Kendra dormitaba en su cama, se había pasado la mañana escuchando regaños que le durarían para el resto del año, pero sabía que eran por que en realidad tanto Brisia como Sulin se habían vuelto locas de preocupación la noche anterior, al ver que no lograba salir. No les había dicho nada más que se había quedado atrapada en el armario, pero tendría que contarles todo.
Por lo pronto intentaba dormir, pero la tonta de Cassandra había escogido ese día para ir a practicar el piano en su casa y oírla desafinar vez tras vez mientras arruinaba la sonata claro de luna de Beethoven la estaba matando, había podido dormir sin interrupciones por varias horas pero despertarse con la horrible interpretación de Cassandra no era lo que ella hubiera esperado. Aún adormilada pero más irritada que otra cosa, levantó el teléfono y habló con Ana, la dulce ama de llaves que llevaba una eternidad al servicio de los Wellesley.
- Ana…
- ¿Sí mi niña? – Respondió al acto.
- Dile a Cassandra que deje el maldito piano en paz, que si sigue insistiendo con su pésima interpretación, Beethoven saldrá de su tumba y vendrá a asesinarla y yo le asistiré encantada de la vida.
- Entendido. – Ana la conocía a la perfección y sabía que Kendra bajaría y sin necesidad del fantasma de Beethoven, por lo menos sacaría a Cassandra de los pelos.
A los pocos minutos se escuchó de nuevo la paz, el silencio fue agradecido y ella se metió de nuevo entre las sabanas que había hecho a un lado al incorporarse para tomar el teléfono. Pero el silencio no duró demasiado, a los pocos minutos sonó el teléfono de la habitación, de mala gana respondió.
- ¿Quién es?
- ¡Vamos a Fifteen! – La alegre voz de Sulin llegó con todo a sus oídos, el restaurante era uno de los mejores, donde se podía degustar lo mejor de la comida inglesa.
- Pensé que preferirías Thai on the River – Ese restaurante tenía la mejor comida oriental, favorita de Su.
- Prefiero por ahora otra cosa ¿nos vemos allí?
- ¿A que hora? – Salir no le haría nada mal.
- A las siete, cenaremos como buenas niñas y luego nos vamos a bailar por allí.
- Está bien, nos vemos allí.
- No, espera…Bri dice que mejor La Pampa Grill , ya sabes que muere por esa carne a la parrilla que hacen allí. Entonces, ¡A las siete! – Y colgó.
Kendra se levantó mucho más animada y fue a su armario a buscar que ponerse, el recuerdo de la noche pasada la asaltó y su cuerpo le recordó la experiencia vivida. Ana entró en ese instante y sonriente le informó que había despachado a Cassandra pero solo del piano, estaba de lo más tranquila tomando un té. Así que le tocaría verla al bajar, fue a la ducha odiando la idea de ver a su posible futura hermanastra. Al salir del baño se secó el pelo y se lo dejo suelto en una resplandeciente cascada de rojo y café.
Se puso una blusa de seda roja y unos pantalones negros, zapatillas negras y se maquilló un poco más de lo acostumbrado en los ojos usando un tono gris casi negro, destacando el color de sus ojos que parecían oro fundido, después de todo era de noche e iba a divertirse y por lo tanto tenia que sentirse y verse genial, un poco de brillo labial y estaba lista para salir.
Al bajar encontró a Cassandra observándola bajar las escaleras con esa eterna expresión de envidia en el rostro.
- Pensé que te habrías marchado ya. – Kendra fue directa. Su padre estaba pasando unos días en la casa de campo que tenían, junto a la madre de Cassandra por supuesto, motivo por el cual ella había podido devolver la pintura y no tener que decirle a su padre que no llegaría a casa a dormir, él preguntaría quien era con quien pasaría la noche y ella afortunadamente no había tenido que mentir. Pero ahora Cassandra empezaba a llegar a la casa y actuar como si fuera de ella también.
- ¿Irme sin decirte adiós? – Le dijo burlona.
- No tengo tanta suerte ¿cierto? ¿Qué quieres?
- ¿Se supone que quiero algo? – Dijo Cassandra con una mueca de burla.
- Tú siempre quieres algo – Fue la escueta respuesta de Kendra que ya había llegado al pie de las escaleras y se daba el último vistazo en un espejo antiguo ignorando a Cassandra, vio el reflejo de esta desde allí y casi rió al ver su expresión de odio, ¡Estaba loca! ¿Qué le había hecho ella? ¡Nada! Era ella la que había irrumpido en su vida, deseando todo lo que tenía por derecho.
- Pues, si lo ves así… Me encantaría no verte otra vez.
- Que casualidad, deseo lo mismo. – Kendra le dedicó una mirada divertida y satisfecha la vio palidecer de furia y salir de la casa dando un portazo.
Minutos más tardes Kendra entraba en el restaurante donde había quedado de verse con Brisia y Sulin, las buscó con la vista y no las vio, se acercó el maître y le indicó su mesa, pero ellas aún no llegaban, extrañada consultó el reloj y se dio cuenta que por su prisa por salir lo había hecho más temprano, faltaba más de media hora para la hora en que habían quedado. Rió suavemente y se lo comentó al maître que sonrió. Una vez en su mesa pidió una copa de vino blanco, sacó su móvil y en un mensaje le dijo a Su el error cometido pidiendo no tardaran mucho. Desde donde estaba sentada cómodamente, quedaba en ángulo perfecto para ser observada por unos ojos masculinos que la habían seguido desde que había entrado, concentrada en su móvil no se percataba de ello.
- ¿Es ella? – Preguntaba Alexandro a Rafael que no dejaba de mirarla y asintió ante su pregunta. – Vaya que es hermosa. – Ese comentario le ganó una mirada dura por parte de Rafael. - ¡Oye! ¡Tranquilo! Sólo comentaba algo obvio. – Rió ante la expresión de su amigo. – Ahora entiendo de que viene toda esa obsesión, cualquiera se obsesiona con una mujer así. – Ellos ya habían terminado de cenar, era una excelente coincidencia que se hubieran encontrado allí.
- Me encantará importunar a la princesita – Dijo Rafael con una sonrisa que se le borró en cuanto un apuesto hombre fue directo a Kendra y la besó.
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