lunes, 15 de abril de 2013

Un amor para recordar XIII


Una mañana caminaba llevando en brazos a Maddie por la playa y seguida de cerca por la niñera, Stefano estaba en su despacho como lo  hacía cada ciertos días a fin de ponerse al día con el trabajo. Vio correr hacia ella a una empleada que le entregó un teléfono en cuanto llegó donde ella.

-       ¡Hola! – La saludó una conocida voz femenina - ¿Qué tal la luna de miel? Seguro Stefano te tiene destrozada – Rió Allyson.
-       ¿Y no puede ser alrevés la situación?  - Dijo entre risas Jackie, Maddie trató de tomar el teléfono y su niñera se apresuró a tomarla en brazos y dirigirse con ella a la casa.

 -       Lo dudo, ciertamente considero que tiene mucha energía. Yo aún no he logrado agotar a Máximo y mira que he puesto todas mis energías, empeño y dedicación a fin de conseguirlo. Así que lo más seguro es que la agotada seas tú. Esperé para llamarte todos estos días a fin de no interrumpirte, pero me muero por verte y también por ver a Maddie, y también por que…pues, te hará gracia, en serio que si.
-       Ya dilo. – La urgió Jackie intrigada.
-       ¿Por qué no vienen esta noche? Los invitamos a cenar y hablamos.
-       ¿Qué pasa Allyson? No me dejes así.
-       Esta noche a las siete, Max ya debe haber hablado con Stefano.
-       ¡Allyson!
-       Nada grave, te lo prometo ¿te veo entonces hoy por la noche?
-       Por supuesto. – Después de colgar, Jackie se quedó pensando que podría ser lo que Allyson iba a decirle.

Caminó hacia la casa y mientras iba todavía tratando de indagar de qué se trataba el asunto, de pronto se vio por los aires y después unos fuertes brazos la sujetaban contra un musculoso tórax, ella rió encantada y se aferró al cuello de su marido.

-       Estamos invitados a Siffnos. – Le dijo Stefano mordiéndole suavemente la oreja. – Pero si tú no quieres no vamos. – Le dijo con voz sensual tentándola y besando su cuello. Muy tentada a aceptar la propuesta de quedarse, Jackie estuvo a punto de decir que sí, pero la curiosidad la mataba, además quería ver a sus amigos y su sobrina.
-       ¿No te gustaría ver a Máximo? – Preguntó ella.
-       Prefiero estar en la cama contigo.
-       La última vez ni siquiera llegamos a la cama. – Le recordó ella, riendo excitada al sentir sus dientes de nuevo en la oreja.
-       Mm... - fue todo lo que dijo Stefano mientras la apretaba más contra su cuerpo y caminaba lentamente hacia la casa.
-       Nos van a ver – susurró ella.
-       ¿Qué importa?
-       Claro que importa. Entonces, iremos a Siffnos esta noche ¿verdad? – Cambió de tema por que si no lo hacía ella también echaría las precauciones al viento y no le importaría quien les viera.
-       ¿Es lo que quieres? – Preguntó esperando que ella dijera que no. Jackie sonrió con picardía.
-       Sí, quiero ir.
-       ¿No hay manera de convencerte de lo contrario?
-       Me temo que no, pero si vamos yo te recompensaré.
-       ¿Ah si?
-       Lo prometo.
-       ¿Y como me recompensarás? – Ella lo besó apasionadamente.
-       Ya encontraré la manera. Así que, ¿Qué opinas?
-       Está bien, vamos. – La verdad era que él no podía negarle absolutamente nada, lo tenía comiendo de su mano, a su completa disposición, era un loco perdido de amor por ella, no sabía como decirlo, como encontrar la manera de que ella lo creyera. Pero no escatimaba en formas de demostrárselo, rogaba por que ella se diera cuenta. Y rogaba por que ella también llegara a amarlo.

Esa noche subieron al helicóptero, la manera más rápida de llegar a Siffnos, la isla de Allyson y Máximo. El propio Stefano lo pilotaba. Jackie llevaba a Maddison quien observaba todo con interés. Después de llegar y de los saludos correspondientes, que en el caso de Jackie y Allyson fue como si tuvieran siglos de no verse, cenaron teniendo como fondo el océano, charlaron y rieron de mil cosas. Las pequeñas después de estar juntas un buen rato se habían quedado profundamente dormidas.

Allyson encontró la manera de que hablaran sin ser escuchadas cuando ya tenían bastante tiempo de sobremesa.

-       ¿Vamos a ver a las niñas? – Dijo a Jackie.
-       Por supuesto.
-       Las esperamos en el salón. – Dijo Máximo.

Una vez en la habitación de la nena de Allyson y comprobando que las dos niñas dormían plácidamente, Jackie no pudo más.

-       ¿Podrías dejar el misterio y hablar de una vez?
-       En realidad es algo gracioso. – Sonrió Allyson.
-       Pues quiero verlo.
-       Lo tengo en la habitación en la que trabajo cuando estamos aquí.-  Para seguir adelante con los proyectos e investigaciones que Allyson realizaba y con el libro de historia antigua de Florencia que escribía, siempre tenía una habitación en cada una de las casas que tenían alrededor del mundo, con todo lo necesario para trabajar. – Vamos.
-       ¿Cuándo acabarás ese libro? Ya quiero leerlo. – Comentó Jackie mientras la seguía.
-       Pues si no ha sido una cosa ha sido otra: el accidente en el que perdí la memoria – Hizo una mueca al recordarlo – Luego, todos los problemas que le siguieron con Máximo y que ya sabes, después mi preciosa hija y bueno, no he avanzado tanto como debería. – Allyson entró a la habitación donde estaba su computadora y montones de papeles. Tomó una pequeña llave que estaba en el escritorio y abrió un cajón sacando una revista que era de la prensa rosa pero de la exagerada y sensacionalista.
-       No quiero preguntar de que va todo esto. – Gimió Jackie. - ¿Qué escribieron?
-       Toma, léelo tú misma.  
-       ¿Es necesario?
-       Te digo que es gracioso en realidad, cuando te des cuenta, estarás de acuerdo conmigo.
-       Si tú lo dices…- reacia a tomar la revista, finalmente la aceptó  y se sentó en el sofá más cercano, Allyson se sentó a su lado y le dijo que viera la portada de la revista. Jackie lo hizo y cual fue su sorpresa al verse en una foto vistiendo un diminuto vestido de playa.
-       ¡No puede ser! – Exclamó.
-       Lee lo que dice. – La instó Allyson abriendo la revista en las primeras páginas.

Los rumores resultaron ciertos, el magnate griego Stefano Troyanos tiene una hija y se ha casado con la madre, una mujer por más misteriosa y de quien no se tenía mucha información. Pero dada la importancia que ahora tiene el saberlo todo sobre ella, tomando en cuenta que es ahora la señora de Troyanos, título por el que muchas, muchísimas mujeres hubieran matado, nos hemos dado a la tarea de investigarla, nos enorgullecemos de haber conseguido mas datos sobre ella y antes que los demás.

Con una mezcla que seguramente le resultó interesante, Jacqueline Alcántara ahora Troyanos, es de padre español y madre francesa. Poseedora de una belleza única a juzgar por las escasas fotos que de ella se han encontrado y de las cuales las tenemos todas en esta edición. Hemos averiguado que no se limita a ser bella sino que además es inteligente y cuenta con una carrera por demás prolífica como reportera fotográfica de una famosa revista y que su espíritu es aventurero pues ha recorrido el mundo entero haciendo peligrosos reportajes que le han ganado innumerable premios en el área.

-       Sólo tengo cinco reconocimientos. – Bufó Jackie – Serán escandalosos.
-       Bueno, has quedado muy bien en el reportaje, al menos al principio. – Jackie se apresuró a leer al escuchar a Allyson decir aquello.

Siendo una mujer hermosa e independiente, no se podía esperar que estuviera sola antes de lograr pescar al guapísimo de Troyanos, por demás incasable e imposible de comprometer, lo que nos demuestra la inteligencia y capacidad de la ahora Jacqueline Troyanos.

-       ¡Me ponen como una mujer despiadada! – Exclamó enojada.
-       No has leído lo mejor.

En las únicas fotos que se han logrado conseguir de ella y que datan de hace mas de un año, antes de quedar embarazada de Troyanos, se le ve disfrutando de la paradisíaca isla de Bali al lado de un hombre bastante mayor pero con pinta de ser algo mas que un amigo.

Jackie se apresuró a pasar la página y ver las fotos, cuando lo hizo se quedó boquiabierta y explotó en carcajadas. Allyson también se rió y dijo:

-       Te lo dije. Tiene mucha gracia ¿no es así?
-       ¡No puedo creerlo! ¡Pero si es Fabricio! Y voy a matarlo por no venir a mi boda ¡Ni siquiera nos ha dicho donde está! – Fabricio era abuelo de Máximo y quería mucho a Allyson, pero también a Jackie después de que los tres se habían ido a Bali hacía más de un año como la revista bien decía, pero no por placer, sino para arreglar el embrollo que era la vida de Ally en ese entonces. Lo quería como a su abuelo y el cariño era recíproco.
-       Está con Mabel en México, perdidos en alguna playa.- Allyson se sonrojó al decirlo, ya que Mabel era su abuela.
-       ¡Qué dices! – Rió encantada. - ¡Pero si se odiaban!
-       Supuestamente… recuerda que ni Mabel confirmó asistencia, ni nada, como si se los hubiera tragado la tierra. Máximo y yo nos preocupamos y bueno, contratamos para que los buscaran y resulta que están juntos.
-       Cuando vean estas fotos, se reirán muchísimo.
-       No se las he mostrado a Máximo, solo salgo en una, pero mi cara se ve borrosa. Tú en cambio apareces en cuatro y todas con Fabricio.
-       Es cuando tú te adelantaste para buscar la casa donde vivía el cretino de William. Íbamos detrás de ti.
-       ¿recuerdas como lo pusiste? – Jackie había golpeado al tal William y bien que se lo merecía por todo el mal causado a Allyson.
-       Lo hubiera matado con gusto.
-       Yo iba a hacerlo, menos mal que apareció Máximo. – Suspiró Ally – Mi bello esposo al rescate.
-       ¿Qué hacemos con esta revista?
-       Llévatela, sales lindísima. Lastima que a Fabricio tampoco se le ve mucho la cara con esos lentes y gorra que llevaba.
-       En mal momento me quité el enorme sombrero que traía, este vestido me sigue gustando. – Dijo refiriéndose al vestido multicolor con que salía en las fotos, que habían sido tomadas después de que Allyson y Max se fueran solos a arreglar sus problemas, ella junto a Fabricio habían entregado a William a las autoridades y regresado al hotel, ella iba de su brazo con una expresión de felicidad pues las cosas parecían haber salido bien. Las fotos eran durante ese trayecto recorrido. La de la portada no la recordaba, pero seguro había sido en los muchos viajes hechos a la playa en esa ocasión. – Me la llevo, se la mostraré a Stefano, seguro le hará mucha gracia. – La metió en el bolso y salieron a reunirse con ellos.

Esa noche se olvidó por completo de la revista y de la noticia de que Fabricio y Mabel estaban juntos, en cuanto estaba en los brazos de Stefano no pensaba con cordura y no pensaba en nada más.
Pero la luna de miel tenía que acabar seguía reacia a aceptar que ahora tenía que enfrentarse a lo que sería su vida de ahora en adelante como esposa de un hombre maravilloso pero que no la amaba. Pero ella tenía que poner de su parte y lo haría, se esforzaría, pero también protegería su independencia, su trabajo, algo que la ayudara a levantarse cuando irremediablemente cayera y eso sería cuando Stefano y ella finalizaran su matrimonio. 

Unos días después los tres se dirigían a Atenas a la casa en la cual vivirían.

-       Puedes hacer las reformas que quieras aquí en la casa. – Le decía Stefano justo antes de contestar el móvil que no había parado de sonar en cuanto habían puesto un pie en Atenas.
-       No creo sea necesario. – Murmuró más para sí que para él, que hablaba en lo que parecía ser alemán. La casa que no era casa, sino una especie de castillo estaba impecable tal cual, majestuosa, sin necesidad de nada más. Ya conocía algunos de los empleados y acompañada de dos chicas muy amables fue a la que sería su habitación llevando a Maddie con ella.

Tal y como esperaba, la habitación principal que ocuparía con Stefano era enorme, una puerta de dos hojas daba a un pequeño recibidor, otra puerta conducía por fin a la habitación. Dos amplios vestidores, dos cuartos de baño, en uno de ellos había un jacuzzi.
Muebles antiguos y modernos se conjugaban en el mobiliario de la habitación decorada en tonos azules y crema. La cama igual que en la isla era muy grande. Los ventanales iban del piso al techo dando hermosas vistas del mar y de la ciudad. Una amplia terraza llena de flores y plantas terminaba de dar el toque perfecto a todo.

-       Llámenos en cuanto necesite algo Señora Troyanos, lo que sea.
-       Gracias. – Dijo con una sonrisa y se sentó en la cama dónde acomodó a Maddie que parecía tener sueño. - ¿Podrían instalar a Susan? – Susan era la niñera de su hija, una encantadora joven de unos 22 años pero muy cualificada para el puesto y a quien Maddie ya tenía confianza.
-       Por supuesto, su habitación está al lado de la de la niña. – Tampoco quedaba muy lejos de la habitación principal, lo que agradecía pues no quería estar demasiado retirada de su hija. - ¿Algo más? – Preguntó con una sonrisa una de las chicas que se había presentado como Helena.
-       Por ahora no, gracias por todo.

En cuanto se despidieron, se puso de costado en la cama al lado de la niña y la pequeña le sonrió con toda la inocencia y el amor que puede haber en un bebé. Su corazón se llenó de amor materno.

-       Te amo mas que a mi vida, la daría con gusto por ti si hiciera falta. – Maddie habló en su divertido lenguaje infantil.  - Haría lo que fuera por ti ¿Lo sabes verdad? – le dijo a la pequeña y ella gorjeó en respuesta. –
-       Espero que esta habitación sea de tu agrado. – Stefano entraba en ese momento con el semblante serio y ella ocultó la sorpresa de verlo así. Seguramente eran los negocios, tenía que acostumbrarse, él manejaba innumerables empresas, la tensión debía ser mucha.
-       Por supuesto, no cambiaría nada. Es perfecta tal y como está.

Maddie agitó sus bracitos hacia su padre y él cambió enseguida la expresión de su rostro, revelando el amor por su hija. Eso hizo que Jackie se relajara un poco, se había puesto un poco tensa.

-       Saldremos esta noche. – Le informó.
-       ¿Puedo saber a dónde? – Preguntó Jackie tratando de no sentir enojo por ser informada así nada más, sin pedirle opinión.
-       Los Troyanos apoyamos muchas causas benéficas. Como mi esposa tendrás que ir a muchos eventos de ese tipo. – Elevó a Maddie hacia arriba haciendo que gritara de alegría.
-       Creo recordar que si bien te gusta hacer donativos,  no frecuentas esos eventos.
-       Eso era antes, ahora estoy casado contigo, no seré un blanco para las muchas mujeres que van en esas ocasiones con el único objetivo de ser vistas con alguien importante o peor aun con la finalidad de conseguir marido.
-       Ósea que he resuelto ese aspecto de tu vida.
-       Ese y muchos otros. – La miró un instante antes de que la niña reclamara su atención de nuevo.
-       No sabes que alegría. – Dijo con sarcasmo Jackie, sintiendo con más fuerza que nunca como había terminado la luna de miel, él volvía a lo que era: el implacable hombre de negocios que había conseguido lo que quería. Que sentía que ella ya era de su propiedad y que todo estaba arreglado.
-       Espero estés lista a las siete en punto.
-       No te preocupes que lo estaré, pero antes de aceptar cualquier invitación harás bien en consultármelo, por que no siempre podré acompañarte. Soy tu esposa no tu empleada.
-       No te considero ni te consideraré nunca una empleada, pero como mi esposa espero que siempre puedas acompañarme – Contestó él con su mirada fija en ella.
-       Y yo quiero la paz mundial, pero no siempre se obtiene lo que se quiere. – Respondió con ojos centelleantes.
-       ¿Quieres pelear? – Hizo con suavidad engañosa la pregunta.
-       No, solo quiero dejar en claro que no basaré mi vida en torno a la tuya.
-       Eres una Troyanos ahora, tu vida no va ser lo que era antes.

Un golpe en la puerta hizo que ella tuviera que contener una respuesta. Era Susan que se llevó a la niña, pero antes que pudiera reanudar nada, llegó Helena avisándole que había llegado algo para ella. Un enorme arreglo floral fue subido a la habitación. Jackie pensó que seguramente era de Ally o Fabricio, quizás Mabel o con más seguridad de Gabriela quien conteniendo la furia en su voz y que era dirigida hacia su esposo León un príncipe árabe, le había pedido miles de disculpas por no ir a su boda.
Pero su flamante esposo se lo había impedido. Así que después de agradecer al chico que había llevado las flores, tomó la tarjeta y se quedó de piedra al leerla.

Jamás te he olvidado… Te seguiré esperando. Llegará el día, lo sé.

-       ¿Es de Allyson? – Preguntó Stefano.
-       No lo creo. – Estaba muy intrigada y confusa. La tarjeta iba sin firma.
-       ¿Entonces…? - Stefano avanzó hacia ella y Jackie inconscientemente arrugó la tarjeta con la mano.  Él no se perdió el gesto.
-       Mira lo que hice. – Jackie trató de alisar la tarjeta, no quería que pensara mal, pero al parecer era demasiado tarde.
-       Dame esa tarjeta.
-       Las flores son para mí, no para ti. - No sabía por que, pero no quería que él viera esa tarjeta, algo le decía que era mejor que no lo hiciera.
-       Dámela Jacqueline.  – Repitió.
-       Es una broma de mal gusto, no tengo idea de quien es. – Una nueva llamada a la puerta la libró de dársela. Era Susan con Maddie, la pequeña tenía un poco de fiebre. Eso hizo que ella se olvidara del asunto y al parecer Stefano también lo hizo pues llamó de inmediato a un médico. 

Todo era un simple resfriado. La pequeña enseguida se puso bien y Jackie decidió que no cancelarían su asistencia al evento, aun cuando Stefano lo había sugerido. Lo que menos quería era problemas, y todo parecía indicar que lo que más tendrían era precisamente eso: Problemas. La situación entre ellos era tensa, no obvia pero si tensa. Tendría que darle la maldita tarjeta aunque no tuviera idea de quien era el que la había mandado. Cuando fue a vestirse vio a Stefano con la tarjeta en la mano, ella ni recordaba donde la había puesto, solo se había preocupado por su hija.

-       ¿De quién es? – Preguntó él con furia en la mirada.
-       Te dije que no tenía la menor idea.
-       Tú si sabes de quien es, por eso no querías mostrármela.- La acusó furioso.
-       ¡No lo se! – Exclamó ella desesperada.
-       ¿Así que te estará esperando? Más vale le digas que ese día nunca llegará. Sabré quien es Jacqueline, no lo dudes. – Caminó hacia ella.
-       ¡Genial! ¡Por que así también sabré yo de quien se trata…!
-       ¡No me mientas! Eso no funcionará conmigo…


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