sábado, 28 de enero de 2012

Dark Angel 1 "Un Ángel a Medianoche" Capitulo 6

Los Ángeles, no todos son iguales…


-      No parece muy contenta por quedarse conmigo. – Observó Rafael burlón de nuevo.
-      Es usted muy observador. – Una vez que su padre se había ido, podía ser todo lo grosera y mal educada que quisiera. De todas maneras él ya pensaba que era así.
-      ¿En serio no le importa quedarse sin el cuadro?
-      Claro que no ¿Por qué habría de importarme tanto? Puedo pedirle a Steve que me haga uno parecido.
-      Así que su relación con el pintor es… cercana.
-      Lo suficiente como para pedirle que me haga una pintura parecida, sí.  ¿Dónde se hospeda Señor Briatore?
-      ¿Va a ofrecerme hospedaje?
-      No, lo mejor que podría pasarle hoy ya sucedió y fue al ganarme esa pintura. Lo pregunté solo por hacer una pregunta cortes.
-      Algo me dice que no tiene mucha idea de como serlo.
-      Con personas que no me inspiran ese sentimiento, ciertamente me cuesta demasiado. – Afirmó sonriendo con desdén.
-      Es usted muy franca.
-      Mi padre dice que es mi peor defecto.
-      Yo diría que es una virtud.
-      ¿Me está halagando Señor Briatore?
-      Rafael – Dijo él para que lo tuteara -   Estoy señalando un hecho, ser sincero es una virtud que pocos tienen. Es interesante descubrirla en una señorita de su clase.
-      Ahora nos insulta. – Y por primera vez en toda la conversación empezó a divertirse y a olvidar el antagonismo que sentía hacia él, lamentablemente sentía que se aferraba al pensamiento de que le caía mal para no pensar demasiado en que era un hombre de lo más interesante que le atraía más de lo que cualquier otro le había atraído.
-      Vuelvo a señalar un hecho – Respondió sin inmutarse - ¿O va a decirme que todos los que ahora están aquí son sinceros? – Dirigió una mirada hacia los presentes, muchos de los cuales los observaban sin disimulo, en particular las mujeres que se lo comían con los ojos a él y la mataban con la mirada a ella. Kendra sonrió, ella mejor que nadie e incluso mejor que él quizás, sabía lo hipócrita que podía ser la sociedad a la que pertenecía. Pero la diferencia era que ella aparentaba amoldarse a su selecto círculo y si lo hacía era solo por diversión y en parte también por sus padres, la realidad es que ella iba más allá de todo eso. Mucho más allá. Claro, que eso no iba a decírselo a él.
-      No, no puedo decir eso.
-      Veo que si es sincera.
-      Entonces lo estaba dudando.
-      Eso me temo.
-      No todos son hipócritas…- Dijo ella obviando sus últimas palabras.
-      No, claro que no – Confirmó él para luego decir – También los hay interesados, zalameros y no podían faltar los que  creen que por tener un título son los reyes del mundo.
Kendra casi se atragantó al contener una mezcla de risa y de protesta.
-      Bueno, hay quienes sin título alguno y solo por tener dinero ya se sienten los dueños del universo. – La alusión a él estaba clara. – Esos son los peores.
-      ¿En serio? – Preguntó acercándose a ella, Kendra se negó a retroceder.
-      Muy en serio – Dijo ella y alzó el rostro para no perderse su mirada. Sí que era alto, ella con los tacones que llevaba medía casi el metro ochenta, entonces él estaba cerca del metro noventa en realidad.
-      Parece tener mucha experiencia con esa clase de hombres. – Dijo en voz baja y  al decirlo bajó la mirada para observar sus labios. Kendra se estremeció.
-      La suficiente y me refería a hombres y mujeres por igual. – Un camarero con copas de champán se acercó y ella tuvo la excusa perfecta para alejarse un poco de él. Se sentía hasta ligeramente mareada ante su presencia ¿Qué rayos le estaba pasando? Atracción, eso era. Tomó una copa y dio un sorbo. Vio a Sulin y a Brisia que se despedían de la anfitriona, tenía que irse. Les hizo señas con la mano para que se acercaran y ellas negaron con la cabeza sonriendo burlonas. Enseguida les lanzó una mirada asesina y ellas sin dejar de sonreír se acercaron, al parecer ya habían decidido que la habían fastidiado lo suficiente.
-      Señor Briatore que placer conocerlo – Dijo enseguida Sulin extendiendo una mano y sin dejar esa sonrisa dulce y pícara.
-      Llámeme Rafael, el placer es mío.
-      Tío Eduard nos ha dicho quien es usted, soy Sulin Beresford.
-      Yo soy Brisia Devereux ¿Qué lo trae por Inglaterra? – Bri, siempre al grano.
-      Creo que a partir de ahora, las mujeres bellas. – Tanto Bri como Su rieron encantadas y Kendra quiso zarandearlas.
-      Tenemos que irnos ¿Verdad chicas? -  Dijo en su afán por largarse. Ellas no se movieron ni un milímetro. –  Jan Pierre desea vernos… - Jan Pierre no era otro que Derek, la mención de su nombre hizo que al menos salieran del encantamiento producido por el tal Briatore.
-      ¿Qué no solo a ti quería verte? – Preguntó  sin pizca del tono inocente que quería imprimir Brisia.
-      Dijo a las tres – Un poco más y le rechinarían los dientes.
-      Tenemos una galería,  en tres días tendremos una exposición de más obras de Steve el pintor del cuadro que se ha llevado hoy ¿Nos acompañará Rafael? – Le dijo Su ignorando a Kendra.
-      Por supuesto. – Respondió todo caballerosidad.
-      Le enviaremos una invitación entonces.
-       Me hospedo en el Ritz, pueden enviarla allí – Al decirlo miró directamente a Kendra -  Eso contesta su pregunta de donde me hospedo Kendra. –  A ella los colores se le subieron a la cara.
-       ¿Sabe qué? Me importa  un bledo dónde se hospeda, lo que haré a partir de ahora es asegurarme de seguir mi instinto la próxima vez y olvidaré esforzarme por ser cortés con usted. – Y se marchó con el porte de una reina.

Rafael la observó irse hasta que desapareció, detalle que no pasó desapercibido para Su y Bri.
-       En realidad ella es muy cortés. – Dijo Sulin.
-       Claro que sí, cuando quiere y con quien quiere. – Le dijo Rafael con una sonrisa.
-       Nosotras nos vamos o sino corremos riesgo de ser degolladas – Bromeó Brisia y se despidieron de él.
-       Me pareció ver a Kendra Wellesley por aquí – Le dijo a Rafael un joven de pelo castaño y ojos marrones en cuanto ellas se alejaron -  Soy Jonathan hijo de los condes de Rotchild.
-       Claro. Los anfitriones. Kendra se ha marchado.
-       Seguro está enfadada conmigo. Usted sabe, las mujeres no les gusta compartirnos. – Dijo fanfarrón – Nos vemos.

Sin darse cuenta Rafael se había puesto tenso en cuanto ese jovenzuelo enclenque había dado a entender que tenía algo que ver con la bella Kendra. Pero enseguida desechó la idea, una mujer como ella no tendría un hombre como ese al lado. Aunque quizás el título fuera atractivo, era lo único que tenía para ofrecer alguien como ese tal Jonathan ¿Qué tanto le interesaba eso a ella? Él de hecho prescindía del título que le correspondía por vía materna, su madre era inglesa y debido a la escasez de varones en ese rama de su familia al morir su tío abuelo materno heredaría todo incluyendo el título de conde. Pero era algo que para él carecía de importancia, de hecho no soportaba que se catalogara a la gente por los títulos o por el dinero. La conversación con la belicosa y hermosa mujer de hace unos momentos le había hecho  ver que aunque ella formara parte de esa distinguida sociedad, era diferente. Algo en ella se lo decía, la forma de actuar, de mirar, de sonreír, de pelear… era algo, que no alcanzaba a definir, pero ahí estaba.

Ese día había tenido que asistir a ese desayuno de beneficencia, en  parte por que le gustaba ayudar a esa clase de causas, aunque se conformaba por lo general en únicamente extender cheques. Pero  había sido invitado por  Amelia la condesa, una mujer realmente encantadora y no había podido decirle que no. Tendría que agradecerle  ahora, por que nadamas entrar había visto la mujer más bella y sensual que recordara haber conocido y eso que él sabía de mujeres bellas, era todo un experto. Pero la belleza de Kendra era refrescante, sin artificio alguno.  Su cabello parecía tener vida propia a la luz del sol, su sonrisa denotaba seguridad, confianza y sobre todo la encontraba misteriosa. Había pensado que era una frívola Lady de sociedad, pero en ella había calor, temple y carácter. Iba más allá de su belleza, no parecía conformarse con la posición que se esperaba de ella. Era bueno reconociendo a las personas y esperaba no estar equivocado con ella.

Estaba en Londres para recuperar en persona un valioso cuadro que había sido sustraído de su empresa, de la filial en Hong Kong.  Sustraído era una palabra elegante, pues la verdad es que había sido robado...

 
 

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