Una
mañana caminaba llevando en brazos a Maddie por la playa y seguida de cerca por
la niñera, Stefano estaba en su despacho como lo hacía cada ciertos días a fin de ponerse al
día con el trabajo. Vio correr hacia ella a una empleada que le entregó un
teléfono en cuanto llegó donde ella.
-
¡Hola! – La
saludó una conocida voz femenina - ¿Qué tal la luna de miel? Seguro Stefano te
tiene destrozada – Rió Allyson.
-
¿Y no puede ser
alrevés la situación? - Dijo entre risas
Jackie, Maddie trató de tomar el teléfono y su niñera se apresuró a tomarla en
brazos y dirigirse con ella a la casa.
-
Ya dilo. – La
urgió Jackie intrigada.
-
¿Por qué no
vienen esta noche? Los invitamos a cenar y hablamos.
-
¿Qué pasa
Allyson? No me dejes así.
-
Esta noche a las
siete, Max ya debe haber hablado con Stefano.
-
¡Allyson!
-
Nada grave, te
lo prometo ¿te veo entonces hoy por la noche?
-
Por supuesto. –
Después de colgar, Jackie se quedó pensando que podría ser lo que Allyson iba a
decirle.
Caminó
hacia la casa y mientras iba todavía tratando de indagar de qué se trataba el
asunto, de pronto se vio por los aires y después unos fuertes brazos la
sujetaban contra un musculoso tórax, ella rió encantada y se aferró al cuello
de su marido.
-
Estamos
invitados a Siffnos. – Le dijo Stefano mordiéndole suavemente la oreja. – Pero
si tú no quieres no vamos. – Le dijo con voz sensual tentándola y besando su
cuello. Muy tentada a aceptar la propuesta de quedarse, Jackie estuvo a punto
de decir que sí, pero la curiosidad la mataba, además quería ver a sus amigos y
su sobrina.
-
¿No te gustaría
ver a Máximo? – Preguntó ella.
-
Prefiero estar
en la cama contigo.
-
La última vez ni
siquiera llegamos a la cama. – Le recordó ella, riendo excitada al sentir sus
dientes de nuevo en la oreja.
-
Mm... - fue todo
lo que dijo Stefano mientras la apretaba más contra su cuerpo y caminaba
lentamente hacia la casa.
-
Nos van a ver –
susurró ella.
-
¿Qué importa?
-
Claro que
importa. Entonces, iremos a Siffnos esta noche ¿verdad? – Cambió de tema por
que si no lo hacía ella también echaría las precauciones al viento y no le
importaría quien les viera.
-
¿Es lo que
quieres? – Preguntó esperando que ella dijera que no. Jackie sonrió con
picardía.
-
Sí, quiero ir.
-
¿No hay manera
de convencerte de lo contrario?
-
Me temo que no,
pero si vamos yo te recompensaré.
-
¿Ah si?
-
Lo prometo.
-
¿Y como me
recompensarás? – Ella lo besó apasionadamente.
-
Ya encontraré la
manera. Así que, ¿Qué opinas?
-
Está bien,
vamos. – La verdad era que él no podía negarle absolutamente nada, lo tenía
comiendo de su mano, a su completa disposición, era un loco perdido de amor por
ella, no sabía como decirlo, como encontrar la manera de que ella lo creyera.
Pero no escatimaba en formas de demostrárselo, rogaba por que ella se diera
cuenta. Y rogaba por que ella también llegara a amarlo.
Esa
noche subieron al helicóptero, la manera más rápida de llegar a Siffnos, la
isla de Allyson y Máximo. El propio Stefano lo pilotaba. Jackie llevaba a
Maddison quien observaba todo con interés. Después de llegar y de los saludos
correspondientes, que en el caso de Jackie y Allyson fue como si tuvieran
siglos de no verse, cenaron teniendo como fondo el océano, charlaron y rieron
de mil cosas. Las pequeñas después de estar juntas un buen rato se habían
quedado profundamente dormidas.
Allyson
encontró la manera de que hablaran sin ser escuchadas cuando ya tenían bastante
tiempo de sobremesa.
-
¿Vamos a ver a
las niñas? – Dijo a Jackie.
-
Por supuesto.
-
Las esperamos en
el salón. – Dijo Máximo.
Una
vez en la habitación de la nena de Allyson y comprobando que las dos niñas
dormían plácidamente, Jackie no pudo más.
-
¿Podrías dejar
el misterio y hablar de una vez?
-
En realidad es
algo gracioso. – Sonrió Allyson.
-
Pues quiero
verlo.
-
Lo tengo en la
habitación en la que trabajo cuando estamos aquí.- Para seguir adelante con los proyectos e
investigaciones que Allyson realizaba y con el libro de historia antigua de
Florencia que escribía, siempre tenía una habitación en cada una de las casas
que tenían alrededor del mundo, con todo lo necesario para trabajar. – Vamos.
-
¿Cuándo acabarás
ese libro? Ya quiero leerlo. – Comentó Jackie mientras la seguía.
-
Pues si no ha
sido una cosa ha sido otra: el accidente en el que perdí la memoria – Hizo una
mueca al recordarlo – Luego, todos los problemas que le siguieron con Máximo y
que ya sabes, después mi preciosa hija y bueno, no he avanzado tanto como
debería. – Allyson entró a la habitación donde estaba su computadora y montones
de papeles. Tomó una pequeña llave que estaba en el escritorio y abrió un cajón
sacando una revista que era de la prensa rosa pero de la exagerada y
sensacionalista.
-
No quiero
preguntar de que va todo esto. – Gimió Jackie. - ¿Qué escribieron?
-
Toma, léelo tú
misma.
-
¿Es necesario?
-
Te digo que es
gracioso en realidad, cuando te des cuenta, estarás de acuerdo conmigo.
-
Si tú lo dices…-
reacia a tomar la revista, finalmente la aceptó
y se sentó en el sofá más cercano, Allyson se sentó a su lado y le dijo
que viera la portada de la revista. Jackie lo hizo y cual fue su sorpresa al
verse en una foto vistiendo un diminuto vestido de playa.
-
¡No puede ser! –
Exclamó.
-
Lee lo que dice.
– La instó Allyson abriendo la revista en las primeras páginas.
Los rumores resultaron ciertos, el magnate griego Stefano Troyanos
tiene una hija y se ha casado con la madre, una mujer por más misteriosa y de
quien no se tenía mucha información. Pero dada la importancia que ahora tiene
el saberlo todo sobre ella, tomando en cuenta que es ahora la señora de
Troyanos, título por el que muchas, muchísimas mujeres hubieran matado, nos
hemos dado a la tarea de investigarla, nos enorgullecemos de haber conseguido
mas datos sobre ella y antes que los demás.
Con una mezcla que seguramente le resultó interesante, Jacqueline
Alcántara ahora Troyanos, es de padre español y madre francesa. Poseedora de
una belleza única a juzgar por las escasas fotos que de ella se han encontrado
y de las cuales las tenemos todas en esta edición. Hemos averiguado que no se
limita a ser bella sino que además es inteligente y cuenta con una carrera por
demás prolífica como reportera fotográfica de una famosa revista y que su
espíritu es aventurero pues ha recorrido el mundo entero haciendo peligrosos
reportajes que le han ganado innumerable premios en el área.
-
Sólo tengo cinco
reconocimientos. – Bufó Jackie – Serán escandalosos.
-
Bueno, has
quedado muy bien en el reportaje, al menos al principio. – Jackie se apresuró a
leer al escuchar a Allyson decir aquello.
Siendo una mujer hermosa e independiente, no se podía esperar que
estuviera sola antes de lograr pescar al guapísimo de Troyanos, por demás incasable
e imposible de comprometer, lo que nos demuestra la inteligencia y capacidad de
la ahora Jacqueline Troyanos.
-
¡Me ponen como
una mujer despiadada! – Exclamó enojada.
-
No has leído lo
mejor.
En las únicas fotos que se han logrado conseguir de ella y que
datan de hace mas de un año, antes de quedar embarazada de Troyanos, se le ve
disfrutando de la paradisíaca isla de Bali al lado de un hombre bastante mayor
pero con pinta de ser algo mas que un amigo.
Jackie
se apresuró a pasar la página y ver las fotos, cuando lo hizo se quedó
boquiabierta y explotó en carcajadas. Allyson también se rió y dijo:
-
Te lo dije.
Tiene mucha gracia ¿no es así?
-
¡No puedo
creerlo! ¡Pero si es Fabricio! Y voy a matarlo por no venir a mi boda ¡Ni
siquiera nos ha dicho donde está! – Fabricio era abuelo de Máximo y quería
mucho a Allyson, pero también a Jackie después de que los tres se habían ido a
Bali hacía más de un año como la revista bien decía, pero no por placer, sino
para arreglar el embrollo que era la vida de Ally en ese entonces. Lo quería
como a su abuelo y el cariño era recíproco.
-
Está con Mabel
en México, perdidos en alguna playa.- Allyson se sonrojó al decirlo, ya que
Mabel era su abuela.
-
¡Qué dices! –
Rió encantada. - ¡Pero si se odiaban!
-
Supuestamente…
recuerda que ni Mabel confirmó asistencia, ni nada, como si se los hubiera
tragado la tierra. Máximo y yo nos preocupamos y bueno, contratamos para que
los buscaran y resulta que están juntos.
-
Cuando vean
estas fotos, se reirán muchísimo.
-
No se las he
mostrado a Máximo, solo salgo en una, pero mi cara se ve borrosa. Tú en cambio
apareces en cuatro y todas con Fabricio.
-
Es cuando tú te
adelantaste para buscar la casa donde vivía el cretino de William. Íbamos
detrás de ti.
-
¿recuerdas como
lo pusiste? – Jackie había golpeado al tal William y bien que se lo merecía por
todo el mal causado a Allyson.
-
Lo hubiera
matado con gusto.
-
Yo iba a
hacerlo, menos mal que apareció Máximo. – Suspiró Ally – Mi bello esposo al
rescate.
-
¿Qué hacemos con
esta revista?
-
Llévatela, sales
lindísima. Lastima que a Fabricio tampoco se le ve mucho la cara con esos
lentes y gorra que llevaba.
-
En mal momento
me quité el enorme sombrero que traía, este vestido me sigue gustando. – Dijo
refiriéndose al vestido multicolor con que salía en las fotos, que habían sido
tomadas después de que Allyson y Max se fueran solos a arreglar sus problemas,
ella junto a Fabricio habían entregado a William a las autoridades y regresado
al hotel, ella iba de su brazo con una expresión de felicidad pues las cosas
parecían haber salido bien. Las fotos eran durante ese trayecto recorrido. La
de la portada no la recordaba, pero seguro había sido en los muchos viajes
hechos a la playa en esa ocasión. – Me la llevo, se la mostraré a Stefano,
seguro le hará mucha gracia. – La metió en el bolso y salieron a reunirse con
ellos.
Esa
noche se olvidó por completo de la revista y de la noticia de que Fabricio y
Mabel estaban juntos, en cuanto estaba en los brazos de Stefano no pensaba con
cordura y no pensaba en nada más.
Pero
la luna de miel tenía que acabar seguía reacia a aceptar que ahora tenía que
enfrentarse a lo que sería su vida de ahora en adelante como esposa de un
hombre maravilloso pero que no la amaba. Pero ella tenía que poner de su parte
y lo haría, se esforzaría, pero también protegería su independencia, su
trabajo, algo que la ayudara a levantarse cuando irremediablemente cayera y eso
sería cuando Stefano y ella finalizaran su matrimonio.
Unos
días después los tres se dirigían a Atenas a la casa en la cual vivirían.
-
Puedes hacer las
reformas que quieras aquí en la casa. – Le decía Stefano justo antes de
contestar el móvil que no había parado de sonar en cuanto habían puesto un pie
en Atenas.
-
No creo sea
necesario. – Murmuró más para sí que para él, que hablaba en lo que parecía ser
alemán. La casa que no era casa, sino una especie de castillo estaba impecable
tal cual, majestuosa, sin necesidad de nada más. Ya conocía algunos de los
empleados y acompañada de dos chicas muy amables fue a la que sería su
habitación llevando a Maddie con ella.
Tal
y como esperaba, la habitación principal que ocuparía con Stefano era enorme, una
puerta de dos hojas daba a un pequeño recibidor, otra puerta conducía por fin a
la habitación. Dos amplios vestidores, dos cuartos de baño, en uno de ellos
había un jacuzzi.
Muebles
antiguos y modernos se conjugaban en el mobiliario de la habitación decorada en
tonos azules y crema. La cama igual que en la isla era muy grande. Los
ventanales iban del piso al techo dando hermosas vistas del mar y de la ciudad.
Una amplia terraza llena de flores y plantas terminaba de dar el toque perfecto
a todo.
-
Llámenos en
cuanto necesite algo Señora Troyanos, lo que sea.
-
Gracias. – Dijo
con una sonrisa y se sentó en la cama dónde acomodó a Maddie que parecía tener
sueño. - ¿Podrían instalar a Susan? – Susan era la niñera de su hija, una
encantadora joven de unos 22 años pero muy cualificada para el puesto y a quien
Maddie ya tenía confianza.
-
Por supuesto, su
habitación está al lado de la de la niña. – Tampoco quedaba muy lejos de la
habitación principal, lo que agradecía pues no quería estar demasiado retirada
de su hija. - ¿Algo más? – Preguntó con una sonrisa una de las chicas que se
había presentado como Helena.
-
Por ahora no,
gracias por todo.
En
cuanto se despidieron, se puso de costado en la cama al lado de la niña y la
pequeña le sonrió con toda la inocencia y el amor que puede haber en un bebé.
Su corazón se llenó de amor materno.
-
Te amo mas que a
mi vida, la daría con gusto por ti si hiciera falta. – Maddie habló en su
divertido lenguaje infantil. - Haría lo
que fuera por ti ¿Lo sabes verdad? – le dijo a la pequeña y ella gorjeó en
respuesta. –
-
Espero que esta
habitación sea de tu agrado. – Stefano entraba en ese momento con el semblante
serio y ella ocultó la sorpresa de verlo así. Seguramente eran los negocios,
tenía que acostumbrarse, él manejaba innumerables empresas, la tensión debía
ser mucha.
-
Por supuesto, no
cambiaría nada. Es perfecta tal y como está.
Maddie
agitó sus bracitos hacia su padre y él cambió enseguida la expresión de su
rostro, revelando el amor por su hija. Eso hizo que Jackie se relajara un poco,
se había puesto un poco tensa.
-
Saldremos esta
noche. – Le informó.
-
¿Puedo saber a
dónde? – Preguntó Jackie tratando de no sentir enojo por ser informada así nada
más, sin pedirle opinión.
-
Los Troyanos
apoyamos muchas causas benéficas. Como mi esposa tendrás que ir a muchos
eventos de ese tipo. – Elevó a Maddie hacia arriba haciendo que gritara de
alegría.
-
Creo recordar
que si bien te gusta hacer donativos, no
frecuentas esos eventos.
-
Eso era antes,
ahora estoy casado contigo, no seré un blanco para las muchas mujeres que van
en esas ocasiones con el único objetivo de ser vistas con alguien importante o
peor aun con la finalidad de conseguir marido.
-
Ósea que he
resuelto ese aspecto de tu vida.
-
Ese y muchos
otros. – La miró un instante antes de que la niña reclamara su atención de
nuevo.
-
No sabes que
alegría. – Dijo con sarcasmo Jackie, sintiendo con más fuerza que nunca como
había terminado la luna de miel, él volvía a lo que era: el implacable hombre
de negocios que había conseguido lo que quería. Que sentía que ella ya era de
su propiedad y que todo estaba arreglado.
-
Espero estés
lista a las siete en punto.
-
No te preocupes
que lo estaré, pero antes de aceptar cualquier invitación harás bien en
consultármelo, por que no siempre podré acompañarte. Soy tu esposa no tu
empleada.
-
No te considero
ni te consideraré nunca una empleada, pero como mi esposa espero que siempre
puedas acompañarme – Contestó él con su mirada fija en ella.
-
Y yo quiero la
paz mundial, pero no siempre se obtiene lo que se quiere. – Respondió con ojos
centelleantes.
-
¿Quieres pelear?
– Hizo con suavidad engañosa la pregunta.
-
No, solo quiero
dejar en claro que no basaré mi vida en torno a la tuya.
-
Eres una
Troyanos ahora, tu vida no va ser lo que era antes.
Un
golpe en la puerta hizo que ella tuviera que contener una respuesta. Era Susan
que se llevó a la niña, pero antes que pudiera reanudar nada, llegó Helena
avisándole que había llegado algo para ella. Un enorme arreglo floral fue
subido a la habitación. Jackie pensó que seguramente era de Ally o Fabricio,
quizás Mabel o con más seguridad de Gabriela quien conteniendo la furia en su voz
y que era dirigida hacia su esposo León un príncipe árabe, le había pedido
miles de disculpas por no ir a su boda.
Pero
su flamante esposo se lo había impedido. Así que después de agradecer al chico
que había llevado las flores, tomó la tarjeta y se quedó de piedra al leerla.
Jamás te he olvidado… Te seguiré esperando. Llegará el día, lo sé.
-
¿Es de Allyson?
– Preguntó Stefano.
-
No lo creo. –
Estaba muy intrigada y confusa. La tarjeta iba sin firma.
-
¿Entonces…? -
Stefano avanzó hacia ella y Jackie inconscientemente arrugó la tarjeta con la
mano. Él no se perdió el gesto.
-
Mira lo que
hice. – Jackie trató de alisar la tarjeta, no quería que pensara mal, pero al
parecer era demasiado tarde.
-
Dame esa
tarjeta.
-
Las flores son
para mí, no para ti. - No sabía por que, pero no quería que él viera esa
tarjeta, algo le decía que era mejor que no lo hiciera.
-
Dámela
Jacqueline. – Repitió.
-
Es una broma de
mal gusto, no tengo idea de quien es. – Una nueva llamada a la puerta la libró
de dársela. Era Susan con Maddie, la pequeña tenía un poco de fiebre. Eso hizo
que ella se olvidara del asunto y al parecer Stefano también lo hizo pues llamó
de inmediato a un médico.
Todo
era un simple resfriado. La pequeña enseguida se puso bien y Jackie decidió que
no cancelarían su asistencia al evento, aun cuando Stefano lo había sugerido.
Lo que menos quería era problemas, y todo parecía indicar que lo que más
tendrían era precisamente eso: Problemas. La situación entre ellos era tensa,
no obvia pero si tensa. Tendría que darle la maldita tarjeta aunque no tuviera
idea de quien era el que la había mandado. Cuando fue a vestirse vio a Stefano
con la tarjeta en la mano, ella ni recordaba donde la había puesto, solo se
había preocupado por su hija.
-
¿De quién es? –
Preguntó él con furia en la mirada.
-
Te dije que no
tenía la menor idea.
-
Tú si sabes de
quien es, por eso no querías mostrármela.- La acusó furioso.
-
¡No lo se! –
Exclamó ella desesperada.
-
¿Así que te
estará esperando? Más vale le digas que ese día nunca llegará. Sabré quien es
Jacqueline, no lo dudes. – Caminó hacia ella.
-
¡Genial! ¡Por
que así también sabré yo de quien se trata…!
-
¡No me mientas!
Eso no funcionará conmigo…
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