Dos horas antes…
En mitad de la cena.
Voy por mi tercera copa de vino,
tomando en cuenta que mi tolerancia al alcohol no es precisamente la mejor,
debería no haber pasado de dos copas… ok, de una. Pero si quiero sobrevivir a
esas miradas, a esa voz profunda que parece sacada de una más que genial
fantasía cachonda, debo de anestesiarme, solo que el alcohol aun no hace mella
en mí, que raro pues no suelo tolerarlo. Eso sin añadir que el hombre me
provoca querer zarandearlo por el simple hecho de trastocar mi mente y siendo
honestos, mi cuerpo. Ese sentimiento de querer estar con alguien pero al mismo
tiempo detestar que tenga influencia en ti, no me gusta. Estoy loca, lo sé. Soy
rara sí.
-
Debemos irnos. –Anuncia mi amiga y me la quedo
viendo con sorpresa.
-
¿Tan pronto? –objeto de inmediato. –No hemos
pedido postre aun.
-
Ah no, tú te quedas. –dice demasiado rápidamente
y entrecierro los ojos con sospecha.- Quiero decir, que Ángel y yo debemos ir a
ver a su mamá ¿verdad cariño?
-
¿Sí? – Dice el aludido no muy convencido.
-
Y pues, pide postre y váyanse con calma ¿la
acompañarás verdad Leo?
-
Por supuesto. –dice Leo y entierro mis uñas en
el muslo de mi amiga. Ella hace cara de dolor pero no me delata.
-
¿Estás bien? –le pregunta a su novio y Phoebe
ríe nerviosa.
-
Sí, sí. Vámonos. Antes que me mates –me susurra
lo último. –se levantan, nos anuncian que la cena queda pagada y desaparecen
como una exhalación. Dejándome con unas terribles ganas de asesinato. Oigo un
carraspeo y enfoco a mi acompañante forzado.
-
Lo siento. –le digo enseguida y veo que frunce
el ceño.
-
¿Por qué? –pregunta.
-
Phoebs tiene la tendencia a hacerla de cupido.
Es obvio que se acaba de inventar eso de ir a ver a su suegra. Lamento que te
haya puesto en esta situación.
-
¿Qué situación?
-
La de verte forzado a quedarte aquí conmigo.
-
¿Es en serio? –veo que me ve sorprendido,
parpadea como si no entendiera y luego su rostro se aclara.- Más de un tipo
esta noche querría estar en mi lugar ¿no has visto cómo te quedaban viendo
algunos?
Ammm no. Es muy galante al decir
cosas así pero, yo no me percaté de nada de eso. Cuando ve mi cara de incredulidad veo que
maldice por lo bajo.
-
¿Es que no tienes espejos en casa? Eres
preciosa. No desearía estar en ningún otro sitio esta noche.
-
Que… amable. –lo sé, el hombre me ha dicho cosas
hermosas pero no acabo de creerle. No es que me sienta fea ni nada por el
estilo pero soy consciente de que estoy rodeada de mujeres que se ven más
guapas a juzgar por las que he visto mientras he estado allí sentada, sé que
van ayudadas por kilos de maquillaje, fajas y ropa reveladora, pero el caso es
que se ven despampanantes. Y un hombre cómo él pues está para escoger ¿no? Que
diga que por propia voluntad está conmigo viendo como Phoebe manipuló la
situación, saca la cínica que hay en mí, que le vamos a hacer.
-
No me crees. –y por vez primera veo a leo
molesto. Su rostro se vuelve una máscara oscura y ¡maldición! Se ve tan sexy.
Sonrío muy a mi pesar pues me puede malinterpretar, pero es que o era sonreír o
babear así que opté por lo primero. – Encima esto es gracioso para ti ¿no? Te
ríes de mi absoluta sinceridad. –sigue serio y su voz toma un cariz más bajo,
rayos y centellas, que deje de hablar que sino aun con mesa de por medio me le
lanzo encima, siento calor de pronto y es raro, porque el clima es frío en
realidad, agarro una servilleta y me abanico.
-
¿Nos vamos? –pido, no quiero quedar en ridículo.
-
¿Y el postre?
-
No importa.
-
¿Tan pronto te quieres librar de mí? –dice
mortalmente serio.
-
¡Rayos, no! –exclamo y parece que me cree, pues
su rostro se relaja. –tampoco es que no crea tu sinceridad, en serio. –digo con
voz suave y sin atreverme a verle al rostro.
-
No lo parecía hace un rato. –insiste.
-
Bueno, disculpa si así lo pareció. No me agradó
lo que hizo Phoebs.
-
¿Por qué no?
-
Manipuló la situación, somos un par de adultos,
no adolescentes en una cita a ciegas orquestada por alguien. Pero Phoebe es Phoebe
y bueno… lamento que te haya dejado en este predicamento.
-
Lo dices como si fuese una clase de tortura Nat.
¿Ya había dicho que amo la manera
en como dice mi nombre? Me hace pensar en caramelo derritiéndose en helado… Y
eso que no lo pronuncia completo, temo que si lo hace le pida que nos vayamos
juntos a vivir a Corea.
-
Tienes razón, no me he expresado bien. Lo
lamento. –deseo irme ya. Si sigo al lado de este hombre puede que cometa
locuras que solo me he planteado en la imaginación. Lo acabo de conocer así que
debo estar en control. Cuando admito que no me he expresado bien, su rostro
entero parece cambiar de nuevo y lo veo sonriente, ese hombre sabe cómo usar el
lenguaje corporal. –Pero ya no quiero postre, ha sido demasiado para mí.
-
En ese caso nos vamos si así lo deseas. –ofrece
y se levanta para ayudarme a hacer lo mismo, me retira la silla y pone su mano
en mi espalda al guiarme a la salida, parece que mi espalda es muy consciente
del efecto “Leo” en mí, me cosquillea la piel y la siento acalorada. Vamos por
mi abrigo pues ya está refrescando bastante. Odio el frío. Pese a mi calor
interior por el hombre que tengo al lado, me pongo el abrigo y salimos al
exterior. El frío me golpea el rostro y gimo mientras ajusto todo lo que puedo
la prenda a mi cuerpo. -¿Tienes frío? – pregunta solicito.
-
Un poco, pero más que nada es mi reacción
natural. Odio el frío.- anuncio con rencor y le oigo reír.
-
Te daré mi saco.
-
Claro que no, al entrar al taxi se me quitará.
-
Es que… la noche es joven pensé que podíamos caminar
un poco por la acera. –esa calle la iluminan de forma especial quizás por todos
los restaurantes que hay en ella. Hay un parque cercano con juegos infantiles y
todo da un aire muy familiar. Es lindo caminar por allí y aunque me estoy casi
muriendo de frío, acepto de inmediato. La manera en que lo ha dicho, ha sido
taaan dulce que no me importa congelarme un rato. -¿Has estado mejor verdad?
Es obvio que sí, ya no parezco un
dálmata de manchas rojas. Sonrío.
-
Pensé que sí, pero como me lo preguntas veo que
quizás no mejoré tanto como creí.
-
No, no…. Te ves esplendida. –dice de inmediato.
-
Bueno, si no es así tendría que culpar a mi
médico. –le digo riendo feliz.
¿Qué me pasa? Mmmm, quizás el
alcohol empieza a hacer su efecto. Tropiezo con algo inexistente y eh… sí, el
alcohol. El pensamiento hace que me ría de nuevo.
-
Nat…
-
¿sí?
-
¿Cuántas copas tomaste?
-
Las suficientes.
-
Algo me dice que no sueles tomar mucho ¿verdad?
–me dice ya frente a los juegos.
-
Nop ¡mira, un columpio! ¿vamos? –y voy hacia
allá sin esperar respuesta. Soy vagamente consciente de que en mis cinco
sentidos no estaría aquí haciendo el ridículo, pero el vino va burbujeando
feliz por mi sistema y pues, este es el resultado. Me siento en uno y empiezo a
balancearme, una vocecilla me susurra que deje de hacer el tonto y la acallo
demasiado contenta mientras recuerdo mi infancia. Leo se sienta en el columpio
a mi lado y veo que encuentra la situación muy divertida. Yo ya no tanto cuando
siento leves pinchazos en mis pies, claro… ¿cómo no sentirlos? Me he puesto
tacones, cosa que raramente hago ¿Por qué? Porque me duelen los pies
horriblemente al final del día y sí a todas nos duelen, solo que yo lo admito y
las demás no. Frunzo el ceño y me llevo una mano al tobillo, los tacones sin
inmensos, no son mi estilo pero fueron un regalo de una amiga y Phoebs me
obligó a ponérmelos, en honor a la verdad aun no alcanzo la altura de Leo ¿ya
dije que me gustan altos? ¿no? Pues sí… creo que divago, es el alcohol quizás…
-
¿Qué tanto piensas? –pregunta él y sigue el
movimiento de mi mano.- ¿te duelen?
-
Como el infierno. –digo sin pensar (no es que
estuviera pensando mucho de todos modos) y veo que frunce el ceño a su vez,
deja el columpio y se arrodilla ante mí ¡cielos! Esto lo vi en un dorama ¿Cuál
era? No importa, tenerlo así es tan dulce y taaan sexy. Más aun cuando pone sus
manos en mi tobillo, su toque me hace dar un respingo-. ¿Qué haces?
-
Te lo quito. –dice como si nada.
-
¿cómo se supone que caminaré? –rezongo.
-
Bueno, a juzgar por tu estado etílico creo que
de todos modos la noche iba acabar conmigo llevándote a cuestas. – me dice
desde donde está mientras sonríe, su sonrisa me hace parpadear, el hombre sabe
cómo usarla. No siento mariposas, siento pájaros aleteando en mi estómago.
-
No estoy borracha. –alcanzo a decir.
-
Solo un poco. No es que me importe en realidad,
el vino te ha relajado y está bien…
Ya lo creo que me ha relajado,
mientras habla entro en una especie de trance hipnótico, esa voz tan suave y la
vez grave, hace que todo dentro de mí siga burbujeando salvajemente. El roce de
sus dedos sobre mi tobillo me eriza la piel y sin pensar (ya dije que no lo
hacía particularmente esta noche así que no me juzguen) me inclino levemente
hacia él, Leo capta enseguida el gesto, el cual yo aún no alcanzo a definir en
realidad y sin dejar de mirarme me quita el zapato, lo deja a un lado en el
suelo. Con las manos libres pone una en mi cuello y me aproxima toda la
distancia que nos separaba y une mi boca a la suya y es… sencillamente
estupendo, sé que estoy borracha, lo sé en ese momento porque un beso no puede
ser así. Un cumulo de emociones se agolpan en mí. Su boca se mueve
aparentemente perezosa, como si no hubiera prisas, como si tuviéramos todo el
tiempo del mundo mientras con maestría mueve sus labios sobre los míos y
acaricia con su lengua la mía, logrando que quiera más y más y me aproxime
tanto que pasa lo que tiene que pasar. Me quedo sin asiento y me precipito
hacia él, el beso por supuesto se interrumpe mientras grito y quedo toda
desparramada sobre su pecho, lo oigo reír y me levanto como puedo, rápidamente,
él intenta ayudarme pero aun en mi estado logro adelantarme. Me siento tan
tonta, que solo pienso en largarme y lo hago… ¡Vete Nat, vete! Me digo y
avanzo, la diferencia de altura en ambas piernas me detiene un instante y
haciendo gala de una lucidez que ni sobria tengo, me quito el otro tacón y
camino con toda la rapidez que puedo.
-
¡Espera Nat! – me dice y volteo a ver cómo es
que ya me sigue.
-
¡Devuélveme mi zapato! –Exijo.
-
No. Bueno, sí. Pero sólo si dejas de correr.
-
¡No puedo correr si me falta un maldito zapato!
-
Estás yendo a gran velocidad, eso es correr.
Aunque no me explico cómo puedes lograrlo si estás casi descalza.
-
Ni yo soy cenicienta, ni tú Leo, el príncipe
azul. DA-ME MI ZA-PA-TO.
-
¿Por qué corriste?
-
¿Por qué no habría de hacerlo? – Lo veo pasarse
una mano por el cabello frustrado.
-
Volvamos a empezar ¿quieres?
No sé si sea buena idea, por lo
más sagrado que no lo sé.
Wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!! Mi historia, la amooooooooooooooooooooo
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