viernes, 10 de agosto de 2012

Amargo Recordar Capítulo 10



Esos arcos de piedra ella los reconocía. Una Allyson en el éxtasis de la felicidad los recorría admirando su estructura de la mano de un hombre y ese hombre era Máximo. La imagen se formó en su cabeza y se vio emocionada inspeccionándolos y siendo constantemente interrumpida por los besos y caricias de él. No hacía frío pero su frente se perló de sudor y no escuchó cuando Máximo preocupado se acercaba a ella.
Era la primera vez que ella lo recordaba no como un hombre amenazante si no como el hombre del que se había enamorado.
Cariñoso, atento, divertido, encantador, seductor. Todo eso era mientras paseaban juntos de la mano y le contaba la historia de la villa.


¿Realmente habían estado enamorados? Todo parecía indicar que si.
Entonces por eso él la había buscado, aunque creía que se había ido con otro hombre. Por eso o por que quería vengarse de la supuesta traición.
Lo que la Allyson feliz y enamorada había sentido mientras paseaban por los arcos, lo estaba sintiendo en ese momento, luchó por contener las emociones de lo que estaba recordando.

-¿Te encuentras bien? – le dijo Máximo preocupado.
-En realidad no, me duele un poco la cabeza – tuvo que decir para que él no le hiciera más preguntas. Aunque no estaba mintiendo del todo.
-En ese caso, entremos para que descanses. Ella es Lola, estoy seguro que no tardaras en recordarla, se llevaban estupendamente – y le señaló una afable señora de mediana edad con un rostro que inspiraba confianza y que le sonreía dulcemente.
-¡Signora! Bienvenida a casa, la llevaré a su habitación, debe estar cansadísima con el viaje, su recuperación y todo eso – la tomó del brazo y ella deseando escapar de él accedió sin protestar, además Lola parecía una mujer agradable.
-Gracias, Lola – y esbozó algo parecido a una sonrisa mientras la enérgica señora la guiaba hacia la villa.
A su paso se encontraron con muchas más personas encargadas del servicio que la recibieron todo sonrisas y muy amigablemente. Ella creyó reconocer algunos rostros pero nada concreto.

No tuvo mucho tiempo de admirar la villa por dentro, las paredes altas, el inmenso recibidor y los hermosos muebles que conjugaban a la perfección entre lo antiguo y lo moderno.
 Un experto decorador debió haber hecho ese trabajo. Era excelente, los pisos de madera brillaban bajo sus pies y a ella le encantaba lo poco que observó. Pero por ahora lo que deseaba era descansar y Lola la llevó hacia una hermosa e imponente escalera de madera, la cual seguro conduciría a su dormitorio.

Recorrieron un largo pasillo y abrió una hermosa puerta de dos hojas y entró a una amplia habitación, los tonos suaves y claros con las que estaba pintada y decorada inspiraban a la relajación. No así la inmensa cama, pensó irónicamente al contemplar sus enormes proporciones. Esa cama con dosel y en color dorado con blanco no parecía hecha precisamente para dormir. Pero daba igual, se sentía nuevamente agotada y lo único que quería era quitarse la ropa y sumergirse en las sabanas. Lola se despidió no sin antes decirle que le pidiera lo que necesitara. Cuando le dijo que sólo necesitaba descansar un poco, se retiró. Empezó a desvestirse, cuando se fijó que no habían subido su equipaje. Quedarse en ropa interior bastaría, por si las dudas echaría el cerrojo a la puerta, no quería que la pillara Máximo otra vez en ropa interior y quedara en ridículo de nuevo. Antes de hacerlo se dirigió a los enormes ventanales que daban a la terraza, los abrió y respiro profundamente. Tratando de borrar las sensaciones que le despertaba esa casa y sobre todo el dolor.

Un dolor sutil pero que aumentaba por momentos, no era un dolor físico, eso ella lo sabía. Era una tristeza infinita que no se podía explicar, decepción, resentimiento y… ¿culpa? Apretó los ojos desesperada ¿Sería posible que hubiera sido infiel? No, se dijo con firmeza. Ella jamás hubiera sido infiel ni a Máximo ni a nadie. Era una persona leal y no se imaginaba traicionando a alguien como Máximo. Lo cierto era que si había cometido un error, pero no sabía cual.

Se acurrucó en la cama ya desvestida. No quería tomar más medicamentos, confiaba en que el descanso le ayudaría a mitigar su dolor de cabeza. Puso la cabeza en la almohada y se le llenaron los ojos de lágrimas ¿Qué le pasaba? Se tenía que concentrar en dormir para recuperar sus fuerzas. Poco a poco el sueño la fue venciendo pero no le trajo la calma que ansiaba. Pero si, le desveló cosas que no recordaba.
Su cerebro empezó a recordar mientras dormía, lo hizo de tal manera que ella sentía que lo vivía de nuevo. Las cosas del pasado las experimentaba otra vez. Y se vio en ese enorme salón, esperando su turno mientas William terminaba su discurso y mientras ella pensaba…
Un discurso más se decía a si misma, y a descansar una temporada.
Siempre se ponía algo nerviosa cuando tenía que hablar frente a muchas personas, sobre todo cuando era un público como aquel. Los florentinos sabían mucho de historia y arte. Florencia en si era una ciudad mágica por la mezcla de arte, historia, cultura y tantas cosas.
William, la había incluido en todos los eventos habidos y por haber aunque su presencia no siempre había sido necesaria. Estaba empezando a pensar que él la quería tener cerca siempre, a alejarle los admiradores cosa que fácilmente hubiera logrado ella y a querer controlarla en casi todo, a mirarla de una manera un tanto extraña que la incomodaba pero eran imaginaciones suyas se apresuró a corregirse. William podía ser su padre, de hecho era su mentor. Su amigo y le debía demasiado. Él la tenía que ver como una hija y era así como la veía.
Concluyó William y la sala aplaudió. Era su turno ahora, los nervios los tenía a flor de piel, sonrió recordándose que conforme avanzara en su disertación estos se esfumarían. Hablar de lo que la apasionaba era algo que disfrutaba.

Un murmullo en la sala, llamó su atención y se quedó fija en la silla aguantando la respiración ¿Quién era ese hombre? Ella había conocido en sus viajes por el mundo toda clase de hombres, guapos, guapísimos pero el que se dirigía a su asiento con gesto impaciente y algo irritado era algo mas que eso, más mucho más. Empezó a sudar conforme proseguía con el análisis, sus nervios eran por otras razones ahora.
Alto, moreno, anchos hombros, cuerpo para quedarse con la boca seca.
Era decir poco. Era una conjugación de belleza masculina en todo su esplendor, pero no era una belleza delicada, se adivinaba un recio carácter por su andar, su porte firme y elegante que se imponía empequeñeciendo todo a su alrededor.
Nunca jamás un hombre había tenido ese efecto en ella, al grado de sentir sus hormonas revolucionarse.
Se obligó a concentrarse, tenía que dar un discurso por todos los cielos.
La anunciaron y ella se obligó a apartar la mirada y dirigirse al estrado.
Tenía que concentrarse, no lo mires se repitió una y otra vez.
Empezó un poco desorientada y algo mareada. Pero la profesionalidad y experiencia salieron en su rescate y muy pronto se sumergió de nuevo en el tema que exponía.
Era terriblemente conciente de su presencia, casi podía jurar que la miraba fijamente.
Y tontamente quiso comprobarlo le lanzó una rápida mirada que produjo el mismo efecto de antes y tuvo que detenerse para poder hablar sin que sonara incoherente, utilizó la excusa de componer sus notas.
-Allyson, querida ven aquí – la llamaba William con gesto un tanto posesivo. Frunció el ceño, pero se acercó.
-Debes de conocer al señor Vechio es uno de nuestros mecenas mas interesados por el arte y su conservación.

Al terminar el discurso ella se había sentido satisfecha. La gente se había reunido en otro enorme salón dónde se habían puesto muchas valiosas obras de arte propiedad de la familia dueña del hotel, los Vechio de quien no sabía demasiado y mientras todos las admiraban, el champán y bocadillos deliciosos circulaban incesantemente. En vano lo había buscado con la mirada, pero no la tenía fácil pues era abordada con regularidad por diversas personas y ella todo encanto y profesionalidad había charlado con todos, no debía olvidar que era un evento para recaudar fondos. Por lo pronto sabía que William ya había recibido numerosos cheques y el evento estaba saliendo mejor de lo esperado.
Fue cuando ella se acercó a William respondiendo a su llamado que lo vio. No se había fijado antes pues otras personas lo cubrían. Y simple y sencillamente se lo quedó mirando, sin decir nada contemplándolo.
Él actuó igual que ella y fue hasta que un William muy enfadado que se esforzaba por disimular su enojo carraspeó. Que Máximo vechio se presentó.
-Un verdadero placer conocerla Señorita Castillo – le dijo en un excelente español y le besó la mano.

La piel se le puso chinita y retiró su mano inmediatamente para que él no lo notara. No tenía la menor idea de que se trataba de un Vechio pero esbozó su mejor sonrisa profesional y sintiendo que su voz ya no iba a salir temblorosa se permitió contestarle.

-Encantada signor Vechio, debo agradecerle a nombre de Sir William y mío que haya expuesto estas valiosas obras de arte propiedad de su familia y por permitirnos hacer el evento en su hotel. No tenemos como agradecerle por tan amable gesto – no podía creer que hubiera respondido sin tartamudear y que sin pensarlo lo hubiera hecho en el idioma de él, en italiano…
Inquieta por lo que recordaba en sueños, se revolvió en la cama, aun sin despertarse.
Máximo se paseaba intranquilamente con una copa en la mano por la Biblioteca de la Villa, pensando en como apartar de su mente el deseo imperioso que tenía por su aún esposa, si solo se tratara de eso pensó con frustración no sería un grave problema pero a cada instante a su lado descubría que no quería dejarla ir y que su corazón insistía en recordarle lo mucho que la había amado y temía aceptar que aún existía ese sentimiento.
Allyson descansaba plácidamente en esos momentos, o al menos es lo que él esperaba que hiciera. No quería verla vulnerable, quería verla como lo que en realidad era: una mujer sin escrúpulos, infiel, descarada y mentirosa, para así devolverles los golpes limpiamente. Aunque las venganzas de limpias no tenían nada. La utilizaría, se hundiría en su cuerpo cuantas veces quisiera y con ello  imprimiría en ella su sello de tal manera que no lo olvidara jamás aunque no lo amara. Después de haberse saciado de ella, no sabía muy bien que hacer ¿mantenerla a su lado? No, si no quería volverse loco.
La tendría el tiempo suficiente para sus planes, no sabía cuanto tiempo sería eso y mientras eso pasara no la dejaría escapar como la última vez. Una vez logrado el objetivo que ella hiciera lo que quisiera, pero lejos de él. En el momento que ella recordara vería que no tendría escapatoria.

Aunque si tenía que ser sincero, debía admitir que no quería que ella recordara todo. No estaba orgulloso de muchas cosas que le había dicho y hecho a Allyson, por mucho que se lo mereciera. Apretó con fuerza su copa y se quedó observando el líquido cuyo color le recordaba los ojos de Allyson. Bellos, tan expresivos y al mismo tiempo parecían tan puros. Emitió una risotada amarga. No olvidaba como lo había impresionado desde que la vio por vez primera y cómo lo había dejado hecho totalmente polvo al descubrir que era una mujer que resumaba inteligencia, ingenio y encanto. Cuando la había escuchado dirigirse a él en italiano se había sentido como un adolescente con todas las hormonas aceleradas y a flor de piel.
El evento donde ella había hablado había sido en ingles ya que todos los presentes lo hablaban y había unos cuantos de otros países, por ello no había pensado que ella lo hablara o al menos lo hiciera como si fuera de la misma Florencia. Su acento era impecable y él quiso sacarla de ahí inmediatamente y llevársela muy lejos  pero sólo después de haberle dado un puñetazo al cretino de William que lo miraba con gesto de amante furioso por tan solo permitirse mirar a su bella amante.

¿Por qué fue tan estúpido? ¿Por qué le creyó cuando le dijo que entre William y ella no había nada?
Claro, que ayudó mucho el que él fuera el primer hombre de su vida. En cuanto fueron presentados tanto ella como él ignoraron a William y solo se trató de ellos dos en ese salón abarrotado de gente. Se sentó con cansancio en un sofá mirando una valiosa pintura que era una de las favoritas de Allyson y que había estado expuesta esa vez que la conoció. Todo seguía clarísimo en su mente, todo sobre ella estaba grabado en él como por fuego.

Aprovechando lo que ella había dicho, que no sabían como agradecerle las atenciones para el evento. Él la había invitado a cenar y le había dicho:

-Estoy seguro de que William estará complacido de que me acompañe esta noche a cenar. Dado que él aún tiene que atender algunos detalles del evento, será un placer hacerle compañía.
-En realidad Allyson va a ayudarme – había dicho casi atropelladamente William.
-Estaré encantada de acompañarlo Señor Vechio – había dicho Allyson para sorpresa mayúscula de William y para satisfacción de Máximo – no creo que tengas problema alguno sin mí William y estoy segura que tardaras mucho aún como siempre sucede en esta clase de eventos y se que no te seré de ninguna utilidad, así que acepto la invitación del señor Vechio.
-Máximo, no señor Vechio eso es muy formal ¿verdad Allyson? – le dijo él con la mejor de sus sonrisas.
Cómo ella misma le había dicho después, lo que en realidad quería era escapar un rato de William, se sentía abrumada por él y claro, Máximo se lo había creído todo.

Lo que sucedía es que estaba aburrida y él había sido una excelente distracción.
La cena había sido de las mejores que recordaba en su vida. Ella había tendido el anzuelo y él gustosamente lo había aceptado.

A partir de ese momento, su interés por ella se incrementaba conforme pasaban los días. Y ella supo manejarlo a la perfección. Rechazó muchas de sus invitaciones a salir aunque para ese entonces ella estaba tomándose unos días libres, le decía que estaba investigando para un libro que escribía y no tenía mucho tiempo. Eso era algo nuevo para él. 

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