sábado, 18 de agosto de 2012

Amargo Recordar Capítulo 12


La ansiedad, una casi angustia por no ser lo que él esperaba estaba acabando con ella. Se sentía casi enferma y se reprendió con firmeza. Iba a hacer el amor con el hombre al que amaba. Pero el miedo a decepcionarlo la estaba matando. 


Justo cuando había logrado cierta estabilidad emocional al observar el paisaje que le ofrecía la vista de la ciudad desde su habitación tocaron a la puerta. El corazón se le disparó y pensó que se le iba a salir del pecho. Fue a abrir la puerta y lo vio ahí de pie frente a ella, más guapo que nunca de pantalones negros y camisa beige. Le sonrió y le recordó a los imponente felinos de la sabana africana.  Y sucedió lo que menos pensó, los nervios se fueron por arte de magia. Lo observó y no pudo encontrar las razones que su cerebro frenéticamente buscó por las cuales no había disfrutado de la pasión con ese hombre antes. Retrocedió para dejarle pasar y le tendió la mano, que él tomó y la estrechó en sus brazos inmediatamente, besándola a continuación a conciencia con una pasión controlada que amenazaba por desbordarse y que ella rogaba que no controlara mucho tiempo más.

-         ¿Me extrañaste?- preguntó entre divertido, tierno y excitado.
-         Mmmm, ¿tú que crees? – le dijo sin aliento.
-         Yo creo que si – y dirigió su mirada a sus pechos. Su mano buscó uno de ellos y lo acarició lentamente. Ella gimió suavemente mientras él le daba esa maravillosa tortura.
-         Algo me dice que no estás cansado por tu viaje de negocios – le dijo entrecortadamente y el se rió divertido.
-         Eres sumamente revitalizante. Déjame verte, estás bellísima- la apartó ligeramente para contemplarla.
-         Gracias -  y se ruborizó, maldiciéndose interiormente por ello – ¿pero podríamos dejar los halagos para después? – se atrevió a decirle, ansiosa por renovar el contacto de sus dedos sobre su acalorada piel.

Él no respondió, no necesitaba hacerlo. La tomó en sus brazos y la besó tan apasionadamente que ella se sintió flotar, su lengua se entrelazó con la suya y la devoró prácticamente. Era una sacudida a todos sus sentidos de tal forma que sentía que a sus piernas le faltaban los huesos y no la sostendrían por mucho tiempo más.
Máximo deslizó las manos por su espalda hasta su trasero, el cual acarició y levantó hacia él, pegándola aún más a su cuerpo si es que eso era posible. Lo que a ella le permitió sentir la fuerza de su excitación.
Tembló ligeramente al comprobar lo excitado que él estaba. Antes que se diera cuenta, él ya le había quitado el vestido y la había dejado en ropa interior. Un calor apremiante sintió por todo el cuerpo, sobre todo entre las piernas, una necesidad, un ansia que sólo el podría llenar.
La llevó a la enorme cama de su dormitorio, la depositó con sumo cuidado. Se empezó a quitar la camisa, mientras ella estaba absorta en cada uno de sus movimientos. Tenía un torso hermoso, los músculos marcados sin ser exagerados que invitaban a ser acariciados.
Automáticamente ella estiró la mano para atraerlo hacia ella, lo tomó por el cuello y enredó sus dedos en su maravilloso pelo del color del ébano para besarlo. Él siguió el recorrido hacia abajo besándola en el cuello y por fin liberando sus doloridos pechos del brasiere. El deseo de él era más que patente, se adivinaba en su expresión intensa y su mirada de abierta pasión ¡y todo eso era por ella! Pensó extasiada.

-         Eres realmente hermosa – le dijo con voz ronca, cuando sus redondos pechos del color de la crema y sus pezones rosas se erguían anhelantes hacia él.

Tomó en su boca uno de ellos, mientras con la otra mano le acariciaba el otro. Con la lengua dibujo el contorno de su seno, mordió suavemente y succionó rítmicamente provocándole una espiral de sensaciones que la hicieron retorcerse de placer, para después hacerle lo mismo con el otro.
Ella sentía que no podía más, que no habría un placer más intenso que ese, pero se equivocaba completamente.

Por que él siguió avanzando, le quito rápidamente lo que quedaba de barrera entre ellos dos. Y hundió su rostro en sus femeninos pliegues, ella que no había experimentado nunca nada así, intentó cerrar las piernas, él con una sonrisa no se lo permitió y su lengua empezó a entrar en sus hinchados pliegues, saboreando, deslizando su lengua con una maestría tal que ella solo podía gemir y arquearse hacia él. Con su lengua la penetró y ella gritó cuando él lo hacía una y otra vez sintiendo emociones tan intensas que no creía probables.
Y después vinieron los primeros espasmos producto de su primer y maravilloso orgasmo. Máximo la besó en la boca y ella sintió su propia esencia mezclada a la de él, sumamente embriagadora. Sentía que le habían quitado el piso de debajo de ella y flotaba feliz.
Pero aún no había terminado. Máximo se despojó de la ropa que aún llevaba puesta y de lo que ella no se había percatado hasta ese momento y se puso un preservativo. Y ella se quedó boquiabierta al verlo totalmente desnudo, era bello en verdad. Un espécimen masculino único en su clase. El deseo se disparó en su interior y también el orgullo de que un hombre como él le hiciera el amor y ella lo amase.
Vio el deseo llamear en sus ojos, lo vio logrando un control aun sobre su cuerpo y notó que respiraba entrecortadamente igual que ella. En cuanto ella vio lo que sucedería a continuación, su cuerpo respondió inmediatamente y sintió que toda ella estaba en llamas, la misma necesidad apremiante que tenía de él volvió renovada y con todas sus fuerzas. A pesar de una leve preocupación por si su cuerpo podría recibirlo en su totalidad, corría por entre sus piernas la prueba de su excitación y estaba más que preparada para recibirlo se dijo a si misma.

-         Ahora por favor, no me hagas esperar más – rogó  casi sin importarle parecer desesperada y el sonrió arrebatadoramente.
-         No lo haré – le contestó – mírame – ella, que había cerrado los ojos brevemente para tratar de controlar un poco las sensaciones y no parecer tan necesitada de él obedeció inmediatamente.
-         Quiero que esto no lo olvides nunca, yo no lo haré – le dijo, ella no tuvo tiempo para responder pues él la penetró de una sola embestida que no pudo detener a tiempo cuando encontró cierta barrera a su paso, se quedó inmóvil y apoyó su frente en la de ella que se había quedado durante unos segundo rígida debido al dolor intenso pero que ya estaba pasando tan rápido como había venido.
-         ¿Por que no me dijiste? – le preguntó y la sorprendió pues su tono no fue de enojo o censura, si no tierno.
-         No lo creí necesario.
-         Eres sumamente apasionada, no me lo imaginé.
-         ¿Ni siquiera por que te hice esperar?
-         No, solamente pensé que eras una mujer difícil.
-         Por favor, continua – le rogó nuevamente, pues su cuerpo ya se había acostumbrado a la intrusión y esperaba más.
-         No quiero lastimarte más – le dijo suavemente, pero se notaba el control que trataba de ejercer sobre si mismo. Gotas de sudor se miraban en su rostro.
-         No lo has hecho – y dicho eso ella se movió debajo de él.
-         Para o no podré detenerme – le pidió él.
-         ¿no me has oído? Quiero que sigas.
-         Trataré de no hacerte más daño, te lo prometo.

 Y dicho eso, la beso intensa y apasionadamente incendiándola nuevamente y rítmicamente empezó a moverse dentro de ella. Ella le abrazó con sus piernas y lo presionó contra sí.
Juntos cabalgaron hasta que ella volvió a estallar en pedazos y esta vez si que vio las estrellas y subió hasta ellas. Cuando sintió su orgasmo, Máximo se dejó ir y la siguió.
La abrazó contra su pecho y le dijo algo que aún estaba en su memoria.

-         Jamás olvidaré el regalo que me has hecho, jamás.

Sumamente satisfecha y creyendo que jamás podría volver a mover un músculo se quedó dormida en sus brazos.

Allyson parpadeó para ahuyentar las lagrimas y volver al presente, ya había llorado demasiado le dijo su mente, aunque no lo recordase con certeza sabía que así había sido.
Lo había amado y aun lo amaba, de eso no cabía duda.
Decidida a encontrar la verdad respecto a ella y Máximo se levantó y se metió al lujoso baño de su habitación. Pero no reparó en su amplitud, en su atinado diseño ni en nada más si no en su imagen en el espejo y con pesar admitió que no se reconocía a si misma.
Estaba pálida y ojerosa, más delgada y tenía una expresión de desconfianza e incertidumbre, ella, que siempre se había sentido dueña de cualquier situación que se le presentara. Pero obviamente un hombre como Máximo Vechio rebasaba cualquier intento por apoderarse del control y lo obtenía para sí, sin mucho esfuerzo.
Se metió en la ducha y dejó correr el agua por su cuerpo. De pronto se sintió un poco más reanimada y se le antojó deslizarse en esa tentadora y enorme bañera.
La llenó y le añadió unas sales de aroma delicioso de una colección destinada a ello y que contenía de todo.
Con un suspiro se acomodó y cerró los ojos deseando que cuando volviera a abrirlos se encontrara en casa con sus padres, disfrutando de la comida de su madre, de las bromas de su padre y de la camaradería amorosa que tenía con ambos, si es que estaban en casa por que no siempre era así  o en el cómodo departamento que había alquilado en Florencia, ese recuerdo la hizo saltar en la bañera y abrir los ojos de golpe, pero frustrada pensó que seguramente lo había dejado al casarse. El problema era, para variar, que no lo recordaba.
La lógica decía que así había sido. Pero, ¿Qué pasaba si no era así? ¿Qué tal si ella había decidido conservarlo? A ella le encantaban las vistas, la sensación de privacidad, su suelo de madera, no era muy grande pero era acogedor y hasta la alfombra raída y un tanto vieja le parecía apropiada y era más que idóneo para su trabajo.

Después de comprometerse con Máximo había decidido alquilarlo, aunque él se había opuesto rotundamente y le había dicho que podía quedarse en el hotel todo el tiempo que faltaba para la boda. Pero ella había sido tajante en su decisión, no quería que pensara que se aprovechaba de su posición como su prometida y el hotel además le parecía muy impersonal y demasiado lujoso para su gusto. Habían tenido un final interesante para esa discusión y el recuerdo también acudió a su mente con asombrosa claridad.
Trató de desecharlo de golpe, sintiéndose de pronto temblorosa y necesitada del contacto de esas manos, de sentir piel sobre piel.
Él la había tomado en sus brazos en un momento que la discusión casi se salía de los límites, el deseo había sustituido al enojo en los ojos de Máximo y ella reacia a dejarse llevar por la pasión ya que estaba enfadada con él por su autoritarismo había intentado en vano alejarse de sus fuertes brazos, lo que más le enfadó y asustó en ese momento fue el constatar que por mucho que quisiera enojarse con él y mantenerse alejada al calor de su deseo, no podía.

Con impotencia sintió como su cuerpo respondía al deseo. Como gritaba cada parte de su ser por fundirse en uno solo con él. Él ni siquiera utilizaba la fuerza para retenerla, la sujetaba con firmeza pero sin lastimarla. Le había susurrado al oído en un italiano sumamente seductor que para que estaban perdiendo el tiempo en tonterías, cuando podían emplearlo en cosas muchísimo más gratificantes. Con voz ahogada ella había tratado de replicar diciéndole que sólo pensaba en el sexo a lo que él había respondido con una carcajada vibrante, la había tomaba en brazos y llevándola  a la cama le había dicho:

-         ¿Es que tú no?
-         Por supuesto que no – había dicho entre airada y excitada.
-         Mentirosa.

Y eso era lo último que habían hablado. La había tomado con la misma pasión intensa de siempre, a la que ella se había hecho una adicta sin remedio.

Haciendo un esfuerzo más enérgico, sacudió la cabeza para aclararse las ideas y alejar esos pensamientos que ya le ponían la piel caliente a pesar de estar metida completamente en el agua.
Salió, se secó el cuerpo y el cabello dejándoselo suelto y se dirigió con una toalla cubriéndole a la habitación.

Su ropa ya había sido colocada en el armario y los cajones, seguramente cuando se estaba bañando. Con movimientos distraídos se puso la ropa interior y buscó algo ligero para su estado un tanto acalorado. Un vestido en color azul pastel que le llegaba a las rodillas, de tela fresca y ligera y con mangas pequeñas le vendría bien. Una vez cambiada, se sentó a cepillarse el cabello el cual estaba bastante largo, frente a un precioso y clásico mueble con un espejo sostenido por madera hermosamente tallada, y otro recuerdo acudió, el de Máximo diciéndole que nunca se lo cortara, que su cabello le fascinaba.
Molesta por el hecho de conservarlo largo a pesar de que ya ni siquiera vivían juntos se peinó con fuerza. Decidida a terminar con tantas incógnitas, se aferró al hecho de que existía la posibilidad de que aún conservará su anterior departamento y que en él hubiera aunque sea una ínfima pista que le ayudara a recordar por completo.
Ya sabía más sobre Máximo y ella, pero solo recordaba lo bueno y no lo malo, lo que realmente importaba recordar. ¿Por qué ese odio en su mirada? Tan fuerte y presente en él que la estremecía sólo de recordarlo. Sintiéndose algo temerosa por encontrárselo y al mismo tiempo deseando verlo de nuevo, se reprendió mentalmente y  salió de la habitación.

A unos kilómetros de allí y con una copa de excelente vino blanco procedente de uno de los viñedos de la familia. Máximo intentaba con poco éxito escuchar a su abuelo. Este se encontraba realmente entusiasmado con la perspectiva de ver nuevamente a Allyson, el ver la alegría del anciano había hecho que Máximo luchara contra los sentimientos encontrados que tenía. Ira por que ella era una embustera que tenía un lugar en el corazón del anciano y también le gustaba en parte, ver que su abuelo se ponía alegre. Enfermo como estaba, con la salud precaria no siempre tenía motivos para reír, cosa que con Allyson hacía frecuentemente cada que se veían, la chispa en los ojos del anciano era evidente y entonces Máximo se dio cuenta que hacía mucho que no la veía.  Igualmente él se sentía diferente, como si hubiera vuelto a la vida. Incomodo por ese pensamiento, se acabó el vino de un trago y su abuelo con esos ojos astutos lo observó. Error, grave error su abuelo no era fácil de engañar y se preparó para su interrogatorio.

3 comentarios:

  1. Como se llama este libro???

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una novela escrita por JJ una de las administradoras de este blog y se llama Amargo Recordar, lamentablemente no es un libro editado, pero merecería serlo y los capis se suben aquí en este blog perioducamente. Saludos

      Eliminar
  2. Donde puedo bajarla completa? Gracias por la informacion

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...