lunes, 17 de octubre de 2016

HC "Perruna Vida" 1


Para Nata, para sacarle aunque sea una sonrisita.
Que muy pronto la vida nos deje estar las tres y  reír a carcajadas. 

Vida: Mil millones ochocientos treinta y cinco mil quinientos y sumando…
Nata: Un número entre uno y cinco… creo.
Ser yo no es sencillo, a veces es muy pero que muy difícil ser yo. Haciendo a un lado que tengo mis ataques de Drama Queen (Como cuando el protagonista de lo que leo o miro se porta como un idiota y hace sufrir a la chica y de paso a mí) lo cierto es que la vida se ha portado muy perra conmigo, en este juego voy perdiendo por mucho.
¿Qué haces cuando la vida te acaba de asestar otro pequeño y certero golpe o mordida en todo caso? Llamas a una amiga ¿verdad? se supone que eso te hará sentir mejor ¿verdad? entonces ¿Por qué quiero asesinarla ahora mismo?



-      ¡Dios! Pareces un dálmata. – Decía “mi amiga” Phoebe de rodillas sobre mi cama casi encima de mí observándome con la curiosidad que tendría un chiquillo de cinco años y no una mujer adulta.
-      Los dálmatas tienen manchas negras. – Gruñí. – ¡Estos son ampollas o granos o qué rayos sé yo!
-      Deja de gruñir o te parecerás en serio. ¡Ey! No me muestres tus colmillos, quieta. No son ampollas en todo el sentido de la palabra, son como manchitas rojas– Se sentó sobre sus piernas aun encima de mi cama y vi que apretó los labios con fuerza.
-      Adelante – La animé sabiendo lo que pasaba.
-      No, está bien. – Dijo en un suave murmullo y no es que ella sea suave en nada, es que por la forma en que apretaba los labios no salían sonidos demasiado audibles.
-      Hazlo. – Si no, esa mujer explotaría.
-      No debería… - Expresó dudosa y vi como empezaba a ponerse roja.
-      ¡Que lo hagas maldita sea! – Exploté y ella empezó a reír como si se le fuera la vida en ello.
Quince minutos después.
Sí, quince ¡quince! Phoebe por fin había dejado de reír.

-      Lo siento. – Decía aun limpiándose las lágrimas. – Fue inevitable.
-      Claro. – Refunfuñé cruzándome de brazos molesta.
-      ¿Debería recordarte cuanto te reíste de mí aquella vez? Rodabas por mi cama apretándote el estómago muriéndote de risa. Y debo decir también que tu receta esa del ajo fue la que me puso en ese pésimo estado.
-      ¡Jamás dije que triturarás el ajo! Era la cascarilla y solo. Además yo no te mandé a servir de cupido para esa parejita.
-      Tenía que ayudarle al novio con su propuesta de matrimonio. – Phoebe se encogió de hombros.
Como si el ser devorada por miles de moscos que le dejaron sus respectivas ronchas mientras ayudó a esa propuesta hubiera valido la pena. Bueno, al menos no se habían divorciado esos dos. Lo malo es que ella tenía una entrevista de trabajo al día siguiente de dicha ocasión y le recomendé que se pusiera cascarillas de ajo y la boba se puso el ajo, llegó apestando obviamente.
-      Pues a pesar del pésimo estado en que según yo te dejé, conociste al que es el amor de tu vida ¿no?
-      Mi Ángel. – Dice con un suspiro y derritiéndose. Ruedo los ojos. Se levanta de inmediato. – Me llamaste la momia de Ramsés II ¿tú que serías ahora eh? – Dice maliciosa y veo que saca su celular.
-      ¡Ni se te ocurra! – Grito y enseguida iniciamos una lucha, ella intentando tomarme una foto y yo intentando quitarle el teléfono, el cuál de pronto sonó y aproveché a arrebatarle. - ¿Hola? – Contesto y con un ágil movimiento me siento encima de mi amiga que queda boca abajo y que lucha por librarse.
-      Has subido de peso. – Me dice y con una mano le entierro la cara en la cama. – ¡Ay! –Llega su grito amortiguado.
-      Ah, Ángel eres tú. Sí aquí está. Intentaba matarla, pero me has aguado la fiesta. –Oigo las risas del novio de mi amiga quien luego pregunta como sigo. – Sigo igual pero no empeorando… creo. – Phoebe empieza a moverse como potro salvaje y logra tirarme, tomando su teléfono en el acto.
-      Hola amor, parece un dálmata.- Dice de inmediato y yo le tiro una almohada a la cabeza.
Una hora después.
-      No te pregunté si querías ir, es que vamos a ir. – Dice Phoebe.
-      Es feriado, no hay nada abierto. –Gruño tapándome con la sabana la cabeza.
-      Dónde te llevo sí que estará abierto.
-      Todo está cerrado. –Insisto desde la precaria seguridad de mi cama.
-      No puedes seguir así. Lo que tomas no ha hecho efecto. No vamos a esperar a que haya un consultorio disponible. Además donde iremos te digo que está abierto. Es amigo de Ángel, se conocieron cuando fue a hacer ese seminario de marketing.
-      ¿Me llevas a un médico o a un Licenciado en Mercadotecnia? – Me destapo y me siento mirando con sospecha a mi amiga. - ¿Me quieren para un comercial sobre una crema o algo así?
-      Serás boba… aunque viéndolo así, podemos sacar provecho de tu situación. – Dice pensativa y lamento no tener algo más pesado que una almohada para aventarle. Se ríe al ver mi expresión asesina.
-      Contigo no me fío en serio…
-      Ángel se sentía mal del estómago esa vez, por algo que comió. Ya sabes toda esa comida picante asiática. Tuvo una leve reacción alérgica. Le recomendaron a Leo quien es un médico de medicina oriental, todo natural y súper efectivo. Ángel dice que jamás se había recuperado tan rápido de una enfermedad y aparte se sintió con mucha energía, pese al cambio de horario y todo eso.
-      ¿Vas a llevarme hasta China para que me cure el mentado Leo ese? – Le digo estupefacta. Esta vez una almohada me golpea a mí en la cabeza.
-      Creo que las manchas esas te penetraron el cerebro ¿me dejas continuar?
-      Adelante. –Le dijo enfurruñada.
-      Leo es aparte un hábil cirujano, le invitaron a dar cursos, seminarios y ponencias y todo eso sobre las nuevas técnicas que él usa para evitar pérdidas innecesarias de sangre, creo que inventó un aparatito…
-      Ve al grano por Dios. –La apremió al ver como divaga.
-      Ah sí, pues está aquí desde hace un mes y como es médico especialista también en medicina oriental pues ha atendido a algunas personas pero solo por recomendación, es el amigo de Ángel del que tanto te he hablado y tú ni caso me has hecho.
-      He estado ocupada…
-      Sí, con tu nuevo negocio de muebles decorados a mano. Lo sé perfectamente, así como sé que has trabajado tanto que mira, enferma por ello. –Me reprocha.
-      No sabía que tendría una reacción alérgica a uno de los materiales que uso para decorar en los muebles.
-      Tienes un empleado ¿Por qué no lo pusiste a él?
-      Porque la que pinta y hace los dibujos por los cuales me ha ido tan bien últimamente soy yo y dudo mucho que Aura sepa escribir correctamente, mucho menos la pondré a dibujar. – Aura es una adolescente que simplemente toma recados y atiende el teléfono, está a tiempo parcial y solo cuando tengo demasiadas cosas que hacer.- Además he usado ese producto siempre, no entiendo qué pasó ahora.
-      Tu piel se cansó. Trabajas demasiado. Vamos, ponte algo decente e iremos a ver a Leo.
-      No iré a ver a un chino a que me ensarte pinchos. –Digo y me atrinchero en la cama.
-      No es chino. – Dice Phoebe mientras tira de la sabana con la que me cubro.
-      Japonés, tailandés… lo que sea ¡No iré!
-      Tampoco es nada de eso.
-      ¿Vietnamita entonces? – Insisto bajo el refugio de la sabana.
-      Es una mezcla, una que hace que las chicas volteen a verlo, las mujeres se le lancen y las ancianas lo quieran por lo menos de nieto.

Eso hace que saque la cabeza de mi escondite.
-      ¿Una mezcla?
-      Inglés por parte de padre y coreano por parte de madre. El resultado es digno de verse…. Créeme.

Me siento en la cama y escucho con interés, estoy enferma es cierto. Pero, la cultura asiática siempre me ha llamado la atención, un día iré y recorreré todo lo que pueda ese continente. Lo curioso es que últimamente los asiáticos los he visto desde otro ángulo, bueno, no últimamente, tengo años viéndolos con ojos lujuriosos (No a todos, que no estoy ciega, solo a los buenorros que los hay y muchos) ¿Qué donde los veo? Bueno, en películas, videos de música y doramas… sí, soy una friki, una calladita (Excepto con quienes comparten mis gustos) pero friki. Debo añadir que mi preferencia va hacia un pequeño país, que no es Japón, que no es China, es Corea.

-      Prosigue. – Digo aparentando tranquilidad. No es que la idea de conocer a alguien guapo esté por arrancarme de la cama, soy superficial a veces pero no tengo tiempo para tonterías, es la idea de ver algo directo de uno de mis países favoritos, y mezcladito mucho que mejor. Mi yo interior sonríe recordando mi mezcla favorita: Daniel Henney. Casi babeo al recordar.
-      Sabía que tendría tu atención. – Dice Phoebe sonriendo con suficiencia y yo aprieto los puños para no aventarle lo que tengo a mano, la lámpara en el buró luce tentadora. La muy ingrata me conoce, ha visto uno que otro dorama conmigo y solemos babear juntas. Pero desde Ángel nuestros babeos han sido reducidos ya que esos dos suelen pasarse el tiempo uno encima de otro.
-      Si crees que solo porque está guapo saldré de aquí.
-      No, sé que pasas de muchas cosas últimamente. Pero también sé que podrá contigo la curiosidad y querrás verlo y si te cura mucho que mejor. ¿A qué quieres oírle hablar en coreano? ¿A que sí? A lo mejor y te deja decirle Oppa. – termina con una enorme carcajada y muy a mi pesar sonrío.
-      No le diría Oppa aunque de ello dependiera mi vida, ya no tengo edad para cursilerías, pero sí tengo curiosidad.
-      Es guapo.- Me asegura entusiasmada porque lo conozca.
-      Ajá. –Digo levantándome con cuidado. Es curioso, soy consciente de las malditas ampollas ahora y no cuando forcejeé con la loca de Phoebe. –Simplemente es lo más cerca que probablemente estaré de Corea, triste sí, pero me conformo y me muero de curiosidad.
-      Lo sé. –Dijo mi amiga con otra de esas sonrisitas sabihondas y claro, le dirigí otra mirada asesina. Lo que no sabe es que soy inmune a la testosterona por mucho que venga envuelta en delicia coreana.
¿Había dicho que era inmune a la testosterona? Já, já y más já.
Creo que a las mezclas donde se incluye una parte coreana no lo soy. Mi ingenio, astucia e inteligencia que yo aseguraba tenía en cantidades suficientes se fueron, lo vi y me quedé muda. No ayuda el que en estos momentos toda yo sea el equivalente a una bolsa gigante de esas que traen bolitas que sirven para proteger productos delicados y de la que suelo ser adicta a destripar.
Al menos voy cubierta de pies a la cabeza con unos jeans y sudadera negra manga larga, llevo la capucha de la misma sobre la cabeza, lentes negros y cubre boca. Parezco asesino serial.
En cuanto Leo había abierto la puerta del departamento donde se queda mientras está aquí, me quedé estática, a lo lejos oí a Phoebe saludarle alegremente, él le sonrió y me observó con suprema curiosidad y diversión.
¿Había dicho que jamás le diría Oppa a nadie?
Como una zombie quiero extender los brazos y decirle: Oppaaaaaaaaaaaaa.
Es alto, complexión media con unos increíbles hombros anchos, su torso por lo que permite ver su camisa está debidamente trabajado, su cabello negro es corto pero un mechón suele caer sobre sus ojos a juzgar por el tic que tiene de apartárselo de la cara, su piel está bronceada, por todo el parloteo de Phoebe sé que ha estado todo su tiempo libre en la playa, no tiene rostro delicado ni femenino pese a sus pómulos delineados, es tremendamente varonil, sus ojos son rasgados pero no pequeños, tiene pestañas largas y una boca que pide a gritos que la besen.
-      ¿Nat? – Oigo que me dice Phoebe. –Creo que tiene ampollas en los oídos también. –Dice riendo y eso me hace reaccionar y lanzo un nada femenino resoplido, bien Nat, bien.
-      ¿Eso es cierto? – Me dice él y doy un paso atrás. Malditos doramas, me habían arruinado para cualquiera que no fuese como los protagonistas que allí aparecen y ahora, me topo con uno salido de mis más febriles fantasías y no contenta la perra vida me lo pone enfrente con una de esas voces que derriten las rodillas y te dejan como helado al sol. Y si digo que la vida es perra es porque me lo pone enfrente justo en uno de mis peores momentos.
-      Vámonos. – Atino a decir y emprendo la retirada cuando Phoebe me detiene.
-      Tengo la teoría que tiene ampollas en la cabeza también. – Explica al bombón y este tira la carcajada, se me pone la piel de gallina al oírlo ¿estaré entrando en la menopausia? Solo eso explica el alboroto hormonal que tengo, pero si me faltan muchos años aun para eso, no entiendo, la medicina que tomé, eso, eso ha de ser. Debo botarla nada más llegue, no tengo tiempo ni energía para sensaciones de este tipo.    
-      Pasen por favor.- Dice con esa voz y yo gimo audiblemente por las sensaciones que despierta en mí con ese timbre tan sexy, mientras la loca que tengo como amiga me arrastra dentro. -¿Estás bien? –Me pregunta de inmediato.
-      Phoebe me lastimó.- Miento. Definitivamente quemaré esa medicina y aparte borraré de mi disco duro todos los doramas habidos y por haber que tengo allí aunque sean chocorrientos mil, me han convertido en esto ¡malditos sean!
-      ¿De verdad? –Dice la aludida y veo como entrecierra los ojos sospechando. – No te quejaste hace un rato cuando me hiciste esa llave de lucha libre y me enterraste la cara contra el colchón.

Él dirige su mirada de nuevo hacia mí y trago saliva, me sonríe con esa diversión que ya había percibido desde que entramos y veo estrellitas y todo. A Dios gracias por los lentes de sol.

-      Me tenía que defender aunque me doliera. – Exclamo ofendida o aparentando estarlo. Phoebe resopló de la misma manera que yo momentos antes. Y Leo era la viva imagen de estárselo pasando bien a costa nuestra.
-      Siéntate por aquí, voy a examinarte. ¿No pertenecerás a la liga de lucha libre femenil verdad? – Dicho eso tropecé de la impresión, ¿examinarme? ¿Qué le dejara ver mi cuerpo cubierto de manchas? ¡Pero si soy un dálmata de manchas rojas! Y allí estoy, tropezando nada elegantemente y cayendo hacia adelante. No me doy contra la mesita de centro de la sala solo porque dos fuertes manos me detienen de la bochornosa caída. Vuelvo a gemir, solo que esta vez de vergüenza. Me levanto y me sacudo sus manos, lo sé, me veo supremamente grosera pero es que soy el colmo de todos los males, me siento tonta y fea y quiero irme.
-      Gracias. – Digo escuetamente.
-      Por nada. – Responde con suavidad y amabilidad infinita en la voz y me siento horrible. – Siéntate por aquí. – Me señala un banco alto y frunzo el ceño, subirme allí me hará consiente del picor en mi cuerpo.

Voy hacia donde me indica con paso lento y me quedo viendo y pensando como diantres subirme sin que se me note el esfuerzo. Phoebe no hace intento de ayudarme y me siento tentada a arrojarle el banco, ando agresiva pero es que la perra vida ya me tiene harta al menos por el día de hoy. De pronto me veo en los aires y en menos de tres segundo estoy sentada. Él me ha levantado y con sumo cuidado y rapidez me ha dejado en el banco.

-      ¿Podrías quitarte toda esa armadura que traes? – Me dice sonriendo.
-      ¿Qué? – Digo aun atontada por lo que acaba de pasar.
-      Que te quites las gafas, la capucha esa, el tapabocas… - Dice Phoebe burlándose de mí y la corto con un gesto de mi mano (No hice el gesto grosero porque sería quedar peor, aunque ganas no me faltaron) con manos temblorosas bajo la capucha, escucho como Phoebe exclama impaciente que me quite todo así que tercamente me dejo las gafas y el cubre boca y cansada de todo y actuando como niña de cinco años me cruzo de brazos. Para mi consternación veo y oigo a Leo partirse de risa.
-      Eres todo un caso ¿verdad? – Dice aun riendo.
-      Eso suelen decir. – Resoplo. Sé que estoy amparándome en mi malestar físico y mental para no seguir cayendo rendida con este bombón. Mis hormonas quieren seguir bailando y lo cierto es que aunque no las tengo del todo controladas, el ir semi cubierta me ha ayudado a dos cosas:
1.- A que no se vea cuanto me ha afectado este hombre.
2.- ¡A ocultar mi fealdad producto de las manchas claro está!
Pego un brinco en el asiento cuando lentamente me quita las gafas, observa mis ojos y con esa misma lentitud que ya me está poniendo la carne de gallina y sin dejar de verme me quita el cubre boca, ¡Madre mía! Sin la barrera de las gafas es muchísimo más guapo y ¿Por qué rayos todo lo que hace es tan malditamente sexy? Trago saliva sin darme cuenta y siento que me pongo completamente roja. 

4 comentarios:

  1. TE AMODORO LO SABES!!! Odio a los médicos, pero este me cae supremamente bien!!! Y sí perra vida, pero tampoco puedo quejarme Tanto tengo amigas fabulosas, en este momento estoy llena de risas gracias a una...Y QUIERO MAS, esta vez tu vida corre riesgo si no sigues JJ, LO SABESSSSSSSSSSSSSSSSS.
    Y definitivamente no parecía dalmata!!!

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  2. Tengo... miedo...
    Que alguien por favor me diga si ya esta terminada... o voy a quedar mordiendome las uñas? :S
    Compasión!...

    Lu

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    Respuestas
    1. Yo sólo puedo decir que leas tranquila que esta semana aniversario trae sorpresas....

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    2. Geniaaaaaal!!!
      Gracias Nata!

      Lu

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