sábado, 6 de abril de 2013

Un Amor para recordar XI



Jackie se dio cuenta que la había mal interpretado de nuevo y esta vez pensaba que estaba embarazada ¿sino por que había sonreído con picardía? Exhaló con fuerza y volvió a cerrar los ojos, que pensara lo que quisiera. Su vida sería pública dentro de poco y así todos podrían ver que no había embarazo alguno y nunca lo habría.

-       A ti no te asusta volar – Dijo Stefano poniéndose en el asiento a su lado. – Viajas a los lugares más inhóspitos, peligrosos y difíciles que haya en el planeta, no hay que sumar dos mas dos para darse cuenta que lo que en realidad te pasa es que…
-       No, no me asusta volar y no tengo nada. Simplemente estoy cansada. – Le interrumpió ella.
-       Te asusta darte cuenta que dejas tu tan preciada libertad. – Prosiguió él. - ¿O me equivoco?
-       No me gusta la idea de perder mi libertad, es cierto. Pero no me asusta. – Dijo viéndolo con desafío.
-       ¿Ah no? – Preguntó él sin perderse detalle de su rostro.
-       Tú no me asustas. – Remarcó ella.
-       Si así fuera, no te encontraría tan… interesante.
-       Haberlo sabido antes, no estaríamos en esta situación. – Jackie arrastró las palabras y se concentró en la vista de Atenas desde la ventanilla para ignorar la risa de él.

Minutos después bajaban del avión, seguida por él que cargaba a Maddie quien estaba del todo despierta y observaba todo con curiosidad. Se encaminaron a la limusina que les esperaba y ella agradeció el llegar de madrugada, pues no hacía demasiado calor, le importaba por Maddie, pues la pequeña no estaba acostumbrada al clima caluroso a diferencia de ella, que había experimentado infinidad de climas y de hecho prefería un clima cálido, cosa que no le diría a Stefano, por supuesto.
Una vez dentro de la limusina, Jackie extendió los brazos hacia la niña quien no le hizo el menor caso y prefirió jugar con un botón de la camisa de su padre.

-       Déjala, está entretenida.
-       No dejará en paz ese botón hasta que consiga quitarlo de su sitio. – Le dijo ella, quien sabía perfectamente que la pequeña podía ser muy testaruda a pesar de tener tan pocos meses.
-       Así que eres una pequeña muy empecinada ¿no? – Le habló él a la niña. – Igual que tu madre.
-       Más bien igual que su padre.
-       Tiene de los dos – Stefano le dedicó una sonrisa capaz de derretir por lo menos la mitad del polo norte y ella intentó sin éxito resistirse a ella.
-       Me temo que sí – Y enfocó su atención en la niña, por que si seguía mirándolo no podría tener una conversación normal – Tu hija no te permitirá tener un futuro tranquilo.
-       Cosa que no me importará en absoluto siempre y cuando ella no esté lejos de mí.
-       Tendremos un acuerdo de custodia lo suficientemente conveniente para ambos. – Dijo ella de inmediato.
-       Hablar de custodia implica, hablar de divorcio ¿Y lo mencionas a pocas horas de nuestra boda?
-       Tenemos un trato. – Respondió ella nerviosa.

Él no respondió se limitó a observarla. Así que pensaba escapar rápidamente y sin complicaciones ¿eh? Lo que no sabía es que no solamente no quería tener lejos a su hija, sino que eso también la incluía a ella.
Dejar la soltería no era tan terrible como había pensado y no tenía la menor intención de divorciarse al poco tiempo de casado.

-       Sí, tenemos un trato. – Dijo al fin y Jackie se encontró soltando el aliento que había retenido. – Estamos por llegar.

La mansión de los Troyanos se alzaba orgullosa sobre la ciudad, ella casi se quedó boquiabierta al verla, parecía un castillo, uno moderno pero sencillamente impresionante, era de color blanco, realzando el tono de las maderas que adornaban la puerta de dos hojas y los múltiples ventanales, tendría por lo menos tres pisos. Frunció el ceño y pensó que era demasiada casa para tres personas únicamente. ¿Vivirían más miembros de su familia allí? Vivir en comuna no era una idea precisamente agradable. Cruzaron las verjas y dos guardias de seguridad saludaron al conductor. La casa seguía aún a lo lejos pero eso no había impedido que observara su majestuosidad. Atravesaron los amplios jardines y sonrió, eran hermosos, las flores de colores, los setos bien cuidados, los árboles, las fuentes, sería un lugar idóneo para días de campo, para que Maddie jugará feliz y tranquila. Una amplia escalinata daba paso a la casa, y ella las subió al lado de Stefano que seguía llevando a la niña que no cejaba en su empeño por quitar el botón, de pronto él  la tomó de la mano en cuanto la puerta se abrió, ella lo miró extrañada y enseguida comprendió el por que de la pantomima.

Una elegante y bella señora de cabello negro con algunos reflejos plateados y de bellos ojos del color de los de Stefano se acercó a ellos con una amplísima sonrisa casi corriendo.

-       ¡Oh¡ ¡déjame ver a mi nieta! – La tomó en brazos y Maddie estuvo a punto de protestar por que la habían apartado de su padre, hizo un puchero, pero enseguida se encontró observando a su abuela con esos ojos grises iguales a los de ella y a los de su padre. - ¡es hermosísima! – Decía entusiasmada Silvia Troyanos y con los ojos brillantes por las lágrimas.

Jackie se encontró sintiéndose conmovida y observaba la escena pensando que Maddie merecía conocer a su abuela.

-       ¡Oh, lo siento! – Dijo de pronto Silvia - ¿Dónde están mis modales? Bienvenida querida. – Le dijo a Jackie y le dio un fuerte abrazo. – Eres muy hermosa, ya veo de donde ha sacado mi nieta toda su belleza. – Volvió a abrazarla y le dio un beso en la mejilla.
-       ¿Y para mi no hay nada? – Le reprochó su hijo, aunque tenía cara de diversión.
-       Cariño, ahora mismo solo tengo ojos para mi nieta y para mi nueva hija. – Al escuchar esas palabras, Jackie tuvo que parpadear para alejar las lágrimas. – Pasa, esta es tu casa ahora, después de todo. Me temo que seré una visitante asidua si no te importa – Seguía diciendo Silvia. – Y seguramente Penélope se volverá loca de alegría al conocer a su sobrina.
-       ¿Penélope?  ¿tienes una hermana y no me lo habías dicho? – Reclamó a Stefano mientras entraban a un amplio salón que tenía en sus paredes de madera distintos cuadros de pintores reconocidos. Se sentó en un sofá y observó a Maddie jugar con el collar de perlas de su abuela. Enseguida llegó alguien del servicio ofreciéndoles algo.
-       La conocerás muy pronto ¿dónde está por cierto? – Preguntó a su madre.
-       Fíjate que curioso, viajó a Florencia para poder ir con Ally y con Jackie  de compras, pero cual fue su sorpresa al enterarse que ustedes ya venían en camino, así que comprará su vestido para la boda y luego volverá. – Dijo Silvia. Luego ofreció: - Que les parece una comida ligera, antes que se vayan a descansar.
-       Comimos en el avión, creo que Jackie y Maddie querrán dormir.
-       Tienes razón. Sus habitaciones están listas. Y la tuya no es la misma que la de tu prometida. – Stefano frunció el ceño al escuchar a su madre. Cuando iba a replicar su madre volvió a intervenir. – Aún no están casados – sentenció ella y guiñó un ojo a Jackie quien sonrió agradecida por dentro, era demasiado pronto para caer en sus brazos de nuevo.
-       Tenemos una hija, madre. – El tono de Stefano fue lo más parecido a una advertencia, obviamente con su madre se contenía.
-       Concebida con una madre de alquiler.
-       Sí, pero esta es mi casa y Jackie y yo ya hemos dormido juntos. Bueno, no hemos dormido precisamente. – Le sonrió íntimamente a Jackie haciéndola ruborizar de vergüenza y de coraje.
-       Por todos los cielos ¿Podrías callarte? – Pidió ella, conteniéndose de igual forma para no gritarle o arrojarle algo, estaban con la madre de él, con su futura suegra y ¡él diciendo esas cosas!
-       No hay peros que valgan Stefano ¿estás de acuerdo conmigo Jackie?
-       Por supuesto. – le sonrió ella a Silvia y dirigió una sonrisa burlona a Stefano que con la mirada le advirtió que se las pagaría.

La habitación de Maddie era preciosa, en tonos crema, rosa y amarillo era el sueño de cualquier niña, llena de juguetes y de todo lo que cualquier pequeña soñaría. Había una puerta que conectaba con otra habitación y es ahí donde dormiría la niñera que ya había sido contratada por Silvia, así que Jackie no puso pegas, sentía que Silvia habría hecho una buena elección y la nueva niñera llegaría temprano por la mañana. Decidió ocupar esa habitación a pesar de las protestas de Silvia quien quería darle otra mucho más espaciosa y no tan lejos de la de Maddie, le dijo que había transmisores en cada rincón de la casa conectados a la alcoba de la pequeña, pero aun así, Jackie insistió y terminó convenciendo a Silvia, quien veía con buenos ojos que se interesara tanto por su hija. En pocas horas amanecería, y tenía muchas cosas dándole vueltas a su cabeza y creía que no podría dormir tranquila, pero en cuanto Stefano colocó a la niña en su cuna y él y Silvia le dieron las buenas noches, ella se cambió de ropa para dormir, puso la cabeza en la almohada y pronto el cansancio la venció.

El día siguiente estuvo lleno de mucha actividad, hasta entonces se enteró que la boda no sería en Atenas, sino es la Isla de Stefano, la Isla Troyanos que no estaba tan lejos de la que tenían Máximo y Allyson y donde la seguridad sería total, no permitiendo el acceso a nadie que no estuviera invitado. La noticia de su próxima boda aparecía en infinidad de periódicos y revistas, en los medios impresos y de televisión, así como en Internet, ya entendía por que Allyson y Max no habían informado a nadie cuando habían decidido casarse. La Isla de ellos estaba como a media hora en bote de la de los Troyanos, le había dicho Silvia quien quería mucho a su sobrino Máximo y su familia. Ellos ya estaban allí y Ally en cuanto se había instalado le había llamado por teléfono informándole que se verían en unas cuantas horas en la Isla Troyanos. Viajaron con Silvia y sin Stefano quien tenía cosas que resolver a fin de no dejar nada pendiente antes de la boda.
El viaje a la isla fue en helicóptero y les llevó aproximadamente tres horas viajar a través del hermoso mar Egeo que resplandecía cual esmeralda. Eso la relajó un poco, pues los nervios habían resurgido con fuerza en su interior. Silvia jugaba encantada con su nieta y en esas horas, la había llegado a conocer mejor, como una mujer que amaba a su familia y que estaba radiante por el hecho de ser abuela.

-       Nunca pensé que sería abuela por parte de Stefano ¿sabes? – Decía Silvia.
-       Me lo imagino.- Sonrió ella.
-       Tan ajeno a las cuestiones del amor, se entregaba al placer. Oh, claro que si, se las andanzas de mi hijo. Mujeres bellas cerca de él siempre, buscándolo y él aprovechando cuando así lo quería.
-       Cuanto sufrimiento para él ¿no? – Repuso Jackie y Silvia rió a carcajadas.
-       Eres única. – le dijo – idónea para él. Él no quería esposa e hijos por que para él no significaban más que ataduras. Pero el verlo con Maddie como un padre interesadísimo en todo lo que hace su hija y sobre todo un padre que ama profundamente, me conmueve lo que no tienes idea. Y verlo enamorado es algo que jamás pensé ver.
-       ¿Enamorado? – preguntó con perplejidad Jackie.
-       Claro, ¿Por qué otra razón se casaría?
-       Bueno, tenemos una hija. – Razonó Jackie quien ahora entendía con claridad que Stefano no le había dicho a su madre que el matrimonio no era más que un arreglo entre ambos. Prefirió callar.
-       Stefano se pudo haber limitado a darle su apellido y proporcionarle todo, sobre todo por que a vista de muchos, una hija no perpetua el apellido. Claro que nosotros no opinamos así. Y seguro que más adelante tendrán más hijos ¿te imaginas? ¡Más nietos! ¡que alegría! No me importaría incluso que no hubiera varones, las mujeres valemos mas o igual que los chicos ¿verdad encanto? – Le habló a Maddie que gorjeó risueña a su abuela.
-       ¿Más hijos? – Repitió sintiendo un ligero escalofrío. Aunque sabía que no llegarían a eso, pues su matrimonio tenía un plazo para finalizar y aunque no fuese así ella no podía tener bebés. Pero el mero pensamiento la puso triste e incluso nostálgica.
-       ¿Qué pasa Jackie? ¿no quieres más hijos? – Silvia con la mirada llena de cariño y comprensión casi la hace llorar.
-       No, no es eso. Es que en realidad no lo había pensado. – Mintió.
-       Bueno, pueden quedarse únicamente con Maddie, es decisión de ustedes. Yo encantada con más nietos, pero si solo será esta pequeña preciosa, no tengo nada en contra. Pero, ¿te imaginas un pequeño parecido a su padre?
-       ¿Igual de arrogante, necio e intransigente? – Dijo sin poder detenerse y para su sorpresa Silvia volvió a reír.
-       ¿ves como es que eres la indicada para él? No te dejas impresionar por su dinero y esa aura de dominación total que tiene o por el hecho nada simple de que es demasiado guapo para su propio bien. Siempre tuvo éxito con las mujeres, desde que apenas era un adolescente y nunca hubo una que se le resistiera.
-       No lo dudo. – Ella en realidad no se le había resistido, al menos no como ella hubiese querido.
-       Por eso digo que tú eres diferente y por ello ha hecho lo impensable: casarse. Y no está de más decir que estoy muy feliz por que seas tú la futura esposa de mi hijo.
-       Gracias. – Fue todo lo que pudo decir.
-       Ya casi llegamos – Anunció el piloto. La Isla ya se dejaba ver.
-       Mira Maddie, esta es la Isla de tu padre, te encantará. Es preciosa – Luego Silvia se dirigió a Jackie. – Todo está quedando de ensueño para tu boda.
-       Quizás suene repetitiva, pero de verdad, gracias por todo.
-       Oh, querida, no tienes por que dar las gracias. Esto es un placer para mí. Penny está loca por conocerte, se harán buenas amigas. Ya verás.
-       ¿Ya está en la Isla?
-       Sí, llegó con Allyson y no la esperó. Mi hija puede ser muy impaciente.

El conocer a Penélope la tenía un poco nerviosa, no sabía casi nada de ella y mucho menos sabía el recibimiento que le daría, pero si se llevaba estupendamente con Allyson eso quería decir que era una buena persona.
En cuanto vio a una impresionante mujer de hermoso rostro, bello cuerpo y cabello de un glorioso color negro como la noche, a juego con sus ojos color plata que se dirigía a ella con una enorme sonrisa, supo en ese instante que serían buenas amigas.

-       Hola. – Le dijo y la abrazó. – Me moría por conocerte.
-       Digo exactamente lo mismo.
-       Pensé que no habría otra Allyson.
-       ¿cómo? – Preguntó no entendiendo nada.
-       Máximo era de los que no se casaban, pero Ally fue la única que logró obtener el corazón de mi esquivo primo y ahora entiendo por que. Ella es un tesoro. Así que tú debes ser igual si lograste capturar al cabezota de mi hermanito. – Jackie rió por las expresiones de Penélope.
-       Bueno, no creo que él se sienta precisamente capturado.  – Bromeó Jackie.
-       Y es por eso que está contigo, sabe que no serás de esas mujeres co dependientes. Creo más bien que él fue el que te ha perseguido ¿verdad?
-       Algo así. – sonrió divertida por las especulaciones de su futura cuñada.
-       ¿dónde está mi sobrina? Si no la conozco en los próximos minutos definitivamente moriré de frustración.
-       Aquí está. – se acercó Silvia con Maddie.

Definitivamente Maddie sería una niña muy mimada si no se andaban con cuidado, pues su tía ya la llenaba de besos y mimos. El resto del día se dedicó a ponerse al día con los detalles de la boda que sería cerca de la playa. Conoció la casa que ellos ocupaban cuando estaban allí y se quedó encantada con ella. Era de una sola planta pero se dividía en dos alas, igual que la mansión de Atenas, era de color blanco aunque el tono terracota de las tejas le daba un aire mas desenfadado. Había infinidad de palmeras y árboles, había un río que recorría la Isla y tenía una pequeña cascada hecha por petición de Stefano. La arena blanca le hacía querer quitarse las sandalias para sentirla en las plantas de los pies. No pensaba estar tan relajada, pero lo cierto es que lo estaba. Por la tarde llegó Allyson quien se quedaría a dormir allí, parecía más nerviosa que ella por la inminente boda, Máximo y la pequeña bebé de los dos llegarían esa mismo día pero más noche. Había infinidad de empleados contratados con el fin de tener todo listo, así que todo parecía marchar sobre ruedas.  Stefano seguía ausente y se descubrió deseando verlo de nuevo, aunque no tenía más de medio día sin verlo. Molesta por esos pensamientos, se dirigió a ver a Maddie quien estaba jugando con su tía a la sombra de una palmera y acostada en una gran manta.

-       ¿Nerviosa? – Pregunto Penélope.
-       En realidad no, seguro que mañana me moriré de los nervios.
-       Todo está saliendo a pedir de boca, así que no tienes nada por que preocuparte. – En eso apareció Allyson quien le traía un mensaje.  
-       Recibiste una llamada en Atenas. – Le dijo. – No dejaron recado.
-       ¿serían mis padres?
-       No, ellos se vienen con Máximo. Él irá por ellos.  Así que no lo creo.
-       Que raro.
-       Sólo preguntaron si estabas allí. Puede que haya sido alguien de la prensa, que no dejan nunca en paz. Tú relájate que mañana es el gran día.

No cabía duda que el dinero hacía maravillas, contempló con creciente asombro el lugar donde se casaría. Sería prácticamente en la playa, sobre la arena blanca y como marco, el azul esmeralda del océano. Preciosas carpas blancas se habían alzado. Mesas redondas de color blanco con esmeralda esperaban a los invitados. Infinidad de flores adornaban la senda por el cual ella caminaría hacia Stefano y el juez que los casaría. Había un ligero viento que refrescaba y hacía murmurar a las palmeras, arbustos y demás árboles que había y que daban un toque verde que se fusionaba con todo en completa armonía. Era sencillamente elegante sin caer en lo rebuscado y excesivo.  Una brillante plataforma de madera sería donde ella bailaría su primer baile de casada con Stefano y donde después se les unirían los invitados. Él había llegado ese mismo día muy temprano y no lo había visto y lo vería hasta que estuviera frente al juez, pues Silvia era muy tradicional y había prohibido que se vieran. Sus padres ya estaban instalados y había charlado con ellos en cuanto habían llegado. La voz de Allyson llegó hasta donde ella estaba y se volvió para verla.

-       ¡Jack! ¡Es tardísimo! ¿Planeas hacerlo esperar?
-       No es mala idea.
-       No seas niña y apúrate.
-       Tú tampoco estás lista.
-       Sí, pero la que se va a casar eres tú no  yo.
-       Ally…
-       ¿sí?
-       Olvídalo. – Volteó de nuevo para ver el mar.
-       Cariño, todo saldrá bien. Lo prometo.
-       Ahora si que me estás tratando como a  una niña.
-       Yo no prometo lo que se que no se realizará y tú y Stefano estarán bien.
-       Él no me ama.
-       ¿Estás segura?
-       Eso es lo malo Ally, que estoy completamente segura. – Afirmó con tristeza en la voz.
-       ¿Y es muy importante para ti que él no te ame… por que…?
-       Pues, por que… no lo sé.
-       Sí lo sabes.
-       Sí, pero no quiero decirlo.
-       ¿Olvidas con quien estás hablando? – Se acercó a ella. Jackie la miró con ojos tristes.
-       Soy una idiota.
-       No, no lo eres. – Suspiró Allyson. – Así me sentía yo por amar a Máximo aun cuando suponía que él no se lo merecía.
-       Es diferente, Máximo cometió errores y hasta en cierta forma eran comprensibles, creía que le habías sido infiel y aún así, a pesar de ello, él no podía dejarte ir. No se trataba de venganza hacia ti, aunque él así lo creyera. Se trataba de amor, Ally, y eso hizo que tú finalmente le perdonaras. Pero con Stefano… nuestra historia es distinta. No se merece que yo…- Se calló.
-       ¿Qué tú que…?
-       Amo al maldito. – Lo soltó y extrañamente sintió una especie de liberación, ella ya sabía que lo amaba, pero no lo había expresado en palabras.
-       No es precisamente lo más romántico que he escuchado. – Bromeó Allyson. - ¿sabes que? Ya lo sabía.
-       Sabelotodo. – le alborotó el pelo. Sin decir nada caminaron hacia el agua  se quitaron las sandalias y dejaron que las olas llegaran a sus pies.
-       ¿Verdad que fue bueno el que lo hayas admitido por fin?
-       Mm.... puede ser.
-       ¡Claro que lo fue!
-       ¿Ahora me dirás que él me ama y seremos felices por siempre? – Allyson rió al escucharla.
-       No, no lo diré.
-       ¿Y eso por que? – Se extrañó Jackie.
-       Por que no lo creerías. El matrimonio no es miel sobre hojuelas, dímelo a mí – se burló de sí misma. – Pero después de la tormenta viene la calma, eso si puedo asegurártelo. Amo a Máximo con todo mi corazón y él me ama a mí, aún así siempre habrá pequeñas diferencias,  uno que otro problemita. Nada es perfecto Jackie.
-       Lo sé, no soy tan ilusa. Pero al menos tú tienes el amor de tu esposo.
-       ¿Qué te hace pensar que tú no tienes el de Stefano?
-       ¿será por que nunca me lo ha dicho?
-       ¿Se lo has dicho tú?
-       No estoy loca, gracias.
-       Orgullo…Uno de los siete pecados capitales.
-       ¿Por qué he de ser yo la primera que lo diga? No, Ally. No se trata solo de orgullo sino de instinto de conservación, en este caso cuidar mi corazón de que no salga peor de lo que ya lo está. Me ha demostrado que si se casa conmigo es por Maddie, por que si es cierto que ama a su hija y eso no lo pondría en duda jamás. Si él alguna vez hubiera sentido algo por mí, no me hubiese desechado a la primera señal de duda, como aquella vez. ¡Y delante de todo el mundo! Se presentó con mi reemplazo, y me dijo esto acabó así sin más… y la razón era ¡Por que el mal nacido estaba aburrido! No me dijo la verdadera razón. Sí, ya sé que me vas a decir, que creía que yo había estado con otro hombre… después se entera que no es así y se empeña en que seamos amantes, sin decirme en ningún momento que por lo menos me tiene afecto. Lo rechazo y al enterarse que Maddie es su hija, encuentra la situación ideal para hacerse de madre e hija juntas en un solo paquete. Todo esto es por que siempre se sale con la suya, no es más que una demostración de su poder. – Al terminar, una ola la salpicó cubriéndola de agua salada. – Creo que esto es una señal. – Resopló.
-       Él tiene temor también Jack… - Dijo Ally esforzándose por no reír al verla toda salpicada.
-       El gran Stefano Troyanos ¿temor? Ja, moriré de la risa.
-       Simplemente creo que debes darle oportunidad de intentar que este matrimonio funcione, y sí, tiene temor de que él no sea suficiente para ti, entre otras cosas.
-       Más bien él considera ser demasiado para mí. –Bufó Jackie.
-       Date una oportunidad a ti también, de lograr que este matrimonio prospere, que Maddie vea a sus padres en paz, y quizás sólo así descubras lo que siente él en realidad.
-       Creo que tienes razón. – Suspiró con fuerza y estiró sus brazos en dirección al sol que aun estaba alto, en pocas horas más no estarían tan fuertes sus rayos y la boda empezaría. El día ya era esplendido. – Puedes hacerlo. – Dijo de pronto.
-       ¿Qué cosa? – Extrañada preguntó Allyson.
-       Te mueres de ganas por reírte desde que esa ola me salpicó ¿no es así?
-       ¡Claro que…sí! – Y explotó entre risas.
-       ¡Ya verás…! – Una ola se acercó a ellas con fuerza y Jackie aprovechó para salpicarla. Le siguieron varios minutos en los cuales se aventaron agua como dos niñas quedando ambas totalmente empapadas.

Aun sin dejar de reír caminaron hacia dónde Jackie empezaría con el ritual que la convertiría en una flamante novia. Yendo por el camino de piedra se toparon con Máximo quien se quedó quieto observándolas.

-       ¿Debería preguntar que pasó? – Inquirió alzando una ceja, y mirando su desastrosa apariencia.
-       ¿En serio quieres saberlo querido? – Allyson le preguntó con una pícara sonrisa.
-       Creo que mejor no.
-       Tengo unas irresistibles ganas de abrazarte, amor.
-       Ally… no se te ocurra…

Fue lo último que dijo por que ella corrió a abrazarlo y  le dejó la ropa húmeda también, pero a pesar de ello, no la rechazó sino que la levantó en el aire y se le echó al hombro y se encaminó al parecer a su habitación. Allyson alcanzó a gritarle a Jackie que enseguida se reuniría con ella. Jackie los contempló sonriente y tratando de evitar pensar que era probable que ella no supiera nunca lo que era sentirse amada con intensidad por un hombre o para ser más específicos por Stefano, así que a pesar de que tenía la cabeza llena de dudas y temores, valía la pena intentarlo con pensó. Si no se arriesgaba jamás tendría lo que Ally y Máximo compartían. Con esa nueva mentalidad, corrió a su habitación antes de tener que dar más explicaciones por su ropa mojada.

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