, y habría probado su fruta prohibida. ¡Qué dulce manjar! Que idiota era… Meneó la cabeza con gesto de negación, al tiempo que se acercaba al cuatro por cuatro a  coger su cantimplora. No tenía que besar, ni tocar a Janna. Y a partir de aquel momento, ni soñar con ella. Por mucho que la amara, iba a pasar el resto de su vida junto a Francesca. No se merecía, que la engañara de aquella manera. Se merecía todo su respeto, pues era una gran mujer. Eso es lo que tenía que hacer, y para nada perder el punto de concentración. Pero lo que no llegaba a comprender, era el porqué no veían bien que quisiera formalizarse con aquella mujer. No era ninguna cabra loca, ni ninguna fresca. Era una gran madre y sabía, que había sido una magnífica esposa. No había nada malo en ella. Y salvo su amigo Nick, que era su abogado. Nadie más sabía la verdad del problema que tenía su amiga.

Sin falta alguna, aquella noche tenía que llamar a su amigo. Hacía mucho tiempo, que no quedaba con Nick para jugar una partida el billar. Últimamente desde la muerte de Tyler, que había estado un poco alejado de todo. Sólo había salido de casa para apoyar a la mujer de su difunto amigo. Algo en lo que la gente de Keerville se había fijado mucho. Por eso, que aquellas dos viejas le regañaban. Y de seguro, que incluso ya habría algún que otro chismorreo. Pero todo aquello le era indiferente… Lo que no le tenía que darle igual, era lo estúpido que llegaba a ser cuando veía a la pequeña Janna, con más piel descubierta de lo normal. Por suerte, situaciones como aquella  no creía que se volvieran a repetir. Sabía, que aunque se hubiera reído por lo ocurrido con Thelma, aquello se lo había tomado como una lección. Pero estaba el problema, de que si iba a ser la ayudante de Jack, la iba a ver bastante a menudo. Simplemente tenía que tratarla con educación y como una amiga. Bien sabía que aquella actitud la enfadaría, pero era lo único que a él le podía salvar. Ya mismo era la celebración de su mayoría de edad. Y como estaba invitado, era un buen momento para presentarse con Francesca y el niño. De aquella manera, se frenaría bastante en algunos aspectos. Aún sabiendo, que durante aquella celebración tanto Louise como Thelma, lo asesinarían en cuanto atravesara el marco de la puerta principal. Guardó la cantimplora, y cogió el walqui del bolsillo de su cinturón.

- Morrison… -Apretó el botón y llamó-. Morrison… -Volvió a repetir, en espera que su capataz le respondiera.

-Dime jefe  -Se escuchó al hombre.

-El sistema de riego ya vuelve a estar fijado. ¿Me necesitáis por ahí?

-Sólo nos queda una hora en recolocar el jaleo que había aquí. No hace falta… Pero iría bien, que te acercas a la finca a buscar los bocadillos…

-¿Y eso? –Frunció el ceño.

-Al parecer, se ha estropeado el congelador y Louise, se halla con el técnico.

-Bien, voy para allí…

-Aquí te esperamos-Dijo antes de cortar la comunicación.

Abrió la puerta y subió al 4X4, poniendo dirección a la casa. Era raro que la mujer no lo hubiera avisado del problema. Tras los veinte minutos que le llevó cruzar el terreno hasta llegar a la casa, no paraba de darle vueltas la cabeza ¡Como había podido actuar de aquella manera! ¿Y si hubiera entrado el Padre? Más le valía comenzar a derivar todo aquel deseo, hacía quién iba ser su futura esposa. Francesca, era una mujer muy bella, con un magnífico cuerpo. Si hasta el momento aún no había sentido despertarse a su lívido, era por una razón muy simple. Antes era la mujer de su amigo, y ahora la veía como la viuda de Tyler. Suponía que cuando pasase el tiempo, todo marcharía bastante diferente. No tenía por qué preocuparse de la reacción que tenía por el momento. Todo era temporal.

Llegó a la casa, y bajándose del coche escuchó los gritos de la mujer. Aquello lo alertó, haciendo que subiera los cinco escalones de una sola vez.

-¡Esa pieza, me la cambiaron la última vez! –Escuchó decir furiosa a su ama de llaves, poco antes de entrar en la cocina.

-No lo creo, Señora –Habló el hombre que se hallaba en ella.

-¿Qué ocurre aquí? –Habló con voz calmada y los brazos cruzados.

-¡Al fin! –Suspiró la mujer mayor-. ¿Dónde estabas para tardar tanto? –Le exigió.

-En el prado de arriba -Soltó confuso-. Y no sabía que me esperabas. Vine porque hablé con Morrison y me pidió la comida de ellos…

-Le dije a Steve, que le dijera a tu capataz que te llamará y vinieras rápido… Este –Señaló con descaro-. Me quiere timar…

-¡Oiga Señora! –Protestó el técnico resignado.

-¡Por supuesto que sí joven! -Puso los brazos en jarra-. Ese motor pequeño, me lo cambiaron…

-Sería otra cosa, no lo tengo anotado –Se explicó-. En su historial no sale.

-Pues ella tiene razón –Expuso al ver la pieza que sujetaba el hombre.

-¡Lo ve! –Levantó la barbilla la mujer mayor.

-Louise, no seas tan rencorosa –Rió por el comportamiento de su ama de llaves-. Si me permite unos minutos, le puedo enseñar la factura en donde sale la misma pieza –le pidió amablemente al hombre, antes de salir dirección a su despacho. Y volviendo a dirigirse a la mujer-. Acompáñame Louise, así te enseñaré el carpesano de las facturas de la casa.

Atravesó todo el pasillo que había la izquierda de la cocina, sin poder evitar fijar la mirada en una foto que quedaban en su hombro izquierdo. Era su Padre, unos diez años atrás. Aún lo echaba mucho en falta. Y aún seguía desconfiando de cualquier avioneta que no condujera él mismo. Como había hecho también su Padre, pero aquel día en aquel vuelo no había podido hacer nada…

-¿Por qué no me llamaste  directamente? –Le preguntó nada más atravesar la puerta del despacho.

-No quería molestarte por esta tontería… Pero luego, surgió el problema de que no saben que ya pusieron esa pieza…

-Pero si me hubieras llamado, te habría dicho que entraras y cogieras este carpesano…

-Sabes que en todos estos años, no me ha gustado tener ese tipo de libertad.

-Ya veo, que solo te tomas la libertad de meterte en mi vida con Thelma –Soltó con sarcasmo.

-Pues sí…

-Y lo admites tranquilamente –Afirmó sin poder creerse el descaro de la mujer.

-Sólo me meto en lo que no estoy de acuerdo –Dijo como excusa.

-Pero es mí vida, Thelma y tú no tenéis que decirme nada.

-Sólo queremos saber qué te propones, al quedar tanto con Francesca –Puso los brazos en jarra.

-No os importa –Abrió el carpesano y tras mover unas pocas hojas, se quedó con una-. Así que dejarme tranquilito.

-Pero en el pueblo se comenta… -Comenzó a protestar, pero pronto fue callada.

-Me importa tres narices, lo que se comenta en el pueblo –Soltó con voz dura, al tiempo que alargaba el brazo y le entregaba la hoja de la factura a ella.

-Cómo te atreves hablarme en ese tono –Lo amenazó con el dedo-. Yo, que te cambiaba los pañales de bien pequeño… Que conozco todos los lunares que tienes por tus zonas íntimas…

-¡Louise! -No pudo evitar sentir remordimientos-. Solo pido, que no os entrometáis en mi vida. Dejad a Francesca en paz, no es ninguna mala mujer…

-Eso lo sabemos, es una magnífica Madre –Reconoció la mujer mayor.

-Entonces, qué hay de malo en que quiera convertirla en mi esposa –Soltó confuso.

-¡Qué! –Exclamó la mujer-. ¡Acaso te has vuelto loco!… ¿Qué me dices de Janna?

-¿Qué le ocurre a Janna? –Preguntó un tanto nervioso, aún se le seguía repitiendo la estupidez de aquella mañana en la cabeza.

-Estuviste esto de besarla -Señaló con los dedos arrugados de su mano y con aire satisfactorio.

-Sois unas viejas metomentodo –Soltó con fastidio-. Meteros en la cabeza, que con Janna ni ocurre, ni va a ocurrir nada. Me cojo la comida, que los hombres me están esperando y tienen hambre…

-Muy bien gallina –Le sonrió divertida-. Pero estás obligado a hacerme un favor, con la cesta de los bocadillos…

-Dime… -Suspiró con pesar, pues no le gustaba aquel brillo en su mirada.

-Hay una bolsa aparte, debes acercarte al molino que hay en el río…

-No tengo ningún hombre allí –Frunció el ceño.

-Pero yo tengo dos amigos hambrientos.

-Maldita vieja –Gruñó por lo bajo al pasar por su lado, arrastrando los pies. 

8 comentarios:

  1. Tanto tiempo esperando, qué bien que te decidiste....obviamente quiero más , estoy intrigadisima de por dónde vas a ir!!!!!

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  2. Si queremos mas y que bueno que te animaste a compartirla asi te presionaremos para que la termines jajaja.

    saludos a todas.

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    1. ey Krisss!!!! como que presionarme!!! uy, uy amenazas ya!!! se te esta pegando todo lo malo de esas dos!!!! jajajajjaja

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  3. Que bueno que hay nuevo cap. apenas antier leí el primero, y me gusto mucho. Ya casi me he puesto al corriente con todas las historias.Espero que el próximo salga pronto.
    Saludos

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    1. el lunes, tendrás capis nuevo ashes. Gracias por decirme que te gusta. Voy no muy confiada con ésta novela. Será la primera novela de drama!!!! ah!!!!!!!!!!

      jejejeje

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  4. Si si, muy interesante jiji.
    Aqui estaremos esperando para presionaaaaaaaaarte con los siguientes capitulos jiji.
    Besos

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    1. Yola, que eres española!!! Al menos esperaba un poco más de apoyo y no que seas ya como kriss!!! Que se ha apuntado al grupo de las dos mandonas!!! jejejejej

      Es broma!!! semana que viene tenéis algo!!!!

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  5. Y para cuando el 3? cuando, cuando, cuando? siii pido mas y queeeeeeeeeee?

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