CAPITULO
1
Selva negra, Chiapas
México.
Julio 10 2008
Amparada
bajo un enorme árbol y sin casi ver la luz del sol debido a la espesa
vegetación, Jaquie sonrió para sus adentros recordando el por que le decían la
selva negra, debido al follaje tan espeso se creaba la oscuridad a pesar de estar en pleno día. Su
guía que prácticamente estaba agazapado cerca de un arbusto exploraba los
árboles con gesto concentrado y ella deseó tener su experiencia pues a su
inexperta vista todo le parecía igual. Hacía días que estaba en la zona y con
frecuencia el paisaje le había dejado boquiabierta y eso que había recorrido ya
muchos sitios interesantes para sus fotografías. Ahora iba a la caza por así
decirlo de un jaguar, quería fotografiar uno en su estado natural para su libro.
No era algo sencillo y por ello se había ido bien equipada con todo lo
necesario aparte de un guía autorizado y dos personas que le ayudaban con todo
su equipo y que conocían el terreno como la palma de su mano igual que el guía.
Era peligroso y ella lo sabía. Además las autoridades estaban más estrictas por
ello había dicho que sólo iba a fotografiar la naturaleza en general, pues
estaba en una reserva ecológica. Con un poco de persuasión femenina había
convencido a sus ayudantes de que no haría ningún daño a nadie el que
fotografiara además de la belleza típica del lugar, algunos animales propios de
allí. Pero ya habían pasado tres días y el escurridizo jaguar seguía brillando
por su ausencia. No se sentía completamente desanimada pues sin duda llevaba
fotografías extraordinarias, pero quería llevar la imagen del felino.
Cuando
de pronto, los escuchó susurrar en el dialecto local y sintió que se le erizaba
la piel. Esbozó una enorme sonrisa mientras seguía con la vista hacia donde le
indicaban con gestos casi imperceptibles. Tendido sobre una gruesa rama y en
aparente estado de relajación estaba un enorme jaguar. Sus ojos brillaban como
diamantes, su pelaje era de hermoso color y ella casi quiso ir y acariciarlo.
Se puso en la posición correcta y presionó el disparador de la cámara, el
felino apenas se inmutó y ella sacó más fotografías. Hasta que el protagonista
decidió que era demasiado, saltó a otra rama y luego a otra y se perdió en la
espesura de la selva.
- Ha hecho buenas fotografías señorita, le
sugiero que regresemos pues se avecina la lluvia. – le dijo el guía a Jaquie.
Jacqueline
seguía en un estado de fascinación que sólo sentía cuándo hacía su trabajo. Así
que no contestó inmediatamente.
-
¿Señorita? –
insistió el hombre.
-
Sí, por
supuesto, he obtenido lo que deseaba, vámonos. – y se dirigieron hacia el
pequeño pero acogedor hotelito en el que se hospedaba.
-
¿Hay algún
mensaje para mí? –preguntó nada mas llegar en la recepción.
-
Sí, ha tenido
varios mensajes esta mañana. Todos de la Señora Vecchio.
-
¿Por qué no me
extraña? – susurró para sí Jackie.
-
¿Cómo dice? –
dijo el atento recepcionista embobado por ella.
-
¿Podría
comunicarme con ella en digamos… unos cinco minutos? – le pidió.
-
Por supuesto que
si – contestó con sonrisa algo boba.
Al
llegar a su habitación se fue rápidamente al baño quitándose en el trayecto la
ropa que estaba muy sucia. Habían caminado varios kilómetros y en el trayecto
se había quedado casi hundida en el barro que se había formado en cierta zona.
En resumen, su estado era deplorable. Se bañó en tiempo récord y salía
justamente del baño envuelta en una toalla cuando el teléfono sonó. Se sentó y
contempló el aparato con algo parecido a temor y es que algo le decía que su querida amiga Allyson traía
algo entre manos, la había notado algo rara últimamente. Descolgó y enseguida
al escuchar la voz de Allyson sonrió contenta olvidándose por un momento de lo
que había estado pensando. Allyson era más que su amiga, era su hermana, juntas
habían pasado por muchas cosas y estaban muy unidas, ahora ella estaba casada
con Máximo un italiano demasiado guapo y encantador, aunque en un principio Jackie
le había odiado por los problemas que él había tenido con Allyson, lo cierto es
que ahora ya lo miraba como su cuñado, pues todo se había arreglado. Aunque el
lograr la paz del matrimonio de Allyson había significado atravesar por mil
cosas entre ellas ir a Bali y encarar al hombre que había intentado destruir el
matrimonio de su amiga, todo era cosa del pasado y tanto Máximo como Ally eran
muy felices y disfrutaban ya de una preciosa bebé que llevaba su nombre.
-
¿Dónde estabas?
– le dijo Allyson. – Ha sido de lo más difícil localizarte ¿sabías? ¿Por qué
casi nunca me dices a donde vas?
-
Estoy bien,
gracias ¿Y tú que tal? – le dijo burlonamente. Al otro lado de la línea oyó el
suspiro cansado de Allyson.
-
Lo siento ¿Cómo
estás? Bueno, me imagino que bien si puedes contestar el teléfono. Así que esta
vez la selva negra ¿eh? ¿Quieres recorrer el mundo antes de cumplir los 30?
-
Algo así –
contestó solo para molestarla.
-
Muy graciosa
¿Por qué tengo que rastrearte por todo el planeta? Ya no siempre me dices a
dónde vas. Te limitas a llamarme cuando llegas a tus exóticos destinos.
-
Por que en tu
casa se puede colar información que no deseo que sepa cierta persona.
-
¿Me dices que
crees que Máximo le diría a esa cierta
persona donde te encuentras? Peor
aun ¿crees que yo se lo diría?
-
¿A Máximo? Oh,
se que no sería tu intención decirle nada, pero no dudo que mi cuñado sepa como
sacarte la información sin que te percates de ello – pudo imaginar el sonrojo
de Allyson y casi rió. - Y él a su vez
no dudaría en decírselo a su arrogante e insufrible primo.
-
Oh, vamos. ¿Por
qué no hablas con él de una vez por todas?
-
¿Estás
ablandándote con él? ¿verdad? – le preguntó molesta.
-
No, claro que
no. – se apresuró a negarlo.
-
¿Ah no? ¿Acaso
no crees que no se que mi sobrina se derrite por el tío Stefano y eso a ti te
encanta?
-
¡No es así! –
exclamó Allyson.
-
No es culpa de
la pequeña. Es demasiado inocente para darse cuenta de que su tío es un… idiota.
Pero tú no tienes excusas.
-
Yo no me derrito
por el primo de mi marido – le dijo con censura en la voz. – Máximo puede
decirte que él y yo aun no nos llevamos muy bien y todo es por ti, por lo que
te hizo. Pero este juego del gato y el ratón que tienen va a terminar mal. Tú
no huyes de los problemas ¿Por qué no lo enfrentas? Pregúntale que es lo que
quiere y arregla las cosas de una vez por todas.
-
Es que no me
interesa verlo. No tengo nada que arreglar con él.
-
¡Creerá que eres
una cobarde! – Dijo Ally.
-
No me interesa
lo que piense o deje de pensar.
-
Es que tendrás
que verlo.
-
¿Y eso por qué?
– preguntó Jackie con la voz cargada de sospecha.
-
No se como le
han hecho para nunca coincidir en nuestra casa, es cómo si percibieras que él
está por llegar y te fueras a tiempo.
-
Allyson… No le
des vueltas al asunto ¿Por qué dices que tendré que verlo?
-
Tendrás que
verlo algún día…
-
Ajá.
-
Es inevitable. –
Insistió su amiga.
-
No veo por qué. - Dijo a su vez Jackie.
-
El mundo no es
tan grande.
-
Si tú lo dices…
-
Es que es así.
-
¡Habla ya! ¡Por
todos los cielos!
-
Te llamé para
invitarte a casa.
-
Siempre voy a tu
casa y sin invitación – dijo exasperada.
-
Sí, si, lo sé.
Pero es para una fiesta que daremos Máximo y yo. Hace un año que venimos de
Bali y bueno, ya sabes – le comentó y notó como la voz de Allyson empezó a
oírse romántica y soñadora y puso los ojos en blanco. Siempre era lo mismo
cuando empezaba a hablar de Máximo.- Cómo seguro te imaginas, Stefano está invitado…
-
No iré. – dijo
tajante.
-
Por supuesto que
lo harás – le dijo Allyson enérgica. – No me puedes hacer eso. Cuento contigo y
si me entero que tienes intención de cumplir el no venir, iré por ti donde sea
que estés y te entregaré a Stefano envuelta en papel de regalo y con moño de
colores incluido.
-
¡No harías eso!
– exclamó sintiendo que si hablaba en serio.
- ¡Oh! pruébame y
verás.
-
¡No es justo! No
soy una niñita a la que le dicen lo que tiene que hacer.
-
Pues te
comportas como una niña el evitarlo.
-
¡Está bien! Iré
por que sé que significa mucho para ti. Pero no tardaré como siempre lo hago.
Llegaré, estaré un momento y me iré antes de que llegue tu primo favorito.
-
¡No es mi primo
favorito!
-
Claro que sí –
le dijo con burla.
-
Jacqueline
Alcántara Laurent…- Allyson remarcó cada palabra.
-
Oh, has dicho mi
nombre completo ¿Estoy en problemas?
-
Lo estarás si no
vienes.
-
¿Cuándo será? –
preguntó ya derrotada.
-
En quince días
exactamente.
-
Ahí estaré.
-
Lo sé. - Le dijo Ally y casi pudo ver su sonrisa satisfecha.
-
¿Acaso Tengo
opción? - Refunfuñó.
-
No. No la
tienes. Oye…
-
¿sí?
-
Todo saldrá
bien.
-
No lo veré. - Jackie se aferró a esa difusa esperanza.
-
Puede ser que
si.
-
No lo creo. - Se aferró aun mas.
-
Está bien –
volvió a oír ese suspiro cansado y sonrió. – Nos veremos en quince días.
-
¿Cómo está mi
sobrina consentida? – Preguntó de pronto al recordar a la pequeña bebé que la
volvía loca.
-
Oh, ella está
bien, creciendo, está hermosa. Pero le encanta despertarse de noche y no
siempre me deja dormir.
-
No le eches la
culpa a ella cuando seguro es culpa de Máximo.
Allyson
rió.
-
Tengo que
colgar. Está llorando, es hora de su comida. – le dijo Allyson.
-
Oh, dale muchos
besos de mi parte.
-
Te quiero Jack,
nos vemos pronto.
-
¿También tú me
dirás como me dicen mis compañeros de trabajo?
-
Suena bien. –
rió Allyson.
-
La verdad sí y
yo también te quiero. Saludos a Máximo.
Después
de colgar preparó su escaso equipaje y se dispuso a salir de allí. En realidad
sentía algo de reparo en hacerlo pues le había encantado el lugar y sobre todo
no quería volver a Madrid todavía. Se mantuvo ocupada ordenando sus escasas
prendas y su material de trabajo tratando de no pensar en nada más pero no era
posible ¿Sería posible entrar y salir de casa de Ally sin que se vieran? Era
más que improbable y ella lo sabía. Entraría, felicitaría, tomaría una copa
mientras charlaba con Fabricio el dulce abuelo de Máximo y se marcharía inmediatamente. No, no
funcionaría se dijo mientras se derrumbaba en la cama. Desde hace casi un año
sabía que él deseaba hablar con ella. La había buscado en varias ocasiones y simple
y sencillamente había desaparecido al saber que él estaba en el mismo sitio que
ella. Tenía mucha curiosidad por saber por que la buscaba a veces. No tenía la
menor idea. Máximo decía que era por que tenían cosas pendientes ¿Qué cosas?
Ninguna. Se habían dicho de todo recordó con pesar. O quería volverla loca.
Seguramente era eso. Allyson le había comentado que al parecer Stefano no se la
sacaba de la cabeza y quería verla de nuevo para alejarla de su mente de una
buena vez. Pero claro, Ally se había vuelto una romántica y aunque esa opción
le emocionaba muy a su pesar la verdad es que también la ponía furiosa. Lo
odiaba, al menos quería odiarlo.
Salir
de la selva no era un asunto tan difícil, pero salir inmediatamente a esa hora
del día podía resultar complicado. Tenía planes de quedarse por lo menos un día
mas sobre todo por que sentía que así se quitaría de la cabeza pensamientos
relacionados con ese condenado hombre, pero finalmente decidió irse cuando
después de telefonear a su vecina que le recibía la correspondencia, esta le
dijo que tenía una carta de un bufete de abogados y que decía que era urgente,
que había recibido llamadas de ese mismo bufete que decían que era imperativo que
ella se comunicara con ellos. No tenía idea de que podía ser, más sin embargo
no se alarmó. Afortunadamente consiguió un medio de transporte no sin esfuerzo y
se dirigió al aeropuerto más cercano. No ayudaba en nada que lloviera a
cántaros.
Horas
después contemplaba como el cielo parecía caerse a pedazos, la neblina
imposibilitaba la salida de ningún vuelo y ahí estaba atrapada en el
aeropuerto.
Lo
único que deseaba ahora e irónicamente tomando en cuenta que no quería volver,
era estar en casa, tomando chocolate caliente tranquilamente en su cama para
después dormir tranquilamente y reponerse de las extenuantes horas que había
pasado fotografiando la zona y persiguiendo el escurridizo jaguar.
Pero
no, su mala racha no daba tregua. No había sido sencillo encontrar quien la
transportara pues el camino del hotelito a la carretera más próxima estaba en
reparaciones, el viejo jeep había presentando problemas mecánicos y había
tenido que ayudar a empujarlo manchando parte de su ropa de barro en el
proceso.
Había
salido de la calurosa selva por fin y tomado el autobús que la acercó al
aeropuerto encontrándose con un clima muy distinto: lluvia, frío y neblina.
Así
que ahí estaba, sentada en una incomoda silla refunfuñando, aunque al menos no
pasaba frío. Sabiendo de los distintos tipos de climas por los que pasaría, en
esos momentos llevaba suéter y una gabardina que ocultaba las manchas de barro
de sus pantalones, aunque debía hacer algo con esas sucias botas y ese pelo
enmarañado se dijo conteniendo una exclamación horrorizada al ver su reflejo en
un escaparate que contenía folletos turísticos y que reflejaba su imagen.
-
¡Maldición!-
Gruñó. Se levantó y se dirigió a los baños. Casi se ríe de su aspecto de vagabunda,
se peinó con cuidado, se hizo una trenza dejando por la paz un par de rizos
rebeldes que escapaban al control del peinado. Limpió lo mejor que pudo las
botas y las manchas de sus pantalones.
Después
de discutir con la pobre chica que la atendió en el aeropuerto y que no tenía
la culpa del clima y de todas las situaciones que le habían sucedido ni
siquiera se había preocupado por su aspecto.
Ella
no discutía sin motivo y mucho menos descargaba su mal genio si es que lo tenía
con aquellos que no se lo merecían, pero últimamente su humor no era el mejor.
Sólo cuando trabajaba y fotografiaba se sumergía en otro mundo, pero volver a
la realidad era otra cosa y la realidad tenía cara de hombre, un hombre bello
que al parecer tenía cierta inclinación por sacarla de quicio y lo lograba sin
siquiera verse.
¡Maldito
Stefano Troyanos! ¡Maldito él y maldito su orgullo y su arrogancia! Pensó
furiosa.
¿Por
qué dejaba que la afectara así? ¿Por qué después de todo ese tiempo? Si tan
solo no estuviera tan presente en el mundo. El genio de las finanzas, poseedor
de una importante naviera, de inversiones múltiples en distintas áreas y dueño
de diferentes y variadas empresas. A eso había que añadirle su habitual e
insensible arrogancia que hacía derretir a las mujeres y había que añadir
también un endemoniado carisma. Poseedor de una increíble sensualidad y
magnetismo sexual tenía la mujer que quería.
Le
sobraban a decir basta. Nunca perseguía, nunca buscaba, las tenía a su
disposición. Mujeres sumamente hermosas lo idolatraban. Era un soltero de oro y
diamante decía la prensa. Y ahora aparentemente la buscaba a ella. Seguro por
que había sido la única que no había caído en sus redes, al menos no de manera
completa y total. Mirándose nuevamente en el espejo, se lavó la cara con más
fuerza de la necesaria, se secó el rostro que ahora lucía enrojecido.
Con
suspiro cansado se fue nuevamente a su asiento. Aún venía a su mente ese
esperado y planeado viaje a Italia y Grecia que había hecho con Allyson.
Agradecía al cielo que ahora ella fuera feliz al lado de Máximo. Incluso ella
se llevaba muy bien con él ahora.
La
felicidad de Allyson era inmensa sobre todo ahora que era madre, su encantadora
sobrina llevaba su nombre y ella sentía un amor tremendo por la pequeña.
El
verlos a ellos y a la bebé hacía que sus viajes a Florencia fueran más que
frecuentes. Y claro estaba el encantador de Fabricio, el abuelo de Máximo que
era como el suyo propio.
Se removió en su asiento cuando de nuevo recordó ese viaje de hacía tres años, se
habían divertido como locas y causado revuelo y admiración a su paso pues
Allyson era y seguía siendo una mujer muy bella. Y ella no estaba mal
pensó y se rió ligeramente. Sabía que no
podía ser considerada fea, incluso podía ser considerada una mujer bella también.
Pero
nunca lo había usado como un arma, al contrario le había traído problemas pues
siempre había idiotas a su alrededor buscando llevársela a la cama. Durante un
tiempo eso la había llevado a tratar de pasar desapercibida cosa que su
carácter alegre y desinhibido no soportó mucho tiempo.
Estando
en Italia, Allyson quedó fascinada con unos escritos antiguos recién
descubiertos en una vieja abadía. William Carlton ese maldito sin escrúpulos
era de los pocos que tenían acceso a ellos y claro, deseoso de agradar a
Allyson le había invitado a participar en las investigaciones en torno a los
escritos. Una entusiasta Allyson le había pedido y rogado que permanecieran dos
semanas más en Italia a fin de participar en las investigaciones.
No
queriendo interrumpirla y ser un estorbo habían acordado pese a las negativas
iniciales de Allyson en que ella se adelantaría a Grecia y allá la esperaría,
renuentemente Ally había aceptado.
Esas
dos semanas habían cambiado su vida y aún se reprochaba el por qué a pesar de
todo no se arrepentía y es que había aprendido mucho de lo vivido esos días. Su
optimismo a prueba de bombas no le había ayudado a soportar lo que le había
pasado al lado de Stefano, oh, si, Stefano le había dado un giro total a su
vida.
Ella
había estado en Grecia antes, acompañando a Ally por cosas de su trabajo pero
solo habían estado un solo día. Se había quedado tan fascinada por la ciudad a
pesar del calor sofocante que al volver a casa había tomado clases de historia
y también del idioma griego. Por ello esa vez que viajó sola mientras esperaba
a Allyson, sabía que podría conocer y explorar con más confianza.
Después
de registrarse en el hotel y de que la ducha le quitara lo pegajoso del viaje,
se había puesto un sencillo vestido de algodón, protección solar, sandalias
cómodas y ligeras, sombrero, gafas y con la cámara al hombre se había
encaminado segura de poder encontrar el camino de regreso al hotel. Sus
conocimientos de griego no estaban nada mal, como ella misma constató al cuando
había podido pedir una bebida fría en un encantador establecimiento cercano al
puerto. El griego que la atendió la observó interesado y ella le dirigió una
sonrisa que decía: soy amable, pero no lo seré más si te quieres pasar de listo. Desde
donde estaba sentada la suave brisa empezó a refrescarla y a relajarla, así que
se había quitado el sombrero y las gafas mientras releía información de un
pequeño libro que daba guía detallada de la ciudad.
La
vista era espléndida y enfocó su cámara sacando varias fotografías más desde
donde estaba sentada reacia a levantarse y enfrentarse al sol, al menos de
momento. Cerró los ojos un momento al sentir un poco de aire que a pesar de ser
caliente no se comparaba al calor que casi la sofocaba momentos antes de
sentarse pero claro, estaba algo cansada.
Percibió
que alguien se había puesto frente a ella, pensando que sería ese camarero de
mirada lujuriosa abrió los ojos de inmediato. Era un hombre y definitivamente
uno grande, la luz del sol era intensa y le daba en la espalda de tal modo que
ella solo podía ver su silueta más no su rostro.
-
Deme esa cámara
– le dijo el hombre con voz tranquila pero que albergaba amenaza.
¿Es
que la iban a asaltar en pleno día? ¿Por qué el ladrón tenía la voz tan
profunda, tan sensual, tan sexy? ¿Por qué rayos ella daba el aspecto de muñeca
frágil? Ese imbécil se esperaba una sorpresa. La ventaja de haber sido tan
hiperactiva era que había aprendido de
todo un poco y el King Boxing estaba entre esas cosas. Si la veía como un
blanco fácil se iba a llevar una gran sorpresa.
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