viernes, 29 de marzo de 2013

Un Amor para Recordar IX



La mañana siguiente se encontraron para firmar el contrato prenupcial el cual estipulaba que si quería conseguir una custodia compartida en caso de divorcio deberían permanecer por lo menos tres años casados ¡Tres! Explotó Jackie y Stefano sonrió divertido al ver su reacción.


Si se daba el divorcio después de ese tiempo, la custodia de Maddie sería compartida pero si el matrimonio se rompía antes, Maddie quedaría bajo custodia total de Stefano aunque claro, también estaba la opción de ir nuevamente a juicio para establecer con quien se quedaba la pequeña. Por cada año de matrimonio la cantidad de su renta mensual subía estratosfericamente en caso de disolución matrimonial. Jackie informó que no quería absolutamente nada de Stefano en caso de divorcio, pero Jan le dijo que no era precisamente una buena idea. Necesitaría dinero para pelear por Maddie dado el caso o para darle a su hija lo que quisiera, aunque en realidad Stefano era un padre que no escatimaría en nada. Jan logró convencerla casi forzándola a firmar y ella a regañadientes lo hizo provocando miradas confusas del otro abogado, impacientes en Jan y sobre todo divertidas en Stefano cosa que solo sirvió para empeorar su estado de ánimo.

Una vez firmados los documentos, Jackie no pudo menos que desear borrar esa sonrisa de triunfo de la cara de Stefano. Jan y el otro abogado salieron de la habitación dejándolos solos.

-       Esto no es una rendición Troyanos ni mucho menos.
-       No considero que nadie haya perdido querida.
-       No, pero de todas maneras no me siento precisamente una ganadora – Tuvo que admitir ella.
-       La boda será en Grecia. En dos semanas.
-       ¿Por qué no aquí?
-       Por que ni tú ni yo pertenecemos a este País para empezar y la prensa es particularmente terrible también.
-       La prensa es así en todos lados.
-       Quizás pero la boda será en la casa de los Troyanos.
-       ¿Por qué no en mi país? De hecho quiero que ahí sea – Dijo alzando la barbilla.
-       No seas testaruda. Será realmente imposible que logren traspasar la seguridad de nuestra casa en Grecia. Cosa que no puedo decir que sucederá si nos casamos en donde tú quieres. Además Maddie debe conocer la tierra de su padre, sus orígenes.
-       En ese caso salgo inmediatamente para Francia – Informó Jackie – Mis padres están allá de visita. Quiero que conozcan a Maddie y de paso toda la familia. Después tengo que volar a Florencia por supuesto, Allyson no me lo perdonaría. De hecho  - Añadió viendo el reloj – Si me apresuro puedo salir hoy mismo. Así que tengo que irme.
-        ¿Vas a recorrer media Europa? Te recuerdo que la boda es en solo dos semanas.
-       ¿Y eso que? Me presentaré, no te preocupes. Tú harás los arreglos ¿no? así que solo se trata de que llegue, firme el maldito papel y ¡listo! Estaremos felizmente casados ¿Cierto?
-       Cierto. – Confirmó Stefano con mirada peligrosa. - ¿Cómo sé que no te escaparás con mi hija?
-       Puedes seguirme, vigilarme. Haz lo que prefieras. No importa. Tengo que hablar con mi jefe también. Tengo que posponer el reportaje que me asignó.
-       ¿A dónde te asignó? – Preguntó sabiendo de inmediato que ese arriesgado trabajo que tenía debía acabar.
-       Nepal. – Respondió sonriente. – A Maddie le encantará ¿No crees? Pero claro, iremos después de la boda.
-       No llevarás a mi hija a ninguna parte.
-       Sólo serán unos cuantos días. No creo poder dejarla la extrañaría muchísimo.
-       Tú no irás a ninguna…
-       ¡Tengo que irme! – Lo interrumpió ella dirigiéndose a la salida.
-       Escúchame bien Jackie – La atajó y la tomó por el brazo reteniéndola - Estás acostumbrada a salirte siempre con la tuya. Pero ahora tienes una hija que también es mía y no por molestarme vas a arrastrar a Maddie a lugares inhóspitos o aceptarás trabajo tras trabajo para estar fuera de casa.
-       ¡No es un lugar salvaje! ¡Jamás arriesgaría a Maddie de ninguna manera! ¿Sabes cual es el problema? Te tomas demasiado en serio. No todo gira derredor tuyo.
-       Como sea. Ya tendremos tiempo para hablar. Ve a ver a tu familia y a Allyson si eso es lo que quieres. Pero acostúmbrate a que no siempre harás lo que quieras.
-       ¿Ah no? –Contestó intentando librarse de su agarre sin conseguirlo.
-       Y tampoco pase por esa cabecita que dormirás en otro lado que no sea mi cama ¿Entendido? -
-       Yo… No tenemos que dormir juntos – Dijo sintiendo el rubor subir por su cuello y llegar a su cara. – No tenemos por que. Esto es un matrimonio de papel nada más, no de hecho.
-       Eso es lo que tú quieres creer. No pienso dejar que duermas en otra habitación que no sea la mía.
-       Ya hablaremos – Siseó ella. – Pero en esto si es cuestión de lo que yo quiera. Y no quiero dormir contigo.
-       Mentirosa…
-       Arrogante.
-       Necia.
-       ¡Suéltame!
-       Está bien – dijo él haciéndolo. – Por lo pronto que te quede claro no eres una mujer libre.
-       Ni tu tampoco ¿Crees que esto va a ser muy sencillo verdad? Caíste en tu propia trampa Stefano. Si me entero que te atreves a tan solo coquetear con otra mujer lo usaré en tu contra, invalidaré este contrato y te mandaré al diablo, lo que sea para conseguir a Maddie. Si una vez casados te atreves a serme infiel no dudes que te costara caro, muy caro.
-       No lo dudo querida. Pero eso va también para ti. Pero yo no me quedaré sólo con Maddie si no con la satisfacción de saber que el tipo que se atreva a ponerte una mano encima con tu consentimiento estará tres metros bajo tierra. Así es esto ¿no, querida? De todos modos, no creo llegues a tanto. Estando en mi cama no necesitarás a nada ni nadie más.
-       ¡Cretino presumido! No necesitas lanzar esa clase de amenazas. Mi moral no es como la tuya.
-       ¿Qué clase de moral es esa?
-       Dímelo tú que te acuestas con cuanta mujer tonta cae a tus pies.
-       No es así en absoluto. Soy sumamente selectivo.
-       Te repito esto Stefano. Un solo maldito rumor de que andas con otra y te arrepentirás. Lo Juro.
-       No necesitas jurar nada.
-       Oh, claro que sí. Me largo de aquí, hasta el fatídico día. –Dijo por toda despedida.
-       Hasta entonces querida. – No hizo intento alguno de retenerla y Jackie se sintió algo decepcionada. Con rapidez salió de allí.



Aquí voy de nuevo gimió interiormente Jackie al llegar a la casa de los Vecchio en Florencia. Comentar sobre su repentina boda a sus padres suprimiendo todo el embrollo legal no había sido precisamente fácil pero les había convencido lo que ella había dicho, todo era por el bien de la pequeña y en cuanto habían conocido a su nieta todo lo demás había carecido de importancia. Maddie venía sumamente mimada y para la próxima no dejaría que se la malcriaran tanto sus padres, cosa que sinceramente dudaba lograr. Pero Allyson era otra cosa, sabía de la aversión que supuestamente tenía Jackie hacia Stefano, o supuesta aversión por que había dado paso a encuentros de sexo apasionado, se llevó gran sorpresa al encontrarse con una Allyson que no la acosó a preguntas al menos no de momento si no que después de recibirla con una ancha sonrisa solo tuvo ojos para la pequeña Maddie la llenó de besos y después la puso enseguida en la cuna de su hija. Ambas nenas se observaron atentamente y Jackie sintió un nudo de emoción en su garganta al ver que se sonreían.

-       ¿Lo ves? Ya saben que son familia. – Dijo muy complacida Allyson.
-       Se ven tan hermosas.
-       Es que se parecen a sus madres – Dijo una voz masculina a sus espaldas, era Máximo.
-       Hola Máximo – Saludó Jackie.
-       Hola. – le devolvió el saludo con una enorme sonrisa mientras le daba un beso en la mejilla. Después de un beso no tan casto a Allyson se inclinó en la cuna para observar a las dos pequeñas. – Pero si son una versión de sus madres en miniatura. – Le dio un beso a su hija y tomó en brazos a Maddie. – Ya veo por que traes loco a tu padre, eres preciosa y encantadora – Le dijo a Maddie que le sonrió ampliamente. – En otras palabras eres en todo igual a tu madre. Bueno, casi en todo – Concluyó con una carcajada.
-       No es gracioso – Le reclamó Jackie -  ¡El que me trae loca por este pedido de boda absurda es él!
-       Quien lo diría… Mi primo obligando a una mujer a casarse con él ¡Es completamente hilarante! – Reía Máximo a carcajadas y tomaba también en brazos a su hija que reclamaba no haber sido tomada en cuenta.
-       Deja a Jackie en paz – Lo regañó Allyson – Es lo mejor que pueden hacer por el bien de Maddie.
-       Deduzco que has hablado ampliamente sobre el tema con tu primito ¿verdad? – Reclamó Jackie a Máximo.
-       Digámoslo así: Estoy al tanto de que ninguna mujer había logrado que él viera el matrimonio como la mejor solución a todos sus problemas.
-       ¡Cuánto me halaga ese hecho! – Dijo ceñuda Jackie.
-       Pues deberías alegrarte de que serás una Troyanos – Dijo muy sonriente Max – Los hombres de nuestra familia somos sumamente codiciados, tenemos un no se qué, que enloquece a las mujeres – Decía tratando de no reír para proseguir con la broma, logrando de paso que  su esposa lo viera con el ceño fruncido al igual que Jackie.
-       Sal de esta habitación o no respondo Máximo Vecchio. Tú y Stefano son un par de…ángeles caídos. – Dijo Jackie.
-       Sí, pero recuerda que hermosos son los ángeles…- Rió Máximo.
-       Oh ¡basta ya! Anda llévate a las pequeñas y déjanos charlar a Jaquie y a mí – Lo regañó Allyson.
-       Creo que necesito un trago. – Dijo Jaquie en cuanto Máximo salió con las niñas, conciente del interrogatorio que se le avecinaba.
-       Que sean dos. – Sonrió Ally mientras salían de la habitación.

Dos horas después habiendo pasado por muchas preguntas, cuestionamientos, conjeturas, suposiciones y también después de muchas risas y unas copas de vino fabuloso, Jaquie estaba más relajada de lo que había estado en mucho tiempo.

-       Todo irá para bien – Decía una optimista Allyson.
-       Por centésima vez Ally, no olvides que nos casamos por el bien de Maddie. Si hubiera otra alternativa créeme que la tomaría.
-       Siempre te ha encantado ese hombre, no me vengas con esas.
-       Pero si fue un idiota al creer que me acosté con otro, un imbécil por como se portó en aquella ocasión y un…
-       No cabe duda de que me caso con una mujer que me adora. – Una profunda voz masculina con marcada burla llegó hasta ellas haciendo que ambas dieran un respingo en sus asientos. Allyson tuvo la decencia de sonrojarse, Jaquie no, pero si que se quedó paralizada, aunque reaccionó a tiempo.
-       En realidad estaba hablando bien de ti querido - Le dijo maliciosa. Stefano sonrió y arqueó una ceja en  franca burla, se acercó a ellas y Jaquie maldijo que oliera tan divino. Maldijo por como se aceleró su corazón desde el instante en que le oyó y por querer perderse en ese cuerpo maravilloso. A pesar de que ella estaba muy pendiente de su presencia, la tomó por sorpresa y le dio un beso rápido pero intenso que la dejó sin aliento, después devolviéndole la sonrisa maliciosa que ella le había dedicado hacía escasos segundos se acercó a Ally que reía encantada con la escena a sabiendas que Jaquie había sido tomada por sorpresa, le dio un beso en la mejilla y se sentó entre ambas.
-       Que sorpresa tenerte aquí querido primo – Dijo Allyson.
-       Sorpresa es que me digas “Querido” y primo en la misma frase.
-       Trato de acostumbrarme a la idea – Le contestó socarrona. – Ahora seremos realmente parientes. – Añadió.
-       ¿Qué no ya lo eras por estar casada con Máximo? – Preguntó Jaquie obligándose a decir algo para que no se le notara el efecto del beso de Stefano.
-       Digamos que Stefano no era mi primo favorito por motivos que bien conocemos, pero ahora que ha decidido sentar cabeza y hacer lo correcto con la madre de su hija que resulta ser la mujer que considero mi hermana pues…
-       ¿He sido redimido a tus ojos? – Preguntó Stefano divertido.
-       Algo así. – Respondió Ally y con picardía añadió – Bueno, dejo a los novios solos.
-       Serás chistosita… - Reclamó Jaquie con la mandíbula apretada.
-       Eres un encanto querida prima. – Dijo Stefano con una enorme sonrisa.
-       Voy a ver a las niñas. – Y luego se alejó riendo.

Después de  que Allyson desapareciera nada oportunamente Jaquie se giró hacia Stefano.

-       ¿Qué haces aquí?
-       ¿No puedo visitar a mi hija y a mi futura esposa?
-       Quedamos de vernos en dos semanas.
-       Que ya casi han pasado.
-       Faltan cinco días para el fatídico día todavía.
-       No hay nada como una novia emocionada por su boda ¿Verdad querida? – Preguntó burlón.
-       ¿Ya viste a Maddie? – Dijo por cambiar de tema rápidamente.
-       Por supuesto, tiene bastante tiempo que llegué y estuve con Máximo y las niñas. Como buenos caballeros las dejamos charlar sin distracciones. He venido también por que parece que siempre que te llamo estás ocupada y no puedes concederme más de cinco minutos, por lo que no te he podido dar los detalles del matrimonio. – Dijo sin gesto de que realmente le importara.
-       Aquí me tienes, soy toda oídos. – Siempre cortaba las llamadas que él le hacía al poco de recibirlas, y es que el sonido de su voz no la ponía en un estado coherente. Sólo de pensar en que estaría con el dueño de esa voz en pocos días le ponía totalmente tensa producto de muchas emociones encontradas.
-       La boda será en la Isla de los Troyanos… - Empezó él.

¿Una Isla propiedad de la familia? ¿Por qué no le sorprendía? Máximo tenía una y ella ya había estado de visita allí. Pero eso era una cosa y otra era casarse con un hombre que fuera dueño de una ¿Realmente importaba que él tuviera ese estilo de vida? ¡Sí, por que iba a casarse con él! Aunque era extraño que una mujer encontrara objeciones a casarse a un hombre como él. En realidad, ella estaba rara desde que había aceptado casarse, a todo le encontraba peros y excusas. Sin embargo decidió cerrar la boca, era preferible firmar el condenado papel que la ataba a él de una vez por todas y salir del asunto, los pormenores no le tenían que interesar.

-       … En Grecia, por supuesto como habíamos quedado- Prosiguió él.
-       Cómo tú quisiste más bien.
-       Sabes que es lo mejor Jacqueline. – Dijo mirándola intensamente y esperando que ella contraatacara, pero lo cierto es que Jaquie estaba cansada y quería terminar con todo cuanto antes.
-       Prosigue. – Respondió sin ánimo alguno.
-       Los preparativos están casi terminados – Decía sin dejar de mirarla con la misma intensidad como si quisiera diseccionarla ahí mismo – No tendrás que preocuparte por absolutamente nada, aunque claro, dudo que te preocupe lo más mínimo.
-       Simplemente quiero firmar lo que haya que firmar y ponerle punto final a esta situación.
-       Lo que menos estarás haciendo querida mía – Y se inclinó hacia ella, hasta quedar muy cerca -  será poner un punto final.
-       A la boda sí – Y sin pararse a pensar dijo: - Al matrimonio será cuestión de tiempo ¿No?
-       Siempre encuentras la manera para hacerme perder los estribos, te sugiero no sigas por ese camino – Amenazó.
-       No habrás ordenado todo un despliegue de lujo y excentricidades para la boda ¿verdad? – Preguntó tratando de cambiar de tema, no le apetecía una batalla verbal en toda regla, realmente el verlo la ponía con los nervios de punta y encima tenía que combatir con sus impulsos traicioneros que la hacían querer arrojarse encima de él y comérselo a besos.
-       Será algo sencillo. – Dijo con una sonrisa burlona y ella se preguntó el motivo de esa sonrisa ¿Adivinaba su lucha interior?
-       ¿A quienes has invitado?
-       La familia y unos cuantos más. En contra de tus raros deseos de no hacerlo público, quiero que todos sepan que Maddie es mi hija y que me caso con su madre.
-       El padre ejemplar y marido perfecto ¿No es así? - ¿Qué no acababa de decirse a si misma que no tenía deseos de una batalla verbal con él? ¿Qué sucedía entonces? Él, era lo que sucedía. Él  la ponía en contra de sus propios deseos.
-       Tienes muchas, pero muchas ganas de incordiar ¿Verdad Jaquie?

Podía ser un grave problema tenerlo cerca, esos ojos parecían un océano de plata. Que fácil perderse en ellos. Esas pestañas no hacían mas que hacerlos más bellos si es que acaso eso era posible ¿Ganas de incordiarlo? Tenía ganas pero de otras cosas, casi se rió por ello.

-       ¿Jackie? – Insistió él y ella parpadeó como si eso sirviera para hacerla recuperar el hilo de la conversación. – No soy un fanfarrón, pero puedo asegurarte que muchísimas mujeres matarían por ocupar tu lugar y se hubieran dejado cortar algún miembro del cuerpo en su lucha por organizar ellas mismas la boda. Es de lo más extraño que eso lo haga el novio ¿No te parece? Pero eso contigo hubiera sido demasiado pedir. Sé que esto no es un matrimonio normal ¿Pero podrías al menos dejar esa cara de funeral y esa actitud? ¡Parece como si estuvieras condenada a la hoguera! – Explotó de pronto para sorpresa de ella. Así que al gran Stefano Troyanos le molestaba la falta de entusiasmo de la novia. Bueno, se lo tenía bien merecido.
-       No puedes esperar que salte de alegría – Protestó ella y se levantó del asiento, era frustrante y desesperante tenerlo al alcance de la mano. Él se levantó igualmente y ella se apresuró a ponerle un alto a esa discusión, no le apetecía terminarla como habían terminado en más de una ocasión, ella perdiendo al sucumbir a él. No, tenía que protegerse. – Está bien. – Dijo de inmediato  y él dejó de avanzar hacia ella. – No soy la novia ideal, ansiosa y anhelante, pero como bien dijiste esto no es un matrimonio normal y…
-       Lo será. – La interrumpió.
-       Como sea. El caso es que pido un poquito de paciencia, tengo que acostumbrarme a la idea de que voy a casarme… contigo. – Finalizó titubeante.

¿Paciencia? ¿Ella le estaba pidiendo paciencia? Lo que tenía que hacer era echársela al hombro y desaparecer con ella en algún lugar lejano lejos de todos y todo y marcarla como suya hasta que ella gritara su nombre, hasta que le rogara la poseyera y no existiera nada ni nadie más en esa exasperante cabecita. Pero todo a su tiempo, dentro de poco ella ya no tendría más escapatoria y se le acabarían las excusas. Era realmente frustrante, exasperante y sobre todo digno de su cólera el que ella adoptara esa actitud, pero no tenía que sorprenderle. Ella no se rendiría sin dar batalla y sabía que al estar casados sería una lucha constante, la perspectiva le excitaba y le fastidiaba al mismo tiempo por que quería que ella dejara de hacerlo, que se rindiera a él sin tantas protestas y artimañas para hacerlo enfadar.  En unos días tendría todo el tiempo del mundo para alejar de su mente todo lo que ella ponía conscientemente como barrera entre ambos  y sería delicioso y placentero lograrlo. Aunque por primera vez se sentía con lo más parecido a la tensión y por una mujer, cosa que jamás le había pasado. Pero con ella todo era posible, todo era impredecible, ciertamente no se aburriría. Así que quería paciencia, ésta ya se le había agotado pero sacaría de donde ya no había un poco más.
Quiso zarandearla en cuanto ella dijo que la necesitaba para acostumbrarse ¡Dios! A la idea de casarse con él. Lo peor es que ella sabía que había muchas interesadas en ocupar su sitio y él sabía que eso a ella le venía dando exactamente igual. Era hora de echar mano del control, cada vez le estaba resultando más difícil.

-       Así que la Señorita pide paciencia.
-       Por favor – Dijo ella y eso lo apaciguó un poco.
-       Está bien. – Concedió y apretó la mandíbula al ver como ella se relajaba un poco ¿Acaso casarse con él era tan difícil? – Sólo dime una cosa.
-       ¿Sí?
-       ¿Estás embarazada? – Soltó sin más y la observó con el claro objetivo de no perderse ni un solo detalle de su reacción y observó todas: Sorpresa, incredulidad, ira, después el desconcierto y por último la duda. Aquella última reacción le hizo latir más rápido el corazón. - ¿Lo estás? – Insistió y ella lo fulminó con la mirada, mucho más recuperada.
-       Eso a ti no te inte… - Empezó ella.
-       ¡Oh por todos los cielos! ¿Vas a decir que no tengo nada que ver con ello? Es de lo más tonto que lo hagas ¿No crees? – Ella volvió a lanzarle una mirada llena de resentimiento. – Hicimos el amor sin protección, muchas veces…
-       Sí. sería algo tonto decir que no tienes nada que ver. – Concedió para sorpresa de él. – En cuanto a lo de la protección también fue mi culpa…
-       ¿Entonces…? – Presionó. Jamás se había descuidado a los extremos con los que había llegado con ella, nunca le había pasado, todo el tiempo había usado protección. Siempre había tenido presente los recuerdos de esos momentos de pasión, pero fue hasta después de enterarse de que era padre y hasta que tuvo que empezar a idear estrategias arriesgadas para quedarse con madre e hija es que se le vino a la mente esa posibilidad, al momento de pensarlo se quedó sorprendido de no haber reparado en ello antes. Era más que probable que ella estuviera esperando un hijo de él y la idea le pareció excelente pues así no podría librarse de él tan fácilmente. Pero casi inmediatamente las cosas se arreglaron a su favor y teniendo todo de su parte decidió esperar para averiguar si ella estaba o no embarazada. Aunque claro no se detenía mucho a pensar como es que eso podía resultar favorable tomando en cuenta que él detestaba las ataduras y dos pequeños podían serlo, pero la idea resultaba bastante agradable sobre todo con esa madre incluida en el paquete. Así que esperó ansioso la respuesta.

Jackie había pasado por distintas emociones en cuanto él le había hecho esa pregunta. Sabía que no podía estarlo, pero sus encuentros con él por llamarlos de alguna manera habían sido bastante intensos ¿Sería posible que…? Una pequeña duda se había formado en su interior, pero la realidad de su situación hizo que la lógica se impusiera. Tenía la increíble fortuna de tener a Maddie con ella y eso debía bastarle, ver su vientre enorme por tener un bebé dentro era algo que ella no vería y tampoco estaba nada segura de que si eso sucediera, cosa improbable por supuesto, de que Stefano fuera nuevamente el padre ¿Pero por que no se imaginaba a nadie más? ¿Para que seguir con esas ideas? Ella no se embarazaría nunca.

-       No. No lo estoy. – Y quiso correr lejos de allí.
-       ¿Estás completamente segura?
-       Sí. – ¿Era desilusión lo que había en los ojos de él? Imposible.
-       Bien. Te veo en la cena, Máximo me ha invitado. – Dicho eso se alejó y al verlo irse ella tuvo unas ridículas ganas de llorar.
-       ¿Ya has elegido que te pondrás? – Le preguntaba Allyson horas después poco antes de la cena.
-       ¿Para la cena? ¿Será algo formal?
-       No, me refiero para tu boda.
-       No he decidido nada todavía. – Respondió dándose cuenta que se le había pasado ese pequeño gran detalle.
-       No te has puesto a ello, más bien – Le reprochó Ally.
-       ¿Por qué has de conocerme tan bien? – Suspiró.
-       Vi algo que seguro te va a fascinar – Prosiguió Ally – Es de un diseñador relativamente nuevo de Milán. Vamos mañana si te parece.
-       Claro. – Lo que fuera por no seguir pensando en su imposibilidad para dar hijos.
-       Sé que esto será un gigantesco cambio para ti Jackie, pero esto que haces por Maddie tendrá sus recompensas. – Dijo de pronto Ally entendiendo lo difícil que era para ella y logrando que por poco se echara a llorar.
-       Lo sé. Pero aunque no haya beneficios extras, lo único que quiero es a mi hija conmigo.
-       Todo irá bien. Lo prometo. – Le sonrió Ally.
-       ¿Ahora eres mi hada madrina? – Río Jackie.
-       Algo así. Digamos que sé que todo irá para bien.
-       Te has vuelto una romántica incurable.
-       ¡Oh calla! Y apurémonos que las niñas deben comer para que duerman plácidamente y no molesten a sus papas a la hora de la cena.

La vivacidad y la alegría de Allyson eran contagiosas, y se alegró de tenerla a su lado y contar con ella. Pero llegada la hora de la cena seguía aún cavilando sobre lo que el futuro le deparaba. Pasados unos años, vendría el divorcio y ella por fin se quedaría con Maddie pero, ¿Sería feliz? ¿Se podía tener a un hombre como Stefano para luego dejarlo y seguir como si nada? Sabía perfectamente que no. Su pobre corazón ya era de él y el constatarlo le aterrorizaba lo indecible ¿Cómo sobrevivir todo ese tiempo? Imposible. No saldría indemne. Pero al menos tendría su libertad y a su hija. Eso era más que suficiente, tenía que bastar ¿no? se vistió de manera automática y optó por lo primero que encontró, una blusa de seda color uva y una falda negra que le llegaba a las rodillas, tacones y brillo de labios.
Maddie dormía plácidamente desde hacía unos minutos pero antes de bajar se dirigió al cuarto de su pequeña sobrina donde habían puesto otra cuna para instalar a Maddie a fin de que las dos pequeñas estuvieran juntas. Escuchó antes de entrar una conocida voz que susurraba despacio una tonada en griego. Se asomó lentamente y vio a Stefano tararearle a su hijita que reacia batallaba contra el sueño que ya se apoderaba de ella. Cuando la vio dormida por fin, él sonrió y la besó tiernamente haciendo que esta vez si la dominaran las emociones. Luchó contra ello y parpadeó para alejar las lágrimas. Conteniéndose a base de mucha fuerza de voluntad se obligó a entrar por que percibió que Stefano ya sabía que no era el único en la habitación.


-       La dejé dormida. – Le dijo acercándose a la cuna para ver a su hija.
-       La encontré despierta y a punto de hacer una rabieta que pudo haber despertado a la pequeña Jackie. – Respondió y ella verificó que la hija de Ally siguiera durmiendo y así era.
-       Gracias por hacerla dormir.
-       No tienes por que darlas soy su padre ¿No es así? – Y volvió a irse dejándola nuevamente en un mar de confusiones. Solo que esta vez una silenciosa lágrima se deslizó por su mejilla.

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