miércoles, 21 de marzo de 2012

Dark Angel 1 "Un Ángel a medianoche" Cap 15

White Angel Wings

-      Puedo llevarla dónde guste. – le dijo sin dejar de observarla con interés.
-      No creo que acepte el favor de un desconocido. – Dijo una voz que era igualmente masculina, aterciopelada y sensual, ella se giró para ver esa voz y vio un hombre igual de impresionante que Rafael, bueno, casi igual que él. Por que lamentablemente ella ya no le encontraba un igual. El hombre que estaba diciéndole eso a Rafael le observaba con una sonrisa. Ella sonrió a su vez. - ¿Desde cuando acosas a señoras embarazadas? – Le preguntó con sorna a Rafael y ella enrojeció. ¡Y el taxi sin aparecer!  Un Rolls Royce negro apareció de la nada y ella lo reconoció al instante ¡Era uno de los autos de Derek! Se estacionó con un chirrido de llantas y la puerta se abrió, sin pensarlo más entró al auto y cerró la puerta, se recostó en el asiento cerró los ojos y soltó el aire que había contenido.

-      ¿Quién era esa cosa bella que estaba con Rafael? – Le llegó la voz de Brisia.
-      No tengo idea. – Fue todo lo que pudo decir. – Gracias a Dios no sufro del corazón, sino, podría haber muerto en el transcurso de ayer y hoy.
-      ¿Y de quien es la culpa? – Dijo la voz de Su desde la parte de atrás del auto. - ¡No vi esa cosa bella! – Exclamó  para luego reprochar a Bri: - ¡Debiste decirme!
-      Sí, claro. Disculpa si estaba más preocupada por sacar a Kendra de allí.
-      Lo lamento, en serio no saben cuanto. Fue una tontería inmensa de mi parte todo lo que pasó. – Dijo Kendra.
-      Bueno, al menos Derek no sabe nada.  – Comentó Su.
-      ¿Y el auto? ¿Cómo es que…?
-      Lo tomamos prestado. – Fue la respuesta de Bri.
-      No quiero saber como. – Gimió Kendra.
-      Vamos a casa, es todo lo que necesitas saber.
-      Necesito descansar y dormir sobre todo.
-      ¿Qué traes en la maleta? Se ve más grande. – Preguntó Su, se la quitó y al abrirla soltó una exclamación - ¡Lo hiciste! ¡Rayos, Ken!

Brisia hizo un brusco movimiento con el auto, sobresaltada al ver que Kendra había cumplido su amenaza.
-      Te mataré – le dijo – ¡esta vez va en serio!

En cuanto Kendra se había subido al auto, los dos hombres se habían echado a reír.

-      ¡Que condenado gusto verte hombre! –Decía Rafael al tiempo que le daba un abrazo afectuoso a Alexandro Angellis, compañero de tiempos de la universidad y sobre todo uno de sus mejores amigos. – ¿Dónde te habías metido?
-      Desde  hace dos meses, lo único que he hecho es trabajar y trabajar  – Dijo Alexandro. – No me digas lo que has hecho tú ¿perseguir mujeres embarazadas? ¿acaso es una moda? – Bromeó.
-      ¡Estás loco! Únicamente me ofrecía a llevarla. –Protestó Rafael.
-      Sí pero la mirabas de una manera que… está bien que la mujer esté guapa pero no estaba a tu alcance – Dicho eso rió y Rafael lo miró con el ceño fruncido.
-      A todo le encuentras gracia. Y yo con el estomago vacío no le encuentro diversión a nada. Vamos a desayunar. – Propuso.
-      ¿Es que ya quieres ser padre? – Siguió molestándolo Alexandro.
-      ¿Podrías cerrar la boca? – Fue la respuesta del otro.

Rato después desayunaban y se ponían al día. Alexandro Angellis era un hombre que al igual que Rafael llamaba la atención donde fuere, aunque no tuviera un centavo encima las mujeres seguirían echándosele encima, como solía pasar. Alto, de cuerpo fibroso y con músculos definidos, anchos hombros, estrechas caderas, podía ganarse la vida como actor o modelo, de hecho un representante de artistas se los había propuesto una vez a los tres, a Alexandro, a él y a Miguel otro gran amigo cuando los había visto en una cafetería cerca del campus. La respuesta de los tres había sido reír descontroladamente. Sin embargo, no tenía ninguno de los tres una belleza delicada, tenían la imagen de hombre masculino a más no poder, lo que hacía que tuvieran una increíble cantidad de mujeres detrás de ellos, desde que tuvieran memoria.

Alexandro era de piel bronceada y ojos verdes herencia de su madre española, de origen griego era dueño de las navieras de su padre que ya había heredado y aparte de ello invertía en mil y un negocios, muchos de ellos con Rafael y Miguel. Solían llamarle Adonis con frecuencia en las revistas rosa, cosa que él detestaba, aunque de Adonis lo tenía todo: Cuerpo y rostro impactante, el aura de atracción que tenía por supuesto que la aprovechaba  para llevarse a quien quisiera a la cama.

-      Así que vine a ver a mi tía abuela, ya sabes que le encanta que la visite y la pobre ha estado enferma, no pude negarme. – Le decía Alexandro hablando de su abuela, prima política de la condesa de Rotchild, quien lo quería mucho y viceversa. – ¿Hay algo interesante en Londres que te haya traído a ti?
-      Sí, un cuadro. El Rembrandt, el que te dije que me habían robado.
-      ¿Lo has recuperado?
-      De la manera más misteriosa posible…
-      ¿si? ¿Cómo es eso?
-      Verás… - Procedió a relatarle todo lo ocurrido, desde el robo hasta lo de esa noche.
-      No me lo puedo creer, si me quedo en tu habitación ¿será que regresa? – Decía Alexandro quien al parecer estaba considerando la idea. – Es lo mejor que le podía pasar a cualquiera.
-      Se robó otra pintura. – Señaló con irritación Rafael.
-      ¿Y eso que? Yo le hubiera dado lo que me hubiese pedido con tal de que se quedara.
-      No me dio tiempo a invitarla formalmente a quedarse, lo haré la próxima. – Le respondió con sorna Rafael.
-      Dices que te recordó a alguien y que por eso no llamaste a seguridad inmediatamente.
-      Así es, me dio curiosidad. Después de todo se trataba de una mujer.
-      Una mujer que escapó con facilidad.
-      No necesitas recordármelo, gracias.
-      ¿A quien te recordó ese misterioso angelito? –Preguntó Alexandro haciendo alusión a lo que Rafael le había contado sobre esa conversación que había tenido con ella, donde se había llamado ángel a sí misma.
-      A un demonio. – Fue la escueta respuesta de Rafael. – Un demonio, con cuerpo y cara de diosa, carácter de diablo y lengua afilada.
-      Toda una mujer ¿La conozco?
-      No, pero quizás lo hagas ahora que estas aquí.
-      ¿Y esa Diosa te la recordó también la embarazada? Ósea que la ves en todas partes, ¡Amigo mío! Creo que por fin te ha atrapado una mujer – rió divertido ante la idea.
-      No es gracioso.
-      No, es genial. Tengo que conocerla.
-      Quizás lo hagas si me acompañas a una exposición que habrá en su galería en dos días.
-      ¿Es hija de un Lord?
-      Sí.
-      ¿Y te ha interesado una niña de la alta sociedad? ¿Una hija de papá? ¿Una rica heredera malcriada?
-      Sí, sí y sí. – Fueron las respuestas de Rafael y gruñó al escuchar la carcajada de Alexandro. – Ya verás como te tragas todas esas risas, algo me dice que pronto estarás como yo o peor.
-      Lo dudo amigo mío, lo dudo. Es más a ti se te pasará ese encaprichamiento en cuanto te acuestes con ella.
-      Quizás. Es cuestión de tiempo únicamente.
-      Te acompañaré solo para conocer a la chica que te ha trastornado, sabes que no es mi idea de una noche agradable pasarla rodeado de mujeres que desean pescar un millonario.
-      Ni la mía tampoco, pero todo estos sucesos recientes siento que están ligados de una u otra forma.
-      ¿Cómo?
-      No tengo la menor idea. Kendra se puso furiosa cuando le gané el cuadro en la subasta. Quiso comprármelo, cuando me negué sonrió misteriosa y dijo que no importaba que ella podía pedirle al pintor le hiciera otro, pero…
-      ¿Sugieres que mandó robártelo?
-      No se atrevería a tanto, tiene carácter pero no deja de ser una Lady inglesa. Simplemente algo no encaja…

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