martes, 14 de febrero de 2012

Chocolates para San Valentín

Una pequeña historia para San Valentín, espero les guste...


El niño tomó un poco de harina y la agregó a la mezcla, luego lo revolvió un poco, tomó pequeñas porciones de masa con un cucharón  y las fue poniendo en la bandeja.
-¡Listo! – exclamó  con una sonrisa de triunfo y metió la bandeja al horno.
-¿Qué es esto? – preguntó un hombre entrando a la cocina y fue la niña que observaba sentada en una silla quien le contestó .
-¡Hola papá, hacíamos galletas!
El hombre miró alrededor, había harina en el suelo y varios cuencos sucios sobre la mesada.
-Parece más bien una batalla campal-acotó.
-Lo siento señor, fue mi culpa – se disculpó el niño.
-¡Claro que no, es mi casa, es mi culpa! – dijo la niña poniéndose de pie .
El hombre miró a los dos niños y sacudió la cabeza.
-Está bien, está bien, limpien cuando acaben y por favor Dee no quemen la casa ni nada por el estilo. Estoy cansado, voy a dormir un rato.
-Claro papá- respondió la niña con una sonrisa y él se retiró.
-Disculpa Dee, no quería meterte en problemas con tu padre – dijo el niño.
-No te preocupes, él no se enojó. ¿Cuándo estarán listas las galletas?

-En media hora....-dijo aún temeroso de haber causado problemas a su amiga.
-En serio Gabriel, no hay problema, más vale que tus galletas de nuez estén ricas –dijo ella sonriendo y él se relajó.
Las galletas eran una delicia, como todo lo que Gabriel cocinaba.
A él le encantaba la pastelería, su abuela lo había iniciado en aquel camino y cuando ella falleció, la forma que tuvo de estar cerca fue empezar a cocinar galletas y pasteles. Sin embargo su padre se oponía a aquella pasión  “ es de afeminados” decía y se enfurecía cuando Gabriel lo contradecía. Su madre estaba enferma y era débil, así que no había nadie que lo defendiera de aquel hombre que descargaba su frustración e ira en el niño.
El muchacho hubiese estado muy solo y su mundo hubiera sido muy oscuro si no hubiera tenido a Dee, ella hacía que todo fuera llevadero.
Dee o Desdémona Bells, aunque nadie la llamaba por su nombre completo, era  su mejor amiga, su aliada y su compañera. Siempre podía contar con ella, la niña le permitía ir a su casa a cocinar , lo cubría y lo alentaba. También lo defendía cada vez que alguien se metía con él.
Gabriel era reservado y tímido, además era delgado y no muy alto, Dee era todo lo contrario, con trece años era muy alta para su edad, tenía una personalidad enérgica y extrovertida y no dejaba que nada ni nadie la intimidara. Eso sí, era bastante torpe, solía caerse y chocarse con todo y era muy poco femenina, ya que le gustaban los deportes y la había criado su padre solo, su madre había muerto poco después de que ella naciera.
Eran los mejores amigos en el mundo, se comprendían y ayudaban.
Finalmente Gabriel sacó las galletas del horno y Dee  corrió a su lado.
-¿Ya están?
-Sí.- dijo él y ella extendió su mano para tomar una.
-Vas a quemarte Dee, espera que estén frías- le sugirió y ella frunció el ceño, era impaciente por naturaleza.
Un rato después los dos estaban saboreando las galletas sentados en el porche.
-Bueno, ya es hora de irme – dijo Gabriel de pronto con una triste expresión.
-De acuerdo, nos vemos mañana en la escuela- se despidió ella y el niño se marchó.


Estaban sentados en la hierba del patio de la casa de Desdémona, la niña estaba casi todo el día sola pues su padre trabajaba, así que la mayor parte del tiempo Gabriel estaba junto a ella haciéndole compañía.
Se veían en la escuela y luego, tan pronto como su padre se marchaba, él corría a casa de Dee.
-¿Cómo te hiciste esto? – preguntó Gabriel poniendo una bandita en una herida en la frente de la niña.
-Digamos que el partido de básquet no salió muy bien...
-Todos estos golpes y cortes, ¿te los hiciste en el partido? Parece más bien producto de alguna pelea, ¿peleaste con alguien Dee? – le preguntó al tiempo que ponía otra bandita en su rodilla.
-Hagamos un trato, yo no pregunto por tu golpe y tú no preguntas por los míos- sugirió ella señalando la mejilla moreteada del niño.
-Le dije a mi padre que quería participar del concurso de pasteles...y bueno...la idea no le gustó – explicó bajando su tono de voz.
-Yo me peleé con las niñas del equipo contrario-confesó ella
-Ya veo , luego dicen que a vida de los niños es fácil  -dijo él y se acostó sobre la hierba cruzando los brazos tras su cabeza.
-Gab...tengo una idea –dijo ella recostándose a su lado.
-¿Qué es?
-¿Qué tal si yo participo en tu nombre? Tú haces el pastel y yo pongo mi cara... aunque no puedas decir que tú lo hiciste te sentirás feliz cuando ganes, ¿verdad?
-Dee, ¿estás tan segura de que puedo ganar?
-Claro que sí, yo creo en ti- le respondió y la sonrisa de él fue tan grande que apenas le cupo en la cara.
-Entonces es un hecho...¿qué pastel harás?
-Uno de fresas. Tengo el dinero de las veces que trabajé cortando el césped para pagar los ingredientes.
-Mañana vamos a inscribirnos – propuso ella.
-Dee...
-¿Sí?
-Gracias.

La tarde anterior al concurso Gabriel preparó el pastel en casa de Dee, luego ella fue la encargada de llevarlo al concurso. Se puso sus mejores galas, es decir, el único vestido que tenía, cepilló con esmero su cabello castaño y se lo ató con un lazo rojo, del mismo color que las fresas que decoraban el pastel.
Luego su padre la llevó, ella había pedido su ayuda, él siempre estaba ocupado con el trabajo pero adoraba a su hija y hacía todo lo posible por criarla bien aunque llenar el espacio de una madre era imposible.
Dee se puso nerviosa cuando los jueces se acercaron, sabía que era difícil que creyeran que ella lo había hecho, pero por el bien de Gabriel tenía que convencerlos, así que respondió con seriedad sus preguntas. Había memorizado los ingredientes y había estado con él cuando lo preparaba, así que no fue difícil.
El resto del trabajo lo hizo el maravilloso sabor de las creaciones de Gabriel, los jueces se deleitaron y le otorgaron el primer premio.
Dee buscó a su amigo con la mirada, se suponía que debía estar allí, entre el público, pero no estaba. La niña se sintió desilusionada y tan pronto terminó la premiación se fue a buscarlo.
Lo encontró sentado en la puerta de su casa, con la mirada cargada de tristeza.
-¡Gabriel ganaste! – le dijo mostrándole la medalla que le habían dado.
-Vamos a mudarnos , Dee.-dijo él tan pronto la niña llegó a su lado.
-¿Mudarse?
-Sí, mi padre nos los dijo hoy. Consiguió un trabajo mejor en otra ciudad y nos vamos a ir.
-No, no quiero que te vayas –protestó ella contagiándose de su pena.
-Yo tampoco quiero irme , Dee, pero no puedo evitarlo.
-Gabriel...-gimió ella y él le dio la mano.
-Esto es tuyo –dijo ella concentrándose para no llorar y le puso la medalla al cuello.
-Siempre serás mi mejor amiga, Dee.
-Y tú el mío.

Desdémona estaba haciendo mucha fuerza para no llorar, en general no lloraba porque no había nadie cerca para consolarla, el único que estaba siempre alrededor, con el que podía contar era Gabriel y ahora ya no estaría más.
No quería despedirlo con lágrimas en los ojos, no quería preocuparlo. Ensayó una sonrisa, el primer intento fue un total fracaso, respiró profundo y volvió a intentarlo.
Una vez que logró sonreír en forma natural, fue a despedirse de Gabriel.
Habían acordado reunirse en el parque donde jugaban y paseaban en bicicleta. Cuando Dee llegó, él ya estaba allí, sentado en un banco. Los dos se sonrieron aunque  sus miradas eran tristes.
-Hola...
-Hola Dee.
-¿Ya terminaron de empacar?
-Sip, ya está todo listo. Nos vamos en la tarde.
-¿Vas a escribir, verdad?
-Sí, Dee voy a escribirte tan pronto llegue así te doy mi dirección. Lo prometí, ¿recuerdas?
-¿No vas a olvidarte de mí?
-Nunca voy a olvidarme de ti , Dee. Toma...-dijo extrayendo un paquete.
-¿Qué es?
-Galletas de chocolate, feliz San Valentín , Dee. Quería darte chocolates de verdad pero no tenía dinero para los ingredientes.
-Me gustan las galletas...y yo no tengo nada que darte a ti.
-No importa, algún día te daré chocolates de verdad.
-Gabriel, ¿sabes qué significa que le des chocolates a una chica en San Valentín?
-Sí, lo sé. Significa que es la persona más importante –contestó sonriendo y le tomó la mano.
-No le des chocolates a otra chica.
-Y tú no recibas chocolates de nadie, hasta que yo pueda dártelos, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Esa fue la última vez que se vieron, a la noche Dee comió las galletas pero le supieron amargas, como si toda la dulzura se hubiera ido con su amigo.
Un tiempo después de su partida llegó una carta, ella la contestó y se escribieron por un tiempo, luego las cartas de Gabriel dejaron de llegar. Un tiempo después las de Dee fueron devueltas por el correo.
Ya no volvieron a contactarse y los años dorados de la infancia quedaron atrás envueltos en olor a galletas y  despedidas.

15 años después....

-¿Va a acompañarme esta tarde?- preguntó la joven apoyándose en el escritorio de su compañera.
- Lisa...tengo mucho que hacer.
-Vamos Desdémona, será solo un rato. Por favor, me siento muy tonta yendo sola a comprar chocolates para San Valentín.
-Es que en realidad es bastante tonto...además falta más de una semana.
-Sí, pero las tiendas se llenan y si luego no tengo tiempo no tendré nada que regalarle a mi novio. De paso puedes comprar tú también.
-Sabes bien que no me gustan las cosas dulces y además no tengo a quien darle chocolates.
-Por favor, por favor, por favor Desdémona.Te prometo que te devolveré el favor, te cubriré cuando lo necesites....-rogó la muchacha haciendo expresiones exageradas y Dee tuvo que acceder.
-Bien, bien, te acompañaré a la tarde. Ahora déjame terminar mi artículo que debe ir en la edición de hoy.
-De acuerdo...pero ¿por qué no te gustan los dulces?
-Me gustaban antes, pero luego dejaron de gustarme –explicó brevemente porque era la verdad, simplemente las cosas dulces sabían mal a su paladar, así había sido desde que Gabriel se había marchado. Tal vez la amargura de su corazón se había trasladado al gusto y ya no le gustaba lo dulce. Salvo algo de pastel para los cumpleaños, no comía nada más, menos que menos chocolate.


Dee entró a la tienda de dulces totalmente a desgana mientras  Lisa tiraba de ella, aunque el lugar era realmente atractivo, lleno de colorido y muy bien decorado.
Su amiga había ido a una de las tiendas más caras de la ciudad para buscar el chocolate de moda “Otelo”.
Ciertamente, a pesar de que faltaba para San Valentín, la tienda estaba llena de gente comprando y la variedad ofrecida era muy amplia. Había paquetes bellamente decorados, corazones, y chocolates de todo tipo, incluso pétalos de rosa bañadas en la oscura tentación.
Pero la pieza más codiciada eran las elegantes cajas marrones con letras doradas. Aquellos chocolates habían alcanzado la fama mundial y habían recibido los elogios de los paladares más exigentes.
-Tienes que probarlo – insistió Lisa mientras saboreaba una muestra del chocolate que le había dado una de las vendedoras.
-No…-dijo ella pero su amiga aprovechó que había abierto la boca y le metió un bombón para que lo saboreara.
-Exquisito, ¿verdad? – preguntó la chica con una sonrisa y a regañadientes, Dee asintió con la cabeza.
Aquello verdaderamente era una delicia, no podía negarlo, se deshacía suavemente en su boca y parecía que la calidez y el sabor se extendían por todo el cuerpo. Era un placer y por primera vez en mucho tiempo no le supo amargo y pudo disfrutar el sabor.
-Es rico…-dijo cuando pudo hablar.
-¿Sólo rico? Ay no hay esperanzas para ti, no sé con qué debería sorprenderte un hombre para San Valentín, si esto sólo te parece “rico”. Deberían apasionarte, además ¿Otelo no era el amante de Desdémona?
-Sí, el que la mató –Lisa rió y luego las dos muchachas se fueron a comprar la caja de chocolates.
Fue una verdadera Odisea, había muchísima gente y había que hacer largas filas y esperar pacientemente por ser atendidas.
Finalmente Lisa obtuvo su preciado botín, pero cuando ya estaba saliendo, se detuvo.
-¿Qué sucede? – preguntó Desdémona.
-Es que quiero comprar una para mí, o terminaré comiéndome esta y no habrá regalo para San Valentín.
-¿Lisa vas a volver a pasar todo eso, la gente, las colas, la espera, por una caja de chocolates? –preguntó Dee incrédula.
-No por chocolates, por ambrosía, espérame aquí si quieres.
-Por supuesto. Una vez es suficiente.
-Está bien, nada de chocolates para ti. De paso cuida de estos, no vaya a ser que los pierda y no te preocupes intentaré colarme para no demorar mucho – dijo la joven guiñándole un ojo.

Dee se quedó esperando mientras evitaba a la multitud de personas que se agolpaban para comprar un regalo. Sobre todo grupo de jovencitas adolescentes que parecían ir al ataque, una de aquellas chicas descuidadas la empujó al pasar y la caja de chocolates que sostenía, cayó al suelo.
Lisa iba a matarla, pero antes de que la aplastaran alguien la levantó y se la devolvió.
-Esto es suyo – dijo una voz aterciopelada y cuando Dee levantó la vista se encontró con un hombre atractivo que le extendía los chocolates. Era muy alto, de cabello y ojos oscuros, por un segundo tuvo la impresión de que su mirada parecía ser de chocolate también, era muy atractivo.
-Gracias, pero no son míos...-dijo ella reaccionando.
-Se le cayeron a usted.
-Sí, sí, no quise decir eso, muchas gracias- agregó tomando la caja. Lisa llegó en ese instante.
-¡Listo!- anunció y luego miró al hombre y a su amiga.
-Bien, entonces, vámonos.
-Pero...Desdémona, ¿por qué tanto apuro?
-Vámonos, antes que sea más tarde – dijo y arrastró a Lisa  de la mano. Mientras lo hacía, se despidió del hombre que las contemplaba estupefacto- Adiós, y gracias de nuevo – él ni siquiera alcanzó a responder.
Un rato después el hombre se acercó a uno de los empleados.
-Disculpa, unas chicas que salieron llevaban un distintivo en las solapas de su traje...
-Señor , vino mucha gente, no tengo ni idea..-se excusó.
-Espera, te dibujo como es y tal vez puedas reconocerlo- pidió y unos minutos después le mostró un boceto.
-¡Ah! Sí, es el logo del periódico “Today” –le respondió el muchacho.
-Gracias, muchas gracias.


Dos días después Dee estaba corriendo de un lado a otro por la redacción, había mil cosas que hacer y cada vez tenían menos tiempo.
-¡Desdémona Bells! ¡¿Dónde está esa chica?! – llamó el director a los gritos.
- Aquí estoy...haciendo mil cosas a la vez, como un pulpo- respondió ella.
-Bueno, deja las mil cosas y haz ésta. Tienes que ir a entrevistar al embajador por el tema de los inmigrantes, finalmente aceptó recibirnos.
-¿De acuerdo? ¿A qué hora?
-Dentro de diez minutos –contestó el hombre sin inmutarse.
-¡¡¡JEFE!!! Tengo que cruzar media ciudad para llegar.
-Entonces será mejor que te apures, estás perdiendo el tiempo...
-¡Rayos! – exclamó la chica y salió corriendo al tiempo que tomaba al pasar su bolso.
Dee salió apresurada, no tenía nada de tiempo, iba a llegar tarde, pero esa era la vida de un periodista...correr tras las noticias, literalmente.
Siempre había sido un poco torpe, y los tacones altos no se le daban bien, menos aún para correr , así que no le extraño caerse apenas cruzó la calle para buscar un taxi. Sólo pensó que era muy injusto estar echada de cara contra el suelo y que su ropa se arruinaría, tendría una pinta horrible para ir a ver al embajador.
-¿Estás bien? – preguntó alguien junto a ella, más bien desde arriba. Intentó levantarse para contestar y entonces se encontró con una mano masculina que la ayudó a incorporarse.
En el momento que se paraba dio un grito, era obvio que se había torcido el tobillo  en la caída.
-¿Te lastimaste? – preguntó el hombre y recién entonces ella se dio cuenta que era el mismo que había visto a la salida de la tienda. Con gentileza la ayudó a moverse y sentarse sobre el borde de unos canteros que adornaban el lugar.
-Tengo que irme...-dijo Dee.
-Lo siento pero no creo que puedas moverte.
-Pero tengo una entrevista- protestó e intentó asentar el pie lo que le causó un dolor insoportable que la hizo gemir.
-Será mejor que llames para cancelarla.- sugirió y la chica suspiró. No tenía otra alternativa. Tomó el teléfono y llamó a Lisa, le debía un favor, aunque su amiga estaba en su día libre aceptó ir a la embajada en su lugar y luego llamó a su jefe para contarle lo sucedido. Le pegó un par de gritos pero se calmó cuando supo que ella había enviado un reemplazo. Avergonzada por los gritos de su jefe, levantó la mirada y se dio cuenta que el hombre que la había ayudado ya no estaba. Bueno, tendría que llamar a pedir ayuda o arreglárselas para arrastrarse sola hasta conseguir llegar a su trabajo o a un médico. “Tú puedes”, se dijo a sí misma.
-Mejor no intentes moverte, te harás más daño – dijo el hombre y Dee vio que ser acercaba con una bolsa. No la había abandonado después de todo.
Inesperadamente, llegó hasta ella y se arrodilló a su lado, tomó su pie y aplicó la bolsa sobre su tobillo, estaba frío.
-¿Qué...?- exclamó asombrada y él sonrió
-Helados de agua de fresa, me temo que es lo único que conseguí en el kiosco, calmará un poco el dolor- explicó.
-¿Helados de fresa? ¿Por qué de fresa, son más efectivos? – preguntó divertida.
-En realidad porque me gusta el sabor – respondió y ella rió. Aquello era definitivamente lo más raro del día o del año, quizá. Un desconocido estaba aplicándole  una bolsa con helados de fresa en el pie. Al menos tenía que arreglar lo de desconocido.
-Soy Desdémona Bells.
-Joshua, Joshua Harper – se presentó él y ella tuvo de nuevo aquella sensación de que su mirada parecía chocolate. Cálido, dulce y envolvente.
-Muchas gracias, Joshua. Me siento mucho mejor…-le agradeció y tomó la bolsa para sostenerla ella contra su tobillo, él se sentó a su lado.
-Descansa un momento y luego te llevo a donde necesites.
-En realidad sólo necesitaré ayuda para cruzar la calle, trabajo allí – dijo señalando el edificio que estaba enfrente.
-¿No quieres ir a un médico?
-No ellos se encargarán. Lamento molestarte.
-No es molestia.- respondió suavemente y Dee se preguntó si recordaría su encuentro anterior frente a la tienda de chocolates, no estaba segura si quería que él recordara por miedo a que imaginara que ella siempre estaba cayendo y tirando cosas, aunque así fuera.
-No podemos quedarnos aquí para siempre …-expresó ella con desaliento
-Cuando te sientas lista y tengamos el semáforo a nuestro favor  te ayudo.
-Bien, creo que ella estoy lista – dijo ella
-De acuerdo, semáforo en rojo, así que allí vamos – y antes de que ella reaccionará la cargó en sus brazos y la llevó así. Dee iba a protestar o intentar bajarse pero era peligroso, así que se aguantó. Él era sorprendentemente fuerte, parecía que no le requería gran esfuerzo cargarla. La llevó hasta la puerta del edificio.
-Aquí está bien, por favor – pidió avergonzada. Estaba segura de estar totalmente roja.
-Bien – acordó y la bajó con mucho cuidado.
-Yo…
-Lo siento, no quise molestarte, pero era la manera más fácil de cruzar, de otro modo no lo habríamos logrado a tiempo. Quizá debí advertirte antes…
-No, no, siento las molestias…
-¿Cómo harás para seguir desde aquí?
-Llamaré a mis compañeros…estaré bien.
-Es un edificio, escaleras…- dudó él.
-También hay elevador. Agradezco todo lo que has hecho.
-De acuerdo, llama para que vengan por ti y entonces daré por cumplida mi misión de caballero andante – propuso él aún sosteniéndola de un brazo y ella empezó a revolver en su bolso, la situación era bastante incómoda. Ser cargada como princesa a la vista de todo el mundo, había sido demasiado.
Hizo la llamada y unos minutos después bajó su jefe y un par de compañeros.
-Ya llamamos al médico del seguro- anunció su jefe llegando hasta ella.
-No era necesario…
-Tiene que verte , en cierta forma fue un accidente laboral…aunque eres tú el peligro señorita Bells. – anunció.
-Bueno, parece que te dejo en buenas manos- comentó Joshua.
-Algo así, muchas gracias, de nuevo.
-Fue un placer, hasta pronto Desdémona.
-Hasta pronto – se despidió ella y solo mucho más tarde, cayó en la cuenta de que era casi imposible que volviera a cruzarse con él.


El catorce de febrero llegó y Dee tuvo un sentimiento agridulce como cada vez que llegaba. No se debía a estar sola aquel día, sino que le traía el recuerdo del pasado, de días de  infancia y de la calidez que Gabriel le daba.
-¿Trabajarás todo el día hoy? – preguntó Lisa.
-Sí, eso creo. ¿Tú a qué hora te encontrarás con tu novio?
-Un rato antes de la cena…-respondió su amiga y su rostro se iluminó.
-Pásatelo bien…
-Gracias, ¿y tú? ¿No supiste nada más de tu caballero andante?
-No es mi caballero andante…
-No estaría mal que lo fuera. Una no encuentra un hombre así todos los días…lástima que no preguntaste nada más sobre él, si no podrías haberle enviado unos chocolates.
-Y dale con los chocolates…- se quejó Dee.
-Chocolates, de eso se trata – dijo su Jefe acercándose.
-¿Qué?
-Bueno, el creador y dueño de los chocolates Otelo nos concedió una entrevista…te toca Bells. Espero que esta vez no te rompas el pie ni nada por el estilo
-¿No puede ir alguien más? – preguntó la joven
-No, la mayoría de mis reporteros no trabaja hoy. Eres un desastre andante pero eres una de las mejores Bells, aquí tienes la dirección.Te espera a las cinco de la tarde
- Vamos Desdémona, parece que después de todo tendrás chocolate…o más bien al chocolatero mayor, nada menos que al dueño de Otelo…¡Qué envidia!
-Puedes ir tú – dijo esperanzada.
-No amiga, no hay nada que evite que hoy ve a mi chico. Todo tuyo…
-Grrrrrrrrrrrrrrrr- protestó en broma.


“Adelante” se dijo a sí misma cuando llegó a las puertas de la mansión donde vivía el dueño de Otelo. Ella había pensado pasar ese día sola trabajando cómodamente en la redacción y en cambio estaba condenada a encontrarse al “Sr. Chocolate”.
Cuando llamó a la puerta, un empleado la hizo pasar y la hizo esperar en el salón mientras avisaba al señor que ella había llegado.
-Buenas tardes – la saludaron y al darse vuelta casi le da algo por la impresión.
-¿Tú? – preguntó al ver a Joshua.
-Hola, ¿cómo está tu pie?
-Mejor , gracias…pero tú eres el dueño de “Otelo”
-Sí. Y tú quien me hará la entrevista, siéntate por favor…
-Sí. Gracias. – respondió algo intimidada.
-¿Quieres beber algo?
-No, no está bien. ¿Te molesta si empezamos?- lo urgió y él se sentó frente a ella y le sonrió.
-Pregunta, soy todo tuyo – le dijo y Dee pensó en lo que diría Lisa si se enterara de lo que Joshua acababa de decir.
-El nombre…¿cómo se le ocurrió el nombre para los chocolates?
-Tutéame, por favor suena muy raro que me trates de usted.
-Es que…- intentó excusarse ella
-Por favor…-pidió.
-Bien.¿Cómo se te ocurrió llamar Otelo a los chocolates?
-Bueno, supongo que porque tenía la tez oscura y era apasionado…
-Ya veo – respondió ella anotando. Tenía una pequeña grabadora pero también anotaba por las dudas.
-Y también porque Otelo amaba locamente a Desdémona…-agregó Joshua y Dee dejó caer la lapicera.
-¿Perdón?
-Eso, que es el único personaje de la literatura que amaba a Desdémona – aclaró clavando su mirada oscura en ella y la chica se sintió sumamente extraña. “¿Cómo debía entender aquello?”
-La mató…-musitó brevemente para cortar el clima que se había creado.
-Sí, digamos que ignoré esa parte. Me concentré sólo en que la amaba, un gran amor…
-Bien. Otra pregunta, hoy en día “Otelo” es la marca de chocolates mejor reputada, pero ¿cómo surgió?
-Es una larga historia…
-Vine a escucharla- contestó Dee.
-Sí, eso es verdad. Espera un momento, por favor.- dijo y se levantó, unos minutos después volvió con una caja en forma de corazón y se la entregó.
-Chocolates para San Valentín…-le dijo.
-Lo siento, pero no como chocolates, menos si son de San Valentín….-respondió ella.
-Está bien, dejémoslos allí, te cuento la historia primero y luego veremos. Por lo pronto son tuyos…
-Me dijiste que es una larga historia…¿cómo surgió la idea de fabricar chocolates?- insistió.
-Como todas las cosas importantes empezó por una chica…-inició Joshua y ella se quedó mirándolo.
-¿Una chica?
-Sí, en general los hombres hacemos grandes hazañas para impresionar a alguna chica. También es mi caso…claro que no era una chica cualquiera.
-Supongo que no, si inspiró esta gran empresa, no debe de haberlo sido.
-No, no lo era. Además fue mi gran amor…
-¿Y a ella le gustaban los chocolates? – preguntó tontamente Dee, sabía que no era una pregunta digna de una buena periodista pero no estaba segura de querer escuchar la historia de amor de aquel hombre. Por algún motivo le molestaba, le molestaba tener que escucharlo hablar de la mujer que amaba.
-Sí, a ella le gustaba los chocolates. Era especial, confiaba en mí, de hecho era la única que confiaba en mí, así que quería ser tan bueno como ella pensaba que era.
-Ya veo..
-En realidad, hay algo que debo explicarte antes. Desde la primera vez que la vi supe que ella era la única para mí, éramos niños entonces y tal vez para los demás pueda parecer algo intrascendente. Pero aún siendo un niño, supe que había encontrado al amor de mi vida…lo que no sabía entonces era que la vida no siempre sale como uno quiere. Aunque nunca perdí la fe.
-¿Se separaron?- preguntó ansiosa, ella también sabía lo que era separarse de alguien querido y seguir añorándolo con el correr de los años.
-Sí, pero en realidad, fue peor que eso, nunca tuve la oportunidad de decirle lo que sentía. Pensaba que tendría tiempo, pero la vida nos separó…y ya no puede hacerlo.
-¿Y aún así dices que la empresa nació gracias a ella?
-Claro, como dije antes, quería demostrarle que podía. No fue fácil, nadie creía en mí e incluso mi familia se oponía…
-¿No contaste con el apoyo de tus padres?
-No. Mi madre murió cuando yo tenía 15 años..
-Lo siento.
-Sí. Y mi padre, bueno, no tenía una buena relación con él. Me fui de casa buscando mi camino, hasta renegué de su apellido, quería sentirme libre, ser yo mismo…y así algún día ser merecedor de la mujer que amaba.
-¿Se volvieron a ver?
-La busqué, pero ya no estaba donde vivía antes y no pude encontrarle el rastro. Pero sentía que algún día la volvería a ver, que podría cumplir todas las promesas que le hice a ella y que me hice a mí mismo. He construido un imperio haciendo lo que me gusta, pero mi mayor deseo es decirle algún día que es mi mejor amiga y el amor de mi vida…
- ¿Y la volviste a ver?¿ Se encontraron?
-¿Quieres saber el final de la historia?
-Claro que sí…
-Entonces abre esa caja de chocolates…Dee – le dijo y la forma en que pronunció su viejo sobrenombre hizo que la chica se estremeciera. Lo miró fijamente, estaba muy confundida.
-No..-susurró sin saber que quería decir.
-Ábrela – insistió él y ella tomó la caja y la abrió.
Estaba llena de bombones y había una tarjeta.

Feliz San Valentín, Dee
Con amor, Gabriel Joshua Collins Harper

-¿Gabriel. J. Collins? ¿Tú eres Gabriel? –preguntó incrédula.
-Sí, yo, Gabriel. Tu amigo Gabriel, Gabriel Joshua Collins Harper, sólo que después de pelear con mi padre lo acorté un poco.
-¿Eres tú?¿de verdad eres tú?- preguntó nuevamente y lo miró detalladamente. Sí, ahora podía verlo, había cambiado mucho, había crecido pero ahora podía ver al niño que recordaba en aquel hombre. Él se acercó y se arrodilló junto a ella.
-¿Cómo termina esta historia, Dee? – preguntó él y ella le sonrió, le sonrió como hacía años que no lo hacía.
-Es la primera vez que acepto chocolates de un chico, chocolates de San Valentín.
-Y es la primera vez que yo le regalo chocolates a una chica, Dee. Tengo una fábrica pero es la primera vez que los regalo para San Valentín…lamento haber demorado tanto.
-¿Sabes lo que significa, verdad? – preguntó ella pensando que aquel era el mejor día de San Valentín.
-Sí, Desdémona, sé lo que significa. Que fuiste, eres y serás la persona más especial para mí, la única.-le dijo y ella le echó los brazos al cuello para abrazarlo.
-Te extrañé.
-Ya volví – respondió

Epílogo

Dee atendió el teléfono que sonaba insistentemente.
-¡Desdémona Bells! ¡¿Se puede saber por qué no estás aquí trabajando?!
-Lo siento Jefe, me tomé el día, hoy y mañana en realidad…
-¡¿Y ahora qué pasó? ¡ Ya tomaste licencia por tu matrimonio un par de meses , y ahora qué..!
-Galletas- respondió ella
-¡¿Qué?!
-Estoy haciendo galletas, jefe, galletas para San Valentín.
-Pero San Valentín es mañana…
-Quiero estar preparada, además no me salen muy bien…-dijo y miró pesarosa las dos bandejas de galletas que le habían salido quemadas.
-¡Por todos los cielos! – exclamó el hombre y colgó. Dee sonrió  y luego recordó que tenía la tercer tanda en el horno.
Salió corriendo y aliviada vio que aquellas habían salido bien.
-Se ven deliciosas…- dijo alguien desde la puerta.
-¡Se suponía que fuera una sorpresa! No puedo regalarte chocolates a ti, el “Sr. Chocolate” , así que quería darte galletas.
-Yo ya tengo todo lo que quiero, Dee.- susurró acercándosele.
-También yo –contestó ella y Gabriel la besó.
Al día siguiente, Desdémona tendría muchos chocolates preparados especialmente para ella, pero ahora tenía lo mejor de todo , al hombre que amaba y los besos más dulces del mundo.



1 comentario:

  1. Que linda historia nata me dio ganas de comer chocolate.. jajaja

    ATT: Lari

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