Muchas gracias a quienes leyeron esta historia (Incluidas las que hicieron trampa, ejem.. Kriss jaja) Espero les haya gustado y claro, gracias miles a mis Sisses que son las que siempre me animan a escribir.
El
Jefe de seguridad de Stefano y lo demás estaban a pocos metros de la costa,
tenía varios minutos que habían visto correr a Stefano por la playa, todo
indicaba que no solo había llegado a salvo sino que había visto a Jacqueline y
seguramente a su captor.
-
Podemos
hacerlo.- Gritó a los demás. Sacando fuerzas de casi nada intentaron nuevamente
llegar a la costa. Parecía imposible pero lo intentarían, no había muchas
opciones.
-
El helicóptero
va despegar. – Llegó esa frase entrecortada a través de la radio.
-
¿Quién
piloteara? – Preguntó de inmediato.
-
El Sr. Vecchio…
-
Intentaremos
llegar a la costa…
-
Yo misma te
mataré. – Le gritaba Jaquie a Oscar en una mezcla de pánico por Stefano, furia
y lágrimas. De un bofetón la lanzó al piso para luego abalanzarse sobre ella y
lograr esta vez abrirle el vestido en dos dejándola sin nada. Esta vez si
lograría su cometido, simplemente pidió que todo acabara pronto.
Lo
sintió encima de ella y las nauseas revolvieron su estomago. La única barrera
era su sopa interior, la cual no tardaría en ser rasgada y desechada. Las
sucias manos de Oscar intentaron quitarle el sujetador, débilmente ella se
resistió, justo cuando daba por perdida definitivamente la batalla, vio como
Oscar era levantado por detrás para luego ser lanzado por los aires. Se incorporó
rápido viendo con asombro como Stefano no solo estaba de pie si no que parecía
estar bien. Corrió a abrazarlo. Él la estrechó con tanta fuerza que le sacó el
aire de los pulmones.
-
¿Estás bien?
-
Sí.
-
Pero si vi que
te dio. – con las manos buscó la herida, él la detuvo.
-
¿Tú estás bien?
– le dijo apartándola para inspeccionarla como a una niña.
-
Espera. – Ella
intentó que parara, pero él seguía buscando sus heridas y gruñendo cada que
encontraba una, lo que era cada dos segundos aproximadamente. – La pistola ¿dónde
está la pistola? – Eso hizo que parara por fin, vio a Oscar que seguía noqueado
en un rincón, se quitó la camisa y se la puso a ella. Buscó el arma sin éxito
ya que la luz seguía yendo y viniendo. Cuando se dirigía a buscar donde estaba
el tipo, se detuvo al escuchar lo que ella dijo.
-
Aquí hay sangre.
– Dijo ella viendo la camisa que traía puesta. - ¡Maldición! ¿dónde te ha dado?
-
Estoy bien. –
Dijo él acercándose a ella.
-
No lo creo.
Quiero ver.
-
Créeme, fue solo
un rozón. Me quedé aturdido pero no lo suficiente como para no reaccionar
después… - calló al ver como se le resbalaban las lágrimas a ella. – cariño,
¿Qué pasa?
-
Pensé que
estabas muerto.
-
No lo estoy.
-
¿Imaginas lo que
sentí?
-
Sí. Lo mismo que
yo al pensar que no volvería a verte, yo…
-
¿Buscaban esto…?
-
¡Maldición! –
Siseó Stefano, había cometido un error fatal, había estado más preocupado
inspeccionándola a ella, cosa que podía haber pospuesto por unos minutos en los
que iba hacia ese desgraciado y lo fulminaba de una vez por todas. De inmediato
la puso detrás de él.
El
tipo estaba sentado y no parecía haber recobrado todas sus energías, pero sí
que apuntaba con decisión el arma hacia ellos. La luz se fue y esta vez no
regresó, perfecto pensó Stefano. Sacaría a Jaquie de allí. De pronto no la sintió
detrás y se tensó de inmediato. Escuchaba el sonido de pies arrastrándose, se
resistió a llamarla, eso solo provocaría que fuera un blanco fácil y ese idiota
se la llevara fácilmente. Dios, no permitas que la pierda, rogó en su interior.
-
Es una locura
Señor Vecchio. – Le decía el Jefe de policía a Máximo quien se disponía a
pilotear el helicóptero. – Es casi un suicidio.
-
Tendré cuidado.-
Le dijo tranquilamente. La policía no tenía mucho de haber llegado y él hubiera
despegado desde hacía minutos si no fuera por que se lo habían impedido. Ya
sabían que Jaquie y su captor estaban en la zona, y que Stefano había logrado
llegar allí, pero sin un arma, estaba claro que dos de las personas que más le
importaban estaban en peligro y él no iba a quedarse de brazos cruzados. Además
Allison nunca se lo perdonaría.- Lo siento, pero no hay nada que pueda hacer
para impedirlo. – Dicho eso fue hacia el aparato.
-
Esos dos están
locos de remate, uno se aventó a un mar totalmente furioso por la tormenta y
logró llegar a la costa y este piloteara en medio de la tormenta. – Comentó el
Jefe de la policía a otro.
-
Hay un margen
grande de que lo logre.
-
Eso espero.
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-
Ven aquí… -
Canturreaba ese maldito bastardo llamándola a ella. – Te encontraré y lo
encontraré a él, lo mataré… esta vez no fallaré. – Stefano esquivó al tipo
gracias a que había hablando, la oscuridad era total, ya que la puerta se acababa
de cerrar por el viento. – Jaquie… Jaquie… - Susurraba de manera psicótica.-
¡Aquí estás! – Proclamó con triunfo en la voz y Stefano estuvo a punto de
maldecir en voz alta. – Oh, era una silla… pero estoy cerca ¿verdad? – Stefano
agradeció que Jaquie aún no había sido atrapada. La luz volvió y lo hizo sin
debilidad esta vez, con asombro vio a Jaquie en una esquina.
-
La que encontró
aquí fui yo. – Le dijo. Oscar se quedó paralizado al verla.
-
¡Baja eso! – Le
gritó.
-
Tenía la
esperanza de que hubiera otra pistola en la caja y mira que sí. – Jaquie le
apuntaba sin vacilar con otra pistola. – Si no disparé es por que tenía temor
de que la bala no fuera para ti.
-
Entonces
moriremos los dos. – Los tres estaban en cada una de las esquinas de la
casucha.
-
Jaquie ven aquí.
– Dijo Stefano con voz tensa.
-
No.
-
¿Qué? No seas
necia, maldita sea.
-
Sal de aquí.
-
¿Estás loca?
-
No quiero que te
dispare.
-
¡Ven aquí! –
Exigió con desesperación.
-
¿Sabías querida
que esa pistola está descargada?
-
No te creo.
Gritaste que bajara el arma en cuanto me viste.
-
Solo para darte
valor y divertirme. – Le dijo sonriendo diabólicamente. La sonrisa se le borró
en cuanto ella apretó el gatillo sin vacilar. Lo hizo una y otra vez rogando
por que hubiera una sola bala, pero no era así.
-
¿Ahora me crees?
La única pistola que funciona está en mis manos. – Jaquie le lanzó el arma a la
cabeza y corrió hacia Stefano quien de inmediato puso su cuerpo como escudo
para protegerla. La luz decidió irse de nuevo dándoles una pequeña ventaja, un
disparo rasgó el aire de nuevo.- ¡Los mataré! – Gritó Oscar. Ella sintió que
Stefano la apartaba.
-
¡Sal de aquí!
¡Busca la salida y esta vez hazme caso! – A trompicones y palpando la pared
encontró la puerta la abrió y una ráfaga de lluvia y viento le azotó la cara,
avanzó lentamente resistiéndose a irse. Dio solo unos pasos y volteó hacia la
casucha debatiéndose entre entrar o no, pero sabía que de nada serviría. Todo
estaba en manos de Stefano. Pero la sola idea de perderle, le hacía querer
gritar de pánico y dolor. Más disparos se escucharon y ella tembló como una
hoja tapándose la boca para no gritar. Le pareció ver algo en la oscuridad,
luces parecían ser ¿ayuda, quizás? Gritó esperando ser oída, lo hizo con todas
sus fuerzas y de pronto unas sombras empezaron a avanzar hacia ella. El sonido
de un helicóptero se hizo oír a pesar del ruido de la tormenta y ella rogó con
toda su alma que no fuera demasiado tarde.
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-
Pañales,
necesitamos pañales. – Allison rebuscaba en la bolsa donde guardaba las cosas
de su niña y lo hacía alborotando todo y dejando las cosas por la cama, ella
que era muy ordenada parecía ser la imagen viva del caos, tan nerviosa estaba.
– Con las prisas, solo eché algunos.
-
Daré la orden a
Will de que vaya a comprarlos, y después una de nosotras bajará por ellos o
pediremos que alguien del personal de seguridad lo haga ó quizás sea mejor que
vayas tú por ellos una vez que los hayan comprado, un pequeño paseo a la
recepción, no te hará mal para calmar aunque sea mínimamente tus nervios.
-
Yo debería
calmarte a ti Silvia y mírame.
-
Todos estamos
igual cariño, todos.
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Dejó
de oír ruidos en la casa, ni un solo disparo, nada. La puerta nuevamente se
había cerrado nadamas salir ella.
-
¡Stefano! –
Gritó con todas sus fuerzas. El rugido del mar ahogó su llamado. Sin poder
esperar más corrió hacia la puerta e intentó abrirla, la maldita se había
averiado dejando imposible abrirla, imposible para ella que casi no tenía
fuerzas. La aporreó, pateó y siguió gritando el nombre del hombre que amaba. -
¡Por que tardan tanto en llegar! – Volteó a ver hacia donde había visto las
sombras avanzar y estas estaban más cerca, el helicóptero seguía sin poder
aterrizar y ella siguió en sus intentos frenéticos por entrar. Otro disparo se
escuchó justo cuando la tormenta hacía una breve pausa. Jaquie volvió a
aporrear la puerta y a llamarle. Rendida se deslizó por la puerta llorando.
Como si todo se hubiera puesto de acuerdo, los rayos empezaron a oírse cada vez
más lejos y el mar pareció dar una pequeña tregua a su furia. La fuerte lluvia
cambió por una llovizna y ella cerró los puños, impotente sobre la arena. Ahí
se quedó sin saber a ciencia cierta cuanto tiempo había pasado. Sintió que unas
manos la levantaban con firmeza de la arena.
-
¿Jaquie? ¿estás
bien? ¿Dónde está Stefano? – Esa voz familiar la sacó de su trance.
-
¡Máximo! Gracias
al cielo, está allí con el hombre que me secuestró – Dijo señalando la casa. -
No ha salido… oí disparos, no sé que pasó… No lo sé… no puedo entrar. – Le dijo
entre sollozos. – Él hizo que saliera.
-
Por supuesto que
lo hizo. Quédate aquí. – La apartó y embistió la puerta sin resultados. Las
sombras que había visto ella, se materializaron, reconoció al Jefe de seguridad
de su esposo quien avanzó hacia ella y le hizo las mismas preguntas que Máximo,
no pudo responder, solo señaló la puerta rogando que la abrieran. Enseguida
entre todos derribaron la puerta. Como nunca antes ella había odiado el
silencio. Intentó entrar primero pero se lo impidió Máximo.
-
Espera aquí por
favor. No sabemos si es seguro –Le pidió.
-
Por favor…
-
No. – fue la
tajante respuesta que le dio, la sujetaron puesto que seguía empecinada en
entrar y vio a Máximo entrar con otros dos. Seguía sin oír nada a excepción de
su corazón que parecía querer salírsele por la garganta.
-
¡Que rayos! –
Oyó maldecir a Max y sin esperar más se deshizo del agarre del que la sostenía,
lo hizo a un lado y entró corriendo. Vio a Stefano en el piso boca abajo y un
reguero de sangre saliendo debajo de él, gritó y luego se desmayó…
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-
Muéstrame tu
identificación. – Un rubio de casi dos metros y con cuerpo del tamaño de un
clóset lo detuvo en la entrada del edificio. Le mostró lo que le pedía.
-
Soy empleado de
confianza. – Le dijo con un gesto de fastidio. – Pregúntele a la Sra. Silvia
Troyanos.
-
Ahora mismo
nadie es de confianza. – Le dijo el grandulón.
-
Yo sí. – Aseguró
con confianza. El otro lo ignoró y echó otro vistazo a su carnet.
-
Todo parece
estar en orden, pero no puedes subir.
-
Pero…
-
No se puede
subir. – Fue la respuesta clara y directa. Paciencia, paciencia, se repitió a
sí mismo William. Estaba tan cerca de ella, tan cerca, solo era cuestión de
esperar el momento adecuado. El cual llegó pasado un tiempo no demasiado
grande. – Compra pañales. – La orden de parte del rubio le retorció las
entrañas, pero esbozó una sonrisa sarcástica al saber que saldría de allí con
lo que quería, quizás te mate al irme pensó con satisfacción. No tardó nada en
volver con el pedido.
-
¿Ahora si puedo
subir? – preguntó con tranquilidad.
-
No. La Sra.
Vecchio vendrá por ellos. – Fue la increíble respuesta del tipo.
-
¿Qué? – No pudo
evitar preguntar con la boca abierta por la incredulidad, las cosas no podían
estar saliendo tan bien, casi se frotó las manos…
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
-
¿Jaquie? Cariño
despierta por lo que más quieras. ¿Qué rayos pasa? ¿Por qué no nos vamos? –
Preguntaba un desesperado Stefano a Máximo.
-
Bueno, me atreví
a despegar con este clima para llegar pero no quiero arriesgarme ahora que ella
y tú van a bordo, no garantizo que no nos estrellemos. – Le decía Máximo a un
desesperado Stefano que sostenía a Jaquie en sus brazos.
-
¿Por qué no la
detuviste?
-
Lo intenté, pero
hubiera sido más fácil detener a un toro de lidia. – La mirada de reproche que
recibió por parte de su primo lo hizo sonreír, él también se había llevado un
susto de muerte al verlo tirado y con sangre saliendo debajo de él, pero la
verdad es que Stefano estaba encima de la sangre de Oscar que yacía en un
rincón cercano medio muerto. Stefano no estaba ileso, se había desplomado sobre
la sangre que ese tipo había dejado. Tenía un disparo en la pierna y otro rozón
en un brazo. – Saldremos de aquí, de eso no tengas la menor duda. La tormenta
ya amainó considerablemente ¿Cómo lograste esquivar los disparos?
-
La oscuridad fue
mi aliada, aunque no del todo. – Movió con cuidado su pierna de la cual manaba
algo de sangre todavía a pesar del improvisado vendaje que le habían hecho. –
Esquivé todo lo que pude, lo desarmé, conseguí el arma y le disparé. Lamento
que no haya sido mortal ese único disparo que le di.
-
Dámela, no debes
esforzarte demasiado. – Le dijo Max pidiéndole a Jaquie.
-
No. – Fue la
única sílaba que dijo, pero Max volvió a sonreír, estaba tan feliz de verlos a
los dos sanos y salvos, quizás no tan sanos pero sí salvos. La radio se hizo
presente y pedían hablar con Máximo.
-
Todo bien. Avisa
a la familia por favor, que los dos están bien. – le dijo al encargado de la
seguridad de los Vecchio. - Nos vemos en el hospital, tienen que revisarlos. –
No añadió más detalles para no intranquilizar más a la familia, sobre todo a su
esposa.
-
Jefe tiene que
venir de inmediato. Código rojo. Repito código rojo.- La sonrisa se le borró
del rostro. – Voy de inmediato. Quédate aquí, en cuanto la tormenta sea menor
vendrá otro helicóptero. – Le dijo a Stefano.
-
De eso nada, nos
vamos todos. Eres un excelente piloto. ¿Qué pasa?
-
Nada, sólo que
voy a matar a alguien, por fin. – Fue la única respuesta que dio Máximo.
-
Bueno, nada del
otro mundo entonces. Vámonos.
Subieron
al aparato todos incluyendo Oscar que iba inconsciente. En vano intentó
despertar a Jaquie. Al llegar a una zona segura después de un turbulento y
breve vuelo, fueron rodeados por policías y paramédicos, en segundos estaban en
una ambulancia camino al hospital.
-
Dime que pasa. –
Le pidió por última vez a Máximo.
-
Te veré pronto
en el hospital. Todo estará bien.
-
Si tú lo dices,
así será. – Y se metió en la ambulancia, sabía que Máximo podría resolver
cualquier cosa, mientras él estaba loco de preocupación al ver que Jaquie no
volvía en sí.
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
-
Los pañales
llegaron querida. – Dijo Silvia a Allison. No era necesario que fuera le dijo
pero ella quiso hacerlo. Antes de salir le dio un fuerte abrazo a Silvia, hacía
escasos minutos todas habían gritado y brincado de alegría, habían hecho tanto
escándalo que habían despertado a las niñas, pero es que la noticia de que
tanto Jaquie como Stefano estaban bien, las había puesto locas de contentas.
Iría por los pañales cambiarían a las nenas y luego se marcharían de inmediato
al hospital. Tomó el elevador y dijo adiós con alegría a los dos guardaespaldas
que custodiaban la puerta, habían intentado acompañarla, pero ella tranquila
les había pedido que se quedaran en sus puestos. Llegó a la recepción y pidió
al que atendía que le diera el paquete, iba tan contenta que tardó en
percatarse de la tensión y nerviosismo del recepcionista. – Los pañales… - Le
repitió ella la petición. Este sólo
movió la cabeza negando. - ¿No han llegado? – algo lo empujó y ese algo salió
de detrás de él, Allison se sintió más petrificada y aterrorizada que si
hubiera visto al mismo diablo. – Tú… - Dijo en un susurro ahogado.
-
Yo, William…
-
Pero… ¿cómo?
-
Siempre me
subestimaste, gran error, Allison.
-
Tú estabas en la
cárcel.
-
Me escapé… -
Avanzó hacia ella, mientras apuntaba al empleado.- Metete en el baño – le
ordenó. – Si sales te vuelo la cabeza. – Este obedeció de inmediato.
-
¿Qué pretendes?
– retrocedió y buscó con la mirada a alguien de seguridad.
-
Terminar lo que
empezamos.
-
Yo no empecé
nada.
-
Pero yo sí, y no
pierdas tu tiempo buscando a alguien que te ayude por que soy empleado de
confianza ¿sabías? Se me ha permitido estar aquí y sin vigilancia alguna, todos
están afuera resguardándolas. Que ironía ¿no crees?
-
¿Empleado de
confianza?
-
Bueno, dio la
casualidad que alguien llamado como yo lo es, el pobre está amarrado ahora mismo
en la mansión de los Troyanos. Tomar su identificación y poner mi fotografía
fue juego de niños.
-
Esta vez Máximo
si que te matara. – Le dijo con una
mezcla de lastima y odio en la voz, el terror inicial había dado paso al
resurgimiento de toda la rabia que había enterrado hacía tiempo contra él.
-
Tengo entendido
que está ocupado salvando a la maldita de tu amiga.
-
De maldita nada,
pero, ¿te refieres a la que te pateó tan limpiamente el trasero en Bali?
-
Si no la mató
Oscar, lo haré yo.
-
¿Era Oscar? –
Preguntó consternada.
-
¿Era? Así que el
muy idiota fue atrapado.
-
Tendrás el mismo
final.
-
No soy tan
estúpido como él, lo soporté por que su obsesión convenía a mis fines, hacía de
tu amiga su objeto sexual personal y yo te conseguía a ti, por fin…
-
Nunca me tendrás…
-
¿Quieres
apostar? – Se acercó a ella y sin pensarlo intentó besarla, en el forcejeo ella
logró quitarle el arma de un limpio golpe en la muñeca, la pistola voló lejos y
antes que él fuera por ella, Allison le dio una zancadilla enviándolo al piso,
una vez allí le pateó el estomago sacándole el aire.
-
Apuesto todo.-
Le dijo poniéndole el pie en la garganta. – Tomé clases de artes marciales.
Tendré que agradecerle a Jaquie una vez más. ¿Sabías que puedo quebrarte el
cuello desde esta posición? – Presionó el pie con decisión.
-
¡No lo hagas!
¡Me iré, esta vez desapareceré de una vez por todas! – Gimoteó cobardemente.
-
No te creo.
-
Yo tampoco lo
creo. – La profunda voz de su esposo le llegó desde atrás. No hizo intento de
voltear, por dos razones: la primera es que no quería ver la furia en los
hermosos ojos color del oro de su adorado marido por haber desobedecido.
Ya que había bajado sin protección alguna y la
segunda por que no permitiría que una breve distracción le permitiera a William
tomar ventaja.
-
Me pareció que
te dije que no abandonaras por ningún motivo la protección que se te brinda. –Tronó
Máximo.
-
Creí que
estábamos a salvo, una vez capturado el secuestrador de Jaquie.
-
Gran error ¿No
crees?
-
Cuando estás
furioso pero suenas así de calmado, me dan ganas de huir y esconderme en el
sitio más alejado del mundo.
-
Aún así te
encontraría. Lo sabes ¿verdad?
-
Lo sé. – Ella
esbozó una sonrisa sin dejar de presionar su pie contra William y sin dejar de
ver al hombre que casi le arruina la vida por temor a que se le escapara.
-
¿Le sonríes a él
o a mí? – Preguntó Máximo.
-
¿Tú que crees? –
Le provocó.
-
Creo que te daré
una tunda en cuanto estemos solos y creo que a él voy a matarlo. Ya es hora de
que lo haga.
-
¡No! – Gritó
William patéticamente. Allison arrugó el ceño con desprecio al oírlo. Máximo la
apartó con suavidad y William se incorporó con rapidez tosiendo. Con una gran
rapidez corrió hacia el arma y Allison gritó al ver lo que se proponía. Máximo
no dijo nada, simplemente levantó una mano y un disparo cortó el aire haciendo
que la pistola de William se fuera más lejos.
-
¿Qué pasó? –
Preguntó Allison.
-
Todo el sitio
está custodiado, incluyendo aquí dentro. – Le informó Máximo y le señaló las
esquinas, desde donde parapetados y perfectamente camuflajeados habían hombres
colgando y apuntando a William. – No
dispararon antes por que temían darte y yo aun no llegaba, de lo contrario
habría actuado sin dilación. ¿tienes una maldita idea de lo que pasé pensando
en que ese bastardo estaba a metros de ti? No, no la tienes. Y ¿sabes lo que
sentí cuando supe que estabas sola cerca de él? ¡Dios! ¡me has quitado 20 años
de vida! Sospechábamos que William estaba metido en esto, pero lo confirmamos
apenas hace unos minutos. – Uno de sus hombres se acercó y los demás empezaron
a bajar de sus puestos.
Observaron
como William hacía amago de huir, sin más, Máximo tomó el arma del
guardaespaldas que tenía cerca y le disparó. Allison dio un respingo y vio caer
al hombre que había odiado con toda su alma.
-
¿Lo mataste?
-
Me gustaría
decir que sí, pero mucho me temo que no. Solo le di en una pierna.
-
Bien. – Empezó a
sentirse mareada. - ¿Qué tienes planeado hacerme por haberte desobedecido?
-
No te lo
imaginas. – Gruñó él.
-
Tendrá que
esperar.
-
¿A qué?
-
Creo que voy
a … sí… tendrás que esperar que se me
pase la sensación de… mmm… que raro, no soy de las que se desmayan….- Dicho eso
Máximo alcanzó a agarrarla antes de que se deslizara al suelo.
-
¿Allison?
¡Allison!
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
¿Estaba
muerto? ¡Estaba muerto! ¡No! ¡No le había dicho que lo amaba! ¿Cómo seguir
viviendo así? Tenía a su hija, tenía a Maddie. Pero ahora mismo sentía que
estaba muerta y vacía por dentro… ¿Qué pasaba? Todo estaba oscuro… ¡Dios! ¡Él
estaba muerto! Empezó a llorar y a luchar
por salir de la maraña del sueño, sabiendo que no era producto de su
imaginación ni de una pesadilla el hecho de que Stefano estaba muerto.
-
Tranquila amor,
tranquila. – Era su voz, empezó a llorar con más fuerza, ahora lo alucinaba. –
todo está bien, estoy bien. – las garras de su pesadilla empezaron a soltarla,
con esfuerzo abrió los ojos y lo primero que vio fueron dos hermosos ojos
plateados, las lágrimas seguían fluyendo como si de una cascada se tratara.
-
Tú… tú… ¿estoy
soñando?
-
No, estás bien,
estoy bien… todo está bien.
-
Pero yo… te vi….
-
Sí, pero no era
mi sangre era la de él. Estoy vivo. – Se incorporó con energías renovadas y se
aferró a él que estaba sentado en la cama. – Nunca más volverá a intentar
dañarnos. – le decía él mientras besaba su pelo. – Jamás te dejaré sola otra
vez. Nunca te apartarás de mí ¿entendido? – la voz de Stefano vaciló y ella se
apartó para verlo. Sus ojos brillaban como dos gotas de plata líquida por
lágrimas no derramadas.
-
Nunca más me
apartaré de ti. – Le dijo ella y una lágrima de los ojos de él se deslizó por
su rostro, ella la limpió con un beso.
La abrazó tan fuerte que sintió que le quebrarían las costillas
para después devorarle la boca con el beso más intenso, dulce y apasionado que
jamás le había dado.
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
-
Ya sé que
hacemos todo juntas, ¿pero no crees que es exagerado venir al hospital al mismo
tiempo? – Jaquie bromeaba con Allison que estaba en el cuarto contiguo. En
cuanto los dos peores enfermeros que podrían existir es decir Máximo y Stefano
se habían ido por una taza de café, ella se había podido escapar para ir a ver
a Allison. La risa de Ally la hizo reír también.
-
Fue de locos
todo esto ¿verdad?
-
Lo fue. Pero ya
pasó. – Jaquie suspiró al decirlo. Tanto William como Oscar habían intentado huir
del hospital donde habían sido internados, habían tomado rehenes y la policía
los había batido a balazos, ambos habían perecido. Aun no podía creer que tan
terribles amenazas habían sido erradicada por fin, era como el final de la
pesadilla. Seguía sin creérselo.
-
Lo peor de todo
es que nuestros esposos son terribles como cuidadores.
-
Mira que quiere
llevarme cargada al cuarto de baño, he tenido que sacarlo de la habitación,
gracias a Dios que aceptaron ir a tomar café. Me quiere tener entre algodones.
– Dijo Jaquie riendo.
-
Casi se muere de
la preocupación, se nota que te adora.
-
No me lo ha
dicho. – Dijo Jaquie.
-
¿Es necesario?
-
Sí, no… No lo
sé… creo que me ama.
-
Se comporta
igualito que Max, ¿Qué mas pruebas quieres que está loco por ti?
-
Pido demasiado
¿verdad? Es solo que, nunca me ha dicho que me ama… sí, lo admito, soy una
romántica, muy en el fondo pero lo soy.
-
Toda mujer lo
es. Solamente espera, ten paciencia.
-
La tendré. –
Cambió de tema para no seguir añorando. - Pero
en cuanto a mi nena ahora mismo me muero por verla.
-
¡Y yo por ver a
la mía!
Al
otro día fueron dadas de alta. Era gracioso que ellas hubieran tardado tanto en
salir del hospital y Stefano pudiera andar de un lado a otro a pesar de estarse
recuperando de una herida de bala. Pero su flamante esposo había arreglado todo
para que ella no saliera hasta que estuviera completamente seguro que estaba
bien. Lo vio acercarse con una leve cojera.
-
¿Aun te duele?
-
Casi nada.
-
Si hubieras
descansado…
-
¿Para que?
-
Olvídalo. –
suspiró ella.
-
¿Te despediste de
Allison?
-
Sí. – Le dijo
con pesar. Su amiga regresaba a Florencia, aunque se verían en unas semanas en
las Islas. Levantó la mirada y vio como Stefano la miraba con intensidad. -
¿Todo bien?
-
Nos vamos hoy
mismo a la Isla, tienes que descansar.
-
Tenemos…
-
Bien. Todo está
listo.
Regresar
a donde se había casado y pasado su noche de bodas produjo sentimientos
encontrados en Jacqueline, por un lado se alegraba de estar allí con él y por
otro su corazón le producía una especie de añoranza y melancolía por la incertidumbre
de no saber si él realmente la amaba o sólo le tenía el cariño suficiente por
ser la madre de su hija. Cierto que la había hallado y salvado, sabía toda la
historia gracias a Allison y Máximo. Stefano había hecho hasta lo imposible por rescatarla, pero él era así. Nunca se daba
por vencido y tratándose de la madre de su hija, mucho menos ¿era razonable
pensar así? O es que estaba demasiado acostumbrada al hecho de que su
matrimonio no era normal y sentía que era demasiado pedir que su felicidad fuera
completa. Él la trataba como la cosa más preciosa del planeta, ella se sentía
feliz pero también insegura, como si la coraza que siempre la resguardaba se
negara a terminar de resquebrajarse.
Lo amaba y con locura, pero aún conservaba
un pedazo de ese condenado escudo que la obligaba a contenerse para no
demostrar su amor a riesgo de sufrir aun mas. Abordó el helicóptero y al empezar el trayecto pensó y pensó hasta
que el sueño y el cansancio de los últimos acontecimientos la vencieron.
Despertó en una suave y enorme cama de sabanas blancas, del dosel ondeaban las
cortinas que rodeaban la cama al compás del viento del mar, el murmullo de las
olas la tensó de pronto.
Con
esfuerzo se recordó que ahora estaba a salvo y no huyendo de un lunático.
Seguro que Stefano había hecho que la llevaran a la habitación, una que le
resultaba familiar pues ahí había pasado la luna de miel. Se sentó en la cama y
estiró los brazos sintiéndose relajada y descansada. Tomaría un baño e iría a
ver a Maddie.
Treinta
minutos después se había duchado, visto a su hija en su cuarto durmiendo
tranquilamente y buscado a Stefano que no estaba por ninguna parte y nadie
sabía dónde había ido. Caminó hacia la playa y se recordó aquella mañana de su
boda, conversando con Allison y salpicándose entre las olas, momentos antes de
ponerse a jugar como un par de niñas, ella por fin le había confesado a Ally
que amaba a Stefano.
Horas más tarde había estado a punto de salir corriendo y
de no casarse, pero él le había llamado por teléfono y usando todo su encanto,
persuasión y demás, le había pedido por primera vez que se casara con él y es
que nunca se lo había pedido, lo había exigido y eso era muy diferente. Así que
ella había caminado hacia él totalmente enamorada y perdida en el encanto del
momento. Esos días en la Isla Troyanos habían sido de los mejores de su vida.
Después habían tenido sus problemas, pero de una u otra manera su amor por él
no había menguado, si no más bien incrementado ¿Qué importaba si él no la
amaba? La vida era un instante, y los sucesos recientes le habían demostrado
que había que vivirla con honestidad y sin recelos, sin cobardía. Le diría que
lo amaba, lo haría y se prepararía para lo peor, para no escuchar que él
también la amaba, el amor de ella tendría que bastar por los dos, tenía que ser
así. Al menos lo intentaría, sería sincera y así se quitaría esa carga de
encima de una buena vez por todas.
-
Aquí estás. – Lo
escuchó decir. Ni siquiera se había percatado del sonido de sus pasos en la
arena, tan absorta estaba en sus pensamientos. Quiso voltear y decirle
simplemente: te amo, siempre lo he hecho.
Pero no pudo. Las palabras se quedaron atrapadas en su garganta como un odioso
nudo. Sonrió en respuesta. - ¿Te sientes bien? Estás algo pálida. – Ella hizo
un gesto con la mano indicando que estaba bien. - ¿Podrías decírmelo con
palabras por favor? Estás empezando a preocuparme.
-
Estoy bien. –
Gracias a Dios, por fin las palabras habían salido, si bien no las que quería
decir. Él tomó su mano y empezó a caminar con ella por la orilla de la playa.
-
He de resultar
fastidioso ¿verdad? – Le sonrió y ella sintió derretirse.
-
¿Por qué lo
dices?
-
¿Por qué no
puedo dejar de preocuparme por cualquier cosa respecto a ti?
-
Lo encuentro… un
tanto divertido, de hecho.
-
¿Ah si?
-
Sí, pero sigue
así un poco más y empezaré a gritar y tirar cosas. – Lo amenazó bromeando,
afortunadamente empezaba a relajarse.
-
Juro que tomaré
en cuanta esa advertencia. – respondió él en el mismo tono de broma. – ¿Era
cierto lo que dijiste en el hospital? – Dijo de pronto.
-
¿Exactamente
que?
-
Que nunca te
apartarías de mí.
Ese
maldito nudo volvió con todo y ella tragó saliva con fuerza. Pero asintió con
energía.
-
Te has vuelto
muy callada ¿sabes? – Lo dijo con curiosidad. – Ese movimiento de cabeza
significa que…
-
Que si. –
Susurró ella.
-
¿Sí… que?
-
Sabes a lo que
me refiero. – Se soltó de su mano y avanzó hacia la casa, él la alcanzó en un
santiamén, tomó su mano y la entrelazó con la suya.
-
Necesito que lo
digas.
-
Pero si ya lo
dije.
-
Necesito oírlo
con todas sus letras de nuevo…
-
¿Por qué? –
Inquirió ella.
-
Soy un hombre
muy inseguro, debes darme seguridad.
-
¡¿Qué tú que…?!
– Se detuvo y lo miró con interés. – Deja de bromear Troyanos.
-
Tú me conviertes
en el hombre más inseguro del planeta por que no tengo idea de lo que pasa por
tu mente, en el hombre más celoso y
troglodita del mundo por que no quiero que nadie te vea con ojos de lujuria, ni
siquiera de simple admiración, algo imposible siendo tan bella; por que también
me has convertido en un tonto, río de la nada al recordar algo que me has dicho
o que has hecho, por que a veces la sonrisa de estupidez no se aparta de mi
rostro y eso es por que siempre pienso en ti. También soy un odioso por que no
soporto la mera idea de que tú contemples el abandonarme, cuando estás en todo
tu derecho de hacerlo. Puedo ser un asesino por que mataría a cualquiera que se
atreviera a ponerte un dedo encima. Soy un anticuado por que preferiría mil
veces que siempre estés en casa para mí y no trabajando en algún peligroso
lugar del mundo donde te puede pasar algo y yo… tiemblo, créeme… tiemblo solo
de pensarlo. Pero también soy tu victima…
-
Yo… - ¡Dios!
Ella que tanto hablaba, pero ese hombre sí que era capaz de dejarla en un
estado cercano a la deficiencia mental. - ¿Mi victima? – Se centró en lo
último, por que lo demás aún no lograba digerirlo en su totalidad.
-
Eres una
ladrona.
-
¿Qué te robé? –
Él se dio la vuelta y quedó mirando hacia el mar, ella lo siguió, se puso
frente a él y por primera vez en su vida lo vio tan vulnerable que quiso abrazarlo
y no soltarlo nunca. - ¿Qué te robé? – Repitió ella.
-
¿No es obvio?
¿No lo ha sido siempre? ¿Es que todo el mundo lo sabe, menos tú?
-
Eso me temo. –Él
la miró con sorpresa cuando ella le respondió.
-
Te has llevado
algo que nunca pensé que alguien me quitaría - La tomó por los hombros y se
inclinó hacia ella mientras hablaba. - Y lo más irónico es que no quiero que me
lo devuelvas, tenlo contigo siempre por que nadie más podrá tenerlo nunca. Es
tuyo ahora y siempre, quédate con mi corazón, te lo has robado, pero ahora te
lo doy ¿Lo quieres, verdad?
¿Por
qué lloran las mujeres? ¿Por qué lo hacen en momentos en que sería mejor hablar
y no estar impedidas de hacerlo por el llanto? Bueno, el llorar en si no es
malo, es una emoción intensa que denota distintos sentimientos y ella tenía
muchos, amor que la desbordaba, alivio, alegría, felicidad inmensa, y sobre
todo lloraba por que sabía que ahora ellos estaban en las mismas
circunstancias.
-
Estamos a mano
Stefano Troyanos. Yo tengo tu corazón, y jamás en la vida pienso devolvértelo y
estamos a mano por que tú también tienes el mío desde hace mucho…
-
Bien, por que no
se aceptan devoluciones. – Le dijo riendo mientras le secaba las lágrimas. – Te
amo Jacqueline Troyanos.
-
Bueno, ahora lo
sé. Gracias por decirlo.
-
Lo mismo digo.
-
Tardaste
demasiado.
-
¿Qué? Pero si he
dicho que contigo nunca se sabe además… - Ella lo calló con un beso no sin
antes asegurarle lo mucho que lo amaba… - Se detuvo momentos después.
-
Hay algo que
debes saber. Yo… no puedo…
-
Tú me bastas,
con Maddie tenemos más que suficiente. Allison me lo dijo, no, no la mates, lo
hizo por que te quiere muchísimo. Tú y Maddie son lo que más amo y lo único que
necesito.
Ella
intentó hablar, pero él la calló de la misma manera que ella lo había hecho con
él hacia instantes. Una ola los salpicó y ambos rieron como locos. El mar
siguió enviándole olas que ignoraron mientras seguían disfrutando del inicio de
su nueva vida.
Epilogo…
Dos meses después, Isla
Troyanos.
Sentadas
en la arena Jaquie y Ally contemplaban
jugar a las niñas, las actividades de cada una las habían hecho reír pues
demostraban lo que probablemente serían de grandes. La pequeña de Allison
desenterraba con mucha paciencia y curiosidad algo oculto en la arena. Maddie
estaba decidida a torear las olas, su paciente padre se lo impedía, pero la
pequeña caminaba con entusiasmo una y otra vez hacia el mar.
-
Creo que los
genes maternos se han impuesto. -Dijo Jaquie riendo.
-
Pobrecitos de
los padres, aparte de lidiar con las madres, las hijas han salido igualitas.
-
Hablando de las
nenas… ¿Cuándo pensabas decírmelo? – Le preguntó Jaquie.
-
¿De que hablas?
-
Sólo diré tres
palabras: camarones con mermelada – Vio
abrirse de par en par los ojos de Allison y sonrió satisfecha. – No es un
platillo normal, bueno, al menos lo es más que aquella mezcla horrible de crema
de cacahuate con yogurt, me dan escalofríos solo de recordarlo.
-
Yo…
-
Tú… estás
embarazada… Y sabe Dios por que te dan los antojos más raros del planeta. El
caso es, ¿Por qué no me lo habías dicho?
-
Lo siento, no
quería…
-
¿Entristecerme?
– la abrazó con fuerza. – Una nueva vida, un nuevo sobrino ¿cómo podría algo
así ponerme triste? Soy una mujer plena, satisfecha, completa… ¡Feliz! Amo a
Stefano, él me ama a mí… soy…
-
Ya, ya entendí.
Tengo tres meses, cuando Máximo se enteró fue el hombre más feliz del mundo,
para luego ponerse algo loco al recordar que pateé y golpeé a ese… hombre, tenía unas pocas semanas por eso me
desmayé cuando acabó todo, el caso es que me llevó al hospital a pesar de que
estaba perfectamente bien. Y no me deja hacer casi nada, es un incordio total.
– Jaquie la abrazó de nuevo, riendo feliz por ella.
-
Jamás dudes en
decirme cuando esperes bebes y como tú eres la que los tendrá por las dos, te
esperan muchos más embarazos.
-
¿Qué? De eso
nada. Dos y ya, aunque el proceso de fabricación es divertido, eso no lo niego.
– las risas de las dos llamaron la atención de ellos.
-
¿Qué pasa? –
Dijo Stefano acercándose a ella y sentándose a su lado sujetando a Maddie.
-
Tendremos un
sobrino. – Le anunció contenta.
-
Enhorabuena
cuñada. Máximo me lo acaba de decir también. – Jaquie sintió paz al verlo
tranquilo y realmente feliz por la noticia.
-
En realidad son
dos. –Anunció Allison.
-
¿Qué? – Dijeron
al mismo tiempo Jaquie y Stefano.
-
Este bebé y el
otro bebé es mi libro, por fin terminado.
-
Pobre de Máximo,
vaya manera de dar las noticias. – Dicho eso Stefano se levantó corriendo
detrás de Maddie quien le llevaba ventaja en su carrera hacia el mar,
provocando las risas de ellas de nuevo.
-
Entonces hagamos
el lanzamiento juntas ¿Qué opinas? Mi libro ya está terminado también por fin.
– Propuso Jaquie. - ¿Qué sabes de Gaby? – Preguntó de pronto. – Ahora que
hablamos de libros, recuerdo que ella estaba por publicar algo, eso antes de su
reencuentro con León, claro.
-
Sé lo mismo que
tú, después de la llamada que nos hizo hace dos meses al hospital, lo único que
he sabido es lo que publican las revistas.
-
¿Qué su
matrimonio va viento en popa? Pura basura, quiero que me lo diga ella… Y claro,
no puede por que él no le deja tener demasiado contacto con nosotras. Creo que
tenemos que ir a ese país. – Sugirió Jaquie.
-
¿A Durban? Eso
es… una magnifica idea.
-
¿Qué van a
donde? – Escucharon la preocupada voz de Máximo.
-
No digas una
palabra… - Le susurró Allison.
-
De compras. –
Dijo Jaquie de inmediato.
-
Sí… claro.
Allison, tú y mis bebes no van a ninguna parte, sabes bien que… - Empezó Max.
-
De compras
querido, solo voy de compras.
-
¿Por qué no te
creo nada?- Gruñó Max.
Seis meses después…
-
Es hermoso ¿no
crees? – Jaquie sostenía al pequeño Fabricio que tenía horas de nacido. – Se
parece a Allyson.
-
Yo creo que se
parece a Max. – Dijo Stefano.
-
Tiene de los
dos. – Jaquie miraba embelesada al pequeño, que parecía un angelito. – Es tan
precioso… - Al no escuchar a Stefano levantó la mirada y lo encontró
observándola. - ¿Qué pasa?
-
¿Estás bien? –
Preguntó al fin con preocupación.
-
¿Por qué no
habría de estarlo? – Le preguntó confundida y enseguida recordó. – Soy feliz
amor. – Le aseguró.
-
Sí, pero no
podría soportar que no lo seas o sufras en silencio y no me digas, podemos
adoptar si quieres. Lo sabes ¿verdad?
-
¿Eso es lo que
quieres?
-
Yo quiero lo que
tú quieras. – Le dijo él con total convicción y el corazón de ella se inflamó
de amor. El vivir a su lado sabiéndose amada era más de lo que jamás imaginó.
Era inmensamente feliz con Stefano y Maddie.
-
Mientras no me
sugieras alquilar un vientre. – Rió ante la idea. No era precisamente de su
agrado ese método. Por ese medio había nacido Maddie y estaría eternamente
agradecida a Sibia por ello, pero si se trataba de tener otro bebé ella
prefería experimentarlo todo, como no se podía tampoco se afligía, pero ella
optaba por seguir como estaban los tres únicamente. – Si Dios nos da un bebé
será por el método normal. Estamos perfectamente bien los tres ¿no crees?
¿Quieres tú más bebes?
-
Te lo he dicho
siempre, eres más de lo que soñé. Tú y Maddie son mi vida entera. – Dicho eso
la besó con pasión. – Vámonos ya. – Le sugirió.
-
No seas
impaciente… tenemos toda la noche por delante. Quiero estar con el bebé un poco
más.
-
Sí, pero los
padres quieren estar con él también. Vámonos… yo te necesito más que el bebé. –
Eso provocó las risas de Jaquie.
-
No tienes
remedio.
-
Más bien, nunca
tengo suficiente de ti…
-
¿Qué es eso…? –
Dijo ella de pronto antes de que él la besara de nuevo.
-
¿Qué?
-
Huele a…
vainilla, flores… no se bien aún… ¿jazmín?
-
Aquí huele a
hospital. – le dijo Stefano.
-
¿Gaby? – Jaquie
caminó aun con el bebé en brazos por el pasillo. Enseguida apareció Gabriela
seguida de un hombre enorme que ella ya reconocía como uno de los
guardaespaldas de su amiga. - ¡Oh por Dios! ¡Si eres tú! Sabía que eras tú. –
Después de abrazarse y de darle el bebé ella le preguntó.
-
¿Cómo sabías que
era yo?
-
Te olfateó.
Buenos días su alteza. - Saludó Stefano.
-
¿Podrías dejar
de bromear con eso de los títulos? Ya sé que te divierte, pero me siento tan
rara que tú, el esposo de Jaquie y amigo mío también me salude así.
-
No es broma, el
saludo debe ser así. – Dijo él ocultando su diversión. – León me mataría si
sabe que te falté el respeto.
-
Oh, basta ya. Es
la cosita más linda del planeta. – Dijo Gabriela refiriéndose al bebé que tenía
en los brazos.
-
¿Verdad que si?
– Dijo Jaquie, quien al sentir algo se giró hacia el guardaespaldas de
Gabriela… - ¿Desde cuando usas perfume femenino? – Lo vio ponerse rojo. – No,
no lo estás usando. Alguien se te acercó tanto que te dejó impregnado su aroma,
¿alguna novia? – El aludido se puso más rojo y murmurando algo, hizo una
reverencia y se alejó a prudente distancia de ellos.
-
Yo no olí nada.
– Dijo Gaby sorprendida. - ¿Desde cuando sientes tan intensamente los aromas?
-
Cosa de unos
días, no tengo la menor idea de por que. Ahora huele a claveles. – A los dos
minutos entraron sendos arreglos florales de claveles a la habitación de
Allison quien seguía durmiendo, y tenía a su lado a su inseparable esposo.
-
Empiezo a
preocuparme. – Dijo Stefano. – O tienes un excelente olfato o eres una adivina.
Mientras
Gabriela estaba con Ally, ella y Stefano llevaron a Máximo a comer algo a la cafetería de la clínica, la comida era
gourmet prácticamente, debido a lo exclusivo del lugar, pero aun así costó
sacar a Max del lado de Ally. El mesero les llevó los menús, todo se veía
delicioso, pero a ella no se le antojaba nada de lo que había.
-
¿Has decidido? –
Le preguntó Stefano.
-
Le pusiste mucho
suavizante a tu ropa. – Le dijo al mesero. – Lo siento, el aroma me está dando
dolor de cabeza.
-
¿Segura que
estás bien? – Preguntó Stefano.
-
Yo no siento el
olor a suavizante. – Dijo Max con curiosidad. - ¿Cómo es que ella…?
-
No sé, no preguntes.
– Respondió su primo.
-
Jugo de tomate,
con mucho hielo, limón y sal. – Pidió ella poniéndose una servilleta en la
nariz el olor a suavizante la tenía casi mareada, el mesero se apresuró a traer
lo que habían pedido.
-
¿Jugo de tomate,
con mucho hielo? – Stefano la miró más preocupado.
-
¿limón y sal? –
Max también la miraba extrañado. – Juraría que…
-
¿Qué? – Dijo
ella respirando aliviada en cuanto el aroma se fue.
-
Nada.
-
Habla… - Pidió
Stefano que casi llamaba un médico a juzgar por su mirada.
-
Nada. Solo me recordó
los extraños antojos de Allyson.
-
Y como este no
es el caso, tranquilos. Tan grandotes y tan fácil los puede una asustar.
-
Es que ustedes
no son normales. – Refunfuñó Máximo.
-
Amén. – Confirmó
Stefano.
-
Que graciositos.
– Jaquie les sacó la lengua y enseguida empezó a ver todo fuera de foco. –
Chicos… ¿Está temblando…? Si deduzco bien juzgando en base a sus miradas de
preocupación y sobre todo la tuya amor, no está temblando ¿cierto? Bueno,
ahora… todo empieza a… oscurecerse…
-
¿Pero que tiene?
– Stefano casi ponía al médico de cabeza para que le diera una respuesta
inmediata. Jaquie estaba internada ya y no despertaba todavía.
-
Lo sabremos
enseguida, no se preocupe.
-
¿¡Que no me
preocupe!? – Máximo lo detuvo cuando se le fue encima al médico que salió apresurado
de la habitación. Veinte minutos después vieron asomarse al médico por la
puerta, quien simplemente dijo desde su posición:
-
Todo bien. La
señora espera un bebé. Felicidades. – Y desapareció dejando paralizados a los
dos, estupefacto a él y sobre todo teniendo la sensación de que estaba soñando.
Pasada la impresión inicial abrazó a Máximo dando un grito de alegría que
despertó por fin a Jaquie.
-
¿Qué pasa? –
Murmuró soñolienta.
-
Los dejo.
Felicidades. – Les dijo Máximo y antes de irse se acercó a darle un afectuoso
beso en la frente a ella. Stefano ya estaba al lado de ella con una expresión
absoluta de adoración.
-
Me empiezas a
preocupar. – le dijo Jaquie.
-
No, no tienes
por qué.
-
¿Todo bien?
-
Sí.
-
¿Podrías ser más
específico? – Pidió ella.
-
No puedo, ahora
mismo no puedo.
-
Voy a morir o
algo así ¿verdad?
-
¿Tendría esta
cara de alegría si fuera así? – Le dijo de inmediato.
-
Cierto. Suéltalo
ya o gritaré.
-
De todos modos
gritarás.
-
Vas a ser mamá y
yo voy a ser papá. – Le dijo con los ojos brillantes de emoción.
-
Creo que dijimos
que no adoptaríamos ni nada por el estilo. – Dijo con el ceño fruncido.
-
¡Estás
embarazada!
-
Con esas cosas
no se bromea. Es improbable.
-
Nunca te dijeron
que era imposible ¡Vas a tener un bebé! – Insistió él.
-
No creo. – Dijo
necia. Al ver su negativa corrió por el médico, lo trajo casi a rastras y lo
puso frente a ella.
-
Dígale. –
Exigió.
-
Señora: El
mareo, el desmayo, su gran capacidad para percibir los aromas se debe a que
está embarazada, unas seis semanas más o menos. Le pido, no, le suplico que
considere tener a su bebé en otro lado, no creo que pueda sobrevivir a la
presencia de su esposo si este…
-
Gracias. – Le
dijo Stefano y lo sacó de la habitación. Jaquie empezó a reírse y a llorar todo
al mismo tiempo. - ¿Ahora me crees? – Ella solo asintió. - ¿Otra vez te comió
la lengua el ratón? ¿Me haces el favor de por lo menos decirme que estás loca
de felicidad así como yo?
-
¡¿No es obvio?!
– Casi gritó ella. – Él la abrazó con fuerza al principio para luego detenerse
y hacerlo con delicadeza.
-
Hoy no te lo he
dicho ¿verdad? Te amo, con muchos bebés o solo con Maddie, eres lo mejor que me
ha pasado, te amaré siempre, siempre…
Gracias por compartirla sis...y sabes que espero más, una dulce y otra de una apuesta, entre otras muchas....besos te saragnheooooooo...
ResponderEliminarSi, avanzaré, lo prometo... besos tqmch
EliminarQue hermosa historia, la he amado de principio a fin, no le cambiaría nada. Me encantó la declaración de Stefano, fue única, amo a estos dos, y a Maddie, y a Allyson y a Max y a la pequeña Jacqi, gracias por darles vida. También me encanto Amargo recordar y algo me dice que amaré la historia de Gabriela (espero que mis sospechas sean ciertas...)Lamento ya no dar señales de vida, estoy a final de semestre y llena de trabajos y exámenes, espero que estén bien, me alegro de que Nata comience a publicar de nuevo.
ResponderEliminarSaludo chicas!!
Gracias por leer Ashes!! La historia de Gabriela se supone que es para cerrar la trilogía (jaja) pero lamento decir que está en pausa (una muy grande) sin embargo espero retornar, abrazos!
EliminarPreciosa historia, me ha encantado. Con ilusión de leer la tercera parte. Pregunta jiji (ya se que es tarde y que deberia leerla primero, pero me di cuenta ahora que hay primera parte jiji):
ResponderEliminar¿me puedes decir como se llama la primera parte? Me imagino que es la historia de Allison y Maximo, pero no se como se llama.
Muchos besos
Hola Yola, ¿como tas? la primera parte por asi decirlo es Amargo Recordar pero subi unos caps y luego mencionè que si alguien la queria completa me avisara para enviarla a su correo (me regañaron mis sisses por ello jeje) y la tercera sigue pausada, abrazossss
Eliminar¡¡¡Es verdad!!! No me acordaba jijiji. Vaya memoria mas mala tengo jajaja
EliminarGracias y besos
hola chicas, lo siento si hice trampa pero no lo pude evitaaarrr!!!! Estaba tan emocionada, intrigada, bueno me encanto tanto que no me pude resistir a esperar, espero sigas escribiendo por que lo haces estupendamente las 3 son estupendas escritoras. Les envio muchos saludos y besos alas 3
ResponderEliminarGracias por tus palabras, me animan a continuar con la historia de Gaby, saludines Kriss.
EliminarYo también me apunto a pedir la historia de Gabriela que me tiene muuuuuy intrigada. Yo no puedo leer por aquí tus capítulos Jey (me salen unos códigos?? no sé) pero estoy pendiente de releer la historia completita antes de leer más de la 3era historia. ¿Cuándo sigues? xD
ResponderEliminarBesos!!
Quizás te salen los codigos por que use el formato de word y no el de blogger, quizás sea eso pero estan en el grupo de Yahoo las dos historias y la de Gaby (ya sabes cuanto me gusta tu nombre jaja) tambien esta alli bueno, los caps que avancé, la deje a la pobre perdida en el desierto creo jaja... abrazos y gusto leerte.
Eliminar