No todas las bellas historias de amor tienen un final feliz… No nos gusta, pero es cierto. Aunque siendo sincera, cuando una se halla en su librería favorita o enfrente de su ordenador buscando un buen libro, lo último que vamos a coger es una historia que de antemano anticipemos que no vaya a tener un final feliz. Y lo mismo ocurre con los doramas que nos disponemos a ver. Y casi siempre, deseamos que esa nueva historia que esta en nuestro poder se parezca como mínimo a esa que se nos alojó en el corazón siendo una parte más de nuestras vidas cotidianas. Pero ese pedacito de mí corazón no esta ocupado por ningún personaje de dorama ni de libro.
Sergei Grinkov y Ekaterina Gordeeva. Dos niños cogidos al azar de la unión soviética, para formarlos como pareja de patinaje. Él con catorce años y ella con diez. Abriendo su corazón en el frío hielo, para regalarnos únicas y diferentes historias con sus cuerpos, sin ningún tipo de diálogo.
Sin nadie esperarlo se comenzó a escribir un amor desde la solida amistad. Nuestros ojos, pudieron captar toda la magia que los envolvía en su adolescencia. ¿Quién no recuerda cuan dulce es el amor adolescente?
Cada invierno que iba pasando, ellos iban escribiendo un capítulo más en sus vidas, ante miles de ojos. Aquella historia la amaba todo el mundo, era sentir lo que muchos querían o esperaban para sí mismos. Pero todos crecemos, como también lo hace el amor. Llega un momento que no nos bastan las tímidas miradas o el apretón de manos al ir a por la calle. Nuestros sentimientos dan un paso importante hacia la compenetración, donde llegamos a formar uno solo. Es el clímax del amor. Y es en esta etapa, donde se hallaba esta feliz pareja. Ya no eran niños, sino padres de una preciosa niña de dos años después de compartir la magia de su amor con el público durante catorce años. No existían los secretos, solo bastaba una mirada o una sonrisa para decirlo todo. Su historia era como si fuera de todos. Nunca te cansabas, siempre estabas en espera de que las luces se apagaran y comenzaran a sonar las primeras notas musicales, dando paso a las cuchillas para que escribieran más páginas.
Uno nunca pensaba que la tragedia estaba a la vuelta de la esquina para acogernos en sus brazos. Nadie creía que el destino pudiera hacer daño al verdadero amor. ¿Por qué, no tiene ningún sentido? Pero es así, a veces las historias más bellas no son para siempre.
Un fatídico día de Noviembre, la llama de la vida se apagó en Sergei dejando su corazón de latir. Era muy joven, aún le quedaban muchas páginas que escribir junto su amada pero no era su sino. Ya no habrían más capítulos para ellos dos en la vida real, pero si en el corazón de todo el mundo que los siguió y que los sigue amando.
Cada día conozco nuevas historias de amor y con finales felices, pero conmigo siempre se vendrá la historia de Sergei y Ekaterina, un amor en el hielo.
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