Horas después…
-
¡Oh, Dios!
Estas… ¡bellísima! – Decía entusiasmada Allyson que vestía de color celeste. –
Es una lastima que Gaby no haya podido venir, tendré que hablar seriamente con
ese tal León…
-
A mi hermano se
le nublará la razón al verte. Puedo jurar que eso pasará. – Interrumpía
Penélope muy guapa también de color melocotón. – Tengo que ir a ver que las
pequeñas estén listas, mamá lo está haciendo pero cuando están juntas son muy
revoltosas. – Silvia vestía en esos momentos a la hija de Allyson y a Maddie.
Al
salir Penélope, Jackie se contempló de nuevo en el espejo. El estilista y el
que la había maquillado habían hecho un excelente trabajo, lucía radiante,
plena y sencillamente espectacular. El vestido le quedaba a las mil maravillas.
Pero los nervios la estaban matando.
-
¿Allyson…?
-
¿si?
-
No puedo…no puedo
hacer esto. – A través del reflejo del espejo, vio como Ally abría los ojos
sorprendida.
-
¿Exactamente a
que te refieres? – Dijo las palabras con precaución.
-
No creo que sea
buena idea este… matrimonio.
-
¿No crees que es
un poco tarde para esto? – Gimió Allyson. – Ya lo hemos hablado Jack.
-
Lo sé… creo que
son, los nervios. Necesito algo fuerte. Un whisky, ¡algo! ¿Me lo traerías por
favor? – Allyson ni respondió, salió rápido por el whisky.
Su
móvil empezó a sonar y ella lo tomó, vio como sus manos temblaban y se reprochó
el que no pudiera controlarse. Pero es que se sentía como si estuviera a punto
de saltar de un rascacielos desde el último piso.
-
Jackie… – La voz
de Stefano llegó clara a sus oídos, sus piernas no estaban cooperando para que
ella estuviera en pie sin problemas, así que se sentó en el borde la cama y lo
pensó antes de contestar pues… ¿Por qué la llamaba? Allyson no podía haberle
dicho de sus nervios, apenas había salido de la habitación.
-
¿Sí? – Fue todo
lo que atinó a decir.
-
¿Estás lista? -
¿la llamaba para que se apurara?
-
Sí. – Y no dijo
más.
-
Lamento sonar
impaciente pero…
-
Pero los
invitados han llegado, el juez espera, tú estás listo y solo falto yo ¿Es eso?
-
En realidad no
es por eso mi impaciencia. – Dijo con esa voz profunda.
-
¿Entonces? –
Jackie se acomodó mejor en la cama y esperó a que saliera con algo que la
hiciera enfadar, característico en él, lo de importunarla en el momento menos
apropiado. En cualquier otra, eso bastaría para que la tensión nerviosa se
disparara, pero lo cierto era que los nervios empezaban a retirarse de ella. Y
eso pasaba al escuchar su voz ¿ironías de la vida? Oh, si.
-
Estoy impaciente
por verte, impaciente por que la madre de mi hija esté a mi lado y frente al
juez y diga que sí, nervioso como jamás en la vida lo he estado por saber si
siempre aceptarás ser mi esposa. Deseoso de verte vestida de blanco caminando
hacia mí y haciéndolo con una sonrisa en los labios y no con el permanente
desafío que me lanzan tus ojos. No hay otra cosa que quiera más, aquí y ahora…
– Jackie se había incorporado de golpe al escucharlo y el cabello se le había
atorado en la tela que adornaba el dosel de la cama, cosa que pasó
desapercibida al escuchar la sensual voz de Stefano diciéndole esas cosas
¡Rayos! Ese hombre si que sabía como derretirla. - … que el que te conviertas
en mi esposa, que seas mi mujer y no solamente la madre de mi hija. Empezamos
mal, lo sé… ¿Podrías plantearte el que tú y yo empecemos de nuevo? – El
silencio seguía en el otro lado de la línea.
-
Sí, podría planteármelo
de nuevo. – Acertó a decir pues estaba casi en estado de shock, por las
palabras de él ¿estaría realmente hablando en serio?
-
¿Te casarás
conmigo? – Le preguntó él. Si se ponía a
recordar, en realidad él nunca se lo había pedido, al menos así no. Al
escucharlo, parpadeó con fuerza para alejar las lágrimas que se agolpaban en
sus ojos e imprimió entereza a su voz, para que no sonara temblorosa, no estaba
segura de conseguirlo, cuando iba a responder él añadió. – Esto es ridículo lo
sé, debería decírtelo en persona, pero mi madre ha resultado ser excelente para
impedirme llegar a ti. Así que… ¿te casas conmigo en… digamos, unos minutos?
-
Sí, Stefano… Me
casaré contigo. – Y así había sellado su futuro.
-
Aquí está el
whisky- Dijo Ally entrando a toda prisa.
-
¿Dijo Whisky? –
Preguntó Stefano con sorpresa en la voz.
-
Te veo ya mismo.
– Respondió ella y colgó. - ¿Tenías que decirlo tan fuerte? – Regañó a Allyson.
-
¿Con quien
hablabas? – Dijo ignorando el enfado de Jackie.
-
Con Stefano,
date prisa, ayúdame con el cabello, no quiero llegar tarde. – La apuró.
-
Y así nos
ofendemos cuando los hombres dicen que no nos entienden – Ally movió la cabeza
de un lado a otro con gesto resignado – Eres un cúmulo de contradicciones.
-
Me pidió que me
case con él.
-
¿Qué no es eso lo
que harás este mismo día?
-
Bueno, sí… pero,
nunca me lo había pedido…
-
¿Por teléfono?
-
Sí.
-
Le tengo que dar
clases de romanticismo, definitivamente. – Contempló Ally.
-
Recuerda que
esto no es un matrimonio por amor.
-
Lo que tú digas…
- Allyson prefirió no discutir con ella, le arregló el velo y en eso entró
Penélope…
-
Querida, debemos
darnos prisa, todo está listo. Stefano ya espera impaciente.
-
Raro en él. –
Dijo Jackie arreglándose el vestido y tomando el ramo, que contenía distintas
flores de colores crema y amarillo. Respiró profundo y salió.
El
sol aún brillaba, aunque no tan alto, empezaba a refrescar sobre todo por el
viento que soplaba levemente llevando la brisa marina por todos lados. Su
cabello iba suelto con unas pequeñas flores en un lado recogiéndolo un poco, llegó
hasta la alfombra blanca que la conduciría a Stefano y todos los invitados se
volvieron a verla, un solo violinista tocaba la marcha nupcial y ella empezó a
caminar, sus ojos buscaron los de él y se encontró recordando sus palabras: Deseoso de verte vestida de blanco caminando
hacia mí y haciéndolo con una sonrisa en los labios y no con el permanente
desafío que me lanzan tus ojos.
¿Desafío?
Sino podía pensar en otra cosa que en él, estaba tan guapo ahí esperándola con un traje color
beige, sus ojos plateados parecían brillar mientras la contemplaba con
admiración. Ella se encontró sonriendo mientras caminaba hacia él. Sin dejar de
verlo llegó a su lado y Stefano se acercó a ella susurrándole al oído:
-
Estás
sencillamente impresionante. – Y sintió el regocijo recorriendo su piel.
La
ceremonia era civil, por que así lo habían querido ambos y sobre todo ella.
Maddie estaba en primera fila en los brazos de su abuela que se secaba las
lágrimas lo más discretamente posible. No sintió nervios ni palabras vacías
cuando dio el si y aceptó ser la esposa de Stefano. Él se mostró con su
seguridad característica, pero lo sintió cálido y cercano a ella cuando deslizó
en su dedo la argolla matrimonial.
Por
fin mía, pensaba Stefano. Se había quedado sin aliento al verla caminando hacia
él. Ninguna mujer había conseguido hacerlo, ella lo había logrado más de una
vez, aunque ese día con más fuerza que en cualquier ocasión anterior. Había
estado nervioso y tenso como nunca en la vida, y todo por ella. Nunca había
imaginado que sintiera temor por que ella no apareciera, por que ella
prefiriera cualquier cosa menos casarse con él. No pensaba dejarla ir, sería un
tonto si permitía tal cosa. Algo parecido a un susurro en su interior le dijo
que no debía dejarla ir jamás.
Puede
besar a la novia dijo el juez y él la tomó en sus brazos, besándola con pasión
contenida. Besando a la mujer que ahora era su esposa, a la única que quería
como esposa. Ella correspondió en igual forma y al separarse aún sin quererlo,
la verdad lo golpeó como un rayo, ¿Cómo un hombre tan inteligente podía ser tan
estúpido?
Él
ya lo intuía, lo sentía, pero se negaba a detenerse siquiera a pensar en ello,
el solo hecho de sospecharlo le ponía confuso y tenso. Pero la verdad la tenía
allí frente a él y sobre todo dentro de él. Jackie era la única mujer que lo
había logrado y lo paradójico es que ni siquiera se lo había propuesto. Ella lo
había rechazado, había hecho de todo para escapar de él, lo había abofeteado en
una fiesta y mil cosas más que en cualquier otro hombre hubieran significado el
fin de una posible relación. En su caso, a él nadie lo había tratado así. En
cuanto a mujeres, si una lo aburría simplemente daba vuelta a la página. Pero
con ella, era diferente, es que ella era diferente. Así que, ¿cómo podía haber
sido tan tonto para no admitirlo antes? Estaba enamorado de la mujer que ahora
era su esposa. De la mujer más impredecible, hiperactiva, orgullosa y testaruda
del planeta. Sí, la vida era irónica a veces, sonrió al ver la mirada de Jackie
quien lo contemplaba con el ceño fruncido.
-
¿Ahora eres tú
él que se arrepiente? – Le preguntó en un susurro.
-
Al contrario… -
Si pensaba que antes estaba empecinado en tenerla, no tenía idea que ahora su
resolución se multiplicaba enormemente.
-
¿Cómo…? –
Parpadeó ella y él de nuevo se sintió hechizado por esos ojos color chocolate,
tenían destellos dorados comprobó. Él la besó de nuevo y los invitados rieron y
aplaudieron, después se dirigieron a la zona dónde sería la recepción.
Tuvieron
su primer baile juntos, la música se mezclaba con el sonido de las olas
rompiendo en la playa, con la brisa en su piel y ella se sintió desbordante de
felicidad y de amor, ese último sentimiento se prometió a si misma ocultar,
pero eso lo haría el día siguiente. Disfrutaría de su boda, de la cual no
estaba segura hacía unas horas, pero en brazos de él se repetía que todo
saldría bien, no quería admitir que el haber escuchado su voz por el teléfono
le había ayudado a controlar los nervios y a pensar en cualquier cosa, menos en
abandonarlo. Por que, ¿cómo se podía abandonar a un hombre así? ¿Cómo?
La
boda, fue de ensueño, los invitados se lo estaban pasando muy bien. Maddie ya
estaba dormida custodiada por su abuela quien no se despegaba de la pequeña, Jackie
la había tenido en sus brazos en varias ocasiones pero siempre había quien se
la pedía. Así que después de despedirse de sus padres, Maddie se había ido a
dormir. Pasarían unos días en la isla y después se instalarían en Atenas, como
le había informado ya Stefano. Todos los invitados se irían esa misma noche,
habían llegado en yates la mayoría y viajarían por el Egeo de noche,
aprovechando. Silvia y Penélope se irían a Siffnos, la isla de Máximo y Ally a
pasar la noche igual que sus padres, al día siguiente regresarían a Atenas. La
pequeña estaría bien cuidada por una excelente niñera y todo estaba listo para
que su noche de bodas transcurriera sin problema alguno. En cuanto a Jackie,
sus nervios por pasar la noche con su ahora esposo no hicieron más que aparecer
y aumentar. La boda casi llegaba a su final y era más que obvio que Stefano no
la dejaría dormir en otro lado, ni ese día ni otro.
Pero,
se suponía que ella iba a intentar tener un buen matrimonio ¿no? el dormir o
mas bien no dormir cada noche con él no haría más que seguir dañando su corazón
al saber que estaba con un hombre que se había casado con ella sólo por que así
le había convenido. Sin embargo, no ganaba nada con esos pensamientos,
disfrutaría de Stefano, de la vida que tendría y trataría de cuidar su corazón,
aunque ya no le pertenecía, era de él y sólo de él. La boda terminó los
invitados se habían ido, Silvia y Penélope se despidieron de ellos, lo mismo
que Ally y Máximo y sus padres. Su primera noche como su esposa. Sonaba bien,
muy bien en realidad.
Se
sentía nerviosa, tenía que admitirlo. No era la primera vez que estaba con él o
mejor dicho que hacían el amor, ¿era correcto llamarlo de esa forma? Al menos
para ella sí lo era, por que ella hacía el amor, no se trataba solo de sexo y
prefería ignorar el hecho de que para él solo era eso: sexo del bueno.
Mientras
Stefano hablaba con su jefe de seguridad, ella caminó hacia la playa y se quedó
observando el precioso espectáculo de la luna sobre el mar, las finas
zapatillas que había usado las llevaba en una mano, se recogió el vestido para
que no lo mojara una ola y rió al ver que había fracasado, la parte inferior
estaba mojada. Sintió unas manos deslizarse por su cintura y quedarse sobre su
vientre, un cálido y fuerte cuerpo masculino estaba detrás de ella y sin
pensarlo se recostó sobre el pecho de Stefano, reconociéndolo sin necesidad de
mirarlo. Él la besó en el cuello.
-
¿Como sabías que
era yo? – Vaya pregunta, eso podría saberlo aun sin verlo. Era algo que no se
podía explicar tan fácilmente.
-
Por tu colonia –
Mintió, su aroma era único pero no se trataba solo de eso.
-
¿Y si alguien
usara la misma colonia que yo y te hubiera abrazado así como lo hice ahora? ¿sabrías
que no se trataba de mí?- ¿Por qué hacía esa clase de preguntas? Se dijo Jackie
¿quería que le dijera que podía saber que se trataba de él aunque le vendaran
los ojos y estuviera rodeada de decenas de hombres? ¿Qué lo reconocería en
cualquier parte? Suspiró y se estremeció cuando él volvió a besarle el cuello y
se quedó allí como si quisiera absorber su aroma. – Hueles delicioso. – Le dijo
sin esperar respuesta a la pregunta pasada. – Y sabes delicioso. – Añadió
probando una sensible parte de su cuello, al sentir su lengua Jackie sintió que
las piernas no iban a sostenerla mucho tiempo.
-
Todos tenemos un
aroma diferente y particular que se funde con la colonia o perfume que usamos,
haciendo único el resultado. – Atinó a decir con la voz entrecortada.
-
¿Eso quiere
decir que sabrías quien soy a pesar de que otro usara la misma colonia que yo?
-
Supongo que sí.
-
¿supones? Creo
que debemos hacer algo al respecto. – la puso frente a él, con un gesto,
apareció una empleada de la nada y él le dijo que se llevara las zapatillas de
Jackie.
-
¿Qué sugieres? –
preguntó ella en cuanto la chica se marchó, ansiosa por saber lo que le diría.
-
Te voy a dejar
tatuado en todo tu cuerpo mi aroma. – La atrajo hacia él y ella río encantada.
– Para que no te olvides de mí jamás.
-
Eso suena muy…
primitivo. – Y tremendamente romántico pensó encantada.
-
¿tú crees? Me
pones como nadie jamás lo ha logrado. – La tomó en brazos.
-
¿Eso es un
cumplido? – Preguntó ella desde sus brazos. Él no respondió, la besó
intensamente. – Lo tomaré como un cumplido. – Dijo ella jadeante al finalizar
el beso. – La casa nos queda lejos, bájame.
-
No. No quiero
darte una sola oportunidad para que te arrepientas.
-
¿Qué? ¿acaso
piensas que saldré corriendo o algo así? – Dijo sorprendida.
-
¿Tienes idea de
lo impredecible que eres? – Sonrió él.
-
No lo soy tanto.
– refunfuñó ella, mientras él avanzaba hacia la casa, se internaba en el
bosquecillo que había entre el mar y la mansión.
Él
no parecía para nada cansado, respiraba normal y en general parecía que llevaba
un saco de plumas. Ya habían recorrido un buen tramo y faltaba un poco más.
-
No parece que se
necesite de mucho esfuerzo para llevarme así -
Dijo ella, sintiéndose de lo mejor entre sus brazos y metiendo una mano
entre el cabello de Stefano acariciándolo.
-
Necesitaré de
mucho esfuerzo para no depositarte aquí mismo y hacerte mía si sigues haciendo
eso. – Fue la respuesta de él, quien de pronto caminó más rápido, llegando a la
casa por fin y haciendo que ella riera de nuevo.
-
No hubiera
puesto inconvenientes. – Jackie le sonrió traviesa.
-
¿Hablas en
serio? – Preguntó un sorprendido Stefano.
-
Completamente. –
Buscó su boca y lo besó con ansias.
-
No llegaremos a
la habitación a este paso – le susurró él al oído en cuanto el beso acabó.
-
Tenemos que
hacerlo, y hay que ir a ver a Maddie antes. – Intentó bajarse de sus brazos,
pero él se lo impidió.
-
Vamos a verla.
Pero tú no te vas de mis brazos.
-
No me iré a
ninguna parte. – Le sonrió divertida. – Legalmente soy tuya.
-
Mañana lo serás
en todo sentido. – Aseguró Stefano controlando la reacción que había tenido
cuando ella había dicho que era suya por vía legal y no por amor, tenía que ir
poco a poco a fin de poder ganarse a la mujer que tenía en brazos.
Subió
las escaleras y entraron al cuarto de su hija, la depositó en el suelo con
cuidado y la tomó de la mano. Ambos observaron como la pequeña dormía plácidamente
en su cuna y el corazón de Jackie se enterneció al doble al ver como Stefano
contemplaba con adoración a su hija. Un nudo se le formó en la garganta al
pensar que sería la única que tendrían ¿pero que pensamiento era ese? ¿Qué no
se suponía que no siempre estarían casados? Apartó esos pensamientos de la
mente, todo ya era complicado por sí solo, no quería hacerlo más. Debía darle
gracias a la vida por que le hubiera dado el sublime regalo de Maddison.
-
Es hora de
irnos. – Dicho eso, él se la echó al hombre haciendo que ella se tapara la boca
para no proferir una exclamación de sorpresa y no despertar a Maddie de paso.
-
¡Vas a despertar
a la niña! – Le dijo desde el hombro, aguantando la risa.
-
La despertarás
tú, al menos nuestra habitación no está tan cerca sino, mi pobre hija no
dormiría.
-
¡Que dices! –
Llegaron a la habitación principal que ella no conocía, la cama era
inmensa y parecía dominar el área con su
edredón color blanco con ribetes azules. El techo era alto y diversas imágenes
estaban pintadas en el a mano, paisajes donde los colores verde, azul, blanco y
celeste sobresalían, haciendo juego con las cortinas azules y la alfombra. Los
muebles de madera eran sencillos y elegantes, ella exploró con suma rapidez
pues las manos de Stefano ya las tenía buscando abrir el vestido.
-
Digo que esta
noche – Habló él contestando a su exclamación – vas a gritar muchas veces.
-
¿Sí? – el
vestido cayó a sus pies y ella lo hizo a un lado, quedándose con esa fantástica
ropa interior que Allyson le había regalado para ese día. Se sentía sexy,
femenina y muy deseada a juzgar por la mirada de su ahora esposo. - ¿Te gusta?
– Preguntó provocativa.
-
Que si me gusta…
- la besó con pasión.
-
Eso pensé… -
Dijo ella, cuando él dejó su boca y mordisqueó su oreja haciéndola gemir,
apretó los labios para no seguir haciéndolo, pero él al verlo sonrió y paso a
mordisquear sus labios hasta que ella los abrió de nuevo y esta vez introdujo
su lengua jugueteando con la de ella, Jackie se aferró a su camisa y empezó a
desabotonarla con impaciencia. Varios botones saltaron y los dos rieron.
-
Tengo que
enseñarte como hacerlo.
-
No soy una
experta. – Dijo siguiendo con la tarea.
-
Más te vale no
serlo. – Y posesivo puso las dos manos en su trasero y la acercó a su
cuerpo.
Jackie
por fin le quitó la camisa y la lanzó por los aires, se sentía eufórica, se
sentía feliz. Al sentir esas dos grandes manos en sus glúteos, sintió que las
rodillas le flaqueaban, puso sus manos en el cinturón para quitarlo y él la
detuvo, pero ella le apartó las manos y se lo quitó. Cuando bajó la cremallera,
lo escuchó gemir y se sintió poderosa, sentimiento que se intensificó cuando
vio la erección que había provocado en él, estaba duro como una roca.
-
Para – Le dijo
con voz ronca - O no respondo de las
consecuencias.
-
Lo que quiero
precisamente son las consecu… - no terminó la frase por que de nuevo se vio en
sus brazos y depositada en la cama.
Stefano
le quitó el sujetador con prisa, dejando sus senos al aire, ella jadeó de
sorpresa y luego de pasión cuando él enterró su cara en ellos y tomó uno en sus
labios. Sintió su sangre correr espesa, como si estuviera a punto de generar
una corriente de fuego por dentro. Lo cierto es que se sentía arder. Stefano la
torturaba mientras mordía con delicadeza sus pechos, los tomaba en su boca y
deslizaba su lengua en ellos.
-
¿Estas
consecuencias son las que querías? – Preguntó con malicia, levantando la cabeza
para ver su rostro sonrojado y la llama de la pasión en sus pupilas.
-
¿Por qué paras?
-
Apenas estamos
empezando. – Tomó su rostro entre sus manos y la besó con una ternura que la
emocionó – No quiero que olvides esta noche jamás, ni ninguna otra de las que
pases a mi lado. Pero esta noche, es
nuestra noche…
¿Olvidar
las noches de pasión que habían tenido? ¿Acaso no tenía idea de lo que
provocaba en ella? Jamás podría olvidarlo, ni a él ni a ninguno de los placeres
que le había dado, estaba como un sello sobre su corazón.
Con
movimientos rápidos y precisos le quitó el resto de la ropa interior que traía
aún encima. Dejándola desnuda por completo. Ella protestó.
-
No es justo, aún
tienes ropa encima y yo no. –Pero él la acalló con sus besos. Sus manos viajaron por todo su cuerpo dejando
un rastro de placer a su paso. Inclinó su cabeza y empezó a dejar una hilera de
besos desde el valle de sus senos y emprendió el camino hacia abajo, Jackie se
retorcía sintiendo que no podía soportar semejante tortura sensual mucho más. –
Por favor…
Él
siguió implacable hasta llegar al triangulo sedoso entre sus piernas.
La
sujetó por las caderas pues Jackie no se mantenía para nada quieta y su lengua
recorrió los pliegues de su feminidad, Stefano escuchó sus gemidos y su
respiración entrecortada que anunciaba que faltaba poco para que llegara al
clímax. Sólo amándola como lo hacía podía detenerse un poco más a fin de darle
el mayor placer posible, pero la verdad es que estaba a punto de estallar así
que se quitó el resto de la ropa de inmediato.
Jackie
sintió explotar su interior, literalmente se sintió explotar, estaba flotando
se decía, flotando. Pero Stefano aún no había terminado, sintió sus manos
separarle los muslos y a él introduciéndose en su interior lentamente al
principio, fue ahí cuando sintió que iba a morir y lo haría feliz ¿Qué mejor
manera de morir? De placer y en sus brazos. Sin esperar más, con un movimiento terminó de penetrarla y
buscó sus ojos, Jackie vio deseo, pasión y algo más que no alcanzó a definir
por que Stefano empezó a moverse, salía y entraba haciéndole rogar que continuara,
que no parara. Lo apretó en su interior deseando no saliera jamás y de nuevo
sintió que llegaba al orgasmo, uno más intenso que el anterior por que esta vez
vio estrellas y los colores del techo parecieron intensificarse como anuncios
de neón. Gritó su nombre y sintió que poco después él también llegaba al
clímax, con la respiración agitada al igual que ella, quedó sobre su pecho
tratando de respirar con normalidad. Jackie acarició su cabello, cerró los
ojos, aún no creía que podía haber tanta intensidad en el acto del amor, por
que solo ella y Dios sabían la magnitud de su amor por él.
Acarició
su cabello y poco a poco la respiración de ambos se normalizó. Las noches
pasadas a su lado, habían sido geniales, pero esto había sido único. Es mío, no
se cuanto tiempo pero es todo mío, se dijo Jackie aferrándose a ese
pensamiento.
Nunca
había experimentado eso con ninguna mujer, solo con ella. Ella era la única que
lo hacía rabiar como nadie, que lo volvía loco de deseo y también de
desesperación cuando no la tenía a su lado, pero eso había cambiado ese día.
Sí, legalmente era suya y aunque el termino no le gustaba nada, pues lo sentía
muy formal y ausente de sentimientos, la verdad era que gracias a esa acta que
anunciaba al mundo que ella era su esposa, él podía retenerla, era suya y haría
que lo fuera en cuerpo y alma no solo por lo que dijera un papel. Las noches
anteriores que habían compartido, habían sido geniales, pero esa noche era
especial, era su noche, quería que ella lo amara, que lo necesitara como el
aire que respiraba, por que así era como él se sentía. La vida sin duda lo
castigaba, él, que había dejado regados corazones rotos a su paso, se había
enamorado de la única mujer que no sentía nada por él, más que deseo y pasión.
Por ahora tenían que bastar, ya haría él que ella no quisiera el divorcio
nunca, pero aunque se lo pidiera pues tenía una increíble tendencia a la
independencia cosa que él detestaba, no se lo daría ni en mil años. Sintió su
mano sobre su cabello, su cuerpo desnudo bajo él y aun enterrado en ella,
sintió que ardía de nuevo por poseerla. Él que se separaba de inmediato después
del acto sexual, que nunca dormía en la cama de ninguna mujer. Estaba allí de
nuevo ansiando repetir y con toda la intención
de hacerlo.
Jackie
lo sintió endurecer en su interior y gimió sorprendida ¿sería posible? La sola
idea la excitó y el sentirlo duro dentro de ella terminó por encenderla. Movió
las caderas animándolo y él levantó el rostro con una sonrisa de lobo, la besó
dulce y pausadamente aún sin moverse. Ella desesperada por que lo hiciera fue
la que empezó a moverse y él la detuvo apresándole las caderas.
-
No, espera.
Iremos despacio. – Quería prolongarlo para que ella lo disfrutara al máximo.
Pero Jackie tenía otras ideas en mente, así que se dio la vuelta manteniéndolo
en su interior y quedó a horcajadas. Stefano rió sorprendido y ella agitó su
larga melena que tenía pegada a la espalda por la posición en la que había
estado hacía unos segundos.
Parecía
una diosa, pensó él observándola extasiado como agitaba su hermoso cabello.
Extendió las manos y atrapó sus senos haciendo que ella echara la cabeza hacia
atrás en completo abandono. Jackie empezó a moverse cada vez más rápido
mientras él acariciaba sus pechos y sus caderas. Verla allí arriba, sentirla
encima, cabalgándolo hizo que fuera todo un triunfo no derramarse dentro de
ella tan pronto, apretó los dientes para controlarse y cuando vio que ella
llegaba al orgasmo, se dejó ir de igual manera.
Jackie
se derrumbó sobre su pecho y él le besó la cabeza sintiéndose el hombre más
afortunado del planeta. La puso a un lado y ella se acurrucó hacia él. Le besó
la frente y la abrazó, manteniéndola cerca de él.
Los
días pasaron en la Isla Troyanos como en un sueño, pasaban tiempo con Maddie
por supuesto, pero tomando en cuenta que era su luna de miel, no era tan fácil
separarlos. A ojos de cualquiera era la pareja mas enamorada que podía existir,
nadaban desnudos en una preciosa cala lejana de la casa, caminaban por la playa
y hablaban de mil cosas, visitaban el pequeño pueblo que ocupaba un pequeñísimo
espacio de la isla que no era nada pequeña y comían en una taberna local donde
hacían un pescado excelente, Jackie conoció a casi todos los pueblerinos y
practicó su griego con ellos haciendo reír a Stefano cuando se equivocaba con
algunas palabras. Verlo reír tan desenfadado era lo mejor del mundo para ella,
no veía al hombre arrogante y autoritario. Únicamente al hombre del que se
había enamorado hacía unos años atrás en Atenas.
No
sabía lo que les deparaba el futuro, sentía una garra helada en la garganta
cuando recordaba que él nunca le había dicho que la amaba. A vista de
cualquiera podría parecer que sí, pero es que Stefano era así, griego,
apasionado y un ardiente amante por las noches, por las tardes cuando nadaban
en la cala, en el día cuando ya no podían esperar más. La deseaba, era cierto y
ella se aferraba a eso, por que era lo único que sentía que compartían, aparte
de su hija.
Verlo
jugar con Maddie, observar el verdadero amor hacia la pequeña la ablandaba más
que otra cosa. Pero por las noches cuando él la atraía hacia sí después de
hacer el amor, cuando la acunaba en sus brazos y le besaba el pelo mientras una
posesiva mano le rodeaba la cintura, su corazón parecía querer saltar de alegría,
pobre ilusa se repetía ella con tristeza. Sin embargo estaba disfrutando como
una loca su luna de miel, pronto volverían a la vida diaria, a la realidad y
eso la estresaba, pero era otro obstáculo que vencer.
Una
noche, dos semanas después de su boda, recibió un correo electrónico de la
revista para la que todavía trabajaba pues no había renunciado. Le pedían
hiciera un reportaje en cuanto pudiera de algunas Islas griegas. La idea la
entusiasmó, no tenía la menor intención de dejar de trabajar pues le encantaba
hacerlo. Cuando llegaran a Atenas se lo diría a Stefano, no sabía que le
parecería la idea, pero ella tenía que tratar de proseguir con su antiguo mundo
al menos en parte, para que así cuando ellos se separaran, tuviera algo a lo
cual anclarse. Que mejor que el trabajo para lograrlo.
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