Lady Kendra Wellesley hija de Lord Wellesley y sobrina de un Conde, el hermano de su padre, quien tenía dos hijos varones y ninguna hija, siendo Kendra su sobrina favorita.
Su madre era norteamericana pero toda una heredera, única hija de un Industrial millonario originario de Irlanda, el matrimonio con su padre había terminado cuando ella era adolescente, sin embargo ella sospechaba que aún había algo de amor o eso era lo que ella prefería pensar. Nacida y educada en Inglaterra, pero le encantaba todo lo que tuviera que ver con el país de su madre y en parte suyo, no se sentía inglesa a un 100% y bueno, era un hecho que no lo era. Desde el divorcio de su madre viajaba con frecuencia a América y ahora vivía en Nueva York residencia de su madre y a veces en Londres de donde era su padre, consideraba las dos ciudades su hogar y tenía un precioso departamento en Nueva York en el mismo edificio que Su y Bri, era allí donde las tres se habían hecho socias y tenían una galería de arte y exponían sobre todo la obra de jóvenes y prometedores artistas, tenían otra en Londres dado el éxito obtenido en la cosmopolita ciudad de Nueva York.
Así que las tres solían viajar con frecuencia entre una ciudad y otra. Cuando estaba en Londres se quedaba en su antigua casa y en su misma habitación. Nunca le había pasado por la cabeza irse a un departamento, no le gustaba dejar a su padre solo. Era distinto con su madre ya que vivía con un renombrado Médico y a ella no le gustaba invadirles su privacidad, aunque en repetidas ocasiones su madre le rogaba se fuera con ellos.
Tenía éxito como mujer de negocios, a lo que se dedicaba era plenamente aceptado y admirado en el círculo de su padre, era joven, era rica por derecho propio y sin contar que era una heredera por parte paterna y materna. Tenía un título como experta en arte ya que se había graduado en Oxford y estudiado también en La Sorbona de París como se esperaba de ella, tenía una especialidad en el antiguo Egipto. Llevaba también el Lady por que había nacido con ello y era bella por que también había nacido así.
Medía 1.70, era esbelta pero con curvas, tenía un precioso cabello que iba del color cobre, ámbar y rojizo y que fulguraba como fuego sobre todo cuando el sol o cualquier luz artificial le daban de lleno a su cabellera, sus ojos eran grandes y de color miel, como oro líquido, su rostro era de bellas y finas facciones, pómulos que cualquiera envidiaba, boca carnosa sin exagerar y nariz pequeña y aristocrática. Pretendientes por montones, pero sin embargo acostumbrada a que muchos la buscaran por su estatus y dinero, era sumamente selectiva, sino fuera por su carácter abierto y alegre la hubieran tachado de princesa de hielo. Al igual que Su y Bri despertaba envidias a su paso pero la tenían sin cuidado.
Todo lo que tenía y por lo que era admirada y envidiada no era lo que más valoraba, lo que ella más amaba era a sus padres, el resto de su familia, sus amigas y su libertad para hacer lo que quisiera. Su afán de no vivir como todo mundo esperaba la había llevado a dedicarse a ese peligroso trabajo. Las galerías eran solo una inteligente fachada de lo que las 3 junto a Derek hacían dado que Brisia y Su pensaban igual que ella.
Ellas también disfrutaban de lo peligroso, de lo prohibido, de la aventura, del riesgo constante y de jugar a ser muñequitas de cristal frente a los demás, cuando en realidad eran algo muy diferente, totalmente diferente. A su padre le daría un ataque al corazón y a su madre una apoplejía o algo así si se enteraban. Las familias de las chicas no se quedarían atrás con sus reacciones si supieran que era lo que realmente hacían.
Brisia era sobrina nieta de un duque y su familia era de las más antiguas del País. Tenía una mezcla de lo más interesante, su madre era de Noruega pariente lejana de la realeza de ese país y por ello digna esposa de un vizconde y sobrino de un duque ósea su padre, e igual que ella y Sulin era hija única. Parecía sacada de los más fervorosos y anhelados sueños masculinos, debido a su ascendencia nórdica parecía una Diosa vikinga, medía por lo menos 5 centímetros más que ella, su cabello era rubio platino y sus ojos color turquesa, tenía un cuerpo que parecía esculpido y hecho a la perfección, cualquier modelo de talla internacional no le haría sombra, nadie podría. El lady lo llevaba de igual manera que ella por añadidura. Sin embargo esa hermosa mujer iba más allá de lo que todos imaginaban, era un genio de la informática y eso era lo que había estudiado en las mejores Universidades, una hacker si es que se buscaba un título más acorde con lo podía hacer. Sus habilidades solo las usaba cuando era realmente necesario acceder a información clasificada y era experta en no dejar huella.
Era la que más veces había dirigido las operaciones, aunque prefiriera también estar en la acción pero era más necesaria al frente de su laptop. Aparte de brillante era encantadora, pero dado su aspecto sabía que pocos esperaban encontrar cerebro en ella sobre todo los hombres, actuaba igual que Ken en cuanto a las relaciones. Las tres tenían la misma edad, habían nacido el mismo año y se llevaban escasas semanas. Siendo Bri la mayor por unos días. Se habían conocido las tres en Suiza cuando estaban de internas en un exclusivo colegio y aun no llegaban a la adolescencia, el aburrimiento y el hastío las había hecho idear diferentes maneras de volver locos a todos. Con el paso del tiempo habían desarrollado la habilidad para no dejar huella de sus travesuras y de sus escapadas. Siendo hijas únicas y no teniendo hermanos, el cariño que se profesaban iba más allá de una mera amistad, se consideraban hermanas.
Sulin era la más pequeña en cuanto a edad, la diferencia no era más de cuatro meses. Hija de otro Lord inglés y de madre inglesa igualmente, pero con una bisabuela materna con origen asiático de ahí su nombre. Era de una belleza de lo más exótica, con unos ojos verdes para nada pequeños pero almendrados como lejano vestigio de su ascendencia parecía a veces tener la mirada de un felino sobre todo cuando se enojaba. Boca pequeña y carnosa, medía lo mismo que Kendra. Su cabello era de un extraordinario tono negro que a veces parecía llegar al azul oscuro, curvas sensuales y rostro de ensueño, era experta en Historia antigua, su especialidad era por supuesto todo lo que fuera oriental.
Parecía no haber nada que no supiera de la Dinastía Ming en concreto. Era dulce y muy optimista nadie jamás pensaría que podía ser una máquina de matar si quisiera. Y le encantaba salir con los chicos, pero raramente iba más allá que simples citas, no era dada al compromiso o a relaciones largas. Su pasión por sus orígenes le habían hecho aprender distintas artes marciales, de las tres era la que mejor podía pelear. Aparte de su cuerpo podía utilizar cualquier objeto para derribar y hacer daño a su oponente de manera magistral.
Kendra y Brisia sabían defenderse a base de King Boxing y de jujitsu técnica japonesa que no le había interesado a Sulin demasiado. Podían hacer daño y hasta matar en caso necesario cosa que gracias a Dios nunca habían hecho, pero Sulin seguía siendo la mejor. Aparte de ello tenía lo necesario y más para poder dedicarse a su particular trabajo.
Kendra tenía la habilidad de introducirse hasta en los lugares más complicados, prueba de ello podría haber sido lo sucedido en Hong Kong, a su favor se tenía que decir que venía de múltiples trabajos y estaba totalmente exhausta, estresada y de mal talante. Podía trepar una pared sin tener punto de apoyo, caminar rápido por una cuerda y en general lo que solo se podía ver en una gimnasta veterana o un acróbata de circo. Solían decirle “la Comaneci ” un tanto en serio y un tanto en broma en clara alusión a la mejor gimnasta de todos los tiempos, lamentablemente las alturas no eran su punto fuerte, no era un temor exagerado ya que si se enfocaba en su cometido y no miraba hacia abajo solía salir sin el menor problema ¿Cómo actuaría Nadia Comaneci si colgara desde lo alto de un rascacielos? Se había preguntado después del desastre en Hong Kong. Por supuesto que las tres eran humanas y sus errores los habían tenido como cualquiera pero nunca habían desembocado en un desastre. No habían fallado nunca.
Y estaba Derek por supuesto, aunque veinte años mayor que ellas eso no lo hacía un viejo. A sus 45 años era un hombre apuesto todavía. Norteamericano y ex miembro de una agencia de espías que solo figuraba en la agenda del presidente y su gente. Con un entrenamiento sin igual. Era el que las había apoyado en esa aventura. Vivía tranquilo su retiro en Nepal, cuando las había conocido. Bri había dado con sus datos y muy tranquilas le habían hablado de sus planes. En su momento había considerado matarlas y enterrarlas allí mismo. Pero después de que Bri le asegurara que sus datos ella los había borrado definitivamente y lo hubiese comprobado personalmente había empezado a respirar con tranquilidad y creído que estaban realmente locas. Poco a poco y a base de mucho poder de persuasión habían logrado lo imposible y lo habían convencido.
Él les había enseñado miles de cosas y ellas habían aprendido como las mejores alumnas. De eso tenía 7 años y su vida era otra. Dejando atrás los fantasmas de su pasado hasta se había casado y tenía un hijo. A la vista de todo el mundo era un francés millonario que coleccionaba arte y les proporcionaba piezas y artistas para exponer en sus galerías, de ahí se justificaba su estrecha relación con ellas. Ahora los 4 eran realmente millonarios y hacían lo que más disfrutaban en la vida. Vivir al límite seguía siendo una poderosa droga. Ahora ellas también eran adictas.
No dejaba de causarle gracias la doble vida que todos llevaban pero disfrutaba más de burlarse de la vida de princesas que tenían que fingir ellas.
De princesitas no tenían nada, eran bellas como ángeles pero en realidad eran ángeles caídos, ángeles de la noche.
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