lunes, 12 de septiembre de 2016

MH (Micro Historia) "Una cosita de nada"

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-      ¿Estarás contento supongo? – Le pregunté mientras lo observaba. Tenía media cara ensangrentada, el pómulo izquierdo empezaba a hincharse, lo mismo que la frente de dónde provenía el corte que manaba toda esa sangre que le cubría el rostro. Lo vi sonreír ufano y me encendí de furia. Me había prometido que no volvería a pasar, que no me importaría en lo que se metía, lo que hacía y dejaba de hacer. Cuando supe lo que pretendía hacer no había dicho nada por primera vez y he aquí los resultados, lo que sin duda alguna sabía que pasaría, pasó. Apreté los labios para detener la ráfaga de insultos que se merecía. - ¿Qué haces aquí?  - Le espeté cortante.
-      Creo que necesito unos puntos, una cosita de nada. –Dijo tranquilamente.


-      ¿Acaso soy tu enfermera particular? – Apreté esta vez los puños para impedirme lanzarle algo. Al verlo sonreír seguro de que le ayudaría quise gritar, reuní todas las fuerzas habidas y por haber dentro de mí, ya estaba cansada de ser un libro abierto para él. De que notara cuanto me afectaba todo lo que concernía a su persona. De que supiera con facilidad pasmosa que podía hacer de mí lo que quisiera. Es lo que hace el amor, nos vuelve idiotas. Yo era su idiota. Pero ya no, me lo había jurado después de la última humillación.
-      Es solo un favor de nada. –Me miró con ojos inocentes y yo me di la vuelta, aún era demasiado pronto para ser lo suficientemente valiente para resistirme a él, a sus miradas, a sus palabras, a sus acciones, a todo. Me puse a ordenar el estante de medicamentos infantiles. Si es que se pudiera llamar ordenar, arrojaba con fuerza las cajas y demás potingues.- Vas a romper algo. – De pronto estaba detrás de mí y pegué un respingo. Me volví y tomé un pañuelo de papel del mostrador.
-      Límpiate. – Le dije y me aparté enseguida. – Te ves horrible.
-      A las chicas les encantan las cicatrices. – Retrucó mientras se limpiaba o intentaba hacerlo, quedó peor.
-      No a todas. – Y le lancé toda la caja de pañuelos.
-      El otro quedó peor, en serio…
-      No te he preguntado nada.
-      Tenía que hacerlo y lo sabes. – Insistió mirándome fijamente al tiempo que tomaba más pañuelos y se los pasaba por la cara.
La intensidad de sus ojos verdes siempre me ponía de los nervios, me sudaban las manos, me aleteaba algo en el estómago…
-      ¿Qué parte de no me importa no entiendes? – Al ver que seguía sangrando le dije: -Mejor lávate el rostro, es caso perdido que intentes arreglar eso solo con pañuelos.
-      Tienes que coserme pequeña.
-      No uses esas palabras conmigo por favor. Mira allí –Le señalé el tablero donde decía los precios por los servicios del consultorio. – Eso te sale limpiar y coser una herida ¿Tienes dinero?
-      Sabes que no. –Y le vi apretar los dientes enfadado.
-      Entonces lárgate. – Le dije sin inmutarme, aunque por dentro quería correr y atenderle, pero ya había llegado a mi limite en cuanto a este chico.
Sus ojos se agrandaron y su cara de sorpresa inmensa a su vez me sorprendió a mí. ¿Qué esperaba? ¿Qué fuera su humilde y fiel servidora toda su condenada vida? Eso me dio fuerzas para no ayudarle.
-      ¿Quién eres tú y donde está Charly? – Dijo acercándoseme.
-      Charlotte. Me llamo Charlotte. Y no soy enfermera, solo atiendo la farmacia del Dr. Murray. Si, ya sé que puedo costurarte sin problemas pues él me ha enseñado, pero ya basta Cameron. En serio, ya basta. Me hablas y sabes de mi existencia solo cuando me necesitas, lo que se reduce a que te limpie y costure las heridas, a que te de medicamentos, a que te ayude con las tareas y mejor no sigo, ¡vete ya! – Me fui al almacén esperando que me hubiese hecho caso pues estaba por soltar el llanto.
-      Lo siento. – Dijo nuevamente detrás de mí, ¡Diablos! Era malditamente sigiloso. Esta vez no di un respingo, solo suspiré. Sabía que era un completo incompetente cuando yo me le escapaba a su control, en pocas palabras cuando no hacia lo que me pedía. Cosa que rara vez pasaba, si hablamos de estupideces las mías eran legendarias y todas por él.
-      Yo también, pero vete, en serio por favor…
-      En serio lo siento. – Repitió y su voz me transmitió que realmente lo sentía, o quizás era el corazón traicionero que me hacía ver cosas donde no las había. – Si no quieres no volveré a trabajar para Harris.
Eso me sorprendió enormemente, pero conociendo su naturaleza astuta entrecerré los ojos al tiempo que me volvía a enfrentarlo. Vi su cara tranquila y aparentemente sincera. Ni siquiera éramos novios, no sabía qué clase de relación teníamos, no tenía sentido me prometiera algo así a mí, la nerd, la perteneciente al grupo X de la escuela, es decir la chica de la que nadie sabía nada porque no había nada que saber, excepto que sacaba buenas notas (lo cual es irrelevante para la mayoría en el Colegio o al menos al que iba) que trabajaba medio turno en la farmacia y consultorio del Dr. Murray que aspiraba a ser Doctora algún día (Lo cual igual no le importaba a nadie) y que por azares de la vida después de costurarle un brazo a Cameron Ford un día que no estaba el médico me nombró su enfermera particular a juzgar por la cantidad de veces que le había atendido. Lo miraba más en el consultorio que en la escuela, y cuando sí que lo veía en el Colegio, cuando nos topábamos por el pasillo yo fingía que no lo veía, me iba por otro lado, o simple y sencillamente lo ignoraba, nunca se me pasó desapercibida su sonrisa divertida al ver que yo hacía como que no existía. No pretendía pelearme por sus atenciones con las chicas de toda la escuela, su imagen de chico malo las atraía como moscas y aunque yo me moría por él me conformaba con mi dosis de Cameron Ford a la que podía aspirar. Primero en el consultorio, después ayudándole con sus tareas en mis ratos libres en la mesa que había en el almacén, mintiéndole a su madre y a su vez teniendo la oportunidad de ser invitada a las barbacoas de los Cameron algunos fines de semana, era patética, soberanamente patética.
-      Amas el combate Cameron, Harris es el mejor patrocinador de peleas clandestinas. ¿En serio piensas que voy a creerte? ¿Qué vas a dejar de pelear solo porque me niego a costurar tu maltrecho rostro?
-      Eso espero sí, que me creas…
-      Podría hacerlo si no conociera tu rostro y sus mil facetas. Me dices eso solo para que te costure, no tengas que dar explicaciones en el Hospital y luego vayas a decirle a tu madre que tuviste un accidente de moto (el séptimo en cinco meses) y me pongas como testigo de ello sabiendo que tu madre a mí sí me creería.
-      ¡Rayos! – Siseó perdiendo la compostura. – ¡Charly…Charlotte te juro y perjuro lo que quieras, te daré lo que desees, tan solo costura esto!
-      ¿Me darás lo que quiero? – Dije acercándome a él.

-      ¡Por supuesto! – Sus ojos brillaron seguros por saber que conseguiría lo que quería. Yo sonreí triste, esta iba a ser mi despedida de Cameron Ford, no podía seguir así. Me estaba afectando ya incluso con mis notas. Soñaba despierta demasiadas veces, no podía dormir pensando en él, en que como podía hacer que me amara como yo a él. Anhelando verle y odiando que fuera porque llegaba todo magullado, ensangrentado y cortado al consultorio. Odiando mentir y odiando que me buscara solo porque le convenía. Mis calificaciones eran todo para mí si quería aspirar a entrar a la carrera de medicina, si seguía así perdería la beca y ya me veía confinada a trabajar en esta farmacia por siempre.
-      Vamos a dejar esto Cameron. –Al ver su cara confundida tuve que explicarme, después de todo no estaba terminando un noviazgo sino mi agonía. – Esto. – Repetí buscando las palabras. – No quiero seguir mintiéndole a tu madre y como mi amigo que supongo eres no puedo soportar seguir viendo cómo te machacas a golpes. – Y mi enamoramiento por ti me está arruinado mi poco fascinante vida. – Supe que Laura Jones trabajará pronto aquí – Era cierto. El padre de Laura se lo había aplicado como castigo por sus estratosféricos gastos con su tarjeta de crédito según me había dicho el Dr. Murray y ahora iba a tener que soportar la compañía de la chica más horrible (en cuanto a personalidad porque de lo demás era preciosa la odiosa esa) de la escuela, la que parecía era la última conquista de Cameron por cierto. El Doc no me había corrido del trabajo, pero yo le había pedido vacaciones mientras Laura trabajara allí que a lo mucho yo consideraba un mes o algo así. – Me iré de aquí. – No pretendía volver aunque le había dicho al Doc que sí, ese mes buscaría otra cosa algo lejos del radar de Cameron, algo que no fuera una farmacia o un consultorio.
-      ¿Te corrieron por ella? – Preguntó furioso, realmente furioso.
-      Claro que no. El Doc me dio vacaciones pero no volveré Cameron, buscaré algo mejor y quizás más cerca de casa, tomo dos autobuses para llegar aquí y lo sabes. –No me había importado nada desde que le atendía a él. Estaba a punto de renunciar cuando llego Cameron herido y el resto es historia.
-      Pero, ¿pretendes que la inepta de Jones me atienda a partir de ahora? – Preguntó estupefacto y me eché a reír.
-      Dicen que tiene muchas habilidades quizás te sorprenda Cameron. – Oí que alguien llamaba en la farmacia y fui al mostrador. Era John y deseé que me gustara, era tranquilo, usaba lentes pero no era nada feo y solíamos platicar sobre muchas cosas. El pobre padecía de asma y solía ir por su inhalador, la verdad es que no entendía cómo es que se los acababa tan pronto, quizás estaba peor de lo que parecía. – Hola John. – Le sonreí. - ¿Un inhalador?
-      Sí. Ya sabes… esta enfermedad horrenda. – Tosió un poco y aunque me pareció forzado le volví a sonreír y fui por el producto.
-      ¿De qué se supone estás enfermo James? – Dijo Cameron desde el vano de la puerta que llevaba al almacén.
-      Soy John no James. – Acotó tenso y nervioso. – Tengo asma.
-      Déjalo en paz Cameron. – Me acerqué con el inhalador a John.
-      Si tienes eso, ¿cómo es que has hecho las pruebas para entrar al equipo de futbol? – Disparó Cameron y yo me giré sorprendida a John que empezaba a ponerse rojo.
-      Por Dios, ¿es que quieres morir? Tú no deberías… No estás enfermo ¿verdad? – De pronto entendí todo.
-      No. – Aun estaba rojísimo. Si mentía por verme, se me hacia la cosa más dulce del mundo.
-      Entonces… ¿Por qué? – Pregunté aun no creyéndome que un chico hiciera eso por mí.
-      No encontraba otra forma de verte.
-      Eso es patético. – Gruñó Cameron y yo le callé con la mirada.
-      Siempre podías venir, en las tardes no hay mucha gente. – No es que estuviera interesada en John, solo que lo entendía perfectamente. Si él era patético yo lo era mil veces más. La verdad me había conmovido. - ¿Cuánto gastaste?
-      No sé, no importa. – Dijo incómodo y eso también se me hizo adorable.
-      ¿Quieres que vayamos por un helado después de mi turno? – Ofrecí, sería la oportunidad para decirle de la mejor manera que me gustaba como amigo y no como nada más, tampoco iba a herirle. Cameron se giró hacia mí como un rayo y vi su rostro sorprendido. - ¿Qué? ¿Es que no pueden las chicas invitar a un chico por un helado?
-      Acepto. Vengo por ti. – Dijo John y despareció.
-      ¿Estás loca? Ni siquiera sabes quién es y vas y te le ofreces en charola de plata. – Me dijo caminando hacia mí, era obvio que estaba molesto, el porqué era un misterio en el cual prefería no ahondar a riesgo de ilusionarme, para luego darme de bruces contra la realidad. Cameron era posesivo con todo aquello que le importara o beneficiara, yo entraba en la segunda categoría, claro. 
-      Ofrecí un helado, no mi cuerpo. Calla y siéntate. – Le ordené. En algún momento él me había dicho que después de su madre yo era la segunda persona a la que tenía cierta tendencia por hacer caso, véase bien las palabras: cierta tendencia. La cual solía reducirse a cero tendencia. Vi su renuencia. - ¿Quieres que te cure o no? – Se sentó de mala gana con los brazos cruzados. Ver sus músculos torneados pese a que ni siquiera llegaba a los 18 años siempre hacía que se me secara la boca, esta vez no pasó. John me había mejorado el día y me había dado en qué pensar.
-      ¿En serio vas a salir con él? –
Me acerqué a su cara y lo inspeccioné.
-      Estás hecho un desastre. – Tomé lo necesario y empecé a limpiarlo de verdad.
-      Te hice una pregunta. – Insistió. Yo simplemente me concentré en la tarea.
-      Mínimo serán unos tres puntos. ¿Te has vuelto peor peleando?
-      ¡Respóndeme maldita sea Charly! – E hizo amago de pararse. Claro, con su estatura fácilmente podía intimidar a quien quisiera. Se lo impedí poniéndole una mano en el hombre y devolviéndole al asiento.
-      Si sigues moviéndote y hablando voy a dejarte una cicatriz que no veas… a ninguna chica le gustará. Y sí, iré por ese helado.
-      No vas por el helado, vas por él. – Vi cómo se iba incrementando su enojo.
-      No veo como eso puede afectarte. Voy a inyectar la zona así que cállate. – Lo vi apretar los labios, sabía que no era por el dolor. Empecé a coser poco después. – John siempre ha sido amable y lindo conmigo. – Dije simplemente para quitarle hierro al asunto, no pretendía seguir en esta rara relación con Cameron pero no quería que quedáramos como enemigos.
-      Lindo y amable, las dos palabras que todo hombre quiere que le adjudiquen. – Dijo Cameron con sarcasmo.
-      Voy a tomar un helado no a casarme con él. – Vi como Cameron se tensó y paré de coser. - ¿Te he hecho daño? – Pregunté buscando su rostro.
-      No.
-      Estás sacando las cosas de quicio solo porque ya no estaré aquí para coser tus desastres y temes por como lo haga Laura ¿no?
-      Laura no podría hacer nada de esto aunque de ello dependiera su vida. – Siseó.
-      Estoy de acuerdo. – Dije sonriente.
-      ¡Y aun así me dejas con ella!
-      Puede coserte el Doc, nunca me ha hecho preguntas de nada cuando ha visto que te he cosido.
-      Porque lo tienes en la palma de tu mano.
-      Porque es discreto, por eso. – Seguí cosiendo. Era lenta, lo sé. Pero lo que menos quería era arruinarle el apuesto rostro. No sería para mí, pero tampoco iba arruinarlo para nadie más por mucho que me doliera no tenerlo.
-      He visto las miraditas que te lanza. Te ve el trasero descaradamente cuanto tú no te das cuenta. – Soltó de golpe con rencor.
-      ¡Claro que no! – Y lo pinché si querer.
-      ¡Ay!
-      ¡Tú tienes la culpa!
-      Si nunca te dije es porque sé que no se atrevería a decirte o hacerte nada.
-      ¿Y tú como sabes eso? – Terminé y busqué una gasa pensando en sus tonterías tan sacadas de contexto.
-      Porque yo mismo le dije que lo haría pedacitos si se atrevía a ponerte una mano encima.
-      ¡Qué tú que! Estás loco en serio que lo estás. Toma y vete, mejor vete. – Le grité lanzándole la gasa y él la tomó al vuelo. Estaba furiosa realmente furiosa. - ¿Cómo te atreves? Es un milagro que no me haya despedido.
-      ¡Ya te dije porque! ¡Lo tienes comiendo de tu mano! A él, al idiota que fingió una enfermedad, ¡A mí! – Se quedó callado en cuanto soltó lo último. Como si él mismo se sorprendiera de lo que acababa de decir.
-      Vete… - Repetí, eso ultimo había dolido. Lo único en que podía pensar es que estaba usando lo que sentía por él como arma para conseguir lo que quería. Sabía que él tenía idea de mis sentimientos y prefería ignorarlos por el bien de ambos. Pero ahora esto…
-      ¡Es verdad, es verdad! – Exclamó desesperado.
-      Eres ruin. – Susurré alejándome un paso de él.
-      ¿Por qué? ¿Un pobre diablo como yo no tiene derecho a alguien como tú? – Dijo con una mezcla de furia y dolor. Me tapé la boca con la mano aun sin entender de que iba todo eso. Mi corazón y mi mente estaban bloqueados, no podían creer que Cameron Ford hablara en serio. Negué con la cabeza a sus palabras de todas formas.
-      No te entiendo. – Atiné a decir.
-      ¿Qué no entiendes? –Dijo aun exaltado. - ¿Crees que no podría ir a otro lado a que me curaran? ¿Qué soy tan idiota que no puedo con mis tareas? ¡Hay montones de sitio donde me pueden curar Charly! Harris tiene dos médicos a su servicio. Paso los exámenes sin estudiar siquiera. Las tareas las hago contigo porque me permite verte más tiempo, sería más fácil si no me ignoraras en la escuela. –Bufó -Vengo a que me cures tú porque es la única manera en que sé que me pondrías las manos encima. Sé que desprecias lo que soy, lo que hago. Pero necesito el dinero, no voy a ser un pobre diablo toda la vida. Aspiro a más. Aspiro a tenerte. Y sí, quizás soy un pobre idiota que solo se ilusiona con lo inalcanzable, pero…
-      Eres un idiota. – Dije en shock, me acerqué y le di una bofetada. Él me miró también en shock. – No ves lo que tienes frente tuyo ni aunque te arrollara con la fuerza de un tren. – Lo vi tocarse donde le había golpeado y se me llenaron los ojos de lágrimas. – Oh Dios, lo siento. – dije y me lancé sobre él, me puse de puntillas poniendo mis brazos en su cuello. – Idiota. – Dije antes de besarlo.
Diez años después.
-      ¿Mi idiota?  ¿Quién es? – Exclamó mi compañera tapándose la boca para que no se oyeran sus carcajadas por el pasillo. Había visto la pantalla de mi móvil en cuanto lo saqué para atender la llamada.
-      Mi esposo. – Dije con una sonrisa de medio lado mientras contestaba.
-      Voy por ti. – Me dijo Cameron al otro lado de la línea.
-      Perfecto, mi turno acaba de terminar.
-      Cariño… - Dijo titubeante y todos mis sentidos se pusieron alerta.
-      ¿Sí?
-      Necesito que me hagas una cosita de nada en la cara. – Me lo dijo suavemente, demasiado suavemente.
-      ¿Ah sí? ¿Qué te pasó mi vida? – Le contesté con la misma suavidad conteniendo la retahíla de cosas que quería decir.
-      Estaba con los muchachos y pues ya sabes…

Cameron se había hecho un profesional del Kick boxing antes de la universidad, había competido al máximo nivel también y habiendo ganado todo lo que había que ganar lo había dejado. Por supuesto no me refiero solo a títulos sino a dinero. Había llegado al nivel profesional y económico que quería, había ingresado a la universidad cuando yo estaba por la mitad de mi carrera y daba la casualidad que el hombre no era listo, era brillante. El caso es que habíamos terminado al mismo tiempo, yo en medicina y él en derecho y juntos entramos a nuestras especialidades, yo pediatría y él derecho penal. Después de que todo se hubiera aclarado entre nosotros esa tarde, habíamos peleado inmediatamente después ya que me negué a cancelarle a John, tenía que aclararle las cosas. Desde entonces decía que odiaba el helado pues le recordaba mi “traición”. En realidad después de eso peleábamos pero solo por cosas realmente serias e importantes, como mi deseo de que no entrara profesionalmente a pelear, batalla que él ganó. Su deseo de comprarme una clínica privada para ejercer, batalla que yo gané pues trabajo en un hospital público y en general la vida nos bendijo con el hecho de que pudiera retirarse sin problemas graves de salud. La batalla de cuando casarnos, él había querido que lo hiciéramos después de ganar su primera lucha profesional, me negué, éramos demasiado jóvenes, siguieron algunas otras discusiones al respecto hasta que me dijo que se había quedado embarazado y tenía que tomar la responsabilidad, después de morirme de la risa por muchos minutos le dije que sí, esa batalla la ganamos los dos. Claro, él seguía yendo al gym y seguía teniendo ese cuerpo de Adonis, seguía provocando suspiros en el género femenino y a mí gruñidos de impaciencia al ver las miradas hambrientas de esas mujeres. Y claro, seguía practicando el Kick boxing solo para mantenerse en forma como solía decirme, aunque siempre le echaba la bronca cada que terminaba con moratones o cortadas.
Lo vi entrar y vi las miradas que levantó a su paso, aun vestido de traje todo él era fuerza y vitalidad, ese corte en el pómulo no hacía más que darle la imagen de hombre sexy y rudo, rodé los ojos al ver las miradas y oír los suspiros de varias enfermeras.  En cuanto me vio extendió los brazos y se apresuró a tomarme entre ellos y darme una vuelta antes de darme un beso y bajarme al suelo.
-      Nada te librará de lo que te espera por llegar así. – Le dije entre dientes disimulando al saber que muchos nos observaban.
-      Lo sé cariño. – Sonrió.
-      ¿De quién es esa cara? – le dije fingiendo sonreír y mirándole a los ojos.
-      Tuya. – Dijo de inmediato.
-      Entonces ¿Por qué me la traes así? – Siseé.
-      Me tomó desprevenido. – Dijo con reproche hacia sí mismo.
-      ¿A ti? Pero como… - Pregunté incrédula.
-      Peleaba con Walter y me dijo que te había visto en el hospital riéndote con un hombre y luego me soltó: creo que era el Doctor Murray, con quien ella solía trabajar, me distraje y me atinó en la cara.
-      Pobrecito. – Dije rápidamente. –Vamos que te curo. – Le tomé de la mano y lo guie. Para cuando llegamos a donde le iba a curar ya venía con mirada seria.
-      Así que si es cierto, estabas hablando con el tal Murray.
-      Creo que mínimo serán dos puntos. – Dije buscando lo que necesitaba.
-      ¿Vino aquí? – Preguntó.
-      Te coseré de tal manera que no te quedará ni rastro. – Mencioné alegre evitando su mirada.
-      Charly… te hice una pregunta.
-      No te muevas, que te pongo la anestesia. – Se calló solo un segundo.
-      Charly… - Insistió.
-      Sí, aquí estuvo y sí lo vi. – Dije limpiando la herida a conciencia. Lo oí gruñir. – Oh perdón, ¿te lastimé?
-      Sabes que no. No te quiero cerca de ese tipo.
-      Lo sé. Pero, ¿no crees que exageras? Se casó hace siglos, tiene dos niñas y lo vi porque soy doctora de ellas.
-      Habiendo decenas de hospitales y cientos de pediatras que causalidad que seas tú su doctora…
-      No te pongas troglodita. – Otro gruñido.- Solo tengo ojos para ti. Lo sabes perfectamente. – Sentí sus manos en mi cintura y le pegué en los brazos pues no iba poder hacer bien mi trabajo. – Cameron… nos van a ver.
-      ¿Y qué? Solo soy un hombre demostrando cuanto ama a su esposa. Eres mi mujer.
-      Desde hace diez años sí. Y yo no me pongo cavernícola cuando las mujeres se te tiran a los pies.
-      Porque solo tengo ojos para ti. Soy tuyo desde siempre. – terminé como pude y puse mis manos en su cuello. – Aunque legalmente solo tomaste la responsabilidad hace cinco años.
-      Lo sé. – Lo besé como siempre, con ansias, con deseo, con todo mi amor… - También te amo.
-      Pero no vuelvas a ver a ese tipo porque… - Lo callé con otro beso entre risas.
-      Entonces tú no vuelvas con un corte o un moratón.
-      Pero si es una cosita de nada…
-      Oh, cállate.- Y entre risas seguimos besándonos. Jamás nada sería con él una cosita de nada.







7 comentarios:

  1. AYYYY SISSSSSSSSSSSSSSS! Gracias por volver, amé la HC! Es que sabes que los chicos malos, las historias de infancia y esos amores son mi debilidad. ¡Y los ojos verdes! Amé cada segundo, extrañaba leerte....

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  2. Que bueno que te gustó sis, aunque fue cosita de nada pero algo es algo... besosss

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    1. Ayy sis, tus "cositas de nada" son geniales, no te cuento las de "algo" sabes que amo como escribes...Y tus chicos sexys, siempre me enamoran

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  3. Me gustó mucho y me sacó alguna que otra sonrisa. Gracias.
    Besos

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  4. Que cosita de nada más encantadora!
    Naaada como una MC con final que suena a final jajaja jk
    Gracias por compartir J.J!!

    Lu

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  5. Que ternura de histotiecita... es cierto a veces las cicatrices causan un tal no sé que en las mujeres ������..... Gracias J.J por hacerme pasar un buen ratito

    Lari

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