viernes, 10 de mayo de 2013

Un amor para recordar XVII




Estar encerrada no era  tan malo después de todo pensaba Jackie dos días después, Allyson aun no había podido escapársele a Máximo y no había llegado, pero los días no eran tediosos y aburridos para ella. Afinaba su artículo y retocaba las fotos que había tomado, estaba de hecho en ese momento enviando todo por correo electrónico a su editor. Cuando no estaba con su hija o frente a la computadora estaba con Stefano y para ser específicos se la pasaban en la cama. Él había decidido trabajar desde casa, y ella había disfrutado de tenerlo con ella casi todo el tiempo. Esa noche él iría solo al evento al cual habían sido invitados, la idea de que estaría rodeado por mujeres bellas y descaradas no le ayudaba mucho a estar tranquila, era frustrante que fuera lo que más le preocupara en ese momento y no que hubiera un merodeador psicópata detrás de ella. Se rió por la ironía.


-       ¿Qué es tan gracioso? – La voz de él llegó desde la puerta, estaba apoyado sobre el marco observándola con una sonrisa, esa sonrisa que siempre era capaz de detener su corazón.
-       Un mensaje de mi editor. – Mintió ella. – Quiere que vaya a la Toscana. Acabo de decirle que es imposible. – Eso sí era verdad, acababa de rechazar ese trabajo.
-       ¿La Toscana?
-       Sí. Hay una casa antigua que le interesa particularmente para que se realice un reportaje sobre ella,  pertenece a no se que miembro de la nobleza del siglo 19 conocido por ser muy reservado y misterioso. Empiezo a pensar que me está reservando lo más sencillo solo por que estoy casada y soy madre. Siempre me daban los trabajos más arriesgados y excitantes, fotografiar una antigua casa no tiene nada de eso.
-       No me gusta nada la idea de verte realizando trabajos arriesgados y excitantes. – Le dijo él serio. – Y debes agradecer que ahora tome en cuenta que eres madre y esposa.
-       Sí, pero no dejo de ser reportera fotográfica por ello. En cuanto esto acabe volveré al trabajo. – Su voz fue decidida igual a su resolución de continuar trabajando, solo eso la sacaría del pozo de desesperación en el cual se hundiría en cuanto él se cansara de ella. No sería tan arriesgada como antes, pues ahora estaba Maddie, pero no dejaría de trabajar.
-       A que te refieres exactamente al decir “En cuanto esto acabe”. – El acero bajo la suavidad de sus palabras pensó Jackie. Ella se refería a su acosador, pero en realidad esas palabras aplicaban a cuando ellos ya no estuvieran juntos, aunque no hubiese sido su intención al decirlas.
-       A la situación que me tiene enclaustrada en esta casa. – Ella prefirió desviar la vista y centrarla en la pantalla de su computadora para no ver el brillo inteligente de sus ojos plateados.
-       Ven aquí. – Su mirada era oscura e inexpresiva, Jackie no tenía idea que pasaba por su mente pero no era nada bueno.
-       Tengo muchas cosas que hacer… - Empezó ella.
-       Déjalas para después.
-       No.

Tomando un brazo la sacó de su asiento y la puso frente a él. Sus ojos parecían tormentosos pensó ella.

-       No hayas la hora de librarte de mí ¿verdad? No te preocupes, todo acabará más pronto de lo que quieres y volverás a tu amada vida arriesgada y libre. – Dicho eso la soltó y salió de la habitación dejándola totalmente temblorosa, confundida y deshecha.
-       No es así. – Susurró. – No es así.

Por supuesto no lo vio el resto del día, ni siquiera cuando se fue a la cena de gala de esa noche.

¿En que rayos estaba pensando su corazón en el momento que decidió enamorarse de una mujer que no sentía nada por él? Pensaba Stefano camino al evento. Solo un corazón necio, traicionero y amante de los desafíos como era el suyo, podía ocurrírsele semejante cosa. Ella lo deseaba eso era una verdad innegable pero no pasaba nada más. No lo amaba ¿Cómo podía amarlo si pensaba dejarlo? Por que eso lo pensaba constantemente, de eso no había duda. Cerró un puño, listo para estamparlo contra la ventanilla del auto en el que iba, pero se contuvo a tiempo. 

No solo se ponía como loco por la preocupación de que alguien le quería hacer daño, si no que ahora no podía dejar de pensar que ella le abandonaría a la menor oportunidad en cuanto ya no se viera amenazada. ¿Qué hacer para impedirle de una vez por todas que se fuera? ¿Cómo hacerle entender que lo mejor era permanecer juntos? ¿Cómo lograr que ella entendiera que él no tendría vida alguna sin ella y sin Maddie?  ¿Cómo lograr que lo amara? Nunca había quedado sin conseguir lo que quería, siempre lograba lo que se proponía, no sabía lo que era la incertidumbre y ahora experimentaba lo más cercano al fracaso y era una sensación horrible. Se preparó mentalmente para dar su acostumbrada apariencia fría y controlada en cuanto llegó al recinto donde sería la gala de esa noche. Ni bien había entrado ya quería que todo acabara para volver a casa y encontrar la manera de retener por siempre a Jackie.

Jackie se paseaba por todos lados de la casa, intentó leer y no pudo, trató de navegar en Internet y nada le pareció interesante, fue a la sala de televisión y nada de lo que estaba pasando le gustó. Desesperada por pensar en otra cosa que no fuera Stefano se decidió a ir a la cocina y prepararse algo llevándose el intercomunicador que la mantenía atenta a cualquier llanto de su pequeña. Se hizo una ensalada y tomó agua, en realidad no tenía mucha hambre. Vio que había un pastel de chocolate en el refrigerador y se decidió por una rebanada ¿Mejoraría su estado de ánimo? Quizás debió haberse llevado un bote enorme de helado, pastel y demás alimentos altos en calorías, sentarse frente al televisor con un ridículo pijama y poner películas románticas y llorar como una tonta. Sonrió divertida por la idea, aunque en realidad se sintió fuertemente tentada a hacerlo. Sacó el pastel y empezó a comer lentamente.
Fuertes pisadas la hicieron levantarse de su asiento y voltear hacia la puerta esperando que fuera Stefano quien llegaba. Pero era uno de sus guardaespaldas con cara de preocupación. Enseguida se sintió asustada.

-       ¿Qué sucede Paolo? ¿Algo le pasó a mi esposo?
-       No señora no es eso.
-       ¿Entonces? – Suspiró de alivio y comió otro poquito de pastel.
-       Se han desatado fuertes incendios, y están cerca de aquí, están llegando a la zona residencial, tenemos que evacuar.
-       No pensé que fuera tan grave. – Había oído las noticias por supuesto, pero creía que todo estaba controlado.
-       Tenemos que irnos ahora mismo. Todo está listo, solo las esperamos a ustedes y por supuesto el personal ya está desalojando todo. Su esposo se reunirá enseguida con ustedes, ya fue informado.
-       Voy por mi hija. Enseguida bajamos, asegúrate de que nadie se quede en casa y búscales un lugar seguro.
-       Sí, señora.

Corrió por las escaleras y preparó una pequeña bolsa con un par de mudas de ella, en otra pequeña maleta metió cosas de Stefano por si llegaba a necesitarlas, metió a la carrera otras cosas que supuso necesitarían y fue a la habitación de Maddie, despertó a Susan quien ya estaba dormida y le informó de todo. Enseguida prepararon las cosas de la niña. Paolo tocó la puerta y sin esperar respuesta la abrió.

-       Llévate esta maleta. – Le pasó la de Stefano y la de Maddie. – Susan baja con Maddie en lo que voy por mi laptop.  Tenía todas las fotos y notas de su libro y no quería renunciar a el.
-       Tenemos que darnos prisa señora. – Dijo Paolo. – Si algo le pasa a usted o a la niña podemos darnos por muertos.
-       No tardo. – Corrió a su despacho y tomó la computadora portátil. Susan ya salía de la casa con la bebé en brazos siguiendo a Paolo, cuando estaba por bajar las escaleras recordó el osito de peluche sin el cual Maddie no se iba a dormir. Regresó por él, para cuando salió Susan y Maddie ya iban en otra camioneta rumbo al departamento de Stefano que estaba en una parte segura de Atenas. Ella subió en otra con dos guardaespaldas, uno al volante y otro en el asiento del conductor. Siguieron a las demás camionetas en las que iban personal de la casa también. Ellos iban al final. En un cruce fueron detenidos por dos bomberos que llevaban puestas  mascarillas, el humo ya se alcanzaba a ver y ella se estiró para ver si habían pasado ya Susan con Maddie, cuando comprobó que si, se sintió más tranquila.
-       Baje la ventanilla. – Dijo uno de los bomberos en una de las ventanillas.
-       También usted. – Dijo el otro en el otro extremo.  –Estamos haciendo una pequeña revisión.
-       ¿Revisión? – Dijo el guardaespaldas que iba al volante. – Lo único que debe importarles es que salgamos de aquí.
-       ¡Haga lo que le digo! – Espetó casi gritando el que estaba del lado del volante.
-       No lo creo…
-       Haga lo que le pide por favor. – Dijo Jackie, lo único que quería era irse de allí y reunirse con su hija, lejos del humo y del peligro, esos hombres seguramente estaban estresados y por eso reaccionaban así.
-       Pero, señora…
-       Es solo una revisión. – Dijo ella con tono cansado.
-       Está bien. – Obedeciendo, bajo un poco el vidrio y el otro hizo lo mismo. De la nada aparecieron sendas pistolas automáticas de la mano de los bomberos y dieron dos tiros cada una en los pechos de los guardaespaldas.  Todo fue en un abrir y cerrar de ojos, fue tan rápido que Jackie no recordaba siquiera haber gritado. En un acto coordinado abrieron las puertas y tiraron al suelo a los guardaespaldas. Por fin ella reaccionó y frenética se dirigió a una de las puertas para abrirla, con horror vio como esos dos hombres se subían con una increíble rapidez, ocupaban los sitios vacíos y ponían el seguro a las puertas.
-       ¡Malditos! – Gritó ella y empezó a patear una ventana con las piernas tratando de romperla. Pero era inútil, recordó que las ventanas y el auto en general estaban blindados. Volvió a gritar esta vez de rabia y se abalanzó contra el conductor quien ya empezaba a avanzar con la camioneta. El otro tipo la aventó al asiento de atrás, al ver que ella hacía el intento de nuevo, le dio un golpe con el palo del hacha que llevaba en la mano, mandándola desmayada al asiento.

Stefano ya había dada por concluida su presencia en el evento, cuando fue informado de que su casa sería evacuada debido a los incendios. Sabía que su gente tenía todo bajo control pero no pudo evitar sentirse ansioso. Subió a la limusina y fue al departamento en donde estaban Maddie y Jackie. Tenían menos de cinco minutos de haber llegado Maddie y su niñera. Besó a la niña y al notar la ausencia de Jackie preguntó a Paolo con el ceño fruncido.

-       ¿Dónde está mi esposa?
-       Viene en otra camioneta, ella quiso que Maddie saliera inmediatamente.
-       ¿Qué pudo haberla detenido? –  Preguntó enfadado.
-       Fue por su laptop. – Dijo Paolo.
-       Y seguramente por el osito de Maddie. – Intervino Susan, yo vi que ya venía con su computadora y regresó al cuarto de la niña.
-       De todas maneras, todas las camionetas ya han llegado a su destino ¿no? – Los empleados se hallaban en otra casa que tenía cerca de la playa, todos habían llegado menos Jackie. - ¿Quiénes la custodiaban?
-       Gian Marco y Luca. – Dijo Paolo – Hablé con ellos hará escasos siete u ocho minutos.
-       ¡Pues llámales de nuevo! – Rugió Stefano. No fue necesario, la policía ya estaba contactándose con su personal de seguridad. Su informe era claro y preciso: La Señora Troyanos había sido secuestrada. Y fue entonces cuando Stefano experimentó lo nunca vivido: Un terror inmenso y una furia ciega.

-       Reúne a todo el personal de seguridad- - dijo Stefano encaminándose hacia la salida como alma que llevaba el Diablo, seguido de cerca por sus guardaespaldas.  Fue al estacionamiento y en segundos arrancaba el motor de su Jaguar y salía con un chirrido de llantas. Nunca había sentido esa desesperación e impotencia, aferraba el volante con fuerza, quería golpear algo, quería matar a quien se había llevado a lo que mas valoraba y amaba en la vida aparte de su hija. Sabía la ruta que se suponía había tenido que llevar la camioneta en la que venía Jackie y fue hacia allá, numerosos autos de policía se hallaban en la escena y dos ambulancias, la zona ya estaba siendo acordonada. Lo dejaron pasar al saber quien era, pero no permitieron el acceso a sus guardaespaldas que lo  habían seguido a bordo de camionetas.
-       ¿Señor Troyanos? – Se acercó el que al parecer estaba a cargo un hombre de mediana edad, calvo y con aire de autoridad.
-       ¿Alguna idea de quien hizo esto?
-       Demasiadas a decir verdad. – Dijo el hombre – La esposa de alguien tan conocido e importante como usted puede ser un blanco ideal para muchos.
-       ¡Entonces no saben nada! - Explotó.
-       Por el momento no, estamos buscando la camioneta. Pero debo decirle que sus hombres están bien.
-       ¿Quiénes? – Preguntó Stefano tratando de concentrarse y es que únicamente pensaba en que la culpa de todo la tenía él.
-       Los guardaespaldas de la Señora Troyanos, les dispararon a quemarropa, pero les protegió el chaleco antibalas, el impacto los aturdió y así es como pudieron llevársela. Ya van rumbo al Hospital. – El ulular de las sirenas anunció la partida de las ambulancias.
-       ¡Cómo pudieron ser tan estúpidos! – Bramó Stefano.  
-       Necesitamos hacerle unas preguntas, sabemos que su esposa estaba siendo acosada.
-       Todo lo que sé consta en los expedientes que ya están en poder de la policía.
-       ¿Acaso no piensa cooperar?
-       Al contrario, ahora mismo voy a buscar a mi esposa. – Dicho eso se alejó sin que nada ni nadie pudiera detenerlo.
-       Se la llevaron en la camioneta. – Se acercó su Jefe de seguridad en cuanto Stefano salió de la zona acordonada. – Todos los autos tienen un chip de rastreo. – Eso lo hizo frenar en seco y detenerse a escucharle. – Sabemos dónde está la camioneta ¿Lo informamos a la policía?
-       Más tarde. – Respondió entre dientes. – Quiero al maldito o malditos que hicieron esto muertos.
-       Pero, señor… - Dijo el otro con cara de asombro. – Puede ser demasiado peligroso, no necesita llenarse las manos de sangre.
-       Lo que quiero antes que nada es que mi esposa esté a mi lado de nuevo, después ya veremos… vámonos.

Minutos después maldecía sonoramente, la camioneta estaba abandonada cerca de la playa en un camino que casi no se transitaba, la luz de su auto y las camionetas revelaron unas huellas, dos pares.

-       Avisa a la policía. – Dijo el Jefe de seguridad a un subalterno mientras alcanzaba a Stefano junto a otros guardaespaldas más, quienes seguían las huellas. Sabía que estaba desobedeciendo una orden, pero quería evitar una tragedia mayor…

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¿Qué hora era? Tenía que ir a ver a Maddie, le gustaba estar a su lado antes de que despertara. Aunque a veces no podía hacerlo pues Stefano la retenía y luego… luego, le hacía el amor como sólo él podía hacerlo, con intensidad, con fuego y con pasión. Estiró una mano para buscarlo en la cama y no encontró nada, abrió los ojos lentamente y vio que todo estaba oscuro, sumamente oscuro. Una punzada dolorosa le taladró la sien y con un gemido de dolor se llevó la mano a la cabeza, tocó algo húmedo y pegajoso que le cubría parte de la cabeza y el rostro. Trató de sentarse pero se sintió mareada ¿Qué estaba pasando? Como si de un rayo se tratara, lo que su cerebro por la conmoción había bloqueado, de pronto inundó a Jackie con un torrente de información que le recordó lo que había sucedido. Un frío recorrió su columna y sintió una enorme presión en el pecho.

-       Tranquila, tranquila. Al menos Maddie está a salvo. – Susurró para sí. Por qué su hija estaba a salvo, ¿verdad? La duda la llenó de pánico y sintió el escozor de las lágrimas. Escuchó chirriar una puerta, era la de la habitación donde se encontraba, se sentó con dificultad y vio como se esta abría con lentitud y sin dejar de chirriar cual película de terror. La luz exterior comenzó a entrar a raudales y la cegó, se llevó una mano a los ojos para tratar de protegerlos y poder ver al mismo tiempo. Una sombra se cernió sobre ella, solo veía la sonrisa, esa maldita sonrisa.
-       Hola… cuanto tiempo Jackie querida. – Le dijo, ella se pegó a la pared que le quedaba como respaldo, comprobó que estaba en un colchón viejo en el suelo. Esa sonrisa… - ¿Sigues sin recordarme? – preguntó con ira en la voz y entonces ella lo reconoció...

A muchos kilómetros de allí, Allyson aventaba ropa frenéticamente a una maleta mientras lloraba y discutía al mismo tiempo con Máximo. La imagen hubiera sido de risa de no ser por las razones que la tenían así.

-       No irás a ningún lado. – Le decía él tratando de hacerla entender.
-       ¡Estás loco, completamente loco si crees que me quedaré aquí de brazos cruzados!
-       ¿No entiendes que no es seguro que vayas a Atenas en este momento?
-       ¿Y por que no? – Gritó.
-       Por que tu mejor amiga está secuestrada por un loco y por que no la ayudarías en nada corriendo con la misma suerte.
-       ¡Pero tú si irás! – reprochó ella.
-       Por supuesto que lo haré y pondré todo de mi parte para ayudar a Stefano a encontrarla. Pero, si tú vas me mantendrás preocupado y no podré concentrarme ni ayudar como debe ser. Quiero a Jackie y lo sabes, haré de todo para que la encontremos, pero, cariño tú debes quedarte. – Stefano le había mandado un mensaje diciéndole lo ocurrido y ahora lamentaba habérselo dicho a Allyson.
-       No puedo quedarme esperando aquí, sintiéndome tan desesperada y con tanto miedo por ella, si le pasa algo... – Sollozó intentando controlar el llanto, pero no lo consiguió cuando él la abrazó. – Te prometo lo que quieras, no iré a ninguna parte, no saldré de la casa, además alguien tiene que ver a Maddie.
-       Tiene su niñera.
-       ¡Pero no es lo mismo!
-       ¿Prometes que harás todo lo que te diga? – Dijo él claudicando con un suspiro resignado.
-       Lo prometo. – Respondió Allyson sintiéndose ligeramente aliviada.
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-       Pero… ¿cómo? Tú… ¡estás muerto! – Decía Jackie a su captor.
-       ¡Por poco lo estuve y tú tuviste la culpa, tú eres la culpable! – Gritó enfurecido.
-       ¿Qué quieres, que rayos quieres? – Respondió Jaquie de la misma manera.
-       ¿Qué no es obvio? A ti, te quiero a ti.
-       Estás muerto, estás muerto. – Se repitió ella como si con eso pudiera alejarlo y despertar de esa pesadilla.
-       Sobreviví al maldito accidente que tú provocaste.
-       ¡Yo no choqué el auto! Eras tú el que huía como loco después de intentar violarme.
-       ¡cállate! – Gritó furibundo.
-       ¿Por qué me haces esto Oscar? ¡Somos familia por todos los cielos! – Intentó apelar a su corazón.

Jaquie se llevó las manos a las sienes, intentando calmar el punzante dolor en su cabeza. No era posible lo que estaba viviendo se repetía una y otra vez, Oscar había huido después de haberla atacado, había querido violarla. El auto había explotado según los reportes de la policía, él había sido declarado muerto. El hombre que por poco le arruina la existencia había vuelto y más psicópata que nunca.

-       ¿Familia? Estás mal querida, no somos eso, soy un ferviente admirador y ahora seré tu dueño, olvídate de la vida que llevaste hasta ahora por que eres el juguete de un millonario ¿verdad? Te dije que solo servías para eso, para ser el delicioso y bello juguetito sexual de alguien. Una zorra, ahora serás mía únicamente – Claro que se lo había dicho e infinidad de veces, había sido un terror su vida cuando siendo adolescente él había llegado a vivir a su casa. De cariño filial él no tenía nada hacia ella. Ser primos no había significado nada. Únicamente había enardecido sus deseos perversos. El que los padres de Jaquie se hubieran pasado en el Hospital por la mala salud del padre de ella, no había ayudado para nada, Oscar había tenido todo a su favor. Cuando por fin estuvo a punto de conseguir su propósito, se había salvado por muy poco, y él en su huida había caído con todo y auto por un barranco o eso es lo que había dicho la policía. – Dale gracias al cielo de que no haya muerto. Fingí mi muerte, salté antes de que el auto se cayera, quedé en mal estado. Pero sobreviví y juré que volvería por ti.
-       No soy tuya. Maldito seas ¡Ojala y hubieses muerto!
-       Más vale que te calles. – Le dijo con furia y ella se estremeció de aprensión. – Harás lo que yo diga si no quieres que tu adorada nena pague las consecuencias.
-       No… - Jaquie se tragó el nudo de lágrimas que se le formó en la garganta.
-       ¿Qué has dicho? – Se acercó él.
-       ¿Dónde está mi hija?
-       Con su padre seguramente, por ahora no va con mis planes. Pero te aseguro que así como te pude conseguir a ti, siendo tan fuertemente custodiada, podré llegar a tu preciosa hija si me obligas a ello.
-       Haré lo que digas. – Dijo Jaquie de inmediato ahogando el alivio al saber que su nena estaba con Stefano, aunque ella no estaba segura de salir bien, Oscar no era el de hacía diez años, el muchacho que podía tener a raya, ahora era un hombre y uno grande y fuerte, sabía que no iba a ser tan fácil salir de esa situación, menos en las condiciones en las que se encontraba físicamente.
-       Así está mejor. Ahí tienes lo necesario para limpiarte. – Señaló un cubo de agua que había sobre una silla, encima de la misma había ropa. – Ponte esa ropa también. Vendré por ti en unos minutos. - Se fue, cerró la puerta y enseguida se encendió un foco que iluminó por completo la habitación.

Jaquie todavía se sentía mareada por el golpe y por lo que acababa de descubrir. Por ahora no le quedaba más remedio que seguirle la corriente a Oscar, pero tenía que encontrar la manera de escapar. Su hija estaba a salvo y dudaba que Stefano estuviera confiado, seguramente Maddie estaba mas que bien vigilada y él estaría buscándola, lo sabía con todo su corazón, con toda su alma sabía que así era. Se levantó con dificultad, maldijo lo débil que se sentía ya que ella era perfectamente capaz de dejar a un hombre como Oscar fuera de combate, pero no se sentía  ni siquiera con la fuerza suficiente para darle un solo golpe. Observó la habitación, era un cuarto sin ventanas, solo la puerta era la vía de escape. 

Fue hacia el cubo de agua y se lavó la cara, su pelo estaba enmarañado, sucio y con sangre ya seca, a pesar del dolor en la sien, se lo lavó como pudo y se lo secó con una toalla que estaba allí. La ropa consistía en un sexi vestido color escarlata, se quitó la ropa que traía con rapidez para que Oscar no tuviera tiempo de hallarla en ropa interior y se puso el vestido. No le sorprendió que fuera de su talla, un maniaco como él sabría con exactitud cual era. El vestido se le pegó al cuerpo destacando cada curva le llegaba a medio muslo, el escote era inmenso, casi parecía que se caía del vestido. Sus senos quedaban bastante expuestos. Se sintió vestida como una prostituta. Bajo la ropa había un par de zapatillas de tacón altísimo y delgado, se las puso y enseguida se sintió mareada al intentar estar en pie. La puerta volvió a abrirse, de inmediato se puso tensa. Lo vio entrar dirigiéndole una mirada abiertamente lasciva, empuñaba una pistola. Moriría antes de dejarse tocar por él, juro en silencio. Stefano apresúrate amor. Imploró en su mente.

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