sábado, 27 de abril de 2013

Un Amor para recordar XV



-       ¿A pique has dicho? – Le dirigió otra de esas sonrisas odiosas. – no se ha secado la tinta en el acta matrimonial querida ¿No podías haber esperado que hiciéramos el mes de casados? Recuerda que si decides divorciarte ahora, lo único que lograrás será perder a Maddie. – Al verla palidecer continuó sin piedad – No pienso tener contemplación alguna contigo, no te equivoques. Tendré la custodia completa de la niña y lo sabes, no pienso compartirla. Pero, supongo que con tu trabajo que es tan ajetreado y que te lleva a distintos puntos del planeta te vendría de maravilla que el juez sentencie que la veas solo ciertos días del año ¿verdad?
-       Maldito seas. – Siseó ella sintiendo como su corazón palpitaba con tanta rapidez que parecía querer salirse de su pecho. – Amo a mi hija con todo mi corazón y más que a nada en el mundo. No me amenaces Stefano, no soy una indefensa mujer sujeta e impresionada por tus demostraciones de poder y por tu dinero.

¿Qué rayos estaba pasando? Hace un momento estaban besándose y ahora peleaban como dos enemigos jurados. Pero ella le hacía despertar sentimientos intensos. Sobre todo cuando había dicho que su matrimonio terminaría ¿es que nunca lograría que ella lo amara? ¿Es que todo lo vivido no significaba nada? ¿Tan dura era? Si pensaba que quedaría impasible viendo como pretendía librarse de él tan pronto, estaba muy pero muy equivocada. Usar a Maddie no había sido justo, pero era su mejor opción para obligarla a quedarse. Él jamás separaría a Maddie de su madre, si Jackie decidía irse, él no le negaría a su hija, pero eso Jackie no lo sabía, así que jugaba esa carta.

-       Tienes familia poderosa en el ámbito legal lo sé, ¿pero realmente piensas que es suficiente para luchar contra mí? Eso quizás fuera antes, ahora tengo un muy explicito documento firmado por ti que dice que si este matrimonio termina en menos de tres años pierdes a la niña. – Al recordar ese pequeño gran detalle, Jackie sintió un leve mareo. Había pensado que sería fácil estar a su lado esos tres años, que por Maddie sería poco y al contrario lograría mucho: Llevarse a su hija con ella.
-       Puedo encontrar la manera de anularlo.
-       ¿Y como? Está prácticamente blindado, me aseguré de ello. Así que te aconsejo querida que sigas ejerciendo tu papel de esposa y madre por poco que te guste el primero y reflexiones antes de llevar a cabo cualquier arriesgada decisión que pienses te ayudará a salir de este matrimonio. Por que puedo jurarte aquí y ahora que si bien antes fui casi indulgente contigo y tus deseos de pelear contra mí, ahora seré todo lo desalmado que puedas imaginar.

Jackie ejerció un control férreo sobre el cúmulo de emociones que sintió. Temor a perder a su hija, ira, desesperación y decepción.

-       Amenaza todo lo que quieras. A estas alturas debes saber que nunca te he tenido miedo y que jamás lo tendré. Jamás podrás doblegarme Stefano. – Le dijo con voz firme, aunque lo único que quería era llorar. – No era mi idea deshacer este matrimonio tan pronto ni pelear de nuevo contra ti. Dejar en claro que no soy una posesión mas en tu haber, era mi única intención. Pero no dudes que si me veo en la necesidad de hacerlo… pelearé contra ti y contra quien sea por mi hija. – Dicho eso se alejó de él y salió sin dar un portazo. Subió las escaleras rápidamente y fue a la habitación de la niña.

Al verla desaparecer Stefano arrojó hacia la pared lo primero que encontró que fue un jarrón lleno de flores que ella misma había puesto allí. El sonido del jarrón estrellándose le pareció una ironía, pues su incipiente matrimonio parecía ir por ese mismo camino, aunque el que se había estrellado era él al creer que sería rápido conseguir a Jackie. No sabía en que momento se había olvidado que ella podía ser una magnifica contrincante, una adversaria inteligente y la única mujer que jamás había logrado impresionar con nada. No quería pelear contra ella. No quería que ella lo odiara. Cosa que seguramente estaba haciendo en ese momento. Él debía respetar su personalidad, su independencia, el que ella no se sujetara a nada ni a nadie, que no se considerara pertenencia de él. Por mucho que lo enfureciera todo eso, la verdad es que él la amaba por todo lo que era.

Fue al comedor donde fue informado que Jackie había dicho que no cenaría esa noche. Él tampoco estaba de humor para comer. Subió las escaleras de dos en dos ansioso por verla y esperando que estuviera más tranquila. No la vio por ninguna parte. Seguro estaba en la habitación de Maddison, pero cuando no vio a ninguna de las dos, sintió una garra fría apretándole el corazón. Comprobó enseguida con su jefe de seguridad que no había salido nadie de la propiedad y él mismo las buscó en toda la casa. Al no encontrarlas por ninguna parte, hizo que todo el mundo desde empleados de la casa y todo el personal de seguridad las buscara. Susan la niñera de Maddie había tenido el día libre. Llamó al móvil de Jackie y este lo mandó a buzón aumentando su miedo a que ella lo hubiera abandonado. Una hora después seguían sin aparecer por ningún lado y justo cuando estaba por linchar a su personal, el encargado de los jardines habló con él.

-       La señora frecuenta las plantas que están en el torreón en la parte sur. – Era un antiguo torreón que más bien parecía un pequeño faro  y que desde donde estaba ubicado tenía toda su vista hacia el mar. Ahí era el lugar perfecto para ciertos tipos de plantas que necesitaban sombra y un lugar no demasiado caluroso, esas plantas le encantaban a la madre de Stefano así que ella había sido la  de la idea y se había puesto de acuerdo con los jardineros para tenerlas allí, de vez en cuando se llevaba unas a su casa. – Probablemente esté allí. – Sugirió el hombre. Esa zona no era un lugar adecuado para visitar de noche y no habían revisado allí.
-       Yo iré. – Impidiendo que nadie más fuera y mandando a todos a sus labores normales y en el caso de muchos a la cama, se encaminó a través de los jardines con celeridad teniendo la certeza de que ella estaba allí. El recorrido era largo, se atravesaba los rosales y otras variedades de flores que impregnaban el ambiente con su aroma. Cosa que él no notó para nada en su afán por llegar. El torreón era viejo pero todo en el estaba en buenas condiciones y contaba con electricidad. Abrió la puerta al llegar y antes de subir percibió una tenue luz en la parte de arriba. Subió las escaleras y llegó enseguida al único y pequeño piso, todo estaba lleno de plantas y cerca del ventanal había una mecedora que ocupaba Jackie quien sin percatarse de su presencia acunaba a Maddie y le cantaba muy bajito una tonada en español, escena que lo dejó paralizado ¿Por qué diantres se le había ocurrido amenazarla de esa manera? El alivio de verla dio paso al remordimiento pero después dejó lugar al coraje por lo que le había hecho pasar al no encontrarlas. La melodía que entonaba Jackie cesó.
-       No tenía pensado irme sin decir nada. No es mi estilo. – La voz de Jackie interrumpió sus pensamientos. – Te hubiera dicho inmediatamente que me iba con mi hija. Pero aun no es el condenado momento.
-       Estuve como un loco buscándolas. – Se acercó a ellas. Maddie dormía plácidamente. - ¿Así que aún no es el momento? – Preguntó y la imagen de su hija acurrucada al pecho de su madre le llegó al alma logrando evitar una ácida respuesta a lo dicho por Jackie. Pensaba dejarlo tarde o temprano, cosa que no permitiría por supuesto, pero siendo realistas tampoco podía evitarlo del todo.
-       No, tengo que esperar tres años ¿No es así? – la voz de ella sonaba lejana a pesar de no estar separados más que unos centímetros. – Pienso hacerlo no por el maldito papel que firmé, sino por ella. – Y dirigió su mirada a la niña que dormía sobre su pecho. – Está muy acostumbrada a ti, quiero que sepa quien es su padre y conviva con él.
-       ¿Qué hacías aquí? – Era una especie de respiro saber que contaba con más tiempo al lado de ambas, aunque hiciese a  un lado el hecho de que se quedaba por la pequeña y no por él.
-       Necesitaba paz. – Dicho eso se levantó- Es hora de que esta niña se vaya a la cama.
-       La llevo yo. – Ella no protestó cuando él se la pidió. Lo precedió y bajó las escaleras. Los dos entraron a la habitación de Maddie y cerraron con cuidado la puerta al salir. – No vuelvas a hacerme esto. – Le dijo él a Jackie cuando ya iban por el pasillo. – No te desaparezcas sin decir palabra.
-       No era mi intención asustarte haciendo que pensaras que me llevaba a la niña. Como te dije quería paz. – Ahora no solo sonaba lejana, sino también ausente y cansada impidiéndole desahogar el temor por haber pensado que las perdía.
-       Vamos a dormir, mañana hablaremos. – Eso hizo que ella se detuviera en seco.
-       No me apetece compartir contigo la habitación, mucho menos la cama, así que… - No terminó la frase por que él la alzó en brazos sorprendiéndola.
-       De eso nada, puedes estar todo lo enfadada que quieras conmigo y puedo estar todo lo furioso que pueda contigo, como lo estoy ahora pero tú y yo no dormiremos separados en el tiempo que estemos juntos.
-       ¿Nuevamente una decisión unilateral? - Lamentablemente estaba demasiado cansada como para protestar. Ahogó un bostezo. Ese día había transcurrido como cualquier otro, pero hasta antes de la cena. La discusión sostenida con él hacía unas horas, lo dicho por ambos, había acabado por dejarla extenuada mental e incluso físicamente. - ¿Podrías respetar lo que quiero? – Insistió desde sus brazos mientras él seguía avanzando por el pasillo.
-       En cuanto a esto no.
-       Ni en esto ni en nada al parecer ¿Siempre va a ser así?
-       ¿llamas siempre a tres años? – Esas palabras de Stefano le dolieron a ella, pero eran ciertas.
-       Tres años al parecer serán mucho tiempo. – Le respondió Jackie intentando bajarse, él la sujetó con fuerza y entró en la habitación que ocupaban.
-       Tú eliges que serán: El cielo o el infierno.
-       ¿Así que yo seré la única responsable de cómo sea este matrimonio? Muy conveniente. Ya bájame.
-       No. – la depositó en la cama y sin permitirle moverse se acomodó a su lado. La sujetó por la cintura y con la otra mano apagó las luces.
-       ¡No estoy con ropa de dormir! Quiero cambiarme.
-       No. – Volvió a decir él que igual que ella estaba totalmente vestido.
-       Estás loco. – Gruñó ella. – No pienso aprovechar a que te duermas y escaparme con la niña, esta casa es una maldita fortaleza.
-       Ni por un momento he pensado que harías tal cosa.
-       Mentiroso. –Lo acusó.
-       Bueno, sí, se me pasó por la mente cuando no las encontraba que te habías ido. Pero como tú misma has dicho no es tu estilo hacer tal cosa y menos sin anunciarlo. Antes de irte me habrías arrojado algo a la cabeza, hubieras dado una paliza a los guardaespaldas y salido de aquí con Maddie. Así que analizando bien las cosas, no es algo que tú harías. – Dijo burlón.
-       Entonces suéltame. – Se removió en sus brazos.
-       No quiero. Duérmete.
-       ¿Por qué no? – Insistió ella.
-       Si te suelto no podría dormir y mañana debo irme temprano, viajo a Durban. Te lo iba a decir en la cena, pero elegiste desaparecer. Me voy por varios días.
-       En ese caso buen viaje y sigo sin entender por que no me sueltas.
-       Por que no tengo la menor intención de permitir te me escapes para dormir en otra cama, ya te lo dije, pase lo que pase esta es tu cama. Conmigo a tu lado, te guste o no. Aunque los dos sabemos que sí te gusta. – Jackie bufó enfadada y la mano de él acarició su vientre. Ella se tensó, no quería que cada pelea acabara en sexo. Él se detuvo para su sorpresa y posterior decepción a pesar de su supuesta negativa. – Así que por el amor de Dios – Continuó él. – Ya duérmete. – Asombrosamente lo hizo pasados unos minutos quedando profundamente dormida, no así Stefano que con cada movimiento de ella se despertaba y se aseguraba que siguiera allí y luchaba con el deseo, por tenerla al lado y no poder hacer nada más.

Cuando Jackie se despertó horas mas tardes, los rayos del sol ya entraban por las ventanas con fuerza. Palpó a su lado y él ya no estaba. Se sentó en la cama y al verse en ropa interior se cubrió instintivamente con la sabana ¿Así que, él la había desvestido? Recordó la pelea de la noche anterior y se sintió fatal, era el primer viaje de negocios después de la boda de Stefano y él se iba sin despedirse y tras una fuerte pelea. Lo que menos quería en la vida era dejarlo. Pero no soportaba que él la viera como una simple posesión, algo sin más valor que el sexual. Después de ducharse y bajar a desayunar con Maddie, siguió investigando por la Web para su próximo reportaje y llamó a su editor. A media mañana Mirna una de las empleadas le dijo que tenía una llamada y le pasó el teléfono, pensando que era Allyson contestó sintiéndose un poco mejor, pues todo la mañana se la había pasado deprimida y luchando consigo misma, pensando en si llamaba o no a Stefano.

-       Hola. – Al otro lado de la línea solo hubo un largo silencio - ¿Hola? ¿Quién es? – Al no escuchar nada, pensó que la llamada se había cortado y colgó. Casi inmediatamente el teléfono volvió a sonar. Quizás era Stefano hablando desde el avión, donde la cobertura podía fallar, así que respondió.- ¿Stefano?
-       No. – Respondió una voz baja y gutural de hombre que no era la de su esposo. Ella sintió algo extraño recorrerle la piel.
-       ¿Quién es?
-       No soy él. – Respondió con esa voz rasposa alterándola.
-       ¿Entonces quien es? – preguntó ella controlando el miedo en su voz ¿Habrían secuestrado a Stefano? ¿A alguien de su familia? No podía ser posible.
-       Cuanto tiempo. – Le dijo el hombre. – Espero verte pronto.
-       Se ha equivocado de número. – Dijo ella colgando rápido.

Sumamente nerviosa marcó al móvil de Stefano y  la mandó al buzón de voz ¿lo tendría apagado? Cada vez se sentía mas alterada, lo único que quería era comprobar si todo estaba bien, probablemente ya había aterrizado en Durban. Rogaba que así fuera. Buscó rápidamente todos los números que tenía para comunicarse con Stefano, en eso estaba cuando el teléfono sonó de nuevo, se quedó paralizada ¿sería ese desconocido de nuevo? Pero, ¿y si era Stefano? Levantó el auricular.

-       ¿Jackie? - Al escuchar la voz de Stefano sintió un alivio inmediato y se sentó en el primer sofá que vio.
-       Sí, soy yo.
-       Estoy en el aeropuerto, iba llamarte en cuanto pasara la aduana. – Y se la había pasado trabajando y combatiendo el impulso de llamarle, no quería escuchar a una Jackie enfadada.
Podía haberla llamado desde el avión, hecho que no se le pasó por alto a ella, pero no importaba, él estaba bien y eso era lo único que le interesaba.
-       ¿Qué tal tu vuelo? ¿todo bien?
-       Excelente – Él notó algo extraño en su voz. - ¿Allá todo está en orden?
-       Sí.
-       Maddie…
-       Ella está bien, jugando en el jardín con Susan.
-       No es oportuno decirlo por teléfono, pero respecto a muchas de las cosas que te dije ayer,  lo lamento – Empezó él.
¿Stefano disculpándose? Eso si era algo para no olvidar.
-       Pienso lo mismo. Hablaremos cuando vuelvas.
-       Te llamaré en cuanto termine toda la ronda de reuniones programadas para hoy.
-       Está bien. Salúdame a Gabriela, por favor.
-       ¿Te refieres a la princesa? ¿La conoces?
-       Desde mucho antes de que fuera una princesa, a León también lo conozco, compró algunas de mis fotografías. Pero a él no me lo saludes, no la dejó venir a la boda.
-       Buenas razones debió tener.
-       No lo defiendas, ya se que es tu amigo. - Su móvil empezó a sonar, en la pantalla aparecía un número desconocido ¿sería la misma persona? Por lo pronto, Stefano estaba bien, no iba a preocuparlo, además ellas estaban fuertemente custodiadas.
-       Sí, es mi amigo y creo que al igual que yo se ha topado con una mujer que es sumamente diferente y por lo tanto requiere medidas extraordinarias. – Dijo divertido.
-       No es gracioso. Tengo que colgar. ¿Stefano…?
-       ¿Si? – Volvió a percibir su tono tenso. – ¿Segura que todo está bien? Conociéndote, pensé que ni siquiera me contestarías la llamada. – Lo dijo con suavidad para no enfadarla. – Esperaba que no me dirigieras la palabra.
-       Ciertamente te lo mereces. Tengo que colgar y, todo está bien. Adiós.

Colgó y se quedó mirando el móvil que no dejaba de sonar.

-       ¿Sí? – Fue lo único que dijo al contestar.
-       No me equivoqué de número – Le dijo la misma voz. - ¿Es que ya no te acuerdas de mí?
-       ¿Cuál es su nombre?
-       Soy un antiguo amiguito tuyo.
-       Yo nunca he tenido amiguitos.  
-       Claro que sí, los has tenido y muchos. Pero todos ricos y famosos ¿no? por eso no te acuerdas de mí. – La voz rasposa tenía un tono amargado.
-       Dígame su nombre. Insisto en que se ha equivocado de persona.
-       La bella Jacqueline Alcántara no me recuerda… Jacqueline Troyanos ahora. – El tono que usó fue más suave, pero no le quitó la tensión para nada.
-       ¿Cuál es su maldito nombre? – Preguntó con voz fría.
-       Sigues siendo una gata salvaje ¿eh? No esperaba menos. – Dicho eso colgó y ella quiso arrojar el móvil y estrellarlo contra una pared. Alguien quería hacerle la vida imposible, quizás alguien que no tenía nada que ver con ella, pero lo cierto es que había dicho que ella seguía siendo una gata salvaje y esa era una afirmación un tanto cercana a como era cuando se le provocaba. Sin embargo su carácter no era una faceta desconocida tampoco. Pero a pesar de todo, no se sentía desprotegida. Ahora agradecía el cerco protector que Stefano tenía alrededor de ellas. Alguien simplemente con ganas de fastidiar era quien estaba intentando todo aquello. Y seguro había muchas personas que querían destruir o fastidiar a un hombre tan importante como lo era Stefano. Siendo ella ahora su esposa, también era un blanco. Decidió salir a fin de despejarse un poco y por seguridad dejó a Maddie con Susan. Había sitios de Atenas que incluiría en su reportaje que aún no había visitado. Así que tomó su cámara y avisó que saldría. A los pocos minutos iba en una camioneta con dos guardaespaldas, uno de chofer y el otro en el asiento delantero.

El trabajo la absorbió como casi siempre, pero pasada una hora llamó a la casa para preguntar por Maddie, la cual dormía la siesta. Así que siguió tomando fotografías y dos horas después decidiendo que era suficiente regresó a casa.
Nada más entrar el teléfono sonó y ella se tensó de inmediato. Mirna apareció al instante.

-       Debe ser el señor, ha llamado en varias ocasiones. – Dijo Mirna antes de contestar y luego confirmó que él era. Así que Jackie tomó el teléfono más tranquila.
-       Hola. – Saludó a Stefano.
-       ¿Dónde has estado?
-       Salí a tomar unas fotografías.
-       No llevaste el móvil.
-       No, lo olvidé ¿cómo va todo?
-       Estupendamente, Gabriela es encantadora. ¿Dijiste fotografías? ¿Piensas montar otra exposición?
-       No, tengo un trabajo pendiente para la revista para la que trabajo y tiene que ver con Grecia absolutamente.
-       Me tomarás en cuenta para cuando te quieran dar un trabajo en otro país ¿verdad?
-       Bueno, te avisaré por supuesto. De la misma manera en que tú mismo me comunicaste que te ibas a otro País por cuestiones laborales.
-       Dadas las circunstancias, no pensé que te importara que me fuera. Al contrario deduje que te sentirías aliviada de no verme. – Le dijo burlón.
-       No pienso aceptar trabajos demasiado lejos, no quiero apartarme de Maddie. – Admitió ella, lo que menos quería era alejarse de la niña y pelear con él por teléfono.
-       Me parece excelente, recuérdame agradecerle a Maddie por ello al volver a casa. – Hizo una pausa ante de decirle. – Si te dijera que te extraño ¿Me creerías?

Jackie sintió algo deliciosamente cálido envolviéndola al escucharle decir eso.

1 comentario:

  1. No me gusta cuando las cosas se ponen mal, aunque sea parte de la historia... En la vida ya hay cosas malas. Espero que pronto se arreglen las cosas entre ellos. Por fa quiero mas, pronto!!

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