martes, 12 de marzo de 2013

Un Amor para Recordar Capítulo I



CAPITULO 1

Selva negra, Chiapas México.
Julio 10 2008

Amparada bajo un enorme árbol y sin casi ver la luz del sol debido a la espesa vegetación, Jaquie sonrió para sus adentros recordando el por que le decían la selva negra, debido al follaje tan espeso se creaba  la oscuridad a pesar de estar en pleno día. Su guía que prácticamente estaba agazapado cerca de un arbusto exploraba los árboles con gesto concentrado y ella deseó tener su experiencia pues a su inexperta vista todo le parecía igual. Hacía días que estaba en la zona y con frecuencia el paisaje le había dejado boquiabierta y eso que había recorrido ya muchos sitios interesantes para sus fotografías. Ahora iba a la caza por así decirlo de un jaguar, quería fotografiar uno en su estado natural para su libro. 

No era algo sencillo y por ello se había ido bien equipada con todo lo necesario aparte de un guía autorizado y dos personas que le ayudaban con todo su equipo y que conocían el terreno como la palma de su mano igual que el guía. Era peligroso y ella lo sabía. Además las autoridades estaban más estrictas por ello había dicho que sólo iba a fotografiar la naturaleza en general, pues estaba en una reserva ecológica. Con un poco de persuasión femenina había convencido a sus ayudantes de que no haría ningún daño a nadie el que fotografiara además de la belleza típica del lugar, algunos animales propios de allí. Pero ya habían pasado tres días y el escurridizo jaguar seguía brillando por su ausencia. No se sentía completamente desanimada pues sin duda llevaba fotografías extraordinarias, pero quería llevar la imagen del felino.

Cuando de pronto, los escuchó susurrar en el dialecto local y sintió que se le erizaba la piel. Esbozó una enorme sonrisa mientras seguía con la vista hacia donde le indicaban con gestos casi imperceptibles. Tendido sobre una gruesa rama y en aparente estado de relajación estaba un enorme jaguar. Sus ojos brillaban como diamantes, su pelaje era de hermoso color y ella casi quiso ir y acariciarlo. Se puso en la posición correcta y presionó el disparador de la cámara, el felino apenas se inmutó y ella sacó más fotografías. Hasta que el protagonista decidió que era demasiado, saltó a otra rama y luego a otra y se perdió en la espesura de la selva.

-  Ha hecho buenas fotografías señorita, le sugiero que regresemos pues se avecina la lluvia. – le dijo el guía a Jaquie.

Jacqueline seguía en un estado de fascinación que sólo sentía cuándo hacía su trabajo. Así que no contestó inmediatamente.

-               ¿Señorita? – insistió el hombre.
-               Sí, por supuesto, he obtenido lo que deseaba, vámonos. – y se dirigieron hacia el pequeño pero acogedor hotelito en el que se hospedaba.

-               ¿Hay algún mensaje para mí? –preguntó nada mas llegar en la recepción.
-               Sí, ha tenido varios mensajes esta mañana. Todos de  la Señora Vecchio.
-               ¿Por qué no me extraña? – susurró para sí Jackie.
-               ¿Cómo dice? – dijo el atento recepcionista  embobado por ella.
-               ¿Podría comunicarme con ella en digamos… unos cinco minutos? – le pidió.
-               Por supuesto que si – contestó con sonrisa algo boba.

Al llegar a su habitación se fue rápidamente al baño quitándose en el trayecto la ropa que estaba muy sucia. Habían caminado varios kilómetros y en el trayecto se había quedado casi hundida en el barro que se había formado en cierta zona. En resumen, su estado era deplorable. Se bañó en tiempo récord y salía justamente del baño envuelta en una toalla cuando el teléfono sonó. Se sentó y contempló el aparato con algo parecido a temor y es que algo  le decía que su querida amiga Allyson traía algo entre manos, la había notado algo rara últimamente. Descolgó y enseguida al escuchar la voz de Allyson sonrió contenta olvidándose por un momento de lo que había estado pensando. Allyson era más que su amiga, era su hermana, juntas habían pasado por muchas cosas y estaban muy unidas, ahora ella estaba casada con Máximo un italiano demasiado guapo y encantador, aunque en un principio Jackie le había odiado por los problemas que él había tenido  con Allyson, lo cierto es que ahora ya lo miraba como su cuñado, pues todo se había arreglado. Aunque el lograr la paz del matrimonio de Allyson había significado atravesar por mil cosas entre ellas ir a Bali y encarar al hombre que había intentado destruir el matrimonio de su amiga, todo era cosa del pasado y tanto Máximo como Ally eran muy felices y disfrutaban ya de una preciosa bebé que llevaba su nombre.

-               ¿Dónde estabas? – le dijo Allyson. – Ha sido de lo más difícil localizarte ¿sabías? ¿Por qué casi nunca me dices a donde vas?
-               Estoy bien, gracias ¿Y tú que tal? – le dijo burlonamente. Al otro lado de la línea oyó el suspiro cansado de Allyson.
-               Lo siento ¿Cómo estás? Bueno, me imagino que bien si puedes contestar el teléfono. Así que esta vez la selva negra ¿eh? ¿Quieres recorrer el mundo antes de cumplir los 30?
-               Algo así – contestó solo para molestarla.
-               Muy graciosa ¿Por qué tengo que rastrearte por todo el planeta? Ya no siempre me dices a dónde vas. Te limitas a llamarme cuando llegas a tus exóticos destinos.
-               Por que en tu casa se puede colar información que no deseo que sepa cierta persona.
-               ¿Me dices que crees que Máximo le diría a esa cierta persona  donde te encuentras? Peor aun ¿crees que yo se lo diría?
-               ¿A Máximo? Oh, se que no sería tu intención decirle nada, pero no dudo que mi cuñado sepa como sacarte la información sin que te percates de ello – pudo imaginar el sonrojo de Allyson y casi rió. -  Y él a su vez no dudaría en decírselo a su arrogante e insufrible primo.
-               Oh, vamos. ¿Por qué no hablas con él de una vez por todas?
-               ¿Estás ablandándote con él? ¿verdad? – le preguntó molesta.
-               No, claro que no. – se apresuró a negarlo.
-               ¿Ah no? ¿Acaso no crees que no se que mi sobrina se derrite por el tío Stefano y eso a ti te encanta?
-               ¡No es así! – exclamó Allyson.
-               No es culpa de la pequeña. Es demasiado inocente para darse cuenta de que su tío es un… idiota. Pero tú no tienes excusas.
-               Yo no me derrito por el primo de mi marido – le dijo con censura en la voz. – Máximo puede decirte que él y yo aun no nos llevamos muy bien y todo es por ti, por lo que te hizo. Pero este juego del gato y el ratón que tienen va a terminar mal. Tú no huyes de los problemas ¿Por qué no lo enfrentas? Pregúntale que es lo que quiere y arregla las cosas de una vez por todas.
-               Es que no me interesa verlo. No tengo nada que arreglar con él.
-               ¡Creerá que eres una cobarde! – Dijo Ally.
-               No me interesa lo que piense o deje de pensar.
-               Es que tendrás que verlo.
-               ¿Y eso por qué? – preguntó Jackie con la voz cargada de sospecha.
-               No se como le han hecho para nunca coincidir en nuestra casa, es cómo si percibieras que él está por llegar y te fueras a tiempo.
-               Allyson… No le des vueltas al asunto ¿Por qué dices que tendré que verlo?
-               Tendrás que verlo algún día…
-               Ajá.
-               Es inevitable. – Insistió su amiga.
-               No veo por qué. - Dijo a su vez Jackie.
-               El mundo no es tan grande.
-               Si tú lo dices…
-               Es que es así.
-               ¡Habla ya! ¡Por todos los cielos!
-               Te llamé para invitarte a casa.
-               Siempre voy a tu casa y sin invitación – dijo exasperada.
-               Sí, si, lo sé. Pero es para una fiesta que daremos Máximo y yo. Hace un año que venimos de Bali y bueno, ya sabes – le comentó y notó como la voz de Allyson empezó a oírse romántica y soñadora y puso los ojos en blanco. Siempre era lo mismo cuando empezaba a hablar de Máximo.- Cómo seguro te imaginas, Stefano está invitado…
-               No iré. – dijo tajante.
-               Por supuesto que lo harás – le dijo Allyson enérgica. – No me puedes hacer eso. Cuento contigo y si me entero que tienes intención de cumplir el no venir, iré por ti donde sea que estés y te entregaré a Stefano envuelta en papel de regalo y con moño de colores incluido.
-               ¡No harías eso! – exclamó sintiendo que  si  hablaba en serio.
-                ¡Oh! pruébame y verás. 
-               ¡No es justo! No soy una niñita a la que le dicen lo que tiene que hacer.
-               Pues te comportas como una niña el evitarlo.
-               ¡Está bien! Iré por que sé que significa mucho para ti. Pero no tardaré como siempre lo hago. Llegaré, estaré un momento y me iré antes de que llegue tu primo favorito.
-               ¡No es mi primo favorito!
-               Claro que sí – le dijo con burla.
-               Jacqueline Alcántara Laurent…- Allyson remarcó cada palabra.
-               Oh, has dicho mi nombre completo ¿Estoy en problemas?
-               Lo estarás si no vienes.
-               ¿Cuándo será? – preguntó ya derrotada.
-               En quince días exactamente.
-               Ahí estaré.
-               Lo sé. - Le dijo Ally y casi pudo ver su sonrisa satisfecha.
-               ¿Acaso Tengo opción? - Refunfuñó.
-               No. No la tienes. Oye…
-               ¿sí?
-               Todo saldrá bien.
-               No lo veré. - Jackie se aferró a esa difusa esperanza.
-               Puede ser que si.
-               No lo creo. - Se aferró aun mas.
-               Está bien – volvió a oír ese suspiro cansado y sonrió. – Nos veremos en quince días.
-               ¿Cómo está mi sobrina consentida? – Preguntó de pronto al recordar a la pequeña bebé que la volvía loca.
-               Oh, ella está bien, creciendo, está hermosa. Pero le encanta despertarse de noche y no siempre me deja dormir.
-               No le eches la culpa a ella cuando seguro es culpa de Máximo.

Allyson rió.

-               Tengo que colgar. Está llorando, es hora de su comida. – le dijo Allyson.
-               Oh, dale muchos besos de mi parte.
-               Te quiero Jack, nos vemos pronto.
-               ¿También tú me dirás como me dicen mis compañeros de trabajo?
-               Suena bien. – rió Allyson.
-               La verdad sí y yo también te quiero. Saludos a Máximo.

Después de colgar preparó su escaso equipaje y se dispuso a salir de allí. En realidad sentía algo de reparo en hacerlo pues le había encantado el lugar y sobre todo no quería volver a Madrid todavía. Se mantuvo ocupada ordenando sus escasas prendas y su material de trabajo tratando de no pensar en nada más pero no era posible ¿Sería posible entrar y salir de casa de Ally sin que se vieran? Era más que improbable y ella lo sabía. Entraría, felicitaría, tomaría una copa mientras charlaba con Fabricio el dulce abuelo de Máximo y se marcharía inmediatamente. No, no funcionaría se dijo mientras se derrumbaba en la cama. Desde hace casi un año sabía que él deseaba hablar con ella. La había buscado en varias ocasiones y simple y sencillamente había desaparecido al saber que él estaba en el mismo sitio que ella. Tenía mucha curiosidad por saber por que la buscaba a veces. No tenía la menor idea. Máximo decía que era por que tenían cosas pendientes ¿Qué cosas? Ninguna. Se habían dicho de todo recordó con pesar. O quería volverla loca. Seguramente era eso. Allyson le había comentado que al parecer Stefano no se la sacaba de la cabeza y quería verla de nuevo para alejarla de su mente de una buena vez. Pero claro, Ally se había vuelto una romántica y aunque esa opción le emocionaba muy a su pesar la verdad es que también la ponía furiosa. Lo odiaba, al menos quería odiarlo.


Salir de la selva no era un asunto tan difícil, pero salir inmediatamente a esa hora del día podía resultar complicado. Tenía planes de quedarse por lo menos un día mas sobre todo por que sentía que así se quitaría de la cabeza pensamientos relacionados con ese condenado hombre, pero finalmente decidió irse cuando después de telefonear a su vecina que le recibía la correspondencia, esta le dijo que tenía una carta de un bufete de abogados y que decía que era urgente, que había recibido llamadas de ese mismo bufete que decían que era imperativo que ella se comunicara con ellos. No tenía idea de que podía ser, más sin embargo no se alarmó. Afortunadamente consiguió un medio de transporte no sin esfuerzo y se dirigió al aeropuerto más cercano. No ayudaba en nada que lloviera a cántaros.

Horas después contemplaba como el cielo parecía caerse a pedazos, la neblina imposibilitaba la salida de ningún vuelo y ahí estaba atrapada en el aeropuerto.

Lo único que deseaba ahora e irónicamente tomando en cuenta que no quería volver, era estar en casa, tomando chocolate caliente tranquilamente en su cama para después dormir tranquilamente y reponerse de las extenuantes horas que había pasado fotografiando la zona y persiguiendo el escurridizo jaguar.

Pero no, su mala racha no daba tregua. No había sido sencillo encontrar quien la transportara pues el camino del hotelito a la carretera más próxima estaba en reparaciones, el viejo jeep había presentando problemas mecánicos y había tenido que ayudar a empujarlo manchando parte de su ropa de barro en el proceso.

Había salido de la calurosa selva por fin y tomado el autobús que la acercó al aeropuerto encontrándose con un clima muy distinto: lluvia, frío y neblina.
Así que ahí estaba, sentada en una incomoda silla refunfuñando, aunque al menos no pasaba frío. Sabiendo de los distintos tipos de climas por los que pasaría, en esos momentos llevaba suéter y una gabardina que ocultaba las manchas de barro de sus pantalones, aunque debía hacer algo con esas sucias botas y ese pelo enmarañado se dijo conteniendo una exclamación horrorizada al ver su reflejo en un escaparate que contenía folletos turísticos y que reflejaba su imagen.

-         ¡Maldición!- Gruñó. Se levantó y se dirigió a los baños. Casi se ríe de su aspecto de vagabunda, se peinó con cuidado, se hizo una trenza dejando por la paz un par de rizos rebeldes que escapaban al control del peinado. Limpió lo mejor que pudo las botas y las manchas de sus pantalones.

Después de discutir con la pobre chica que la atendió en el aeropuerto y que no tenía la culpa del clima y de todas las situaciones que le habían sucedido ni siquiera se había preocupado por su aspecto.
Ella no discutía sin motivo y mucho menos descargaba su mal genio si es que lo tenía con aquellos que no se lo merecían, pero últimamente su humor no era el mejor. Sólo cuando trabajaba y fotografiaba se sumergía en otro mundo, pero volver a la realidad era otra cosa y la realidad tenía cara de hombre, un hombre bello que al parecer tenía cierta inclinación por sacarla de quicio y lo lograba sin siquiera verse.
¡Maldito Stefano Troyanos! ¡Maldito él y maldito su orgullo y su arrogancia! Pensó furiosa.
¿Por qué dejaba que la afectara así? ¿Por qué después de todo ese tiempo? Si tan solo no estuviera tan presente en el mundo. El genio de las finanzas, poseedor de una importante naviera, de inversiones múltiples en distintas áreas y dueño de diferentes y variadas empresas. A eso había que añadirle su habitual e insensible arrogancia que hacía derretir a las mujeres y había que añadir también un endemoniado carisma. Poseedor de una increíble sensualidad y magnetismo sexual tenía la mujer que quería.

Le sobraban a decir basta. Nunca perseguía, nunca buscaba, las tenía a su disposición. Mujeres sumamente hermosas lo idolatraban. Era un soltero de oro y diamante decía la prensa. Y ahora aparentemente la buscaba a ella. Seguro por que había sido la única que no había caído en sus redes, al menos no de manera completa y total. Mirándose nuevamente en el espejo, se lavó la cara con más fuerza de la necesaria, se secó el rostro que ahora lucía enrojecido.

Con suspiro cansado se fue nuevamente a su asiento. Aún venía a su mente ese esperado y planeado viaje a Italia y Grecia que había hecho con Allyson. Agradecía al cielo que ahora ella fuera feliz al lado de Máximo. Incluso ella se llevaba muy bien con él ahora.
La felicidad de Allyson era inmensa sobre todo ahora que era madre, su encantadora sobrina llevaba su nombre y ella sentía un amor tremendo por la pequeña.
El verlos a ellos y a la bebé hacía que sus viajes a Florencia fueran más que frecuentes. Y claro estaba el encantador de Fabricio, el abuelo de Máximo que era como el suyo propio.
Se removió en su asiento cuando de nuevo recordó ese viaje de hacía tres años, se habían divertido como locas y causado revuelo y admiración a su paso pues Allyson era y seguía siendo una mujer muy bella. Y ella no estaba mal pensó  y se rió ligeramente. Sabía que no podía ser considerada fea, incluso podía ser considerada una mujer bella también.

Pero nunca lo había usado como un arma, al contrario le había traído problemas pues siempre había idiotas a su alrededor buscando llevársela a la cama. Durante un tiempo eso la había llevado a tratar de pasar desapercibida cosa que su carácter alegre y desinhibido no soportó mucho tiempo.

Estando en Italia, Allyson quedó fascinada con unos escritos antiguos recién descubiertos en una vieja abadía. William Carlton ese maldito sin escrúpulos era de los pocos que tenían acceso a ellos y claro, deseoso de agradar a Allyson le había invitado a participar en las investigaciones en torno a los escritos. Una entusiasta Allyson le había pedido y rogado que permanecieran dos semanas más en Italia a fin de participar en las investigaciones.
No queriendo interrumpirla y ser un estorbo habían acordado pese a las negativas iniciales de Allyson en que ella se adelantaría a Grecia y allá la esperaría, renuentemente Ally había aceptado.

Esas dos semanas habían cambiado su vida y aún se reprochaba el por qué a pesar de todo no se arrepentía y es que había aprendido mucho de lo vivido esos días. Su optimismo a prueba de bombas no le había ayudado a soportar lo que le había pasado al lado de Stefano, oh, si, Stefano le había dado un giro total a su vida.

Ella había estado en Grecia antes, acompañando a Ally por cosas de su trabajo pero solo habían estado un solo día. Se había quedado tan fascinada por la ciudad a pesar del calor sofocante que al volver a casa había tomado clases de historia y también del idioma griego. Por ello esa vez que viajó sola mientras esperaba a Allyson, sabía que podría conocer y explorar con más confianza.
Después de registrarse en el hotel y de que la ducha le quitara lo pegajoso del viaje, se había puesto un sencillo vestido de algodón, protección solar, sandalias cómodas y ligeras, sombrero, gafas y con la cámara al hombre se había encaminado segura de poder encontrar el camino de regreso al hotel. Sus conocimientos de griego no estaban nada mal, como ella misma constató al cuando había podido pedir una bebida fría en un encantador establecimiento cercano al puerto. El griego que la atendió la observó interesado y ella le dirigió una sonrisa que decía: soy amable, pero no lo seré más si te quieres pasar de listo. Desde donde estaba sentada la suave brisa empezó a refrescarla y a relajarla, así que se había quitado el sombrero y las gafas mientras releía información de un pequeño libro que daba guía detallada de la ciudad.

La vista era espléndida y enfocó su cámara sacando varias fotografías más desde donde estaba sentada reacia a levantarse y enfrentarse al sol, al menos de momento. Cerró los ojos un momento al sentir un poco de aire que a pesar de ser caliente no se comparaba al calor que casi la sofocaba momentos antes de sentarse pero claro, estaba algo cansada.

Percibió que alguien se había puesto frente a ella, pensando que sería ese camarero de mirada lujuriosa abrió los ojos de inmediato. Era un hombre y definitivamente uno grande, la luz del sol era intensa y le daba en la espalda de tal modo que ella solo podía ver su silueta más no su rostro.

-         Deme esa cámara – le dijo el hombre con voz tranquila pero que albergaba amenaza.

¿Es que la iban a asaltar en pleno día? ¿Por qué el ladrón tenía la voz tan profunda, tan sensual, tan sexy? ¿Por qué rayos ella daba el aspecto de muñeca frágil? Ese imbécil se esperaba una sorpresa. La ventaja de haber sido tan hiperactiva era que  había aprendido de todo un poco y el King Boxing estaba entre esas cosas. Si la veía como un blanco fácil se iba a llevar una gran sorpresa.



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