viernes, 3 de febrero de 2012

Dark Angel 1 "Un Ángel a Medianoche" Capitulo 9


Iba de negro de pies a cabeza, llevaba un traje que se le pegaba al cuerpo como una segunda piel con una sutil cremallera al frente, botas y un pasamontañas especial que le permitía traerlo sobre la cabeza sin sentir que se asfixiaba que de hecho era más como una mascara, el pelo recogido, guantes y su mochila a la espalda lo mismo que la pintura.


-      Ken, espera. Alguien ha entrado a la habitación. – La detuvo Brisia por el intercomunicador.
-       Lo que me faltaba. – Estaba nerviosa, tenía que admitirlo, entrar a la recamara de Rafael no era su idea de pasar la noche ¿Qué tal y si todo salía mal? ¿Por qué tenía esas ideas justo ahora? Ella era precavida, pero siempre echaba los temores al viento, sino, no hubiera sobrevivido en el negocio. Pero sentía que Rafael era un hombre diferente a los demás, casi había creído que la había reconocido hacía unas horas y eso que parecía pelota de playa con esa inmensa barriga.  Algo le decía que él tenía los sentidos muy agudizados y que era supremamente difícil engañarlo.
-       Es Rafael… - Dijo Brisia.
-       El bizcocho está en su habitación. – Habló Su como si hiciera falta repetirlo.
-       ¿el bizcocho? – Preguntó Kendra irritada.
-       Podría describirlo de mil maneras más, pero por ahora bizcocho sabroso suena bien. – Le dijo muy fresca Sulin.
-       ¿cómo saben que es él?
-       Lo hemos visto por la ventana. Se ha quitado la chaqueta, y a pesar de la camisa se adivinan unos pectorales perfectos. – Seguía diciendo Sulin provista de unos excelentes binoculares.
-       No necesito esa clase de información Su. – Protestó.
-       Creo que volvió por su secretario. El hombrecillo salió de la habitación, el bizcocho se quedó, está encendiendo la televisión, seguro que quiere ver el canal de deportes. – Seguía Su diciendo.
-       ¿podrían decirme que haré ahora?
-       Unírtele ahora mismo no sería mala idea, sobre todo por que se está quitando la camisa. – Le decía entre risitas Brisia.
-       ¡Dios! ¡que hombre! – Le llegó la voz claramente emocionada de Sulin. ¿ellas estaban viéndolo? No tenían derecho ¡No, por supuesto que no! casi deseó estar en ese edificio con los binoculares disfrutando de lo que sabía sería una espléndida vista. Mejor aún, podía hacerle caso a Brisia e ir a su habitación.
-       ¿Qué no se supone que deberíamos concentrarnos en lo que vamos a hacer? – les recordó rápidamente.
-       Pero si nosotras no estamos perdiendo de vista al objetivo. – Dijo Su con voz distraída, que indicaba que estaba de lo más a gusto observando. Kendra pateó el suelo bullendo de coraje. Casi sale al pasillo y se mete a la habitación donde Rafael estaba para ver la reacción de ellas y claro, sobre todo para poder ver de lo que se estaba perdiendo. - ¡Oh, maldición! ¡Ya se apartó de la ventana!

Kendra pareció controlarse al oír eso.

-      ¡Par de lujuriosas desvergonzadas! – Explotó.
-       Creo que se le manchó la camisa de algo  ¿verdad?– Decía Bri a Su.
-       Lastima que no se manchó también el pantalón. – Respondía la otra.
-       ¡Son unas mironas! -  Las acusó casi gritando.
-       Y tú eres una celosa Ken… además una cosa es ver y otra tocar ¿verdad Bri? – Escuchó las risas de ambas y contó hasta diez para no gritar.
-       De celosa nada – Dijo intentando sonar más calmada -  Pero sin son unas mironas descaradas.
-       Está celosa por que ella no pudo ver nada. – Insistió Su, Kendra rechinó los dientes. – Se puso otra camisa, lastima que no lo hizo frente a la ventana. – Le dijo con una risita. – Parece que ahora si se va. No, no se va. Se está sentando frente a la televisión.
-       ¡Pero si lo esperan en casa de los Wenworth! -  Exclamó Kendra.
-       Pues si, pero él no tiene ninguna prisa en  marcharse. – Dijo Brisia.
-       ¡Maldito sea! –  Kendra empezó a caminar de un lado a otro, deseando acabar con aquello de una buena vez por todas.
-       Calma, tendrá que irse, sino, no se hubiera cambiado de camisa. ¡Uf...! Todavía siento calor – Bromeó Su.

Como una hora después Rafael salía de la habitación junto con su secretario y seguido por sus guardaespaldas de cerca. No había rastro de que hubiera más de su personal en el piso y justo cuando se preparaba a salir por la ventana y empezar el tortuoso camino hacia la habitación, fue detenida de nuevo por Brisia.

-      Lo siento cariño – Le dijo suavemente como esperando detener un estallido de rabia – Pero acaba de entrar la mucama.
-       Hoy no es mi noche. – Gimió Kendra y se dejó caer en la cama. 

¿Qué tanto hacía esa condenada mucama? Rabiaba Kendra, llevaba casi una hora en la habitación.
-      Creo que quiere dejarla rechinando de limpio. – Observó Bri – No hay indicios de que no haga otra cosa que no sea limpiar.
-      El hotel le está dando trato de rey. – Dijo Sulin.
-      Pero esto es demasiado. No aguanto más. – Protestó Kendra.

Pasaron los minutos y no solo no salió la mucama, sino que entró otra más y un hombre con uniforme que al parecer iba a supervisar el trabajo realizado. ¡Genial! Bramó Kendra.
Vio su reloj marcar casi las once y media de la noche ¡Se le acababa el tiempo! En eso, Brisia le avisó que todo estaba despejado y ella por fin abrió la ventana que daba a la calle y salió hacia la oscura noche londinense, oscura y helada. A pesar de que durante el día había hecho sol, el viento gélido la recibió con una bocanada helada. Agradeció que en esa parte del Hotel y estando a varios metros del suelo no llamara la atención, pero tendría que ser rápida, ya que abajo había gente y había mucha iluminación. Saltó de la ventana hacia la cornisa que la llevaba a la siguiente habitación. Y así siguió, brincando, sujetándose y en ningún momento viendo hacia abajo.

Por fin llegó a la habitación 98. Habían pasado diez largos minutos. Una vez en el balcón, y usando una llave maestra que habían conseguido esa misma tarde, abrió la cerradura de los ventanales desde donde el par de desvergonzadas mironas que tenía por amigas habían visto a Rafael. Lo que la irritaba en realidad es que ellas hubieran disfrutado del espectáculo mientras ella estaba recluida. Al entrar reconoció el aroma tan peculiar y característico en él y que se le había quedado grabado en la memoria, olía a cítricos, a lavanda, mezclados con su aroma propio y ella sintió un escalofrío sensual recorriéndole el cuerpo. Estaba en la sala de la suite que aparte tenía un amplio dormitorio ¿Por qué demonios no se había cambiado de camisa en la habitación?

Movió la cabeza de un lado a otro, como si así se quitara la sensación de su presencia y también esas ideas y tomó el cuadro de su espalda.  De la mochila sacó un marco que iba en partes, las unió  y enseguida estaba la pintura montada en el marco. La puso de tal manera que quedara enfrente de la televisión, probablemente él encendería la pantalla al entrar y lo primero que vería, sería su adorada pintura.

Se preparó a abandonar la habitación, pero un destello que provenía desde la puerta entreabierta de la habitación la detuvo. Sabía que tenía que salir, pero también sabía que algo se le quedaba pendiente, había algo que la llamaba dentro y… ¡El cuadro del Támesis que él le había ganado ese día! Sonrió y de pronto se sintió bien, muy bien.


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