-
¿Estarás contento supongo? – Le pregunté
mientras lo observaba. Tenía media cara ensangrentada, el pómulo izquierdo
empezaba a hincharse, lo mismo que la frente de dónde provenía el corte que
manaba toda esa sangre que le cubría el rostro. Lo vi sonreír ufano y me
encendí de furia. Me había prometido que no volvería a pasar, que no me
importaría en lo que se metía, lo que hacía y dejaba de hacer. Cuando supe lo
que pretendía hacer no había dicho nada por primera vez y he aquí los
resultados, lo que sin duda alguna sabía que pasaría, pasó. Apreté los labios
para detener la ráfaga de insultos que se merecía. - ¿Qué haces aquí? - Le espeté cortante.
-
¿Acaso soy tu enfermera particular? – Apreté
esta vez los puños para impedirme lanzarle algo. Al verlo sonreír seguro de que
le ayudaría quise gritar, reuní todas las fuerzas habidas y por haber dentro de
mí, ya estaba cansada de ser un libro abierto para él. De que notara cuanto me
afectaba todo lo que concernía a su persona. De que supiera con facilidad
pasmosa que podía hacer de mí lo que quisiera. Es lo que hace el amor, nos
vuelve idiotas. Yo era su idiota. Pero ya no, me lo había jurado después de la
última humillación.
-
Es solo un favor de nada. –Me miró con ojos
inocentes y yo me di la vuelta, aún era demasiado pronto para ser lo
suficientemente valiente para resistirme a él, a sus miradas, a sus palabras, a
sus acciones, a todo. Me puse a ordenar el estante de medicamentos infantiles.
Si es que se pudiera llamar ordenar, arrojaba con fuerza las cajas y demás potingues.-
Vas a romper algo. – De pronto estaba detrás de mí y pegué un respingo. Me
volví y tomé un pañuelo de papel del mostrador.
-
Límpiate. – Le dije y me aparté enseguida. – Te
ves horrible.
-
A las chicas les encantan las cicatrices. –
Retrucó mientras se limpiaba o intentaba hacerlo, quedó peor.
-
No a todas. – Y le lancé toda la caja de
pañuelos.
-
El otro quedó peor, en serio…
-
No te he preguntado nada.
-
Tenía que hacerlo y lo sabes. – Insistió mirándome
fijamente al tiempo que tomaba más pañuelos y se los pasaba por la cara.
La intensidad de sus ojos verdes
siempre me ponía de los nervios, me sudaban las manos, me aleteaba algo en el
estómago…
-
¿Qué parte de no me importa no entiendes? – Al ver que seguía sangrando le dije:
-Mejor lávate el rostro, es caso perdido que intentes arreglar eso solo con
pañuelos.
-
Tienes que coserme pequeña.
-
No uses esas palabras conmigo por favor. Mira
allí –Le señalé el tablero donde decía los precios por los servicios del
consultorio. – Eso te sale limpiar y coser una herida ¿Tienes dinero?
-
Sabes que no. –Y le vi apretar los dientes
enfadado.
-
Entonces lárgate. – Le dije sin inmutarme,
aunque por dentro quería correr y atenderle, pero ya había llegado a mi limite
en cuanto a este chico.
Sus ojos se agrandaron y su cara
de sorpresa inmensa a su vez me sorprendió a mí. ¿Qué esperaba? ¿Qué fuera su
humilde y fiel servidora toda su condenada vida? Eso me dio fuerzas para no
ayudarle.
-
¿Quién eres tú y donde está Charly? – Dijo
acercándoseme.
-
Charlotte. Me llamo Charlotte. Y no soy
enfermera, solo atiendo la farmacia del Dr. Murray. Si, ya sé que puedo
costurarte sin problemas pues él me ha enseñado, pero ya basta Cameron. En
serio, ya basta. Me hablas y sabes de mi existencia solo cuando me necesitas,
lo que se reduce a que te limpie y costure las heridas, a que te de
medicamentos, a que te ayude con las tareas y mejor no sigo, ¡vete ya! – Me fui
al almacén esperando que me hubiese hecho caso pues estaba por soltar el llanto.
-
Lo siento. – Dijo nuevamente detrás de mí,
¡Diablos! Era malditamente sigiloso. Esta vez no di un respingo, solo suspiré.
Sabía que era un completo incompetente cuando yo me le escapaba a su control,
en pocas palabras cuando no hacia lo que me pedía. Cosa que rara vez pasaba, si
hablamos de estupideces las mías eran legendarias y todas por él.
-
Yo también, pero vete, en serio por favor…
-
En serio lo siento. – Repitió y su voz me
transmitió que realmente lo sentía, o quizás era el corazón traicionero que me
hacía ver cosas donde no las había. – Si no quieres no volveré a trabajar para
Harris.
Eso me sorprendió enormemente,
pero conociendo su naturaleza astuta entrecerré los ojos al tiempo que me
volvía a enfrentarlo. Vi su cara tranquila y aparentemente sincera. Ni siquiera
éramos novios, no sabía qué clase de relación teníamos, no tenía sentido me
prometiera algo así a mí, la nerd, la perteneciente al grupo X de la escuela,
es decir la chica de la que nadie sabía nada porque no había nada que saber, excepto
que sacaba buenas notas (lo cual es irrelevante para la mayoría en el Colegio o
al menos al que iba) que trabajaba medio turno en la farmacia y consultorio del
Dr. Murray que aspiraba a ser Doctora algún día (Lo cual igual no le importaba
a nadie) y que por azares de la vida después de costurarle un brazo a Cameron
Ford un día que no estaba el médico me nombró su enfermera particular a juzgar
por la cantidad de veces que le había atendido. Lo miraba más en el consultorio
que en la escuela, y cuando sí que lo veía en el Colegio, cuando nos topábamos
por el pasillo yo fingía que no lo veía, me iba por otro lado, o simple y
sencillamente lo ignoraba, nunca se me pasó desapercibida su sonrisa divertida
al ver que yo hacía como que no existía. No pretendía pelearme por sus
atenciones con las chicas de toda la escuela, su imagen de chico malo las
atraía como moscas y aunque yo me moría por él me conformaba con mi dosis de
Cameron Ford a la que podía aspirar. Primero en el consultorio, después
ayudándole con sus tareas en mis ratos libres en la mesa que había en el
almacén, mintiéndole a su madre y a su vez teniendo la oportunidad de ser
invitada a las barbacoas de los Cameron algunos fines de semana, era patética,
soberanamente patética.
-
Amas el combate Cameron, Harris es el mejor
patrocinador de peleas clandestinas. ¿En serio piensas que voy a creerte? ¿Qué
vas a dejar de pelear solo porque me niego a costurar tu maltrecho rostro?
-
Eso espero sí, que me creas…
-
Podría hacerlo si no conociera tu rostro y sus mil
facetas. Me dices eso solo para que te costure, no tengas que dar explicaciones
en el Hospital y luego vayas a decirle a tu madre que tuviste un accidente de
moto (el séptimo en cinco meses) y me pongas como testigo de ello sabiendo que
tu madre a mí sí me creería.
-
¡Rayos! – Siseó perdiendo la compostura. –
¡Charly…Charlotte te juro y perjuro lo que quieras, te daré lo que desees, tan
solo costura esto!
-
¿Me darás lo que quiero? – Dije acercándome a
él.
-
¡Por supuesto! – Sus ojos brillaron seguros por
saber que conseguiría lo que quería. Yo sonreí triste, esta iba a ser mi
despedida de Cameron Ford, no podía seguir así. Me estaba afectando ya incluso
con mis notas. Soñaba despierta demasiadas veces, no podía dormir pensando en
él, en que como podía hacer que me amara como yo a él. Anhelando verle y
odiando que fuera porque llegaba todo magullado, ensangrentado y cortado al
consultorio. Odiando mentir y odiando que me buscara solo porque le convenía.
Mis calificaciones eran todo para mí si quería aspirar a entrar a la carrera de
medicina, si seguía así perdería la beca y ya me veía confinada a trabajar en
esta farmacia por siempre.
-
Vamos a dejar esto Cameron. –Al ver su cara
confundida tuve que explicarme, después de todo no estaba terminando un
noviazgo sino mi agonía. – Esto. – Repetí buscando las palabras. – No quiero
seguir mintiéndole a tu madre y como mi amigo que supongo eres no puedo
soportar seguir viendo cómo te machacas a golpes. – Y mi enamoramiento por ti me está arruinado mi poco fascinante vida. –
Supe que Laura Jones trabajará pronto aquí – Era cierto. El padre de Laura se
lo había aplicado como castigo por sus estratosféricos gastos con su tarjeta de
crédito según me había dicho el Dr. Murray y ahora iba a tener que soportar la
compañía de la chica más horrible (en cuanto a personalidad porque de lo demás
era preciosa la odiosa esa) de la escuela, la que parecía era la última
conquista de Cameron por cierto. El Doc no me había corrido del trabajo, pero
yo le había pedido vacaciones mientras Laura trabajara allí que a lo mucho yo
consideraba un mes o algo así. – Me iré de aquí. – No pretendía volver aunque
le había dicho al Doc que sí, ese mes buscaría otra cosa algo lejos del radar
de Cameron, algo que no fuera una farmacia o un consultorio.
-
¿Te corrieron por ella? – Preguntó furioso,
realmente furioso.
-
Claro que no. El Doc me dio vacaciones pero no
volveré Cameron, buscaré algo mejor y quizás más cerca de casa, tomo dos
autobuses para llegar aquí y lo sabes. –No me había importado nada desde que le
atendía a él. Estaba a punto de renunciar cuando llego Cameron herido y el
resto es historia.
-
Pero, ¿pretendes que la inepta de Jones me
atienda a partir de ahora? – Preguntó estupefacto y me eché a reír.
-
Dicen que tiene muchas habilidades quizás te sorprenda Cameron. – Oí que alguien llamaba
en la farmacia y fui al mostrador. Era John y deseé que me gustara, era
tranquilo, usaba lentes pero no era nada feo y solíamos platicar sobre muchas
cosas. El pobre padecía de asma y solía ir por su inhalador, la verdad es que
no entendía cómo es que se los acababa tan pronto, quizás estaba peor de lo que
parecía. – Hola John. – Le sonreí. - ¿Un inhalador?
-
Sí. Ya sabes… esta enfermedad horrenda. – Tosió
un poco y aunque me pareció forzado le volví a sonreír y fui por el producto.
-
¿De qué se supone estás enfermo James? – Dijo
Cameron desde el vano de la puerta que llevaba al almacén.
-
Soy John no James. – Acotó tenso y nervioso. –
Tengo asma.
-
Déjalo en paz Cameron. – Me acerqué con el
inhalador a John.
-
Si tienes eso, ¿cómo es que has hecho las
pruebas para entrar al equipo de futbol? – Disparó Cameron y yo me giré
sorprendida a John que empezaba a ponerse rojo.
-
Por Dios, ¿es que quieres morir? Tú no deberías…
No estás enfermo ¿verdad? – De pronto entendí todo.
-
No. – Aun estaba rojísimo. Si mentía por verme,
se me hacia la cosa más dulce del mundo.
-
Entonces… ¿Por qué? – Pregunté aun no creyéndome
que un chico hiciera eso por mí.
-
No encontraba otra forma de verte.
-
Eso es patético. – Gruñó Cameron y yo le callé
con la mirada.
-
Siempre podías venir, en las tardes no hay mucha
gente. – No es que estuviera interesada en John, solo que lo entendía
perfectamente. Si él era patético yo lo era mil veces más. La verdad me había
conmovido. - ¿Cuánto gastaste?
-
No sé, no importa. – Dijo incómodo y eso también
se me hizo adorable.
-
¿Quieres que vayamos por un helado después de mi
turno? – Ofrecí, sería la oportunidad para decirle de la mejor manera que me
gustaba como amigo y no como nada más, tampoco iba a herirle. Cameron se giró
hacia mí como un rayo y vi su rostro sorprendido. - ¿Qué? ¿Es que no pueden las
chicas invitar a un chico por un helado?
-
Acepto. Vengo por ti. – Dijo John y despareció.
-
¿Estás loca? Ni siquiera sabes quién es y vas y
te le ofreces en charola de plata. – Me dijo caminando hacia mí, era obvio que
estaba molesto, el porqué era un misterio en el cual prefería no ahondar a
riesgo de ilusionarme, para luego darme de bruces contra la realidad. Cameron
era posesivo con todo aquello que le importara o beneficiara, yo entraba en la
segunda categoría, claro.
-
Ofrecí un helado, no mi cuerpo. Calla y
siéntate. – Le ordené. En algún momento él me había dicho que después de su
madre yo era la segunda persona a la que tenía cierta tendencia por hacer caso,
véase bien las palabras: cierta
tendencia. La cual solía reducirse a cero tendencia. Vi su renuencia. -
¿Quieres que te cure o no? – Se sentó de mala gana con los brazos cruzados. Ver
sus músculos torneados pese a que ni siquiera llegaba a los 18 años siempre hacía
que se me secara la boca, esta vez no pasó. John me había mejorado el día y me
había dado en qué pensar.
-
¿En serio vas a salir con él? –
Me acerqué a
su cara y lo inspeccioné.
-
Estás hecho un desastre. – Tomé lo necesario y
empecé a limpiarlo de verdad.
-
Te hice una pregunta. – Insistió. Yo simplemente
me concentré en la tarea.
-
Mínimo serán unos tres puntos. ¿Te has vuelto
peor peleando?
-
¡Respóndeme maldita sea Charly! – E hizo amago
de pararse. Claro, con su estatura fácilmente podía intimidar a quien quisiera.
Se lo impedí poniéndole una mano en el hombre y devolviéndole al asiento.
-
Si sigues moviéndote y hablando voy a dejarte
una cicatriz que no veas… a ninguna chica le gustará. Y sí, iré por ese helado.
-
No vas por el helado, vas por él. – Vi cómo se
iba incrementando su enojo.
-
No veo como eso puede afectarte. Voy a inyectar
la zona así que cállate. – Lo vi apretar los labios, sabía que no era por el
dolor. Empecé a coser poco después. – John siempre ha sido amable y lindo
conmigo. – Dije simplemente para quitarle hierro al asunto, no pretendía seguir
en esta rara relación con Cameron pero no quería que quedáramos como enemigos.
-
Lindo y amable, las dos palabras que todo hombre
quiere que le adjudiquen. – Dijo Cameron con sarcasmo.
-
Voy a tomar un helado no a casarme con él. – Vi
como Cameron se tensó y paré de coser. - ¿Te he hecho daño? – Pregunté buscando
su rostro.
-
No.
-
Estás sacando las cosas de quicio solo porque ya
no estaré aquí para coser tus desastres y temes por como lo haga Laura ¿no?
-
Laura no podría hacer nada de esto aunque de
ello dependiera su vida. – Siseó.
-
Estoy de acuerdo. – Dije sonriente.
-
¡Y aun así me dejas con ella!
-
Puede coserte el Doc, nunca me ha hecho
preguntas de nada cuando ha visto que te he cosido.
-
Porque lo tienes en la palma de tu mano.
-
Porque es discreto, por eso. – Seguí cosiendo.
Era lenta, lo sé. Pero lo que menos quería era arruinarle el apuesto rostro. No
sería para mí, pero tampoco iba arruinarlo para nadie más por mucho que me
doliera no tenerlo.
-
He visto las miraditas que te lanza. Te ve el
trasero descaradamente cuanto tú no te das cuenta. – Soltó de golpe con rencor.
-
¡Claro que no! – Y lo pinché si querer.
-
¡Ay!
-
¡Tú tienes la culpa!
-
Si nunca te dije es porque sé que no se
atrevería a decirte o hacerte nada.
-
¿Y tú como sabes eso? – Terminé y busqué una
gasa pensando en sus tonterías tan sacadas de contexto.
-
Porque yo mismo le dije que lo haría pedacitos
si se atrevía a ponerte una mano encima.
-
¡Qué tú que! Estás loco en serio que lo estás.
Toma y vete, mejor vete. – Le grité lanzándole la gasa y él la tomó al vuelo.
Estaba furiosa realmente furiosa. - ¿Cómo te atreves? Es un milagro que no me
haya despedido.
-
¡Ya te dije porque! ¡Lo tienes comiendo de tu
mano! A él, al idiota que fingió una enfermedad, ¡A mí! – Se quedó callado en
cuanto soltó lo último. Como si él mismo se sorprendiera de lo que acababa de
decir.
-
Vete… - Repetí, eso ultimo había dolido. Lo
único en que podía pensar es que estaba usando lo que sentía por él como arma
para conseguir lo que quería. Sabía que él tenía idea de mis sentimientos y
prefería ignorarlos por el bien de ambos. Pero ahora esto…
-
¡Es verdad, es verdad! – Exclamó desesperado.
-
Eres ruin. – Susurré alejándome un paso de él.
-
¿Por qué? ¿Un pobre diablo como yo no tiene
derecho a alguien como tú? – Dijo con una mezcla de furia y dolor. Me tapé la
boca con la mano aun sin entender de que iba todo eso. Mi corazón y mi mente
estaban bloqueados, no podían creer que Cameron Ford hablara en serio. Negué
con la cabeza a sus palabras de todas formas.
-
No te entiendo. – Atiné a decir.
-
¿Qué no entiendes? –Dijo aun exaltado. - ¿Crees
que no podría ir a otro lado a que me curaran? ¿Qué soy tan idiota que no puedo
con mis tareas? ¡Hay montones de sitio donde me pueden curar Charly! Harris
tiene dos médicos a su servicio. Paso los exámenes sin estudiar siquiera. Las
tareas las hago contigo porque me permite verte más tiempo, sería más fácil si
no me ignoraras en la escuela. –Bufó -Vengo a que me cures tú porque es la
única manera en que sé que me pondrías las manos encima. Sé que desprecias lo
que soy, lo que hago. Pero necesito el dinero, no voy a ser un pobre diablo
toda la vida. Aspiro a más. Aspiro a tenerte. Y sí, quizás soy un pobre idiota
que solo se ilusiona con lo inalcanzable, pero…
-
Eres un idiota. – Dije en shock, me acerqué y le
di una bofetada. Él me miró también en shock. – No ves lo que tienes frente
tuyo ni aunque te arrollara con la fuerza de un tren. – Lo vi tocarse donde le
había golpeado y se me llenaron los ojos de lágrimas. – Oh Dios, lo siento. –
dije y me lancé sobre él, me puse de puntillas poniendo mis brazos en su
cuello. – Idiota. – Dije antes de besarlo.
Diez años después.
-
¿Mi idiota?
¿Quién es? – Exclamó mi compañera tapándose la boca para que no se
oyeran sus carcajadas por el pasillo. Había visto la pantalla de mi móvil en
cuanto lo saqué para atender la llamada.
-
Mi esposo. – Dije con una sonrisa de medio lado
mientras contestaba.
-
Voy por ti. – Me dijo Cameron al otro lado de la
línea.
-
Perfecto, mi turno acaba de terminar.
-
Cariño… - Dijo titubeante y todos mis sentidos
se pusieron alerta.
-
¿Sí?
-
Necesito que me hagas una cosita de nada en la
cara. – Me lo dijo suavemente, demasiado suavemente.
-
¿Ah sí? ¿Qué te pasó mi vida? – Le contesté con
la misma suavidad conteniendo la retahíla de cosas que quería decir.
-
Estaba con los muchachos y pues ya sabes…
Cameron se había hecho un
profesional del Kick boxing antes de la universidad, había competido al
máximo nivel también y habiendo ganado todo lo que había que ganar lo había dejado.
Por supuesto no me refiero solo a títulos sino a dinero. Había llegado al nivel
profesional y económico que quería, había ingresado a la universidad cuando yo
estaba por la mitad de mi carrera y daba la casualidad que el hombre no era
listo, era brillante. El caso es que habíamos terminado al mismo tiempo, yo en
medicina y él en derecho y juntos entramos a nuestras especialidades, yo
pediatría y él derecho penal. Después de que todo se hubiera aclarado entre
nosotros esa tarde, habíamos peleado inmediatamente después ya que me negué a
cancelarle a John, tenía que aclararle las cosas. Desde entonces decía que
odiaba el helado pues le recordaba mi “traición”. En realidad después de eso peleábamos
pero solo por cosas realmente serias e importantes, como mi deseo de que no
entrara profesionalmente a pelear, batalla que él ganó. Su deseo de comprarme
una clínica privada para ejercer, batalla que yo gané pues trabajo en un
hospital público y en general la vida nos bendijo con el hecho de que pudiera
retirarse sin problemas graves de salud. La batalla de cuando casarnos, él
había querido que lo hiciéramos después de ganar su primera lucha profesional,
me negué, éramos demasiado jóvenes, siguieron algunas otras discusiones al
respecto hasta que me dijo que se había quedado embarazado y tenía que tomar la
responsabilidad, después de morirme de la risa por muchos minutos le dije que
sí, esa batalla la ganamos los dos. Claro, él seguía yendo al gym y seguía teniendo
ese cuerpo de Adonis, seguía provocando suspiros en el género femenino y a mí
gruñidos de impaciencia al ver las miradas hambrientas de esas mujeres. Y claro,
seguía practicando el Kick boxing solo para mantenerse en forma como solía
decirme, aunque siempre le echaba la bronca cada que terminaba con moratones o
cortadas.
Lo vi entrar y vi las miradas que
levantó a su paso, aun vestido de traje todo él era fuerza y vitalidad, ese
corte en el pómulo no hacía más que darle la imagen de hombre sexy y rudo, rodé
los ojos al ver las miradas y oír los suspiros de varias enfermeras. En cuanto me vio extendió los brazos y se
apresuró a tomarme entre ellos y darme una vuelta antes de darme un beso y
bajarme al suelo.
-
Nada te librará de lo que te espera por llegar
así. – Le dije entre dientes disimulando al saber que muchos nos observaban.
-
Lo sé cariño. – Sonrió.
-
¿De quién es esa cara? – le dije fingiendo
sonreír y mirándole a los ojos.
-
Tuya. – Dijo de inmediato.
-
Entonces ¿Por qué me la traes así? – Siseé.
-
Me tomó desprevenido. – Dijo con reproche hacia
sí mismo.
-
¿A ti? Pero como… - Pregunté incrédula.
-
Peleaba con Walter y me dijo que te había visto
en el hospital riéndote con un hombre y luego me soltó: creo que era el Doctor
Murray, con quien ella solía trabajar, me distraje y me atinó en la cara.
-
Pobrecito. – Dije rápidamente. –Vamos que te
curo. – Le tomé de la mano y lo guie. Para cuando llegamos a donde le iba a
curar ya venía con mirada seria.
-
Así que si es cierto, estabas hablando con el
tal Murray.
-
Creo que mínimo serán dos puntos. – Dije buscando
lo que necesitaba.
-
¿Vino aquí? – Preguntó.
-
Te coseré de tal manera que no te quedará ni
rastro. – Mencioné alegre evitando su mirada.
-
Charly… te hice una pregunta.
-
No te muevas, que te pongo la anestesia. – Se calló
solo un segundo.
-
Charly… - Insistió.
-
Sí, aquí estuvo y sí lo vi. – Dije limpiando la
herida a conciencia. Lo oí gruñir. – Oh perdón, ¿te lastimé?
-
Sabes que no. No te quiero cerca de ese tipo.
-
Lo sé. Pero, ¿no crees que exageras? Se casó
hace siglos, tiene dos niñas y lo vi porque soy doctora de ellas.
-
Habiendo decenas de hospitales y cientos de
pediatras que causalidad que seas tú su doctora…
-
No te pongas troglodita. – Otro gruñido.- Solo
tengo ojos para ti. Lo sabes perfectamente. – Sentí sus manos en mi cintura y
le pegué en los brazos pues no iba poder hacer bien mi trabajo. – Cameron… nos
van a ver.
-
¿Y qué? Solo soy un hombre demostrando cuanto ama
a su esposa. Eres mi mujer.
-
Desde hace diez años sí. Y yo no me pongo cavernícola
cuando las mujeres se te tiran a los pies.
-
Porque solo tengo ojos para ti. Soy tuyo desde
siempre. – terminé como pude y puse mis manos en su cuello. – Aunque legalmente
solo tomaste la responsabilidad hace cinco años.
-
Lo sé. – Lo besé como siempre, con ansias, con
deseo, con todo mi amor… - También te amo.
-
Pero no vuelvas a ver a ese tipo porque… - Lo
callé con otro beso entre risas.
-
Entonces tú no vuelvas con un corte o un
moratón.
-
Pero si es una cosita de nada…
-
Oh, cállate.- Y entre risas seguimos besándonos.
Jamás nada sería con él una cosita de nada.
AYYYY SISSSSSSSSSSSSSSS! Gracias por volver, amé la HC! Es que sabes que los chicos malos, las historias de infancia y esos amores son mi debilidad. ¡Y los ojos verdes! Amé cada segundo, extrañaba leerte....
ResponderEliminarQue bueno que te gustó sis, aunque fue cosita de nada pero algo es algo... besosss
ResponderEliminarAyy sis, tus "cositas de nada" son geniales, no te cuento las de "algo" sabes que amo como escribes...Y tus chicos sexys, siempre me enamoran
EliminarMe gustó mucho y me sacó alguna que otra sonrisa. Gracias.
ResponderEliminarBesos
Que cosita de nada más encantadora!
ResponderEliminarNaaada como una MC con final que suena a final jajaja jk
Gracias por compartir J.J!!
Lu
Oops perdón, era MH
EliminarQue ternura de histotiecita... es cierto a veces las cicatrices causan un tal no sé que en las mujeres ������..... Gracias J.J por hacerme pasar un buen ratito
ResponderEliminarLari